viernes, 11 de diciembre de 2009
Negro sin ti
Me paso los días soñando con un momento. Un momento que refleja un abrazo, un beso. Una mirada de felicidad que borre de mi alma tu rostro lloroso enmarcado por tu domesticada melena. Imagen que me acompaña cada día, que me mata lentamente pero que no ciega el resto de recuerdos plenos de alegría, felicidad. Imágenes de un futuro a la par certero y cercano, de una vida que sin ti no tiene sentido.
La rutina es una soga que se ajusta a mi cuello a cada segundo con la fuerza aplicada por tu recuerdo. No encuentro ánimos para proseguir con alegría si no me queda ya ni el eco de tu risa. No me apetece ni la luz del día, ni tampoco las sombras de la noche. Guardo todo para tenerlo contigo, con mi amor. Es difícil encontrar estímulos para horas interminables. Los días en esta soledad se alargan sin premura. Las paredes se deshacen ante mis ojos y el silencio me aprisiona hasta hacer estallar mis oídos.
El cansancio físico no me trae el sueño, y el mental sólo estrangula mi alma. Los parpados caen derrotados cuando ya he desgastado tu recuerdo, cuando el cuerpo ya frío y sombrío se ha quedado huérfano de tus caricias. Ahora puedo dormir, buscarte en los sueños y por fin, durante unas horas y sin consciencia, ser feliz.
No puedo vivir sin ti, sin echar de menos tus caricias. No puedo dormir sin ti, porque mi cama se hace eterna. No puedo, tan siquiera ser feliz sin vivirte.
Cuando me encuentro con la aurora,
O acostado espero la noche para soñar,
He oído dentro a mis huesos balbucear:
Otro día, otra noche, otra hora.
Cuando estos sentidos se deshagan
Estos pensamientos de polvo descansarán,
El hombre de carne y espíritu morirá,
Y el hombre de los huesos persistirá.
Esta lengua que habla, estos pulmones que gritan,
Esta vitalidad que nos apresura y desea,
Este cerebro que llena el cráneo con ideas,
Silbando tranquilo en su colmena de sueños,
Estos hoy que tan orgullosos poseemos,
Pequeños señores de un ínfimo ahora:
Los huesos inmortales tomarán el control
De la carne muerta y la muerta hora.
Hasta que la víspera y el ocaso se hayan ido:
Lenta baja la interminable noche,
Y el nuevo nacimiento cae sin reproche,
Que durará tanto tiempo como la tierra.
Vagabundos del este, peregrinos inquietos,
¿Saben por qué no pueden descansar?
Es que cada hijo de su madre terrenal
Viaja con su propio esqueleto.
Acuéstate en tu lecho de polvo;
Saborea la fruta que debes soportar,
Trae la semilla eterna hacia la luz,
Y tus albas serán iguales a la noche.
Descansa de la pena y la maldad,
Ya no le temas al calor o al sol,
Ni a la nieve del invierno salvaje,
Tu nueva labor es en soledad.
Buque vacío, mortaja desgarrada,
Nuestra caja y vestidos no son eternos,
-Otro día, otra noche, otra hora-
Así balbucean dentro mis huesos.
Por lo tanto harán mi voluntad,
Hoy, que aún soy el señor de un día,
La vida y la carne aún son mías,
Y el aliento hosco es mi esclavo.
Antes de que el fuego del sentido decaiga,
Este humo del pensamiento golpeará la distancia,
Flotando en la antigua noche sin besos
Como un ejército de inmortales huesos.
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