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jueves, 27 de mayo de 2021

En oposición al consumismo


Hace unas semanas volví a Salamanca por asuntos personales y entre ellos estuvo remodelar el armario y prepararlo para el verano. A parte de las pertinentes sustituciones de prendas ya en franco deterioro, necesitaba un par de pantalones cortos y primero por precio, segundo por querencia a la patria chica y tercero por convencimiento en que el comercio local está la solución, los compré en Almacenes Galán. Una tienda clásica, de las de toda la vida, con personal que lleva décadas atendiendo y vistiendo a Salamanca entera. Que nos conocen desde que éramos bebes y que ahora te ven, mandan recuerdos a tu madre y saben tu talla con tan sólo mirarte.

Me compré dos pantalones vaqueros (luego hago una pequeña disertación sobre esta prenda) y ropa interior. Buena calidad, buen precio, garantías al consumidor, cooperar con el desarrollo local y mantener una de esas empresas de la tierra más identificativas, tan patrimonial de todos los salmantinos, o quizás más, que el astronauta de la Catedral o la rana de la fachada de la Universidad.

Aquí recupero unas palabras de Guillermo Viglione: “A granel

"El hipermercado cerró los ultramarinos y mató las conversaciones de barrio. El autoservicio dejó las compras sin balanza y sin palabras. Prohibido bromear con la cajera que se forma cola. Hay cajas rápidas para los que llevan pocos productos y ya hay cajas en las que te cobras tú mismo. Las lechugas vienen en bolsa y deshojadas. Las manzanas maduran en bandejas de plástico rígido.

Éste es un mundo empaquetado, enlatado, etiquetado, clasificado, embotellado, precintado, embolsado, plastificado, deshuesado, desgrasado, pelado, precocinado y loncheado. Un mundo no retornable de PVC, Pet, Tetrabrik, aluminio, poliestireno expandido y mil tipos de plástico. Una vida insostenible, marcada, como nuestros productos, con fecha de caducidad.

El progreso es aséptico. Escrupuloso. Exacto y desapasionado. Yo prefiero vivir a granel. Comprar al corte. Que vuelvan las hueveras y el vermut de barril. Los mercados y los mercadillos. Conocer a quien regó los tomates. Rellenar sifones y devolver los cascos. Comprar lento, charlar y perder el tiempo.

No quiero una vida envasada al vacío. Aspiro a ser parte de un mundo imperfecto e inexacto. Amar a granel. No dosificar los besos.

Derrochar abrazos. Reír a puñados. Hacer manojos de caricias y gastarlos sin recato. No dar las gracias ni pedir perdón con cuentagotas. No poner etiquetas. Gastar la amistad a raudales. Soñar sin rigor y sin medida.

Comerme la vida a bocados y atragantarme de ella."



Nos han dejado un modelo económico en el que las clases populares su primer, y casi único, mercado de compra de productos son "los chinos" o en tiendas franquiciadas donde la procedencia de los productos es el extremo oriente, con lo que eso conlleva de gastos para el medio ambiente. Probablemente, lo que acabe en una tienda y otra se fabrique en la misma línea de producción y viaje en el mismo contenedor cruzando medio mundo. En la tienda el empleo es escasísimo y se limita a unas chicas muy monas ellas, seguramente en su primer empleo, y su primera, que no última experiencia laboral en la precariedad.

Las franquicias, los súper, los hiper y las cadenas de comida rápida (ahora ya con sus cocinas fantasma creciendo como hongos al calor de la pandemia) despojan el centro urbano de todo aquello propio y característico en las relaciones entre personas, limitándolo de forma exclusiva a una transacción económica, entre la tarjeta de crédito y el lector TPV. Ahora somos más “afortunados aún” y está desposesion la puedes alimentar desde tu sofá gracias a esos hijos de puta de Amaz...

La impersonalidad de nuestras vidas abruma cada día más, mientras absortos te cruzas por la calle con centenares de personas que ven el mundo a través de una pantallita de 5 pulgadas entre sus manos. Las cabezas bajas ocupando las mentes en cualquier absurdez mientras por encima se deslizan a través de piedras centenarias. De formas, usos y manejos que de la noche a la mañana han quedado relegados, ante, literalmente cualquier cosa del mundo.

Debemos recuperar nuestro tiempo. La necesidad vital de poder aburrinos. Debemos recobrar la capacidad de reflexionar y poder darnos cuenta de que este modelo, este estado de las cosas, es absurdo, insostenible, ilógico, anti-natural y nos está condenando a una vida continuamente fracasada y esclava en la consecución de esos fracasos.

Quizás parezca que estoy divagando tras comprar unos vaqueros y unos calzoncillos pero si algo tengo claro desde hace bastante tiempo es que la nueva fase de la lucha obrera tiene un componente individual que debe irradiar lo social: La crítica viral y el boicot a las compañías que pisotean los derechos laborales, sociales y medio ambientales. Y la denuncia constante del modelo económico globalizado. Y algo que estoy aprendiendo en estas últimas semanas es la necesidad de las desconexiones digitales. Ojo, ya llevo en la práctica varios años, pero de un tiempo a esta parte, reconozco imprescindible para mi, mi vida y mi salud, olvidarme de la pantalla que constante parpadea. Que llama mi atención incansable e inasequible.

Ahora la revolución es más necesaria que nunca aunque sea para defender lo poco que nos queda de dignidad y futuro. Y en un primer paso es desconectarnos y recobrar tiempo para nosotros mismos, sin necesidad de intermediarios, ni de que nos cobren por la línea, por un dispositivo o por un aplicación. Recordad que no hay nada gratis, y que si algo se vende como gratis, es porque efectivamente, tú eres el producto. Y si tú eres el producto, resulta que eres un esclavo.

Por supuesto yo solito me he dado cuenta de que tengo un blog en blogger, pero recordemos también que para romper las cadenas, es preciso primero agitarlas y hacer ruido con ellas. Y probablemente, leas esto a través de un móvil y seguro gracias a una conexión a internet, pero el objetivo es agitarte y hacerte ver que este modelo de vida es inasumible por el planeta, por la especie y por nosotros mismos a título social, y a título individual.

La idea, lo esencial y lo que necesitamos es, repito, desconectar. Ganar tiempo. Aburrirnos. Discurrir desde la ociosidad y aprender. Darnos cuenta de que este camino es el opuesto a los que nos debería tocar y que no podemos colaborar más con él. Que es el momento de romperlo y de declararle guerra abierta.

Te quieren conectado, ocupado, consumiendo. Te odian. Te tienen miedo cuando estas aburrido, ensimismado, discurriendo. No pueden soportar que salgas de su rueda y sus hábitos programados de consumo masivo, porque entonces ya no eres predecible. El algoritmo ya desconoce tu próximo paso y no puede ofrecerte el siguiente anuncio. El flujo de big data pierde eficacia cuando no interactuás. Si recobramos nuestro tiempo, fundamentalmente para perderlo, ganaremos en cambio libertad y bastante más pronto de lo que parece, dignidad y progreso. Por eso mismo, ahora más que nunca, acaba de leer este artículo y apaga el dispositivo. Piensa, reflexiona y descubre.



Breve reflexión sobre los pantalones vaqueros

Ahora se vuelven a llevar los pantalones rotos. Pero no en el sentido de que cojas unos usados, que tienes desde hace años (es que hoy en día la ropa apenas consigue durar el año o “temporada”) y con un poco de papel de lija o un cuchillo, los rasgues y pules. Ahora la moda es comprarlos ya rotos y desgastados. Estamos tan desclasados que ni siquiera nos podemos permitir “el lujo” de que los vaqueros se nos desgasten por el uso cotidiano. Estamos “tan ocupados en absolutamente nada” que no tenemos tiempo ni en romperlos nosotros mismos.

Insisto. Ahora hay que comprarlos ya rotos. Y no con una raja en cada pernera o el dobladillo descosido. No. Ahora lo más trending, cool y fashion es que múltiples rajas adornen las prendas; que los boquetes en la tela sean gigantes, francamente obscenos y de mal gusto. Más propios de un desarrapado, un mendigo que de un trabajador, en principio, con acceso a prendas, en buen estado. Como si quisieran uniformarnos a todos en la precaridad, marginalidad e indignidad.

Algunos ignoran el origen de esta prenda. Como antes de ser popularizada por Hollywood (Rebelde sin causa de James Dean como paradigma) y que luego rotos, Beckham los convirtiera en artículos de lujo, antes fue el uniforme de los trabajadores de los ranchos del medio oeste. Más atrás el tergal era la protección de los mineros y la ropa de trabajo de los obreros de la construcción. Era una prenda de trabajo y tenía que ser duradera. Y si, se rompían, estropeaban y decoloraban pero porque sufrían un deterioro continuado y un desgaste abrasivo por su uso en el tajo.

A finales de los 60 los jóvenes comenzaron a apropiarse de los viejos pantalones y camisas de trabajo de sus padres y a llevárselos de fiesta. A los conciertos y sus viajes y salidas. Eran prendas útiles, baratas a más no poder y encima quedaban bien. Y constituían una expresión de identidad de clase obrera en occidente, quizás la última, porque ya que los padres “no pudieron” traspasar su empleo a sus hijos, por lo menos estos se quedaron con sus pantalones.

Lo que ha venido después ya lo sabemos. Un negocio mil millonario, quizás la prenda más extendida del mundo y sus adornos, formas y estilos, apareciendo y desapareciendo cíclicamente a causa de las modas.

A mi me parece perfecto que paguéis una pasta por unos pantalones vaqueros rotos. Es una forma perfecta para identificar a un imbécil y poder apartarse así de su estupidez.



martes, 15 de febrero de 2011

La peli de hostias definitiva: The Expendables


Todo el que me conoce sabe mi debilidad por el cine, sobretodo de acción, y ya dentro de este género la variable más extrema que yo he definido como Cine de Hostias. Esas pelis que de manera eficaz y rapida, y sin lugar a dudas, cumplen con su propósito de divertir en base a un ejercicio de resolución de conflictos fundamentado en el poderío físico y armamentístico, en la última palabra y en que las secuencias de acción, como persecuciones de coches, tiroteos, explosiones o peleas de artes marciales hacen que mentes como la mía se olviden de las visicitudes de Schopenhauer o Stendhal, del debate político y cultural sobre las descargas (por supuesto, que me la he descargado y la he visto en mi pc) o de la cotidianiedad, y disfrutemos con mayúsculas en la versión extrema de la película. Y hoy mi tedio y taciturnidad se han transformado en excitación violenta y cachonda gracias a Los Mercenarios.

Resumir la sinopsis no tiene gran mérito, porque esta serie de películas suelen funcionar con unos patrones y artesonados narrativos sencillos e incluso simples. En los albores del sub-género las muy recomendables Die Hard (lo que aquí alguién atiborrado de anfetas decidió llamar Jungla de Cristal), si que aparecieron los suficientes giros en el argumento, pero las visicitudes de John McClane que llegan hasta nuestros días, resultan la excepción que confirma la regla.

Puestos a recordar las Alertas Máximas de Steven Seagal o los blancos humanos de Van Damme (ambos las dos grandes ausencias en el reparto de la película en cuestión) y otros muchos ejemplos del cine de los 80 y 90 tenían como cualidades una exposición sencilla: unos malos muy malos que tratan de aniquilar y reducir a escombros la sociedad actual, amenazando salvajemente a la desguarnecida población civil casi siempre con el ánimo de lucro como fin último de sus actividades. Contra ellos, antihéroes que se convierten en héroes añadiendo la valentía y el tufillo redentor a unas personalidades oscuras y aun sinfin de capacidades, normalmente adquiridas en la marina y la Guerra de Vietnam, que pueden ir desde las sempiternas artes marciales, el uso de explosivos, tácticas de combate o incluso psicología. Pequeños toques de humor debidos a la socarranería y el sarcasmo del protagonista (siempre un ejemplo de virilidad) y ciertos momentos de critica política y social condimentan una ensalada que suele resultar muy apetitosa en taquilla, pero absolutamente insípida para la crítica.

Lo cierto es que este genero de acción tiene en bastantes de nosotros, ya sabéis, hombres jóvenes de menos de 35 años, que crecieron en los 80, a un gran público devorador de estos filmes cuando llegan al cine, al dvd, al pelis-yonkis o cuando en tardes y noches de desidia y aburrimiento decidimos aligerar el peso de nuestra intelectualidad al simple disfrute de una buena pelí de entretenimiento.

Y algo así es lo que me ha sucedido a mi esta tarde, toda vez que llegado del curre, atenazado por el frío y con cierto cansancio, me he metido una dosis de balas, soez palabrería y violencia gratuita sin contemplaciones, firmada (guión, dirección co-protagonismo) por el mismo Sylvester Stallone.

The Expendables, o como otra mente enferma a titulado en España, Los Mercenarios, cumple perfectamente con su apuesta y encargo: divertir. En 2009 se rodó esta obra que indudablemente será considerada una obra de culto, un mito y ejemplo de lo que el cine de acción puede llegar a ofrecer, y que funciona de manera solvente ante la pantalla. Seguro que pululan las criticas que la destrozan por todos los lados, pero a mi que quieres que te diga, la puse con una esperanza, que me divertiera y me evitará caer en el tedio, y lo ha conseguido.

El argumento: No lo voy a destripar. Una recomendación: vedla!. Porque el principal argumento y motivo de esta película es divertir y servir como homenaje cachondo a todo ese cine ochetentero que ha hecho vivir muy bien a toda esta recua de musculitos.

El Montaje y dirección. Pues en poco rato he podido leer como ponen fino a un Stallone, del que sabemos perfectamente que tanto lifting y botox ha reducido a cero su capacidad mímica (algo tampoco muy díficil si recordamos Rocky I). Podéis leer que la peli esta mal rodada y tal y cual, pero yo no opino lo mismo. La película se cuenta visualmente para servicio de los actores y en ella todos salen bastante bien parados. Yo también veo las semejanzas con la manera de dirigir de Michael Bay, también denostado y que a mi me parece sublime (recordad Pearl Harbor, La Roca o Armaggedon) y todo plano resulta convincente. Sólo hubiera faltado algo más de destreza para sacar más partido a las coreografías de peleas de Jet Li o de Jason Statham, sobretodo cuando estamos tan acostumbrados a admirar el partido que les sacan (Nacer para morir del chino o la saga Transporter en caso del británico).

Y en cuanto al reparto, qué. Pues salvo las ausencias por desabenencias "artisticas" de Steven Seagal o Van Damme todas las grandes estrellas del género aparecen. Aparecen los clásicos como el propio Stallone o el mítico Dolph Lundgren; forzudos reconocibles de otros productos violentos como Austin, Couture o Crews. Mike Rourke aplica el libreto de El Luchador para dar sentido moral con su interpretación a la película, momento en el que en un alarde de saberse reír de si mismos nombar una conocida marca de vodka cuya imagen publicitaria les presta Bruce Willis. Y dos clasicazos como el gobernador Schuache y el propio Bruce Willis (Sr. Church) nos dejan un diálogo a tres bandas con el propio Stallone, que alejado del lirismo y la retórica de Shakespeare, se lanzan pullas por dos minutos plétoricos que son más que justificados para pagar una entrada. Y también tenemos a las dos estrellas actuales del cine de acción, Jason Statham y Jet Li, para los que la película sirve como un paso de testigo de sus predecesores como líderes y santo y seña del cine de acción.

Incluso con tanta testosterona en ebullición no pueden faltar bellezas féminas, y de entre ellas destaca Giselle Itié.

Hasta la banda sonora tiene su punto con un tema final inigualable: El eterno himno de los Thin Lizzy, The boys are back in town:


En definitiva, decir que es una buena opción para tratar de aligerar la cotidianiedad, echar unas risas y relajarnos. No es la película para ver con tu chica el 14 de febrero, pero joder, lo que te puedes reír con ella (la película digo, mal pensados) y pasarlo bien, puesto que funciona como un homenaje y a la vez una válvula de escape para reírse de si mismos a todas estas estrellas del cine ochetentero. Sin duda ya guarda un lugar privilegiado en mi colección privada, como obra de culto, alocada, desenfrenada y de disparatada gamberrada, que te lo hace pasar en grande. Acción a raudales, un plantel que nos desmerece el sueño juvenil de ver a todos estos tipos duros juntos y muchas ganas de pasarlo bien y hacer pasadlo bien. Lo dicho: Vedla!

miércoles, 24 de junio de 2009

Bochorno


Ya está, ya pasó. Así, como un niño enfermo, acariciado por su madre al emerger de la fiebre, deben sentirse hoy nuestros líderes. Ya está, ya pasó, ya terminaron estas elecciones tan engorrosas, que a ellos les han interesado menos que a nadie. Hoy ya pueden salir a la calle, jugar con sus compañeros a apedrear a los de enfrente, sin tener que acordarse de decir de vez en cuando la palabra Estrasburgo, con lo difícil que es pronunciarla bien, encima. Por eso, han preferido atrincherarse en términos más castizos, que si la crisis, que si el empleo, que si el paro, que si el sastre, que si los espías, que si el impuesto de matriculación, que si tu plan no funciona, que si pues anda que el tuyo, que si estoy contigo, Paco.

Ha sido una campaña bochornosa, como un ensayo de elecciones generales representado por actores aficionados, que balbuceaban con un chicle en la boca sin haberse aprendido el papel. Ha sido ineficaz, irresponsable, casposa y tristísima. Habrá costado un dineral, pero eso es lo de menos. Cada vez resulta más difícil creer en Europa, esa Arcadia feliz a la que los españoles que llegamos a conocer el franquismo, aunque fuera de refilón, mirábamos como a la patria del progreso y la razón, de la civilización y las libertades. A la que miramos después como un contrapoder universal, capaz de sostener el concepto de la sociedad del bienestar frente al neoliberalismo caníbal de Estados Unidos. A la que ahora es mejor no mirar, para no ahogarse en el intento de divisar el fondo de su infinito ombligo.

Ya ni siquiera consuela hablar de la Europa de los mercaderes, porque lo que pasa va mucho más allá de la economía. Europa cansa, porque está cansada. Europa aburre, porque está aburrida. Europa, aquella doncella seducida por un dios, se ha convertido en una vieja repintada, adicta al botox y a los rayos UVA. Y da pena verla.

Europa viaja en un tren roto. Los síntomas de avería eran claros en época de bonanza. Ahora con la crisis provocando estrépitos no queda ninguna duda de que el sistema neo-liberal capitalista agoniza y con él toda la sociedad (sobretodo las clases más bajas). La campaña y elecciones europeas han tenido un tinte claramente nacional en todos los países. Por fortuna España no ha sido el ejemplo más fragrante de bajeza y ruina moral, puesto que Italia con "el papi", las ragazzas y los escándalos sexuales sigue empeñándose en trasladar Lepe a la Toscana. Pero tampoco hemos quedado mucho más allá y asuntos verdaderamente interesantes como la política agraria, la gestión de Internet o la representación y representatividad de las cámaras europeas ni se han mencionado en el tablero bipartidista español. Las interesantes propuestas de Izquierda Unida, Izquierda Anti-capitalista o Iniciativa Internacionalista apenas tuvieron eco salvo en los que no venden su voto a la foto más impactante o el comentario más casposo. Sus resultados no indican nada, como los de todas las elecciones con una participación record en lo negativo y la continúa sensación de negativa representavidad que ejercen los dos partidos mayoritarios.

Ya no es que la izquierda más radical o extrema, verdi-roja en códigos centro-europeos encuentre acomodo en una bancada que izan la bandera del PSOE. Las continúas medidas neo-liberales, e incluso derechistas, se siguen sucediendo y poco o nada se oye hablar de una intervención clara del estado en 4 campos que sufren o provocaron la actual crisis. Ni construción, ni sistema financiero (parece que ya suficientemente reglado, por fortuna), ni sector primario (extra-inflaccionado y deudor para los productores), ni sectores claves (energía, transporte, etc) van a tener que plegar velas a los dictamenes centrales. Ni autonómicos, ni tampoco locales. El librecambio exarcerbado parece que se va a librar porque resulta que las clases poderosas lo quieren, y el pueblo llano, feliz en su inopia y onanismo, aplaude las hazañas con el PC fútbol de Florentino, o arrima el voto a la derecha o ni siquiera se acerca un triste domingo a sacar el DNI de la cartera, para algo que no requiera que le suceda la VISA o la 4b.

Tampoco esto es una sorpresa. Una campaña de ideas, de calidad hubiera atraído como mucho a un par de millones de votantes en España (uno para cada polo bipartidista). Sin embargo, aguantamos estoicamente las patrañas de la derecha, los agravios de la pseudo izquierda que nos gobierna, y hasta las proclamas de los más retrógrados y pasados, con ganas de volver al poder.

Mientras tanto la calidad de vida se resiente. El lado humano de la recesión, parte de ese nuevo género mediático que ha dado en llamarse "porno de la recesión", es la historia de un descenso gradual del exceso a la frugalidad, de la holgura a la austeridad. Los super-ricos prescinden de sus aviones privados; la clase media alta recorta sus clases particulares de Pilates; las clases simplemente medias renuncian a las vacaciones y a sus veladas en la terraza del bar de Esther. En algunas descripciones, la recesión llega incluso a dibujarse como "la gran niveladora", difuminando los vertiginosos niveles de desigualdad que caracterizaron las últimas dos décadas y apiñando a todo el mundo en una única clase grande, la de los Nuevos Pobres, en la que todos conducimos diminutos utilitarios de alta eficiencia energética y cultivamos tomates en el porche de casa.

Por lo tanto, mientras el verano frie las ya perjudicadas neuronas del electorado español, y mientras no falten mesías que clamen el por qué hay tanto obrero que vota a la derecha (y añado yo, a esa pseudo-derecha de puño y rosa) se pliegan armas para la siguiente batalla (elecciones locales) no sin rebajar el nivel de tensión y crispación, y mucho menos el de idiotez suprema. Tampoco en Europa están para echar flores y me sigue sorprendiendo que los que nos han llevado a la actual situación (neo-cons que van desde la extrema derecha hasta laboristas británicos o social-democratas) han conseguido aferrarse a la plaza. Y peor aún, porque aquí no nos queda el consuelo de que los corruptos, ávaros y presuntos no sólo han renunciado o han sido renunciados a presentarse, es que además son alabados. Cuánto más robas, más te queremos, es la moraleja.

domingo, 29 de abril de 2007

Es verdad; las primeras intenciones son las buenas

Resulta duro ver el devenir de los días como son consumidos por la monotonía y la desidia. Cuando el mayor reto de un día, y casi por ende, de una vida, es el llegar a la noche con un plan más o menos interesante como para retrasar el abrazo de las sabanas, el paso de los minutos es tortuoso y anodino, haciéndonos caer en tal estado de pasotismo y aburrimiento que casi no nos reconocemos.

En estos momentos, salvo repentinas alegrías que mi vida recibe, me encuentro en una espiral de desilusión y apatía. No encuentro ganas de casi nada. Y anoche no era excepción; había estado todo el día cabilando que hacer al llegar el ocaso. Salir, no salir. El ocio en el hogar lo tengo bastante seguro, y podría encontrar alternativas. Desde el simple dormir hasta el cine, un libro o un videojuego. Y seguro que rebanándome los sesos podría haber encontrado más alternativas, pero la realidad era otra, y no podía engañarme más. Necesitaba salir de esta prisión particular, de la que tengo siempre las puertas abiertas, pero que una vez sobrepasadas solo encuentro cerrojos candados.

El plan era el que fue y aunque no me apetecía las opciones en este caso, eran más escasas. Lo que antes era una ilusión y una apuesta segura, anoche seguro estaba yo, de que el tedio y el "peñazo" no iban a ser excluidos. No me apetecía nada el ver esas caras y esos cuerpos que se acuerdan de uno, cuando les fallan el resto de las opciones. No me gustan las amistades de 1 hora, 15 días, ni tampoco las de 3-4 años mientras en nosotros encuentren alguna utilidad, que rebasada esa época olviden y desestimen. Harto estoy de sonrisas falsas y complacencias vacías. Lo que antaño era agradecimiento ahora reconozco que es indiferencia, quizás hasta rencor, o incluso puedas creer que estas letras son rastros de venganza, pero no es así. No me gusta ser un objeto. No soy un abridor o una cuchara. Tampoco pido ser el protagonista de ninguna vida porque casi no lo soy de la mía propia; pero, por lo menos pido que no me engañen, me mientan y encima me sonrían. No es venganza. Estas letras son para mí la manera de gritar y quedarme vacío, ayudándome a tener las ideas más claras. Si alguien quiere mi ayuda o mi cariño lo tendrá, pero yo no soy idiota, y se muy bien, como son las cosas.

Pasada la tediosa noche que tuvo más horas de soledad que el día, no encuentro ganas de hacer algo que no sea más haya que tumbarme en el sofá y empeñar mis ojos en el televisor. Podía salir esta noche, esta tarde; quizás me llamen para volver a estar con ellas, pero cansado estoy de ser florero de flores muertas. El vacío es tan grande y la desilusión tan eterna que no me apetece contestar a los sms o las llamadas pérdidas. No se que decirles ni tampoco tengo ganas de buscar esas palabras.

La madurez me ha dado indiferencia. Veo las cosas pasar, casi sin tocarme, resbalándome. No me importan nada. Me da absolutamente igual lo que puedan pensar, el que dirán o el odio que pueda generar en otras personas. Amigo soy de mis amigos y orgulloso soy de ser como soy. No busco gustarle a todo el mundo. Busco vivir y ser feliz, y para eso aunque se necesita a alguien, yo no quiero cerca de mi personas antropófagas que se alimentan del alma de los que tienen alrededor. Anoche no tenía ganas de nada y debí quedarme en mi morada. Pero lo cierto es que hice lo contrario, y no le debo pedir perdón a nadie por no ser el "chico de otras veces" o "ser tan borde". No era bordearía y si cansancio y desilusión. Ni sentando en un piso de la periferia, ni después en el local más "cool" del centro encontré diversión y el mejor momento fue el de encontrar el abrigo del lecho y la cálida compañía de los sueños.

Buscar una ocupación ha de ser mi más encarnizada lucha y debo acometerla cuanto antes. La fortuna me ha sido esquiva, como siempre en esta vida, y no he encontrado ese empleo que me permita, y a la vez me deje, vivir. Debo hacerlo porque muero cada segundo que me encuentro desocupado y ocioso, sin más ocio y menos ocupación que la del día anterior. Por eso y porque necesito nuevos retos, el sacrificio debo hacerlo sin negar esa búsqueda anterior que espero también sea fructífera.

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...