lunes, 19 de marzo de 2007

Cuando conocí el amor

De manera retrospectiva voy a relatar y a revivir en prosa aquellos momentos que sin duda me ayudaron a progresar como persona, a crecer, a madurar y a conocer los sinsabores que suelen acompañar una vida.

En ocasiones pienso que la felicidad en una vida, decae progresivamente mientras aumenta la edad. En la infancia, sin preocupaciones, sin un más allá que de esta tarde se puede llegar a ser muy feliz, siempre que las condiciones socio-económicas acompañen a uno, pero bueno, esto no es solo propio de ese período de la vida, sino de cualquiera, porque no nos podemos engañar, la riqueza no da la felicidad, pero la facilita. La adolescencia es un período feliz. Quizás algo menos que la infancia, pero más que esa extraña edad en la que miras para abajo y te llaman señor, y miras para arriba y te llaman chico. El paso de una edad a otra lo marcan los acontecimientos. Estos pueden surgir con 16, con 18, con 20, 21, o incluso hasta con 30, porque el ritmo que la vida y las experiencias impone, no lo controlamos nosotros, y en ocasiones se crece muy deprisa, y en otras muy despacio.

Yo con 20 años pase a un estadio superior de la vida; y para ello me valió el descubrir esa droga que todos anhelamos conocer, pero que casi siempre nos es esquiva: el amor. Este sentimiento, tan "pijotero" como a la vez "necesario", marco en mi persona un devenir que yo ni preveía ni creía que existiera. Es más, durante esa época en la que nuestro cuerpo se despierta en busca del sexo a uno le entran mil chicas por las pupilas, para bajar directamente a nuestra entrepierna, sin agarrarse al corazón.

Pero hubo un día en el que entro el amor por la puerta. No hizo ruido, no llamo la atención; simplemente se presento, bajo unos ojos verdes y una sonrisa de esas de confianza "sin pasarse". Se llamaba Maura, y a parte de guapa, era inteligente, buena persona y divertida. Pasaron los días y las horas de kurro, y lo que yo entendía como un buen feeling o mera confianza, resulto ser "que te llamaba la atención", por eso nuestras risas y nuestras escapadas nocturnas tenían algo que yo no supe leer hasta que fue demasiado tarde.

Después de un mes, en una de esas escapadas, acabamos en uno de esos tugurios que no me gustan salvo por la compañía. Allí estábamos tú y yo, y también tus dos amigas, a la cual en una busque respuesta, pero que siempre me la ha escondido. Te veía enfrente de mi, sonreírme, reírte conmigo, buscando confidencias a derecha e izquierda, pero siempre mirándonos. Y ahí, del equipo de sonido vino ha ayudarme Adolfo Cabrales y los Platero y Tú. El roce de tu cuerpo sonaba y teniéndote a menos de 10 centímetros, me enamore de ti, sin saber como, sin saber que hacer, sin saber cómo escapar.

Trate de conquistarte durante esos meses en los que cada uno eramos actores en la vida del otro. Pero pronto me di cuenta de que mientras tu eras la protagonista absoluta de mi vida, yo en tu caso, no pasaba de ser un simple bufón, con un buen chiste de vez en cuando. Sin embargo, no ceje en mi empeño hasta que aquello fue del todo imposible, y me decidí a buscar desasosiego en otros brazos, que me trajeron más sustos y escarnio que placer.

Después de un par de intentos de amoríos, y algunas amantes nocturnas, pasados yo creo que más de un año, conseguí desengancharme de ti, dejar de soñar en ti y permitir que la vida diera un paso adelante acompañado de una vez por todas con la mirada. Pero de aquel año y de aquellos momentos guardo un recuerdo imborrable. Te sigo teniendo un cariño especial y quiero que sepas que siempre estaré aquí para ayudarte en lo que sea, porque a fin de cuentas, somos amigos, pese a que no tenemos todo el contacto que a mi me gustaría tener, y pese a que en ocasiones intento llamarte y no encuentro fuerzas. Me enseñastes un camino maravilloso y la actitud que hay que tener para sobrepasarlo. Y también, gracias a ti, Javi, compañero, amigo y finalmente "hermanito mayor" que tanto me ayudastes y que tanto me apreciastes. Lo mismo que lo dicho anteriormente: aquí para lo que quieras.

En fin, la vida y el destino se presentan ante nuestros ojos, corazón y cerebro de manera laberíntica e impredecible, pero siempre que se este rodeado de buenas personas, de amigos, y de una buena actitud, los pasos que daremos serán firmes, para avanzar en el camino a través de los días, y poder así crecer, ser mejores personas y llevar la iniciativa en la búsqueda de la felicidad.

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