“La fiesta ha terminado”, decía la presidenta del Congreso de EE.UU. al presentar el primer Plan de
En el fondo existe la idea de que unos se lo han llevado crudo y lo que es peor, que lo que a partir de ahora se ponga a su servicio, para salir de la crisis, se lo van a seguir llevando. Las francachelas millonarias de los directivos de AIG o Fortis, o los cobros de indemnizaciones blindadas por algunos directivos tras su intervención por los gobiernos refuerzan esa impresión.
Recuperar la credibilidad requerirá reestablecer la jerarquía de lo público, la autoridad para que los causantes del desastre no se vayan de rositas, la capacidad de regular e intervenir frente a los abusos, la posibilidad de disponer recursos públicos y aplicarlos con justicia social, es decir poner la política al servicio de los intereses generales, al servicio de la ciudadanía, lo que no es fácil tras décadas de ofensiva ideológica y práctica política conservadoras, predicando las bondades del mercado libérrimo y los males de la intervención pública, que en la práctica, se tradujo en poner lo público al servicio de unos pocos como mostró de forma descarnada la guerra y posguerra en Irak. Así, el ciudadano tiembla cuando oye a los próceres del “nuevo capitalismo” hablar de intervención del Estado.
Pero no nos engañemos, para salir de esta situación, de una forma u otra, tocará arrimar el hombro a los de siempre y se trata de hacerlo repartiendo las cargas con la mayor justicia posible y sentando las bases para que lo sucedido no se repita. Nadie cree que los ciudadanos no vayan a pagar nada en esta situación y con el volumen de recursos necesarios para abordarla o se incrementan los ingresos públicos o se recortarán fuertemente los gastos.
Pero en esta etapa unos pocos se han lucrado mucho, otros han mejorado, pero lo mayoría sigue igual y una parte importante igual de mal que siempre y no será ni justo ni eficiente que los únicos que paguen sean estos últimos. La razón de justicia se explica sola, la de eficiencia, en un caso como el español, radica en que los menos favorecidos viajan menos al extranjero y no compran coches ni artículos de lujo importados, es decir consumen pero no lastran el déficit exterior.
Además, dado el deterioro y la pérdida de confianza en las alternativas de ahorro privado la tendencia al gasto entre los sectores con mayor capacidad adquisitiva no es fácil que se resienta y será más fácil que el proceso de ahorro e inversión se aborde desde lo público, por lo que incrementar los ingresos públicos, con criterios de justicia social y eficiencia sería preferible a reducir los gastos.
El comportamiento irracional del sistema financiero en estos años, que valoraba algo tan intangible como las expectativas infinitamente más que la capacidad de las empresas para satisfacer necesidades, ha dado paso ahora a una reacción no menos irracional, en la que el pánico desploma los valores, independientemente de lo que tengan detrás.
Es obvio que en economías tan complejas como las actuales es imposible funcionar sin sistemas financieros sólidos, pero es más obvio que lo que responde a las necesidades de las poblaciones no son unos papeles a los que llamamos dinero, sino los bienes y servicios que podemos comprar con ellos.
No es una cuestión menor, porque la humanidad dispone de una agricultura más productiva y con más capacidad de alimentar a la población, más y mejor tecnología, mayor capacidad de producir energía, productos industriales y servicios mejores y más baratos que nunca. Dispone de la mayor y mejor cualificada mano de obra de la historia. Sería paradójico que con capacidad para alimentar, vestir, calentar, atender y educar mejor que nunca, se incrementen exponencialmente el hambre, las privaciones y la enfermedad, es decir la miseria, también en el mundo desarrollado.
No es sólo una contradicción entre capital y trabajo, también lo es del propio capital, porque los que han hecho sus tareas bien, ven como sus actividades se resienten pueden arruinarse por culpa de otros.
Por eso hay que cambiar la visión económica y donde hasta ahora ha prevalecido la sinrazón financiera volver la vista, dedicar la política a la economía real.
Se trata de preservar la protección social sin la cual, el incremento del desempleo puede hundir la demanda interna, de que se destinen recursos a sostener y desarrollar los sectores productivos, de que los recursos que se destinen a sanear y sostener los sistemas financieros tengan contrapartidas en regulaciones de mayor control y en participación en capital y las decisiones de las entidades que los reciban, para que en el futuro el sector financiero esté al servicio de la economía real y no a la inversa como hasta ahora.
Evidentemente la crisis requiere respuestas globales, pero Europa, la zona Euro, es un ámbito imprescindible para hacerlo, porque si no lo hace lo pagará, y mucho más, tarde o temprano,
“De economía no sé nada. Me propuse escribir un diccionario sobre la actual crisis financiera para poder entenderla yo”. Son las humildes palabras del genial autor de la mejor explicación en castellano sobre la crisis subprime que comenzó en EEUU y que, como tan bien explica su texto, amenaza al señor que ha ingresado su dinero en “caja de ahorros de su pueblo, San Quirico de Safaja, una Institución seria”.
Desde aquí animamos a su sencilla lectura, disponible en este enlace, que contiene la última actualización del diccionario en abril, que aún no está colgado en su blog. En ella, dice cosas como la siguiente: “Para que estéis tranquilos y no tengáis complejo de inferioridad porque no entendéis nada, os copio lo que ha dicho Jaime Caruana, ex Presidente del Banco de España, Director de un Departamento del FMI (Fondo Monetario Internacional) y responsable de un equipo del FMI que ha elaborado un informe sobre la crisis. Habla del peligro de la expansión imparable de instrumentos financieros con “estructuras cada vez más complejas y difíciles de entender”. Comentario: Ya veis que lo que os pasa a vosotros pasa en las mejores familias”.
El autor de este texto se llama Leopoldo Abadía, “un chaval de 75 años, con 12 hijos y 35 nietos”, ingeniero industrial, ex profesor de política de empresa del IESE durante 31 años y presidente de Grupo Sonnenfeld. Empezó hace tres años a elaborar un diccionario de vocablos “hecho sin ningún criterio, pero que a mí me ha servido cuando lo hacía sólo para mi uso”.
Lo que menos se imaginaba Abadía es que su explicación de la crisis financiera 2007-2008 iba a propagarse como la pólvora a través de Internet. Que economistas, profesores, gurús de todo pelaje, periodistas y analistas financieros varios se iban a postrar de hinojos ante la claridad de sus palabras. Él lo explica así:
“Llegó 2008 y empezó a salir el tema de las hipotecas subprime y todos esos chanchullos (...) mandé el Anexo a algunos amigos míos. Uno de ellos, exultante de gozo porque lo había entendido, se lo mandó a unos cuantos amigos suyos. Al cabo de unos días, mi hijo Fernando recibió el papel, enviado por una amiga suya, que lo había mandado a no sé cuánta gente. Por supuesto, en el documento no ponía que el autor era yo, porque nunca se me había ocurrido hacerlo público".
"La cosa se estropeó más cuando Nacho Giral, a quien no conozco, que es el Director General de Atrapalo.com, una Agencia de viajes on line, lo publicó en su blog particular. ¡¡Y tuvo 7.000 visitas el primer día!! Como tampoco decía quién era el autor, mi hijo Fernando escribió a Nacho diciéndole que era yo. Inmediatamente, Nacho añadió una nota diciendo que el autor era yo, y que, por cierto, era un crack, lo que demuestra, entre otras cosas, que Nacho es una buena persona. La gente empezó a poner sus comentarios en el blog de Nacho Giral. Mientras tanto, la explicación de la crisis ya había aparecido en otros blogs y había recibido noticias de personas de Estados Unidos, de Holanda y de no sé cuántos sitios más".
"Los comentarios han llenado por ahora unas 100 páginas. No los he leído, porque, si dicen que les gusta, pienso que soy Milton Friedman, y si dicen que no les gusta, puedo ofenderme gravemente. Mi hijo Gonzalo, que tiene una Agencia de Comunicación, es el que los ha recogido. Me ha contado algunos, muy divertidos. Empecé a recibir peticiones de suscripción y, de repente, me encontré con 50 suscriptores “oficiales” (gratis todos, por supuesto) y tropecientos mil no oficiales. Ya veis que la cosa se me fue de las manos, en primer lugar, porque nunca pensé lo que iba a ocurrir. Ahora, mis hijos se lo han tomado muy en serio, han registrado el Diccionario y han creado un blog: www.leopoldoabadia.blogspot.com, en el que está el Diccionario y al que puede acceder el que quiera”. Por cierto, lo actualiza el último día de cada mes.
Uno de los capítulos más interesantes del ya famoso texto es el siguiente: “Alguien ha calificado este asunto como ‘la gran estafa’. Otros han dicho que el Crack del 29, comparado con esto, es un juego de niñas en el patio de recreo de un convento de monjas. Bastantes, quizá muchos, se han enriquecido con los bonus que han ido cobrando. Ahora, se quedarán sin empleo, pero tendrán el bonus guardado en algún lugar, quizá en un armario blindado, que es posible que sea donde esté más seguro y protegido de otras innovaciones financieras que se le pueden ocurrir a alguien. **Ayer oí que, para el futuro, lo mejor será pagarles el bonus a los inventores de los instrumentos estructurados (MBS, CDO, etc.) con instrumentos estructurados que ellos mismo hayan inventado. (Me pareció muy buena idea.)
"Las autoridades financieras tienen una gran responsabilidad sobre lo que ha ocurrido. Las Normas de Basilea, teóricamente diseñadas para controlar el sistema, han estimulado la titulización hasta extremos capaces de oscurecer y complicar enormemente los mercados a los que se pretendía proteger".
"Los Consejos de Administración de las entidades financieras involucradas en este gran fiasco, tienen una gran responsabilidad, porque no se han enterado de nada. Y ahí incluyo el Consejo de Administración de la Caja de Ahorros de San Quirico. Algunas agencias de rating han sido incompetentes o no independientes respecto a sus clientes, lo cual es muy serio”. Leopoldo Abadía ha adelantado a El Confidencial que una próxima actualización de su diccionario se dedicará a la ética.
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