El pasado domingo 15 de abril fallecía a causa de una neumonía el actor estadounidense Robert Lee Ermey. Escribo estas pocas líneas para homenajear a un hombre hecho así mismo, que no se cansó de interpretar -de aquella manera- a tipos duros, como colosal secundario, casi siempre militares. Pero que tampoco se cansó de denunciar en no pocas ocasiones la deriva militarista, intervencionista de los Estados Unidos en el mundo, así como el abandono y el estado de los veteranos cuando vuelven de esas guerras y son olvidados por la sociedad y el estado que se presupone marcharon a defender.
Nacido
en el estado de Kansas en 1944, Ermey
tuvo que alistarse en 1961 por mandato de un juez, cansado ya de
verle ante el tribunal por su actitud díscola y gamberra. Allí no
sólo enderezó su vida dentro del Ejército donde pasó a ser
instructor
de combate y de pelotón
durante dos años, antes de marchar a la Guerra
de Vietnam,
así como pasar dos períodos de servicio en el enclave de Okinawa
donde ya había adquirido el grado de Sargento
Jefe de pelotón.
Licenciado
por razones médicas en 1972, Ermey pasó a trabajar en Hollywood
como consultor militar y como preparador de interpretaciones de
combate y de vida militar, poniéndose delante de la cámara en
alguna ocasión como en Apocalypse
Now,
donde interpretaba al piloto de uno de los helicópteros de la
colosal obra de Francis Ford Coppola.
Ya
en ese momento Robert
Lee Ermey
era conocido en el mundillo del cine por contar sus peculiares
anécdotas, tanto de su gamberra juventud, como de su redención en
el cuartel, así como de hechos que vivió en el frente, o su idea
sobre lo que fue la Guerra de Vietnam. Y también se hicieron
célebres sus primeras
denuncias sobre el abandono que tenían los veteranos de la Guerra
de Vietnam
y la situación en la que vivían, muchas veces sufriendo episodios
psicóticos surgidos por el síndrome
de estrés postraumático.
Así
llegó hasta 1987 donde colaborando con Kubrick en la preparación de
La
Chaqueta Metálica
(The
Full Metal Jacket),
Ermey saltó a la fama. Allí convenció al fetichista
director de su valía interpretativa, cuando aleccionando al actor
elegido en primera instancia para el papel del Sargento
de Instrucción Hartman,
le “decía
quince minutos de obscenidades sin parar ni repetir dos veces la
misma palabra”.
Kubrick
le concedió el papel y la película fue todo un éxito entre otras
cosas porque
pasaba a ser una denuncia de la Guerra, y de la política
estadounidense, tanto interna como externa.
Y la interpretación de Ermey le aupó unas excepcionales criticas
que se tradujeron en una nominación a los Globos
de Oro
como mejor actor de reparto, que finalmente se llevaría Sean Connery
por Los
Intocables.
Desde
entonces y hasta su muerte, Robert
Lee Ermey
compaginó papeles en películas menores (hasta 70) con
colaboraciones muy especiales y celebradas como cuando presto su voz
en Toy Story, así como también con actos y denuncias por el
militarismo excesivo que su país destila y el olvido interesado de
los veteranos de guerra.
Siendo
ya condecorado como Sargento
de Artillería,
no dudo realizar alegatos pidiendo un mayor control de las armas para
la población civil, así como encabezó la manifestaciones por la
mejora de las condiciones de vida de los veteranos de guerra (tanto
Vietnam, como de la primera y segunda de Irak).
Un
hombre que apetece recordar y dedicarle unos minutos porque se
mantuvo integro
y nos dio algunos de los mejores momentos de la
historia del cine.
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