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martes, 8 de enero de 2008

Antonio Gasset o el arte de hablar de cine

TVE en su afán de cuadrar las cuentas, dejar en el pasado la famosa deuda histórica y buscar nuevos rostros que hagan pasar la crisis de audiencias que vive ha decidido de un tiempo a esta parte, largar a una serie de creadores y técnicos con un único defecto: la edad. Hombres y mujeres mayores de 55 años han dejado el ente público. Llenos de talento, experiencia y sabiduría se han marchado a su casa, con su sueldo cuasi-inmaculado pero a casa, en unos momentos en los que la TV en general solo sabe vivir de lo mismo que produce el vómito.

Este expediente afecta a 4150 trabajadores (algo menos del 50% de la plantilla actual), siendo nombres como los de Pedro Barthe (¿qué los echen del mundo?), Valentín Requena (aquellas luchas Criville vs. Doohan), José Ángel de la Casa (Gol de Señor), o Gregorio Parra (Fermín Cacho va a ganar) o Luis Miguel López (¡¡Adentro!!) al que ni dejaron despedir, que nos han traído el deporte desde que tenemos uso de razón. Corresponsales de TVE en el extranjero: Rosa María Calaf (Asia-Pacífico), Ángel Gómez Fuentes (Francia), Julio de Benito (Bruselas) o Agustín Remesal (Israel), magníficos profesionales plenos de credibilidad y valía. O nombres como los de directores de programas emblemáticos, como Sebastián Álvaro (Al filo de lo imposible), Juan Antonio Sacaluga (En portada), Alicia Gómez Montano (Informe semanal), Alicia Fernández Cobos (Aquí hay trabajo) o Pedro Erquicia (Documentos TV) hasta los históricos hombres del tiempo (José Antonio Maldonado y Paco Mostesdeoca); por no hablar de voces que desde RNE (en mi opinión la mejor radio del país, si olvidamos su manipulación pepera) nos han acompañado durante nuestras vidas (ulio César Iglesias (El navegador), Beatriz Pécker (La plaza), Guillermo Orduna (El suplemento) o el comentarista deportivo Juan Manuel Gozalo). Todos ellos acompañados por hombres y mujeres anónimos que durante un período extraordinariamente conflictivo -la transición- pusieron su talento y profesionalidad al servicio de la democracia, el orden, la justicia y la libertad con una forma de hacer TV responsable y académica.

Muchos de estos nombres producen en mi un horror y desesperación inauditos, pero el que más me aterra por el vacío que deja es el de Antonio Gasset. Ya nadie va a comentar y criticar el cine, expresión máxima de la cultura-pop, con esa chispa, pizca de sorna y mezcla de ironía y cinismo con la que nos tenia habituados. Siempre maltratado por sus jefes, el encontrar la fecha y hora de retransmisión era un ejercicio de paciencia y pulgares, a través de los canales que casi siempre conducían al sueño cuando conseguías llegar al inicio de la retransmisión.

Y ya cuando empezaba. La única manera de descubrir los entresijos, debilidades y fortalezas de las películas que llegaban a las carteleras o los dvds sin tener que deberle nada a las distribuidoras. Si una película era mala lo era y ya esta. No importa que viniera a promocionarla la estrella de turno o el director megalómano cual, ni que la productora tan-tan se haya gastado los dineros. Amantes de trobadores, contadores de historias, Gasset y todo su equipo siempre han apostado por la calidad retórica, la exposición ideológica y la trascendencia espiritual, antes que la magnificiencia de los efectos especiales. La dimensión visual y sonora del cine también era muy importante, y esas recomendaciones e indicaciones para entender ese lenguaje a los no iniciados. Las comparaciones siempre son odiosas, y cuando en esos reportajes se nos ponían en antecedentes de las obras nuevas, rastreando el pasado y descubriendo sublimes filmes de años a... nos daban una imagen mucho más redonda y consciente de lo que podríamos ir a ver. Siempre que acababa el problema, el próximo destino era el emule para descargar esas películas de auténtico culto, por antiguas y desconocidas, que en la mayoría de las ocasiones devoraban en veracidad y calidad a las últimas obras.

Ver más allá. Esa era la máxima del programa Días de cine que nos ayudo a entender el cine como algo más que un canal o un medio. Como un arte, una forma de expresión siempre transgresora, relativizante y evocadora. Amamos lo social, consecuente y trascendental. Siempre con un estilo propio, provocador. Lleno de ingenio, gustoso de la ironía. Sin pelos en la lengua; pleno de perlas llenas de metáforas y símiles que tenían como misión despertar nuestra mente e incendiar nuestras ansías:
  • “Hola, buenas noches. Hoy les hablo desde Torrespaña en Madrid, más conocido como el pirulí, que con su forma fálica es un símbolo de la modernidad de esta ciudad. Como modernas también son las vidrieras de la Catedral de la Almudena y las pinturas del altar de un tal Kiko no sé qué. Por cierto, igual de horribles que algunas películas”
  • “Llega el momento de la publicidad, disfrutad del cine si podéis. Si no, también tenéis la música, la literatura o incluso la historia, a no ser que queráis ser presidente del Gobierno”
  • “Lo mejor del festival de Venecia, mi acompañante, aunque por desgracia este enamorada de otro”
  • “Soy consciente que a la hora de emisión de mi programa solo puede ser visto por un puñado de poli-toxicómanos insomnes”
  • “Durante la pausa publicitaria, rezaré con la esperanza de que ninguno de sus hijos se haya presentado al casting de Operación Triunfo”
  • “Aprovechen la pausa para revisar su agenda de amigos, encontrarán que han malgastado su preciado tiempo y paciencia en conocer a un montón de ineptos, no se corten, cojan un boli y táchenlos”
  • “Vamos a una pausa publicitaria, que será tan corta como el sueldo del presentador.”
  • “Se estrena estos días la película El último samurai, protagonizada por el ex-marido de Nicole Kidman, único dato destacable de este actor llamado Tom Cruise”
  • “Y ahora, si nos perdonan, vamos a hablar de cine español”
  • “Buenas noches a todos, pero antes de despedirnos, un consejo: no os droguéis, porque la ingesta de estas sustancias puede producir efectos indeseados. Un amigo mío se tomó el otro día cierta pastilla y creyó ver a George Bush leyendo un libro”

Antonio Gasset. Genio y figura hasta la sepultura… o hasta la regularización de empleo

viernes, 18 de mayo de 2007

House. Lo mejor de la TV

Desde hace algún tiempo tenemos la suerte de disfrutar de House. Junto a los Soprano una de las mejores series de TV de todos los tiempos. Acostumbrados estamos a recibir productos de ocio y TV americanos, con su sistema de valores, y con la retórica holywoodiense como máximo atractivo. House no es así. En esta serie se retratan las grietas que hay en una vida con una veracidad bestial. La ironía y la suprema inteligencia que irradian son de una perversidad mayúscula, pero a la vez, son muestras de agudeza e ingenio de un grupo de guionistas y productores, entre los que destacan David Shore y Bryan Singer, que tienen como meta realizar un buen producto televisivo, como muestra artística, y no solo, como mero instrumento económico.



Sentarse en el sofá, enchufar la tele y ver y sobretodo escuchar a Gregory House es un placer. Inteligente, arrogante, chulesco, mordaz, ironico, obsesivo, huraño e incluso antipático. Estos adjetivos cubren la personalidad del nefrólogo del Hospital Universitario Princeton-Plainsboro de Nueva Jersey, donde se desarrolla la acción. Su encanto es eterno. La chispa que emana de House, de su personalidad es palpable y en absoluto desdeñable. Todo el mundo tiene una opinión sobre él. Te puede gustar, o no; pero lo que es seguro es que no te deja indiferente. Su minusvalía, su adicción a la morfina y otros calmantes no crean una sensación de pena por el doctor. Es aquí donde se ve el gran talento de Hugh Laurie, actor británico que interpreta al protagonista, y que pese a problemas y reticencias de los productores en un principio (querían a un actor estadounidense, pero quedaron prendados por la interpretación del ingles) ha dado a conocer su nivel, ya conocido en el teatro británico. Actor y personaje, son todo en uno. No solo coinciden en la fecha de nacimiento (11 de junio) sino que nadie podría imaginarse al doctor sin la voz y cara de este gran actor.

Y que decir del resto de personajes. Los doctores internos Eric Foreman, Robert Chase y Allison Cameron, tan distintos entre sí y que generan tantas emociones en el personaje principal, tampoco quedan atrás, y dan grandes dosis de sentido y coherencia a la serie. Tutelados por House, se presentan como alter ego del frontman, y como hubiera querido ser o no ser el propio House. También hay que destacar al único amigo de House, el oncólogo Wilson, la única persona con autoridad para discutir con House, y al que este puede escuchar. Y la jefa del hospital, la doctora Lisa Cuddy, que vive entre la desaprobación a los métodos del enigmático doctor, como presa de admiración por el irreverente médico.

Lo bueno de esta serie es que te hace despertar. Piensas, reflexionas y vives después de ver un capítulo de House. Sentencias, como "Necesito mucha estimulación; yo no me masturbo, me hago el amor", "Vienes a buscar mis sentimientos; lo siento, los deje en el otro pantalón" son auténticas perlas del conocimiento en el siglo XXI. Quizás pueda parecer una serie para gente, digamos cultivada. Seguro es. Pero no es un error del creador de la serie, sino una búsqueda de que algo quede de ella cuando se acaba el capítulo semanal. La terminología médica es complicada. Mucho más que en el resto de series que proliferan, y en ocasiones nos entretienen, sobre hospitales, médicos, etc. Pero también en la trama más humana y personal, su contenido es altísimo, viciado por sentimientos que mucha gente ignora o no sabe como calificar. El desasosiego de House, es suyo y a la vez propio de muchas generaciones actuales. Su inspiración en personajes históricos y literarios como Sherlock Holmes (infinidad de "detalles"dan idea de esta simbiosis) o Cyrano de Bergerac (el ingenio y la ironía) dan un valor universal a la serie. Los momentos en los que house pasa consulta son auténticos ejercicios que retratan el ser humano. la maldad, la mentira o el miedo, pero también la alegría, la vergüenza o el compañerismo quedan reflejados de una forma auténtica y novedosa, que hacen pensar en cómo somos y por qué somos.



Gracias a cuatro por dar la oportunidad a la gente de este país, cansada de ver siempre lo mismo, y a la misma gentuza en TV, por ofrecernos algo nuevo, distinto y que pasará a la historia con una marca de calidad magnífica. Gracias también a David Shore por crear esta serie, y a todas las personas que la han hecho posible. Y gracias también a Hugh Laurie por aportar su experiencia y calidad a un personaje único, al que su trabajo ha hecho universal.


"...el primer beso con lengua es un 8 en la escala de la felicidad.." - House

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...