GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
PAUL PRESTON
El líder anarquista Buenaventura Durruti expresó a la perfección ese espíritu cuando le dijo a un periodista: “No nos dan miedo las ruinas, porque vamos a heredar la tierra. La burguesía puede hacer estallar o arruinar su mundo antes de abandonar el escenario de la historia. Pero nosotros llevamos un nuevo mundo en nuestros corazones”.
Como dijo recientemente uno de los historiadores más serios de la represión, Francisco Espinosa Maestre, “el olvido no es lo mismo que la reconciliación y la memoria no es lo mismo que la venganza”.
Enrique Lister: Encargado de
John Whitaker, lo ha recordado así más tarde: “No pasé ninguna noche en Talavera sin ser despertado al alba por los estampidos de los pelotones de fusilamiento. Parecía que nunca iba a terminar la matanza. Mataban a tanta gente cuando llevaba dos meses en Talavera como en los primeros días de mi estancia allí. El promedio era tal vez de 30 al día. Eran simples campesinos y trabajadores. Bastaba haber tenido carnet de un sindicato, haber sido masón, haber votado por
“Los camiones estaban grises, sentados de cuatro en cuatro, las gorras grises ladeadas sobre la frente, las manos abiertas posadas sobre los pantalones de pana, esperando pacientemente. Los traían detenidos todos los días de aldeas perdidas, a la hora en que volvían de los campos. Marchaban a su último viaje, con las camisas pegadas aún a los hombros por el sudor, los brazos pesados por el trabajo del día, dejando la sopa intacta en la mesa y a una mujer sin aliento, un minuto demasiado tarde, junto al muro del jardín, llevando un hatillo con algunas pertenencias recogidas a toda prisa y envueltas en un flamante pañuelo de colores brillantes”.
“Una hilera tenue de luces, como los ojos de buey iluminados de los camarotes de un barco”, escribió Orwell. Así, la guerra empezó a convertirse para
“No paso un día, hasta casi el final, en el que no tuviéramos nuevas razones para esperar que las democracias occidentales sentarían la cabeza y nos devolverían el derecho a comprarles armas. Y cada día nuestras esperanzas resultaban ilusorias”.
El distinguido diplomático estadounidense Sumner Welles, subsecretario de Estado de
Para nosotros es absolutamente indiscutible que existe una completa identidad de objetivos entre la política de paz de
“Si
Barco konsomol: El 12 de diciembre de 1936, el Canarias hundió el vapor soviético Konsomol frente a Orán, hundimiento que tuvo repercusión internacional e hizo a los soviéticos más reticentes a utilizar sus mercantes en apoyo de los republicanos.
Manuel Azaña, en una anotación perspicaz y apesadumbrada en su diario escribió: “Nuestro peor enemigo hasta ahora ha sido el gobierno británico. Todos los artilugios inventados para la no intervención y sus incidentes han dañado al gobierno de
El ambiente de la ciudad al anochecer del 6 de noviembre se refleja en estas líneas de Mijail Koltsov, periodista soviético del que suele decirse que era el emisario personal de Stalin, y que aparece con el nombre de Karkov en Por quién doblan las campanas, de Hemingway.
Me dirigí al Ministerio de
Batallón Thälmann: Batallón de las Brigadas Internacionales en honor al político alemán Ernest Thälmann, fusilado por ordenes directas de Hitler en el campo de concentración de Bunchenwald
Hans Beilmer: Diputado del parlamento alemán y miembro del Partido Comunista germano, fue un ferviente antinazi. Con el ascenso del Partido Nazi al poder, fue encerrado en Dachau en abril de 1933, consiguiendo escaparse en mayo y exiliándose en España. Al inicio de
Esmond Romilly fue uno de los componentes británicos del Batallón Thälmann. Más tarde escribió de sus compañeros de armas:
Para ellos realmente no podía haber rendición ni huida, luchaban por su causa y luchaban también por un hogar en el que poder vivir. Recuerdo haberles oído hablar de su vida de exiliados, de la existencia miserable que llevaban en Amberes o en Toulouse, perseguidos por las leyes de inmigración y perseguidos sin descaso –incluso en Inglaterra- por
Uno de los que tomaron tal decisión fue Jason Gurney, un escultor de Chelsea que vino a combatir a España y que recibió una herida que le imposibilitó para volver a esculpir nunca más: “
A un hombre que preguntó a los reclutadores británicos cuál era la paga por el servicio, se le contestó: “No eres la clase de sujeto que queremos para España. Largo de aquí”. Todo lo que se ofrecía y todo lo que querían la mayoría de ellos era la oportunidad de luchar contra el fascismo.
La perspectiva que hoy tenemos sobre los ominosos crímenes de Stalin o sobre las sórdidas luchas de poder en la zona republicana no disminuyen ni un ápice el idealismo y el heroísmo de quienes sacrificaron su comodidad, su seguridad, y en muchos casos su vida, en la lucha contra el fascismo.
No obstante, se dejó que fueran los comunistas lo encargados de guiar a los voluntarios en el paso clandestino de la frontera francesa, unas veces a pie y otras en autobuses. Algunos llegaron a cruzar los Pirineos calzados con alpargatas de esparto. En el autobús que conducía a Jason Gurney, un hombre empezó a gemir “No quiero ir”. Para impedir que alertara a las autoridades francesas de su paso ilegal, Gurney le golpeó. Escribió más tarde que el hombre “lloró mucho esa noche en Figueras pero más tarde parecía contento y nunca me guardó rencor. Pero cuando unos meses más tarde vi su cuerpo sin vida tendido en los campos del Jarama, me sentí como un asesino”. Como advertían los reclutadores, era “una guerra puta”. Cuando los voluntarios llegaron a Barcelona, fueron recibidos por los vítores de una multitud. La mayoría no tenía ninguna experiencia bélica y tuvieron que ser rápidamente organizados a toda prisa en regimientos en los que recibían una instrucción rudimentaria de escasas horas. Casi siempre sin equipo adecuado, se les envío al frente, a luchar contra las tropas fascistas. Las primeras unidades llegaron a Madrid el 8 de noviembre. Geoffrey Cox, corresponsal del News Chronicle, estaba en la capital de España cuando llegaron:
Las pocas personas presentes se agruparon junto a la vía del tren, gritando casi histéricamente “¡Salud! ¡Salud!”, agitando en el aire como saludo los puños cerrados, o aplaudiendo vigorosamente. Una anciana con lágrimas que le corrían por las mejillas, de vuelta de una larga espera en una cola, levantaba en sus brazos a una niña que saludaba alzando un puño diminuto.
Los soldados respondieron saludando con el puño y copiando el grito de “¡Salud!”. No sabíamos quienes eran. La gente les tomaba por rusos. El camarero se volvió hacia mí y me dijo: “Han llegado los rusos, han llegado los rusos”. Pero cuando oí una chillona voz prusiana dando una orden en alemán seguida de gritos en francés y en italiano, supe que no eran los rusos.
Los anarquistas acusaban a los comunistas de imponer el autoritarismo rígido de
Vicente Rojo: general jefe del Estado Mayor Republicano, que planteó las ofensivas de Teruel y del Ebro.
Miaja participa muy poco en el detalle de las operaciones, apenas sabe nada sobre el tema. Deja esas cuestiones al cuidado de su Estado Mayor y de los comandantes de las columnas y sectores. Rojo se gana la confianza de sus hombres por su modestia, que oculta sus grandes conocimientos prácticos y una capacidad de trabajo inusual. Hoy es el cuarto día que ha pasado volcado sobre el mapa de Madrid. Formando una cadena interminable los comandantes y comisarios vienen a verle; y a todos, con voz baja y tranquila, pacientemente, como si se tratara de la oficina de información de una estación de ferrocarril, repitiendo en ocasiones veinte veces lo mismo, les explica, enseña, indica, anota en los papeles, y frecuentemente dibuja planos.
Intentamos salir a la calle, pero una multitud presa del pánico imposibilitaba cualquier movimiento. E miedo al ahogo era mayor que el de las bombas, las mujeres gritaban y en las escaleras de acceso muchas personas se empujaban para entrar en el refugio.
Mientras oíamos el estruendo de los bombarderos encima de nuestras cabezas, recordé la muchedumbre que se agolpaba alrededor de una boca de Metro en nuestro primer día en Madrid; estaban todavía extrayendo los cuerpos de doscientas personas muertas por una bomba incendiaria que había estallado encima de un refugio a prueba de bombas.
Escuadrilla del Amanecer: Milicias de Investigación Criminal de las JSU.
Los refugiados seguían llenando la carretera y, cuanto más avanzábamos, en peores condiciones se encontraban. Algunos llevaban zapatillas de caucho, pero la mayoría iba con los pies envueltos en harapos, algunos descalzos y casi todos sangrando. Llevábamos más de ciento veinte kilómetros adelantando a una muchedumbre desesperada, muerta de hambre y de extenuación y la riada humana no daba signos de disminuir. Entonces se oyó el débil zumbido de los bombarderos. Las cunetas de la carretera, las rocas y la plaza se llenaron de refugiados, que se acurrucaban en todos los huecos boca abajo, apretándose contra el suelo. Los niños tendidos levantaban sus ojos asustados hacia el cielo, mientras las manos apretaban los oídos o se doblaban hacía atrás para proteger el punto vulnerable de la nuca. Por todas partes buscaban cobijo grupos de personas, madres al borde la extenuación protegían con su cuerpo el de sus hijos, apretándolos contra cualquier entrante o hueco del terreno, y aplastándose contra la tierra pedregosa mientras los aviones rugían cada vez más próximos. Habían sufrido antes otros bombardeos y sabían demasiado bien qué es lo que debían hacer. Decidimos llenar la ambulancia de niños. Al instante nos convertimos en el centro de una masa delirante de personas que gritaban, rogaban y suplicaban ante aquella repentina aparición milagrosa. La escena parecía irreal, con los rostros vociferantes de mujeres que sostenían bebés desnudos por encima de sus cabezas, implorando, llorando y sollozando con gratitud o decepción. La muchedumbre de refugiados que abarrotaba la carretera de Málaga vivió una pesadilla. Fueron cañoneados desde el mar, bombardeados desde el aire, y finalmente ametrallados. La escala de la represión desatada en el interior de la ciudad caída explica por qué todos ellos decidieron correr tales peligros.
Noel Monks, periodista neozelandés, envió un despacho sobre la derrota al Daily Express, que lo publicó con su firma. Fue llamado a la presencia de Franco y amenazado con la ejecución Al final se limitaron a expulsarse de
El 24 de marzo de 1937 Vicente Rojo fue ascendido a coronel “por méritos de guerra”. Los republicanos aguantaban, pero su lucha era cada vez más un esfuerzo desesperado por sobrevivir. Y lo que hizo su situación aún más difícil fue la creciente gravead de los estériles conflictos políticos que se desataban en el interior de la zona republicana en torno al problema de cómo dirigir la guerra. La intensidad de esas divisiones iba a llegar pronto hasta el punto de haces estallar una guerra civil dentro de
Uno de ellos, Narciso Julián, un ferroviario que había llegado a Barcelona la noche anterior al lanzamiento, dijo al historiador oral británico Ronald Fraser: “Resulta increíble la comprobación en la práctica de lo que uno conoce sólo en teoría: el poder y la fuerza de las masas cuando ocupan las calles. De repente se percibe su fuerza creadora; no puede imaginarse con qué rapidez son capaces las masas de organizarse a sí mismas. Las formas que inventan van mucho más allá de todo lo que puedas imaginar, o de lo que has leído en los libros”.
Orwell no fue el único en lamentarse de que las unidades del POUM tuvieran que combatir en el frente con uniformes andrajosos, equipo anticuado e insuficientes suministros de alimentos y municiones. Como escribió Orwell, “un gobierno que envía chicos de quince años al frente con fusiles viejos de hace más de cuarenta años, y mantiene a los hombres más fuertes y las armas más nuevas en la retaguardia, teme sin duda más a la revolución que a los fascistas”.
George Orwell: Como miembro del Partido Laborista Independiente se alistó, al igual que miles de extranjeros, para luchar por la defensa de
Orwell opinaba que si bien se necesitaba un cambio radical en las sociedades occidentales, y por tanto en los países capitalistas, el socialismo soviético representaba una amenaza a los principios que lo sustentaban.
Andreu Nin: antiguo trotskista y líder del POUM, asesinado por los comunistas en mayo de 1937, acusado de traición con
Cipriano Mera
Valentín González, “El Campesino”: Valentín González González, nació en Malcocinado (Badajoz) en 1909. Se le conoce un matrimonio del que nacieron tres hijos, que desaparecieron durante
Esa misma noche, el 25 de abril, Mola lanzó desde la emisora de radio rebelde la siguiente advertencia al pueblo vasco: “Franco está a punto de asestar un golpe poderoso contra el que toda resistencia es inútil. ¡Vascos! Rendíos ahora y ahorraréis el sacrificio de vuestras vidas”.
A primera horas de la tarde del día siguiente, lunes 26 de abril, día de mercado en la pequeña población de Guernika,
Guernika, la ciudad más antigua del pueblo vasco y el centro de su tradición cultural, ha quedado completamente destruida por una incursión aérea rebelde. El bombardeo de esta ciudad abierta, situada a una gran distancia del frente, duró exactamente tres horas y cuarto, durante las cuales una poderosa flota aérea compuesta por tres tipos de aparatos alemanes, bombarderos Junker y Heinkel y cazas Heinkel, descargó de forma ininterrumpida bombas de hasta mil libras de peso y, según e calcula, más de tres mil proyectiles incendiarios de aluminio de dos libras de peso cada uno. Los cazas, mientras tanto, efectuaban pasadas de vuelo rasante sobre el centro de la ciudad y ametrallaban a la población civil que buscaba refugio.
Mandados con brillantez por el general Leopoldo Menéndez López y el coronel Durán, los republicanos se defendieron tenazmente. Mediante el uso de trincheras bien trazadas y de líneas de comunicación adecuadamente protegidas, los republicanos conseguían infligir a los nacionales grandes bajas, sufriendo a cambio relativamente pocas.
El comandante de XV Cuerpo era el teniente coronel Manuel Tagüeña, que ala edad de 25 años era ya un jefe militar destacado. Al empezar la guerra Tagüeña estudiaba matemáticas y física en la universidad. Se alistó en la militancia de las JSU, ascendió de soldado raso y mando sucesivamente una compañía, un batallón, una brigada, una división y finalmente todo un cuerpo de ejército.
El 29 de octubre de 1938 tuvo lugar en Barcelona un desfile para despedir a las Brigadas Internacionales. En presencia de miles de españoles que aplaudían con lágrimas en los ojos, la dirigente comunista Dolores Ibarruri,
Gustav Regler, un comisario comunista alemán que había luchado con las Brigadas Internacionales, estaba en la frontera buscando a algunos de sus hombres. Más tarde describió así las degradantes escenas que presenció:
Aquella tarde llegaron las tropas republicanas. Fueron recibidos como si se tratara de vagabundos… Se preguntó a los españoles qué llevaban en los macutos y las bolsas de mano, y contestaron que al rendirse habían tenido que entregar los fusiles y todas las armas que poseían. Pero los franceses señalaron desdeñosamente los macutos y pidieron que los abriesen. Los españoles no entendían. Hasta el último momento persistían en el trágico error de creer en la solidaridad internacional… El camino polvoriento que pisaban aquellos hombres desarmados no era únicamente la frontera entre dos países, era un abismo abierto entre dos mundos. Ante los ojos del Prefecto y de los generales, los hombres de
Julián Besteiro: socialista moderado de la centroderecha del PSOE, opuesto a la corriente izquierdista; en 1939 participó en
No hay comentarios:
Publicar un comentario