miércoles, 11 de febrero de 2009

Eluana Englaro (II)



Relato publicado en EL PAÍS, el martes 10 de febrero de 2009, el día después de la muerte de Eluana Englaro:

"No podemos vernos mañana, ha pasado una cosa más grande que nosotros". Así dio la noticia a este periódico Beppino Englaro, este lunes a las 20.25. La muerte de su hija Eluana acababa de ocurrir, a las 20.10 en la clínica La Quiete, de Udine.

Englaro, siempre un caballero, ha llamado por teléfono para anunciar que debía suspender una entrevista con la cadena de televisión española Cuatro que se iba a celebrar este martes en Lecco, donde el padre de Eluana tenía un juicio para quitarle la patria potestad de su hija. Estaba tranquilo, calmado. "No puedo explicar por qué, ya lo entenderás". Qué tipo, Beppino Englaro.

Su hija Eluana dejó de respirar cuando en el Senado se debatía la ley que el Gobierno había preparado para intentar salvarle la vida, o esa pantomima de vida que ella, y su familia, siempre se negaron a admitir. Sin dignidad, sin sentimientos, sin libertad. Atada a una máquina. Con la intimidad violada y la voluntad secuestrada.

Tras 17 años en estado vegetativo, y 11 de batalla legal, su espíritu indomable de libertad y el ejemplo cívico de una familia heroica estaban a punto de perecer a manos del Gobierno Berlusconi. Éste, aliándose con la jerarquía integrista de la Iglesia, y sirviéndose de invocaciones huecas a la vida y la libertad, decidió inventarse una ley Eluana. A ese golpe de escena, Eluana, que es una verdadera purasangre de la libertad, respondió con un mutis por el foro definitivo e impidió que esa norma prefabricada pasara a la historia con su nombre.

Como diciendo, ahí os quedáis. El primer ministro expresó su "profundo dolor por la muerte" de Eluana. "Es grande la amargura, porque no han dejado avanzar la acción del Gobierno para salvarla", dijo. "Nos lo han impedido".

El presidente de la República, Giorgio Napolitano, expresó su "profunda proximidad al dolor de la familia y de todos los que estaban cerca de la pobre Eluana". La mujer, según confirmó su neurólogo, Carlo Defanti, sufrió una crisis imprevista, "sobre cuya naturaleza decidirá la autopsia, que ya estaba previsto realizar".

Beppino Englaro, sereno por fuera y roto por la emoción, recordó las palabras de Eluana antes del accidente. "Siempre decía que la muerte formaba parte de la vida. No debéis preocuparos por mí, quiero estar solo, no quiero hablar con nadie, lo único que pido a mis verdaderos amigos es que no me busquen. Estoy hecho así, y espero que me respeten".

La amiga del alma de Eluana, Laura Portaluppi, dijo: "Espero que ahora esté en un sitio mejor y que esté tranquila".

Las campanas de la ciudad de Udine sonaron para anunciar la muerte de Eluana, y decenas de personas que apoyaban a su padre encendieron velas en su honor fuera de la clínica. Otros pidieron a la policía judicial que aclararan la muerte de la mujer.

El Vaticano, poniendo broche a su actuación en la historia, lanzó sospechas explícitas sobre la causa del fallecimiento la mujer a través del cardenal Javier Lozano Barragán: "Hace falta ver cómo ha muerto, si por la suspensión de la alimentación y la hidratación o por otras causas. Si la intervención humana se revela decisiva para la muerte de Eluana, seguiré afirmando que es un delito", afirmó. El cardenal Saraiva Martins, prefecto para la Congregación de la Causa de los Santos, resumió: "Ha sido un homicidio".

Lozano, presidente del Pontificio Consejo para la Sanidad, añadió que el Vaticano "recomienda rezar por ella y pide perdón al Señor por todo lo que le han hecho". "Esperamos que Dios le abra la puerta del paraíso". El cardenal, de todos modos, excluyó que pueda producirse la excomunión de los médicos que llevaron adelante el protocolo dictado por el Tribunal Supremo. "En este momento debemos tener espíritu de perdón y reconciliación, no abrir polémicas, y continuar promoviendo el respeto absoluto a la vida".

En el momento preciso en que se apagó Eluana, en el Senado hablaba el oncólogo Umberto Veronesi, especialista en testamento vital del Partido Demócrata. Pedía a los políticos que no aprobaran una ley "ilógica, irracional y emotiva" cuyo único objetivo, señaló, era "condenar a Eluana a vivir artificialmente hasta el infinito".

Fue un discurso maravilloso, el mejor homenaje posible. Habló de la libertad inviolable de las personas, de la invasión tecnológica que es capaz de producir la medicina moderna, de la "pésima información" que ha rodeado el debate sobre el fin de la vida en Italia, de la ola de emociones levantadas por el discurso de la Iglesia y el Gobierno, "víctimas del cambio de paradigma que abre a la conciencia la vida artificial".

Cuando acabó, llegó a la cámara la noticia de la agencia Ansa. El presidente, Renato Schifani, pidió un minuto de silencio. Tras la pausa se alzó una voz en las filas de la derecha: "¡Eluana no ha muerto, la han matado!". Era el vicepresidente del grupo del Pueblo de la Libertad, Gaetano Quagliariello. La asamblea derivó entonces en una bronca impresionante. La oposición insultaba a la derecha; éstos gritaban "asesinos, asesinos" a la izquierda.

Schifani apremió a los grupos a calmarse y proseguir con la iniciativa legislativa, pero la derecha ya no le encontró sentido. "Nosotros", espetó Quagliarello, "no tragamos". La líder de los senadores del Partido Demócrata (PD), Anna Finocchiaro, le replicó con voz alterada: "Siguen ustedes perpetrando el enésimo acto de vandalismo político".

Schifani levantó la sesión, y reunió a los jefes de grupos. El PD se negó a seguir adelante con la aprobación de la ley. El Gobierno propuso aplazar el debate al día siguiente para trabajar "con mayor serenidad". A pesar de que la urgencia ya no tenía sentido, la mayoría está dispuesta a aprobar la ley lo más rápido posible: "Hay que evitar que se repita un caso igual".

La muerte de Eluana despojó en realidad de todo sentido la tardía y precipitada intervención de la política, que en las últimas semanas habían enfangado la transparencia y honestidad mostrada siempre por la familia Englaro durante su larga su lucha por ver reconocida la libertad fundamental de Eluana. Y de paso hizo pedazos los falsarios argumentos de una Iglesia más implicada que nunca en la política italiana, y a la vez incapaz de ejercer la piedad cristiana con tal de conseguir su objetivo de legislar contra las suspensiones de la alimentación artificial.

Los senadores italianos, convocados de urgencia por el primer ministro, Silvio Berlusconi, habían abandonado por un día los numerosos problemas generales del país para aprobar a toda prisa una ley minúscula (apenas cinco líneas) y transitoria, de aspecto inmaculado y que tendrá un alcance devastador para la libertad de los pacientes, según la oposición.

"Esta ley es un golpe al Estado de derecho", dijo la senadora radical Emma Bonino. "Cuando uno impone lo que uno no haría a todos los demás, eso es un Estado totalitario, un Estado ético".

Según lo previsto, la ley exprés diseñada por el Gobierno y el Vaticano para bloquear la sentencia del Tribunal Supremo que autorizó a detener la alimentación a Englaro iba a ser aprobada hoy mismo por amplia mayoría. El Partido Demócrata aconsejó el "no" a sus filas, pero dejó libertad de conciencia. Los senadores radicales presentaron más de mil enmiendas al texto y tres prejuicios de inconstitucionalidad. El presidente Schifani solo aceptó 70.

Solo la muerte de Eluana detuvo la sensación de farsa. La representación de los políticos italianos fue durante todo el día una ópera bufa. A media tarde, el Gobierno se dio cuenta de que el texto de la ley estaba redactado de forma tan chapucera que condenaba no solo a todos los enfermos, sino también a sus cuidadores a ser alimentados artificialmente y contra su voluntad.

El texto decía así: "A la espera de la aprobación de una completa y orgánica disciplina legislativa en materia del fin de la vida, la alimentación y la hidratación, en cuanto formas de ayuda vital y fisiológicamente indicadas para aliviar el sufrimiento, no pueden en ningún caso ser rechazadas por los sujetos afectados ni por quien asista a sujetos que no pueden valerse por sí mismos".

Bonino explicó que la ley "condenará a todos, pero a todos, a vivir colgados de una sonda para siempre". Y añadió: "El texto ha sido sometido a un Parlamento domesticado y chantajeado por el pietismo televisivo".

La carrera contrarreloj del Gobierno y la Curia para torear a la Constitución pedaleaba de forma irreparable hacia el esperpento. Si se aprueba finalmente, el presidente de la República, Giorgio Napolitano, debería promulgar la ley en la Gaceta de la República. Podría negarse a hacerlo y devolverla a las Cámaras para un nuevo examen (solo una vez, y si vuelve sin cambios debe aprobarla por fuerza), pero nadie en su sano juicio piensa en Italia que, tras tumbar el primer decreto, Napolitano vaya a ser de nuevo el héroe que salve el orden constitucional subvertido por Berlusconi en aras de "la vida y la libertad".

El secretario de Estado vaticano, Tarcisio Bertone, llamó el sábado a Napolitano para comunicarle "el vivo aprecio" de la Curia a la aceleración dada a la ley por el Gobierno. Por supuesto, el Vaticano definió la llamada como "cortés" y explicó que Bertone aclaró que no es intención del Papa interferir en los asuntos de otros Estados. Eluana sabe la verdad.

Berlusconi y el Vaticano han protagonizado una obscena carrera contrarreloj para impedir, con la ayuda de una apresurada y forzada ley ad hoc de dudosa factura constitucional, que se cumpliera la voluntad de Eluana Englaro de que se la desconectara de la sonda que la mantenía con vida vegetativa desde hace 17 años. Tan frágil debía ser el hilo que mantenía a su cuerpo que ha bastado para que se rompiera el cese de la alimentación durante unas horas. Su muerte ha desactivado el enfrentamiento entre la familia y el jefe del Gobierno italiano, que ha enarbolado este caso como contraejemplo de sus particulares ideas o creencias sobre la vida y la muerte, con el apoyo entusiasta del Vaticano.

En esa cruzada ideológica, Berlusconi no ha tenido reparos en utilizar sus poderes de jefe del Ejecutivo para poner en riesgo al Estado de derecho, burlarse del Tribunal Supremo boicoteando su sentencia inapelable sobre el caso, y presionar y amedrentar a las clínicas y médicos dispuestos a cumplirla. Y lo que es más grave y muestra la verdadera índole moral de Il Cavaliere: se ha mostrado dispuesto a sacrificar los derechos de Eluana, que sus padres han defendido y protegido con las armas de la ley y el derecho, en el altar de una ideología y moral determinadas -las suyas y las del Vaticano-, que intenta imponer al Estado contra las leyes del Estado mismo.

Eluana Englaro cayó en el estado en que se encuentra sin hacer testamento vital escrito. Pero dejó uno verbal, del que sus padres son depositarios, al manifestarles su hija -a ellos y a amigos- que no querría vivir como vive tras el accidente de tráfico sufrido. Ese testamento ha sido avalado por el Tribunal Supremo, que verificó en un minucioso proceso la autenticidad de la voluntad testamentaria y dictaminó su conformidad con la ley.

La voluntad de Eluana sobre su forma de vivir y morir es diáfana. También lo es su adecuación a la ley. El deber de un gobernante democrático era respetar esa voluntad y la ley que la amparaba. Pero Berlusconi reaccionó sin importarle el monumental estropicio institucional que ha provocado: ha intentado forzar al jefe del Estado para que firmara un decreto ley inconstitucional; ha desafiado y deslegitimado al Tribunal Supremo; y ha forzado al Parlamento para que promulgara en unas horas una ley que respondía sólo a su particular interés: satisfacer sus ambiciones políticas, coincidentes con los deseos de dominación moral del Vaticano.

Libertad para todos, para decidir, para elegir... Que la muerte de Eluana, sus 17 años de agonía sin vida y de muerte en vida de su familia. 17 años de pleitos, de búsqueda de la elección libre, ante la hipocresía, la barbarie y salvaje anestesia mediática puesta en marcha contra el dolor de un padre... La religión, el conservadurismo, el control político y moral... La manera de luchar de Beppino Englaro es un ejemplo y una lucha que pasa y pasará a la posteridad como símbolo de libertad suprema, ganada con sudor y sangre, en un mundo de dictadura en los ideales y los deseos; y que en España deberíamos tomar ejemplo para legislar algo, que del puro hecho de no estarlo lo hace necesario.

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