El
pasado domingo 15 de abril fallecía a causa de una neumonía el
actor estadounidense Robert
Lee Ermey.
Escribo estas pocas líneas para homenajear a un hombre hecho así
mismo, que no se cansó de interpretar -de aquella manera- a tipos
duros, como colosal secundario, casi siempre militares. Pero que
tampoco se cansó de denunciar en no pocas ocasiones la deriva
militarista, intervencionista de los Estados Unidos en el mundo,
así como el
abandono y el estado de los veteranos
cuando vuelven de esas guerras y son olvidados por la sociedad y el
estado que se presupone marcharon a defender.
Nacido
en el estado de Kansas en 1944, Ermey
tuvo que alistarse en 1961 por mandato de un juez, cansado ya de
verle ante el tribunal por su actitud díscola y gamberra. Allí no
sólo enderezó su vida dentro del Ejército donde pasó a ser
instructor
de combate y de pelotón
durante dos años, antes de marchar a la Guerra
de Vietnam,
así como pasar dos períodos de servicio en el enclave de Okinawa
donde ya había adquirido el grado de Sargento
Jefe de pelotón.
Licenciado
por razones médicas en 1972, Ermey pasó a trabajar en Hollywood
como consultor militar y como preparador de interpretaciones de
combate y de vida militar, poniéndose delante de la cámara en
alguna ocasión como en Apocalypse
Now,
donde interpretaba al piloto de uno de los helicópteros de la
colosal obra de Francis Ford Coppola.
Ya
en ese momento Robert
Lee Ermey
era conocido en el mundillo del cine por contar sus peculiares
anécdotas, tanto de su gamberra juventud, como de su redención en
el cuartel, así como de hechos que vivió en el frente, o su idea
sobre lo que fue la Guerra de Vietnam. Y también se hicieron
célebres sus primeras
denuncias sobre el abandono que tenían los veteranos de la Guerra
de Vietnam
y la situación en la que vivían, muchas veces sufriendo episodios
psicóticos surgidos por el síndrome
de estrés postraumático.
Así
llegó hasta 1987 donde colaborando con Kubrick en la preparación de
La
Chaqueta Metálica
(The
Full Metal Jacket),
Ermey saltó a la fama. Allí convenció al fetichista
director de su valía interpretativa, cuando aleccionando al actor
elegido en primera instancia para el papel del Sargento
de Instrucción Hartman,
le “decía
quince minutos de obscenidades sin parar ni repetir dos veces la
misma palabra”.
Kubrick
le concedió el papel y la película fue todo un éxito entre otras
cosas porque
pasaba a ser una denuncia de la Guerra, y de la política
estadounidense, tanto interna como externa.
Y la interpretación de Ermey le aupó unas excepcionales criticas
que se tradujeron en una nominación a los Globos
de Oro
como mejor actor de reparto, que finalmente se llevaría Sean Connery
por Los
Intocables.
Desde
entonces y hasta su muerte, Robert
Lee Ermey
compaginó papeles en películas menores (hasta 70) con
colaboraciones muy especiales y celebradas como cuando presto su voz
en Toy Story, así como también con actos y denuncias por el
militarismo excesivo que su país destila y el olvido interesado de
los veteranos de guerra.
Siendo
ya condecorado como Sargento
de Artillería,
no dudo realizar alegatos pidiendo un mayor control de las armas para
la población civil, así como encabezó la manifestaciones por la
mejora de las condiciones de vida de los veteranos de guerra (tanto
Vietnam, como de la primera y segunda de Irak).
Un
hombre que apetece recordar y dedicarle unos minutos porque se
mantuvo integro
y nos dio algunos de los mejores momentos de la
historia del cine.
En
primer lugar tengo que confesar que desde luego no quería escribir
sobre rugby
en este tono y sobre este tema. No se me pasaba por la cabeza -ni a
nadie moderadamente próximo a este deporte- que haya que hablar,
escribir e informarse sobre lo acontecido en Bruselas el pasado domingo, en lo que podría haber sido una fiesta y lo que debía
de haber sido: una competición deportiva, fraternal y justa, de
rugby.
Pero
tras lo visto y vivido en el “pequeño
Heysel”
necesito explicar con unas líneas como me siento y como viví y
vivimos estos momentos los miles de rugbiers,
profesionales o aficionados en distintos ámbitos (jugadores,
técnicos, periodistas, federativos, árbitros, etc.) tras ver como
se usurpaba la posibilidad de disputar en buena lid
la clasificación para el próximo Mundial
de Rugby 2019, en Japón.
Debo
decir, lo primero de todo, que no era yo muy optimista con las
posibilidades de España, del XV
del León.
Consideraba a Rusia y Rumanía
con mayores opciones, pero gracias a una muy buena disposición
táctica -sobretodo defensiva- de la selección nacional se conseguía
primero batir a Rusia en Krasnodar y luego ganar a Rumanía -eso sí,
la peor Rumanía que yo he visto- en la Central. Estos dos
resultados, a parte de asegurar las repescas de clasificación,
ponían en “nuestra”
mano el billete a Japón, al partido
inaugural
frente a la anfitriona, lo que podía y debía ser el espaldarazo
definitivo para el rugby en nuestro país, y para el rugby español
en el concierto internacional.
Tras
apabullar en el trámite de la semana pasada a una muy desdibujada
Alemania (que ya nos hizo el favor de ganar a Rumanía
el año pasado) y comprobar, una vez más, como el Rey, Felipe VI el
preparao,
no tiene ningún problema para empaparse de los éxitos de otros para
salvar la supuesta necesidad y conveniencia
de su arcaica institución, nos poníamos en disposición de celebrar
la clasificación para un Mundial, la segunda en la historia, tras la
del año 99 en Gales.
Según
se acercaba el día todos estábamos expectantes, más ilusionados,
más nerviosos. Se preparaban viajes a la capital belga y se
organizaban comidas con familia, amigos y compañeros de empuje, para
eso mismo, para empujar y para disfrutar de un hito
histórico de nuestro rugby
y del deporte
patrio.
Pero
toda esa ilusión se vino abajo un par de horas después, en las que
tanto
los que habían estado en el estadio, como los que lo vimos por
televisión, nos
encontrábamos furiosos y abatidos, no por la derrota sino por la
perversión hacia el rugby:
hacia ese sentimiento fraternal y de respeto que veneramos y
defendemos en cada charla y tertulia de barra de bar.
Nos
habían robado el alma de lo que amamos. Habían
pervertido el espíritu reverencial del rugby.
A
tener en cuenta:
Hay
que decir antes de entrar en profundidad, que España mereció la
derrota. No jugamos bien.
No entendimos bien los condicionantes, como el campo (sus
dimensiones y su estado) ni el arbitraje y fallamos en la estrategia
de partido.
El XV del León entró nervioso, lo que puede ser normal, pero cayó
en la desesperación, lo que también fue lógico, y así se hizo
imposible ganar. Enfrente Bélgica, que son un buen equipo sin más,
inferior por supuesto, pero que aprovechando lo que les permitió el
árbitro y utilizando muy bien el pie, siempre llevo la iniciativa.
Sin
embargo España se convirtió en previsible jugando por posesión y
no por ocupación, no utilizando el recurso del pie para ganar
metros y poniéndoselo fácil al árbitro que ya venía predispuesto
a ello. Mientras tanto Bélgica se sentía impune en el campo y reforzaba su idea de juego gracias a un arbitraje parcial y asimétrico que permitió todo a unos y nada a los otros.
Me
parece inconcebible y una chapuza a la vista del resultado
interesada,
que el partido decisivo que daba la plaza 2 Europa, de clasificación
directa para un Mundial, se juegue en un recinto que no sólo no
cumple unas mínimas condiciones en dimensiones y calidad del
terreno de juego (lo que valió como excusa para que Bélgica negará
la posibilidad de entrenar el
día antes en
el mismo a España, algo que en el mundo del rugby, sobretodo para
los pateadores, puede ser decisivo) sino que además imposibilitaba
una buena realización televisiva que hubiera favorecido la
presencia del TMO, el video
arbitraje,
solicitud puesta por la Federación Española y denegada por Rugby
Europa aduciendo
las condiciones del estadio. No se nos puede olvidar decir que en
Rugby Europa manda el Presidente de la Federación Rumana, Octavian
Morariu.
Baste
comparar el estadio donde Uruguay consiguió su clasificación
mundialista hace unas semanas.
A
Morariu le dieron igual las reclamaciones para cambiar la
designación arbitral para este último partido, donde estaba un
compatriota, el
ya célebre Vlad Iordaneschu.
Apeló a la pureza y el respeto al árbitro, ancestrales valores del
rugby. Para este sujeto pisar y enfangar cualquier cosa valía para
lograr la clasificación directa para Rumanía, y seguramente,
cobrar los derechos de emisión en su país. Insisto, jugar el
partido inaugural es muy importante.
Y
eso sin entrar en el juego de las apuestas donde la victoria belga
se pagaba en torno a los 5 euros por euro apostado (España se
pagaba a 1,18). Un
rumano que pone a otro rumano para arbitrar un partido en el que
Rumanía puede o no acabar clasificándose. Definición de
sospechoso.
Ya
existen artículos y videos donde se analizan la cadena de errores flagrantes del árbitro Iordaneschu.
Particularmente, y tras
dos visionados del partido
con toda la modestia
que atesoró, puedo decir que ya desde los primeros minutos vi una
clara intencionalidad: Mientras se sucedían las infracciones y los
retenidos españoles a los pocos segundos de ser placado un
jugador, Bélgica acumulaba rucks
de hasta 10 segundos. No se frenaba la dureza del XV local que
paraba como podía (placajes al cuello, lanzarse por encima del
placado, entradas desde el lateral, etc.) a España.
Muy
dolorosa fue también la interpretación en las fases estáticas,
donde Iordaneschu igualó fuerzas permitiendo el giro y el
levantamiento de los belgas en las melés;
la obstaculización
irregular
de
los mauls,
donde España era netamente superior y sin embargo vio como perdía
balones por retenidos o inexistentes infracciones de pantalla. En
definitiva, una interpretación de la norma al uso, castigando a
unos y premiando a otros.
También
en los castigos fue díscolo Iordaneschu. Castigo con amarilla a un
pilier
español en una infracción que se invento, y dejo sin castigar con
el sin
bin
preceptivo tanto varios placajes altos, como un palmeo intencionado
cuando España luchaba por la remontada. Tampoco escapo la
interpretación de la ley de la ventaja que le sirvió para
oportunamente ir hacia atrás en una jugada hispana, cuando se
lanzaban en franca posibilidad de ensayo inventando un adelantado totalmente inexistente.
Para
rematar su estelar
actuación, Iordaneschu
se invento dos infracciones hispanas con 15-10 en los minutos
finales para
dar aire a una agotada Bélgica que veía peligrar el resultado.Primero pitando un inexistente parcial en la touch
y después para regalar un golpe de castigo centrado a los belgas
que pasaron para dejar sin apuros el
18-10 final.
28
golpes de castigo pitó a España Iordaneschu,
por 11 belgas, cuando la media del XV
del León
en el torneo era de 8, y cuando el reparto de la posesión del balón
estuvo a casi el 50% y se jugo más en el medio campo belga.
Al
final, derrota española. Rumanía
clasificada para el Mundial,
y los jugadores españoles impotentes ante la rabia cercando,
insultando y aplaudiendo con sarcasmo al trío
arbitral que tuvieron que salir en un coche que les esperaba en
marcha.
Unas
imágenes muy dolorosas para el rugby, para el deporte.
Para quienes defendemos este maravilloso juego, esta filosofía de
vida, como es el rugby, como la más idónea y necesaria para acercar
a nuestras vidas y a las de las nuevas generaciones. Adiós al
respeto, a la imagen de los caballeros
embarrados
saludando con cortesía.
Un dolor que va a traer consecuencias:
Como deportista entiendo la reacción, la rabia, de los jugadores
españoles a los que les habían robado en la cara la posibilidad de
jugar un Mundial. El rugby es un deporte de caballeros, pero no de imbéciles que aceptan que les quiten un sueño hecho en base a trabajo e ilusión. Puede parecer que esa trifulca final estuviera fuera de
lugar pero también tenemos que entender el daño tremendo hecho a un rugby en ciernes, como el español. No sólo a esta generación a la que cierran, de momento, el camino al Mundial, sino a un plan estratégico que valiéndose de este impulso quiere o al menos intenta articular un proyecto que haga del rugby una posibilidad más en la práctica deportiva en todo el territorio español. En el rugby, cada metro, cada centímetro ganado se defiende frente a todo y ante todos. Y el domingo cuando un árbitro nos robaba en la cara, aunque exista ese código reverencial y de respeto hacia su figura, yo no me hubiera quedado en aplaudirle irónicamente. Probablemente le hubiera partido la cara. Y esto no es rugby.
Cada
día que pasa más voces autorizadas del mundo del rugby se suman al
hastag#JustificeForSpainRugby,
y claman por la repetición
del partido
con un arbitraje justo e imparcial. De momento no voy a ir por ahí,
pero lo que si que es fundamental es investigar lo sucedido y
depurar responsabilidades para sacar de los órganos directivos del
rugby europeo y mundial a personajes como Moriaru y compañía, que
ensucian nuestro noble nombre por intereses económicos y por la
perpetúa lucha de poder en la cúspide de la pirámide rugbística
mundial. Y esto no es rugby.
Doy
por hecha que los jugadores españoles que participaron en la trifulca final tendrán sanciones duras y ejemplares de World Rugby con el ánimo de sentar precedente y salvaguardar el respeto al árbitro. También considero hecha la sanción
a perpetuidad para el árbitro rumano Iordaneschu
y el resto del trío arbitral, así como también para quienes
permitieron tal designación. PeroWorld
Rugby tiene que tomar muchas
más
cartas en el asunto:
Investigación y echar a todos los corruptos. Estipular una
normativa para que las federaciones que aspiran o al menos
participan en las clasificaciones de la Copa del Mundo pongan y
tengan los medios necesarios para una justa competición. Sobretodo
entrando en la mafiosa Rugby Europa donde se toleran por interés
campos de juego internacionales como el pequeño
Heysel o
en materia de designaciones
de árbitros o delegados,
dando transparencia y pulcritud y garantizando las mejores
condiciones de desarrollo del juego de manera justa y segura. Y esto no es rugby.
Después
del partido del domingo y a expensas de lo que ocurra en los
próximos días, España tiene ante sí dos
repescas:
La primera, ganando a Portugal y luego a Samoa; la segunda, si se
pierde con los polinesios en un cuadrangular frente a Canada, y las
selecciones que vengan de la competición africana y asiática. Hay
que asumir, que World
Rugby va a sancionar y duramente a los jugadores que participaron en
la tangana final,
y que habrá que construir un equipo prácticamente
nuevo para esos partidos.
Desde
luego la
única salida para salvaguardar el honor y el buen nombre del rugby
es la repetición del partido.
No hay otra. Que Rumanía se gane en el terreno de juego de una
manera justa su clasificación -por qué no con una nueva victoria
belga frente a España-. Evidentemente, insisto, en este caso España
afrontaría frente a Bélgica un partido con bastantes e importantes
jugadores sancionados (y algún nuevo lesionado). Pero es la única manera de hacer, que en este
momento, de expansión
del rugby,
como práctica deportiva y sobretodo -y eso le hace tan jugoso y
propicio a las corruptelas-, como afición y método de
esparcimiento televisivo se puedan mantener los valores de respeto y caballerosidad que lo encumbran.
Hay
mucho dinero en juego, si, pero sobretodo, por encima de todo, esta
la reverencia ancestral al rugby. Unos valores y un legado con más
de 150 años de historia que no pueden enturbiarse por los intereses
particulares de personajes oscuros. No dejemos morir el rugby.
Grand
Slam,
Torneo,
Triple
Corona
y Victoria
en Twickenham,
en el templo londinense sobre el archienemigo Inglaterra. Y todo un
sábado 17 de marzo. Un inolvidable Sant
Patrick’s Day.
La
tormenta perfecta del rugby irlandés.
Voy
a hacer mi resumen de un histórico VI
Nations,
6
Naciones,
el que ha supuesto el tercer
Grand Slam de Irlanda en la historia,
y la constatación de un modelo de juego y un sistema competitivo que
premia el trabajo y desarrollo por encima de los resultados y que
corresponde al modelo de las naciones celtas, de la liga del Pro14
(antes Pro12) y de Irlanda, con sus provincias (Leinster, Munster,
Ulster y Connatch) en particular.
Este
resumen lo hago con la clasificación final inversa, nación a
nación:
6º.
Italia.
El XV
Azzurri
está ya inmerso de lleno en un cambio generacional. Los nombres
icónicos siguen saliendo (el próximo será el del capitán Parisse)
y viene una nueva hornada de jugadores transalpinos llamados a
liderar el cambio. Entre ellos destacan el del zaguero Matteo
Minozzi
y los flankers
Mbanda y Negri, las mejores noticias que nos ha dejado Italia en este
VI
Nations,
junto a una apuesta ofensiva valiente y decidida que nos les ha
librado un año más de la cuchara
de madera,
puesto que las carencias y los errores en defensa les han condenado
en todos los partidos. Sin embargo, si yo fuera italiano, sería
moderadamente optimista porque se ven mimbres para construir un
equipo y según adquieran mayor experiencia pueden llegar las
ansiadas victorias.
5º.
Inglaterra.
La gran decepción. Llegaba el XV
de la Rosa
con el estímulo de ser el primer equipo en ganar tres ediciones
consecutivas y se van con su peor resultado en el formato 6
naciones
tras perder consecutivamente
con
Escocia, Francia e Irlanda, este último en casa. Pese a todo lo que
se ha dicho y escrito por los fervientes admiradores Pross,
sigo viendo a Inglaterra como el equipo más sobre valorado del rugby
mundial y ahora que los resultados han desaparecido se ven las
carencias tanto de juego como de apuesta táctica de Eddie
Jones.
Sin la supremacía física tan evidente y también, hay que decirlo,
favorecida por criterios arbitrales más permisivos, Inglaterra ha
sido un equipo previsible y con una falta de ideas total en ataque,
mientras que en defensa resultaba lento y desajustado con cortinas
defensivas llenas de agujeros. Nombres como los de Brown, Joseph,
Ford, Robshaw (otra vez) o el capitán Hartley han salido
cuestionados. Incluso el
nuevo chico maravillaItoje
(quien a servidor le parece que tiene mucho de marketing y poco de
rugby efectivo) ya recibe las criticas que comparte con Eddie Jones,
a quien, insisto: sin el parapeto de los resultados no tiene ni
juego, ni renovación por nombres con los que defender su gestión
del rugby inglés.
Aún
con todo y como es lógico, siguen
teniendo una batería
de jugadores amplia
y siempre serán considerados favoritos: Pero a menos de dos años ya
para el próximo Mundial
en Japón 2019,
el tiempo se agota para construir un equipo que además disponga un
juego más vistoso y agradable de ver.
4º.
Francia.
La travesía por el desierto del rugby francés continúa un año más
sin que se atisbe un
hilo de esperanza. Sigue la apuesta por un rugby
arcaico,
contrario al rugby
champán
de la gran época, en el que únicamente tienen cabida jugadores
clon, físicamente colosales pero poco dotados para la evasión y el
juego a la mano. Basteraud,
el tres cuartos de Toulon es el ejemplo de este modelo, y aunque con
su llegada a partir de la tercera jornada, mejoraron los resultados,
el juego siguió
dejando
mucho que desear. Tampoco ayudaron los escándalos fuera del terreno
de juego con el affaire
en los pubs
y hotel de Edinburgo tras la derrota frente a los escoceses en la
segunda
jornada y que entre otras consecuencias sacó del equipo al que había
sido única luz en el juego ofensivo galo: el ala Teddy Thomas.
Es
cierto que en
el
XV
del Gallo
han sido duros, muy duros, defensivamente y siempre han estado en los
partidos -de hecho, en sus tres derrotas se han llevado el bonus
defensivo-, pero su único favor al rugby de ataque ha sido el gran
nivel de Machenaud en las patadas a palos. Han ensayado poco (8) y
les han ensayado menos (6), pero la sensación tras el torneo es que
mientras el sobre
dimensionado Top14
se llena de estrellas mundiales del rugby del hemisferio sur, faltan
jugadores franceses capaces de aparecer primero en sus clubes, luego
en su selección con un modelo que recuerde el de las grandes épocas;
un
modelo donde el talento prime sobre la fuerza bruta.
Parece que quedan años de sufrimiento para todos sus rivales, pero
sobretodo para Francia, su afición y su rugby imbuidos en un modelo
que ni les da resultados ni les satisface en estilo y concepción.
3º.
Escocia.
Parece que con la consecución tras 10 años de la Calcuta
Cup,
el XV
del Cardo,
termino su torneo. Ante un Murrayfield entregado los caledonios
firmaron un partido vibrante y efectivo que supuso la victoria sobre
el eterno rival y la constatación de un crecimiento constante de un
equipo que tras las notables individualidades -Hogg ha firmado quizás
su peor torneo en global, y Russell ha estado muy intermitente-
muestra una construcción sólida, con un Johnny
Gray
exultante en la segunda y un juego de flankers
también notable. Siguen apostando por un rugby fluido, de
predominante juego de tres cuartos que les ha dado las dos victorias
en casa ante Francia e Inglaterra y una apuradísima contra Italia en
Roma la última jornada (27-29), pero si quieren aspirar a la
consecución final del torneo deben mejorar su versión fuera de
Edinburgo, ya que ni en Cardiff, ni en Dublin tuvieron opciones
reales de disputar el resultado. Sin embargo, da para mucho
optimismo, ya que solo hay que pensar, que no hace tantos años, la
actual Irlanda se encontraba en una situación muy similar.
2º.
Gales.
Hay que reconocerle a su seleccionador Warren
Gatland,
unas dotes tremendas para sobrevivir y para hacer competir a un
equipo que ha visto como con el torneo empezado fue incorporando a
jugadores vitales que han pasado un calvario en forma de lesiones los
últimos dos años. Gente como North, Faletau, Lee, Francis, o Davis
fueron entrando en el equipo y volviendo así al estilo
Gatland,
con un juego mucho más controlado, quizás previsible pero seguro,
frente a la apuesta de las primeras jornadas con gente como Navidi,
Parkes, Patchell o Adams en las que el XV
del Dragón
se asemejó más al brillante juego de los Scarlets que están
admirando a todo el rugby europeo en los últimos dos años.
Pero
recuperada la guardia pretoriana
se confirma el estilo, no tan bonito, pero no exento de resultados de
Gatland y vuelven a poner a Gales en clara condición de disputa y
éxito de cualquier partido y torneo que jueguen. Tienen jugadores,
tienen un modelo y tienen variantes para sobreponerse a cualquier
sobresalto que les llegue.
1º.
Gran
Slam.
Irlanda.
No es fácil empezar a hablar y destacar algo de este tremendo equipo
que ha resultado ser el XV
del trébol
en este VI
Nations 2018
pero si hay que hacerlo, lo hago por el drop
de Jonathan Sexton en la primera jornada en París.
Al
igual que en el último Grand Slam saboreado en la isla verde fue una
patada (la
de Ronan O’Gara frente a Gales en la última jornada de 2009), con
el tiempo cumplido el que ponía en camino a una Irlanda que siempre,
cada día ha sido un martillo pilón frente a sus rivales. Pero
no sólo fue la patada desde la línea de medios, sino como se llego
a ella, tras cuarenta
y dos fases, 42
de la delantera
irlandesa,
montando plataformas y recuperando con una voracidad extrema y una
meticulosidad precisa el balón en cada ruck
para acercarlo desde la propia línea de 5 metros ya con el tiempo
cumplido. Aquella exhibición a parte de sacar el corazón del pecho
a todo aficionado, interesado, experto o neófito en el rugby resulto
un aviso a navegantes de las intenciones y el nivel irlandés, pero
también sirve
como resumen
fantástico para ilustrar lo que ha sido este VI
Nations 2018.
La
labor de demolición de la delantera
irlandesa
-hoy por hoy la mejor del mundo- ha resultado clave para dominar con
notable superioridad las fases estáticas -sobretodo las touches-
y después para lanzarse en la recuperación en las rucks
tanto propios como ajenos. Además se han mostrado con una seguridad
defensiva tremenda minimizando en cada partido las opciones de ganar
la línea de ventaja para el rival. Ha resultado ser un pack
inamovible y sin fisuras llevado por un Rory
Best
menos brillante que otras veces pero siempre resolutivo tanto como
talonador, como capitán. Junto a él, han recuperado la mejor
versión de Cian Healy, y el mejor pilier del mundo, un Tadhg
Furlong
poco menos que colosal. Incluso los sustitutos de esta primera línea
han estado excelsos con nombres como McGrath, Cronin o el jovencísimo
Porter. En la segunda han brillado Ryan y Henderson y en la tercera
frente a las bajas del mejor flanker
del mundo para mi, Sean O’Brien, sus compañeros de línea han
funcionado a la perfección: O’Mahoney como siempre, también
brillante CJ Stander y el último en llegar Dan
Leavy.
Joe
Schmidt
sigue su hoja de ruta para configurar un equipo, un país campeón,
con plena coordinación entre la federación (IRFU), las franquicias
profesionales (Leinster, Munster, Ulster y Connatch) y la estructura
de base que llena la isla de escuelas y equipos de rugby. Así, y con
mucho trabajo y desarrollo a fuego lento, Schmidt, sigue cociendo un
rugby capaz de plantar cara a cualquiera, afianzando un estilo claro
e irrenunciable -el juego de delantera predominante- y añadiendo más
y más recursos tanto en nombres (ojo a las segundas y terceras
unidades que vienen con los Leavy,
Porter, Carbery, Ryan, Scannell,…) como en posibilidades donde el
nombre de Bundee
Aki
ha sobresalido.
Junto
al jugador de origen neo zelandés, y con la ya sabida baja de Payne
durante todo el torneo, todo jugador que ha compartido los centros
con él, ha brillado y de forma notable, acumulando ensayos y
nominaciones como Man
on the Match:
Primero hasta su lesión Heinshaw, luego en un brillante partido
frente a Gales Farrell y por último el mayor talento del jovencísimo
Gary Ringrose.
Pero
no sería justo limitar las
alabanzas en estos hombres sin citar a la bisagra, medio melé y
medio apertura que han rayado a un nivel de compenetración y
seguridad brutal. Conor Murray y el ya citado Jonathan Sexton, se
encuentran, probablemente en el mejor momento de sus carreras, y no
es poca cosa decir que son la mejor pareja de 9 y 10 del rugby
actual. De como continúen y como lleguen al próximo Mundial irán
buena parte de las opciones irlandesas, primero de llegar a
semifinales por primera vez y después de por qué no, ganar la Copa
del Mundo.
También
quiero destacar el nivel, recuperado de Rob
Kearney
en el zaguero, que al igual que con Healey repuestos de años de
lesiones, ha estado soberbio siempre dando el paso adecuado, sin
errores ni de ejecución, ni tácticos. Un
seguro y además una opción más de sorprender en ataque.
Si
todo esto no fuera poco, Irlanda ha encontrado en un chaval que está
a punto de cumplir 22 años la guinda del pastel. Jacob
Stockdale,
el ala de Ulster, en
su primer campeonato ha
hecho historia con palabras mayúsculas para firmar 7 ensayos en
un torneo en la era VI
Nations.
Con
un talento especial para la finalización y con una capacidad genial
para la lectura de juego y la anticipación Stockdale no se ha
cansado de culminar jugadas de ataque y contra ataque irish
durante todo el torneo.
Con
todos estos argumentos, Irlanda aprovecho sus partidos centrales (2ª,
3ª y 4ª jornada) en casa para ganar con algunos apuros a sus
rivales, para en la primera y en la última jornadas, en visitas a
Paris y Londres, conseguir
un histórico Grand Slam,
y ponerse de manera justa y deseada como referencia para todo el
rugby del hemisferio Norte.
Ha
sido un VI
Nations
colosal, divertidísimo y que ha dejado claras muchas cosas. Las
cervezas y el hermanamiento con amigos, pareja, familia, compañeros
con el rugby como excusa han sido lo mejor. Lo peor es que queda un
año para volver a disfrutarlo y habrá que conformarse -nótese la
ironía- con la Champions Cup, la liga celta, la liga nacional, las fases de ascenso
del amateur, el
femenino, el
Super Rugby, las series mundiales de Seven, el Rugby Championship...