miércoles, 28 de agosto de 2024

Contra la Cultura urbana


 

En la sociedad contemporánea, la cultura urbana se ha convertido en un fenómeno omnipresente que moldea las tendencias, los gustos y las formas de vida de una gran cantidad de personas. Sin embargo, detrás de la aparente modernidad y diversidad que caracterizan a esta cultura, se esconden una serie de aspectos que merecen una crítica reflexiva y profunda.

Para comenzar, es importante señalar que la cultura urbana tiende a promover una homogeneización cultural, donde se fomenta la adopción de ciertos estilos de vida, gustos musicales o modas, limitando la diversidad cultural y la libertad individual. Esto puede llevar a la pérdida de identidad de las personas, al presionarlas para que se ajusten a determinados estándares impuestos por la sociedad urbana, en lugar de permitirles manifestar su singularidad y autenticidad.

En general, se produce una pérdida, que cada vez más tiende a ser irremediable, de los diversos patrimonios etnográficos y culturales propios de las ciudades, pueblos y áreas más locales en todo el mundo, que son sustituidos por los rigores propios de la cultura urbana. Estos son impuestos por una avasalladora presencia en los medios de comunicación, especialmente en los dedicados a los jóvenes, como Internet y las redes sociales, la música o el cine.

Además, la cultura urbana suele estar asociada con el consumismo desenfrenado, donde la adquisición de bienes materiales se convierte en el principal indicador de estatus y éxito. Esta mentalidad consumista no solo fomenta la insatisfacción constante y la competencia desmedida dentro de un individualismo atroz y alineante, sino que también contribuye a la explotación de recursos naturales, el aumento de residuos y la degradación del medio ambiente, generando graves consecuencias a nivel global.

En este sentido son especialmente reveladoras las interrelaciones que presentan la moda y la música urbanas. Ambas son dos elementos fundamentales que han moldeado la cultura urbana en las últimas décadas, evolucionando de manera paralela, influyéndose mutuamente y creando un estilo de vida único que ha trascendido fronteras geográficas y generacionales.

En primer lugar, es crucial comprender que la música y la moda son manifestaciones artísticas que reflejan el espíritu y las inquietudes de una época determinada. La música urbana, en sus diferentes géneros como el hip-hop, el reguetón o el trap, ha sido pionera en la expresión de realidades sociales y también en la denuncia de injusticias a través de sus letras comprometidas. Esta música ha servido como un altavoz para las comunidades marginadas, dando voz a aquellos que tradicionalmente no la tenían. La sencillez de su creación y réplica, indudablemente, ha permitido que muchas voces se pudieran escuchar. A cambio, y más aún con el paso de los años, lo que ha quedado es que la producción musical se ha homogenizado. Es repetitiva, monótona y ha hecho a las mismas multinacionales de siempre más ricas aún, encontrando un público cautivo inmenso y dispuesto a gastarse su dinero en una producción musical, en absoluto diversificada y que reproduce constantemente los mismos patrones, sonidos, ritmos y estéticas. Se amplifica y reproduce por los medios de comunicación de masas, eliminando el resto de expresiones y estilos musicales, y sobretodo laminando la presencia de las formas y temas propios de la música y el arte más local, más etnográfico.

Por otro lado, la moda urbana ha surgido como una forma de expresión personal y de pertenencia a un grupo o tribu urbana específica. Las marcas de siempre que aquí no voy a repetir, se han convertido en símbolos de estatus dentro de la cultura urbana, marcando tendencias y dictando un estilo de vestir característico. Y cumpliendo con el mismo patrón que la musica ha limitado las formas y maneras para millones de personas, contribuyendo a glorificar uno de los sectores económicos más esclavistas y miserables del mundo: la industria de la moda y del textil que desde hace décadas subemplea a millones de personas en el sudeste asiático por salarios de miseria y bajo condiciones de semi-esclavitud, mientras factura en Occidente miles de millones de euros al año, por productos que apenas duran una temporada.

La relación entre la música y la moda en la cultura urbana es, por lo tanto bidireccional. Por un lado, los artistas de renombre suelen ser considerados iconos de estilo, influenciando las tendencias de moda a través de sus videoclips, conciertos y presencia en redes sociales. Por otro lado, la moda se ha convertido en parte integral de la identidad de los músicos urbanos, quienes utilizan su imagen y sus prendas como una extensión de su arte. No voy a citar a los ejemplos de esos pseudo “artistas” o cantantes que necesitan complementar su voz con multitud de arreglos electrónicos, para demostrar cómo la música y la moda se fusionan en la escena urbana, creando un universo estético único y reconocible a nivel mundial. Y si, alineante e idiotizante.

Sin embargo, esta estrecha relación entre la música y la moda en la cultura urbana también ha sido objeto de críticas. Algunos argumentan que la comercialización excesiva de la imagen personal de los artistas y la promoción de marcas de lujo en la industria musical están desvirtuando el mensaje original de la música urbana, alejándola de sus raíces contestatarias y transformándola en un mero producto de consumo masivo. Asimismo, se ha cuestionado si la moda en la cultura urbana promueve la exclusión y la segregación, al fomentar la adopción de determinados códigos de vestimenta como una forma de diferenciación social.

Y es que otro aspecto digno de crítica en la cultura urbana es su tendencia a generar exclusión social y desigualdad. A menudo, los códigos y normas de la cultura urbana pueden ser excluyentes, marginando a aquellos que no pueden acceder a ciertos productos, espacios o formas de expresión cultural. Especialmente en el caso de las mujeres que pese a lo que pudiera parecer, la cultura urbana no les ha traído emancipación o respeto, sino que las ha cosificado y denigrado. Esto crea barreras para la participación igualitaria en la vida urbana y perpetúa estructuras de poder que favorecen a unos pocos, siempre al hombre por encima de la mujer, en detrimento de la mayoría.

Por último, la cultura urbana también puede promover la superficialidad, la inmediatez y la falta de valores sólidos, relegando la reflexión, el compromiso social y la construcción de relaciones significativas a un segundo plano. Esta dinámica puede conducir a una sociedad superficial, alienada y desconectada emocionalmente, donde la verdadera felicidad y realización personal se ven amenazadas por una búsqueda constante de gratificación instantánea y superficial.

Todos estos fenómenos asociados a la proliferación de la cultura urbana, no se cuestionan por parte de los medios de comunicación de masas, y tienen un reflejo muy característico, que a mi modo de ver define de manera perfecta el momento actual. Se trata de la vuelta, con mucha fuerza además, de toda la subcultura del tunning y los coches modificados, de un estilo de vida basado en hacerse notar, a través del ruido y la expresión individual hortera de alterar los vehículos privados. Parte importante de este revival es la difusión de las películas de la abominable franquicia Fast and Furious.

Estas películas han tenido un impacto significativo en la cultura urbana contemporánea, especialmente en lo que respecta a la manera en que se perciben los vehículos modificados y la proliferación de coches y motos con escapes libres en las ciudades. Han contribuido a popularizar la idea de que la velocidad y la potencia son elementos clave para la masculinidad y la identidad personal. Lo cual resulta paradojico. Al igual que el feminismo parecía cercano a dotar a las nuevas generaciones de una maduración personal en torno a la igualdad entre sexos y el respeto y la tolerancia, estos artificios culturales han boicoteado esta idea y esa necesidad imperiosa. A través de personajes carismáticos como Dominic Toretto y Brian O'Conner, interpretados por Vin Diesel y Paul Walker respectivamente, se ha creado un mito alrededor de la cultura de las carreras callejeras y la personalización extrema de vehículos. Esto ha llevado a que muchos jóvenes vean en la modificación de coches y motos una forma de expresar su individualidad y su sentido de pertenencia a una comunidad específica. Particularmente la de una masculinidad tóxica, donde la violencia, los consumos, el hacerse notar y las mujeres obtenidas como objeto de placer de usar y tirar son los medidores del éxito entre los iguales. Aquí entrarían los hombres ya más talluditos y en apariencia física más maduros que se compran una moto de gran cilindrada como parte de su tránsito por las crisis generacionales (de los 40, de los 50, …) y con la que buscan dotarse de un espíritu, que más de rebeldía, denota unas serias deficiencias en madurez y saber estar.

En segundo lugar, el aspecto que más me indigna y me ha lanzado a soltar estas diatribas. Se trata de la representación de los escapes libres en las películas ha tenido un impacto directo en la proliferación de esta práctica en las ciudades. Los escapes libres, que producen un ruido ensordecedor y molesto, son asociados con la idea de potencia y velocidad, como algo guay e imprescindible para fardar, lo que ha llevado a muchos conductores a instalarlos en sus vehículos para emular a los personajes de "Fast and Furious". Sin embargo, este fenómeno provoca serios problemas de contaminación acústica en zonas urbanas, afectando la calidad de vida de los residentes y creando conflictos entre quienes emplean estos artefactos y el resto de la comunidad.

Me parece absolutamente aberrante la idea de que en 2024 las calles de nuestras ciudades y pueblos, en todo Occidente, tengan que vérselas con niñatos que hacen ruido porque sí, sin atender a la educación y saber estar más mínimo, ni considerar que comparten espacios con otras personas que tienen también derechos, como el del descanso y el bienestar, mucho más importantes que los derechos, inexistentes, de molestar, hacer ruido y mostrarse como el gallito del corral. Particularmente lamentable es la conveniencia, cuando no tolerancia, de las administraciones. Empezando por las municipales, cuyas policías locales, tan prestas a castigar a las gentes que luchan por modelos alternativos al desarrollismo capitalista especulador, y tan permisivos con los que hacen ruido, ensucian y molestan. Las ordenanzas existen ya, y los medios como decibelímetros y cámaras permiten la identificación de quienes no saben comportarse como personas adultas, y por lo tanto, las policías y fuerzas represivas tienen las herramientas para perseguir, castigar y apaciguar las calles de todos. Si no lo hacen será por algo.

Y será por algo también, el que la Dirección General de Tráfico permita que imbéciles congénitos de todas las edades se salten los códigos técnicos de los vehículos y las inspecciones para coches y motos, trucados y con los escapes libres, maten el silencio y el descanso del resto de la ciudadanía. Todo ello en un momento, en el que son más que evidentes la necesidad de hacer un uso responsable de los medios de locomoción y fundamentalmente, de los combustibles fósiles, por lo que se corresponden a otros intereses la manga ancha para quien estorba, enturbia y se salta las más mínimas normas cívicas de respeto y educación.

Además, la influencia de las películas en la cultura de las carreras callejeras ha llevado a un aumento de la conducción temeraria y peligrosa en las ciudades. La necesidad de emular las espectaculares escenas de persecuciones y carreras de las películas ha llevado a que algunos conductores pongan en riesgo su vida y la de los demás en las calles, poniendo en peligro la seguridad vial y generando un clima de tensión y miedo en las áreas urbanas. Esto, evidentemente porque en la vida real la pericia es infinitamente menor que la propuesta por los arreglos digitales y la hostia te la llevas, ha hecho aumentar la siniestralidad. Y eso, encima y de propina, está suponiendo que las aseguradoras pasen al conjunto de la población los gastos que tienen por tener asegurados a unineuronales de más de 50 años con motarraca y a niñatos con coches y burras modificados. Gente que casi no sabe limpiarse el culo pero que los tienes a toda hora poniendo al límite a maquinas que no entienden y no respetan.

Evidentemente, junto a este fenómeno se han juntado un más que notable aumento del ruido en las ciudades. Ha crecido el parque automovilístico del país, por lo que hay más coches y más gente conduciendo, sin que estos hayan supuesto una renovación de los vehículos a otros más ecológicos, sostenibles y silenciosos. Todo lo contrario. Se alargan la vida útil de los vehículos (que también es una forma de limitar la contaminación, el aumento de residuos solidos y la sostenibilidad de las materias primas y procesos) y además, se hace un mayor uso de ellos. Cada vez son peores las conexiones por transporte público, al tiempo que la gente rechaza cada vez más, la posiblidad de desplazarse a pie o en bicicleta. Además, conducen peor y el consumo de bebidas alcohólicas y el empleo constante del dichoso teléfono móvil contribuyen a una mayor inseguridad vial. Todo esto contribuye a la tormenta perfecta del ruido en las calles.

Por lo tanto, las películas "Fast and Furious" han tenido un impacto profundo en la cultura urbana y la proliferación de coches y motos con escapes libres en las ciudades. Frente a esto, es importante promover una cultura del respeto y la responsabilidad en la conducción, que permita disfrutar de la pasión por los vehículos sin poner en riesgo la seguridad y el bienestar de la comunidad urbana.

En general, la cultura urbana abarca una amplia gama de expresiones artísticas, sociales y culturales que reflejan la vida en las ciudades modernas. Desde el arte callejero hasta la música underground, que pasa irremediablemente a convertirse en tendencia y apisonadora de gustos y estilos, pasando por la moda urbana y las tendencias gastronómicas (muy asociados al estilo de vida de consumir y tirar), la cultura urbana se ha convertido en un fenómeno omnipresente que trasciende fronteras y conecta a personas de diferentes partes del mundo.

Los estilos de vida de la sociedad urbana estadounidense que han sido impuestos los últimos 50 años por parte de los medios de comunicación de masas, y en especial la televisión y el cine, y ahora Internet y las redes sociales, que se han propuesto homogenizar a todo el mundo, favoreciendo una extracción de la riqueza de abajo a arriba, y respectivamente de Sur al Norte y de Oriente a Occidente. De hecho, en la actualidad, y en un contexto de crisis colosal de los valores del imperio único que representan los Estados Unidos, esta hegemonía cultural urbana redobla marcha para unificar cada vez más a las sociedades, particularmente a las generaciones más jóvenes de las clases trabajadoras. Por lo tanto, todo lo que no sea manifestar y luchar contra esta hegemonía cultural que arrebata las identidades más locales, antiguas y propias es un error que no podemos permitirnos.

De hecho ya han surgido expresiones propias contraculturales, como respuesta a esta cultura urbana hegemónica y alineante, que tratan de denunciar los aspectos perniciosos que la agenda urbana provoca y la necesidad absoluta de preservar las formas de pensar y expresarse de los patrimonios más locales y propios, tanto a nivel urbano, como regional.

En conclusión, si bien la cultura urbana puede ofrecer muchas oportunidades de expresión, creatividad y encuentro, incluidas la creación de sinergías que permitan nuevas formas de expresión, fusión, multiculturalidad, e incluso, de contestación social y respuesta a los problemas y dinámicas económicas, sociales, políticas y culturales. Pero lo cierto, es que es necesaria realizar una crítica constructiva que invite a la reflexión y al cambio. Es importante cuestionar sus aspectos más problemáticos, como la homogeneización cultural, el consumismo desenfrenado, la exclusión social y la superficialidad, el anquilosamiento de un machismo y heteropatriarcado contra el que hay que luchar, para promover una cultura urbana más inclusiva, sostenible y significativa. Solo así podremos construir ciudades más humanas, justas y habitables para todas las personas.

Es fundamental, cuidar y conservar los diversos patrimonios culturales y expresiones propias de las distintas sociedades, grupos y territorios. Sólo así, luchando contra la homogenización cultural que busca y promueve el fenómeno de la cultura urbana, se podrá garantizar una mayor diversidad, riqueza y respeto para todas y todos, independientemente de su lugar de nacimiento, residencia, el color de su piel, sus opiniones políticas y religiosas o el valor de su cuenta bancaria.

lunes, 12 de agosto de 2024

Juegos Olímpicos París 2024: La ciudad de la luz y los claroscuros del Olimpismo

 

Ayer con el apagado de la llama olímpica se ponían fin a los Juegos Olímpicos París 2024. Los Juegos de la XXXIII Olimpiada se desvanecieron como el fuego alojado en la pequeña lámpara, consumida bajo el aliento del nadador francés León Marchand y de otros deportistas olímpicos. Pero van a conseguir guardar en el recuerdo una buena retahíla de grandes momentos de diversa índole, que durante los últimos 16 días han dejado los atletas y naciones participantes. Hombres y mujeres que han competido en pos del éxito deportivo, pero que sobretodo han convivido en la capital francesa mostrando un ejemplo de todo lo bueno que el ser humano es capaz de construir, en palabras del Presidente del COI en su discurso para clausurar los juegos.

Sin embargo, omitió Thomas Bach la incapacidad del movimiento institucional olímpico para imponer treguas en los conflictos armados y guerras que se están sucediendo por todo el mundo. Su fracaso es el de todos, el de una sociedad y una comunidad internacional en absolutos conmovidos por las matanzas indiscriminadas del sionismo israelí en la franja de Gaza, comandados por el criminal de guerra Nethanyahu que mientras sus atletas competían en París, se ha dedicado a bombardear escuelas asesinando a niños y niñas, mientras ejecutaba una operación quirúrgica para asesinar al líder de Hamás, exiliado en Irán, involucrando de esta manera al estado fundamentalista de los ayátolas.

Si la ausencia de medidas de presión como podían ser los boicots a sus deportistas no ha servido para nada en el caso de Israel, la guerra entre Rusia y Ucrania ha continuado pese a que los atletas rusos (y bielorrusos) se han quedado en casa (salvo una mínima participación). El resto de conflictos en África o en la península Arábiga han seguido como si nada. No era tolerable una tregua olímpica que pudiera romper los mecanismos de hegemonía estadounidense en el mundo, y sobretodo, la influencia que sus corporaciones y conglomerados empresariales (militar, minero, financiero, petrolífero) empeñados fundamentalmente, en ganar dinero. Todo el dinero posible, sin importar las muertes y el dolor y el sufrimiento causados.

 

Pero quedándonos en la celebración de los Juegos Olímpicos no puede uno más que celebrar la excelente imagen que París y Francia han mostrado al mundo. Cimentados en la tremenda belleza de la capital gala, sumada a una gestión por el ciudadano de a pie, y no del coche o del turista, París se ha presentado como el escenario perfecto e idóneo para albergar los Juegos. Y no es que este evento no esté trufado de corrupciones, caciquismos, nepotismos, y en definitiva, el más bajo capitalismo de burbuja.

Algunos hay, seguro, que al calor del olimpismo se han forrado en París. Empezando por el Comité organizador y el propio COI que pueden colocar los inmensos dineros cobrados por los patrocinios y los paquetes de retransmisiones, sin apenas soltar un euro por el trabajo imprescindible que es llevado bajo la figura de los voluntarios. Tiene mucho mérito sí, pero a uno, marxista y materialista histórico al fin y al cabo, le chirrían que un evento de esta magnitud genere tal volumen de horas y dedicación de trabajo para satisfacer las necesidades de deportistas, periodistas y visitantes, y sin embargo, estos trabajadores no reciban ni un euro. Me parece una absoluta vergüenza que ya es coronada con la prestación de servicios de personas de mayores de 60 años, movidas si, por un espíritu olímpico, pero muy equivocadas, en pleno proceso de negociación y presión colectiva ante la voluntad del gobierno francés de subir la edad de jubilación a los 65 años. Si a los 65 años, que aquí nos acaba de colar el gobierno más progrsista de la historia una jubilación disimulada a los 70.

Pero, a priori, parece que el compromiso por una mejor sostenibilidad económica y medioambiental han acabado por cumplirse en unos juegos, cuya organización, tendrá ahora que hacer frente a las críticas surgidas, a la responsabilidad por los problemas causados, y lo más importante: Ahora que se han ido los periodistas y los deportistas, cumplir con las promesas de regeneración y legado de los juegos en los barrios marginales de la capital parísina, para cumplir así, con ese afán de mayor inclusión a varios niveles, económica, racial, entre sexos y entre religiones.

Con los Juegos ya desarrollándose la polémica y la incoherencia del COI y la comunidad internacional continuaba con la participación de los atletas israelíes, pero no impidió que aparecieran otras. La más importante la que tiene que ver con el deporte femenino y la salud de las mujeres.

La ultraderecha italiana lanzaba el bulo contra la boxeadora argelina Imane Khelif a la que acusaban, sin pruebas y falsamente, de ser una mujer transexual. Muchos nos comíamos el bulo en primera instancia, empezando por las organizaciones de mujeres que legítimamente y con razón, quieren defender la practica deportiva de las mujeres que se ven relegadas y usurpadas por hombres que artificialmente cambian de sexo para ganar a mujeres en competiciones regladas. Pero este no era el caso.

Khelif ha pasado todos los controles tanto de su federación, como de la internacional y el COI y lleva desde 2013 pudiendo competir sin ningún tipo de cuestionamiento. Es verdad que presenta una cuestión genética de asimilación de hormonas, pero este tipo de casos sólo saltan a la palestra cuando se trata de atletas de razas distintas a la blanca, y fundamentalmente cuando se trata de países pobres. Caster Semenya es un buen ejemplo de ello, a la que no se le permitió llevar una carrera deportiva normal. Sin embargo, las prestaciones de las estadounidenses Athing Mu o Brittany Griner, por poner unos ejemplos rápidos que se me vienen a la cabeza, no se discuten. En todos estos casos se trata de mujeres que presentan volumenes de masa muscular y de androgenía parecidos a los de un hombre, pero siguen siendo biológica y genéticamente mujeres y tienen todo el derecho del mundo a competir.

Otro tema, y en este si que hay que ir claro y de frente, es el de impedir que hombres transexuales compitan con mujeres biológicas. Lo siento. En esto no soy ecúanime. Es una cosa muy seria un cambio de sexo, con todas las implicaciones y sufrimientos personales, para que haya hombres que cambien de sexo e inmediatamente vayan a practicar el deporte que practicaban (mediocre ante otros competidores) antes del cambio. En esto las federaciones, los gobiernos y las instituciones internacionales tienen que posicionarse ya y dejarlo bien claro. No puede dificultarse aún más la práctica deportiva de las mujeres, que es un espacio suyo, de empoderamiento y participación, contribuyendo a un borrado sistemático de las mujeres, a través de la inclusión artificial de mujeres transgénero. Porque estas presentan las capacidades de los hombres, con lo cual la competencia, ni sería justa, ni partiría de unos mínimos, y porque el deporte femenino es un altavoz de las justas reclamaciones por la igualdad de todas las mujeres.

Por último, una cuestión que quiero comentar también ahora tiene que ver con la propia vestimenta de las mujeres a la hora de competir en sus respectivos deportes. Desde Occidente, hombres se quejan de los rigores que el Corán ponen a las mujeres musulmanas para poder practicar deporte. Como tienen que cubrirse el pelo y también su piel. Sin embargo, ven totalmente normal que otras deportistas aparezcan con tops y braguitas, cada vez más escuálidas para poder competir. Vestimentas que se amparan en reglamentos internacionales de inspiración machista y patriarcal, de maromos esmegmáticos que parece que sólo quieren el deporte femenino para ponerse cachondos. No es ni medio normal que atletas que entrenan con un pantalón corto durante todo el año tengan que competir en bragas, como nos muestran sus muslos al aire a distintos tonos de bronceado. Tan cosificadas y producto machista es una imposición como la otra. El uso del hiyab, amparado por un código moral y religoso, o de la braguita, sustentados en reglamentos deportivos y capitalistas, es tan inapropiado. Incluso más en las deportistas occidentales que parece que para que sean tomadas en consideración tienen que enseñar mucho más que su destreza deportiva. Lamentable y a reflexionar.

 

Volviendo al Olimpismo, en cuatro años nos veremos, si el mundo no se desquicia definitivamente, en Los Ángeles, en los Juegos de la XXXIV Olimpiada. Será la tercera vez que la ciudad californiana acoja la llama olímpica, y ante si tienen un reto mayúsculo para tan solo acercarse a la imagen ofrecida por París estas dos semanas. En un contexto de decadencia de la nación estadounidense cuyo uno de los efectos más visibles es la degradación en las grandes urbes, como Los Ángeles, cabría esperar que las inversiones se destinarán únicamente a dar auxilio a la emergencia social y económica de las gentes de sus barrios, por lo general, ya condicionados por el color de su piel. No en dotarse de infraestructuras megalómanas para cobijar un espectáculo deportivo. Si como cabe esperar, las inversiones de índole privada van para maximizar los beneficios que estos grandes patrocinadores saquen, los siguientes Juegos serán un fracaso, cuya imagen será la de esconder a los yonkis y pobres durante los días de competición.

No dudo de que en París se haya hecho un acopio para resguardar a los sin techo, y garantizar la seguridad de los visitantes, pero no me negarán que la situación de partida entre ambas ciudades es bien distinta.

Pero aprovechando el majestuoso espectáculo que es el urbanismo de París, los organizadores nos han regalado unas imágenes icónicas de la urbe que ya desde el primer día, con la inauguración, han embriagado nuestros sentidos. En una decisión acertadísima, y pese a la lluvia, los organizadores abrieron los Juegos Olímpicos a través del rio Sena, por donde fueron presentadas las distintas delegaciones nacionales con sus abanderados y abanderadas. La coreografía urbana del recorrido de la llama olímpica, se alternó con representaciones de la Historia de Francia y de París, así como algunas de sus tradiciones e identidades más propias, alternando las actuaciones musicales (de mucho mejor gusto y calidad en esta ceremonia de inauguración con respecto a la de clausura) de Lady Gaga o Celine Dion. Hasta el momento sublime con la interpretación de Gojira sobre los balcones del palacio de la Conciergerie de París, prisión durante la época del Terror en la Revolución Francesa. Con un tema compuesto para la ocasión, evolucionando de la canción popular durante la Revolución “Ah, ça ira”, que nos habla del afán por la libertad, la igualdad y el progreso de las gentes de París. En un dueto con la mezzosoprano suiza Marina Viotti, Gojira descerrajaba su composición (en playback de la batería de Mario Duplantier dada y disculpadas las circunstancias) para así cobrarse una deuda histórica, de estos acontecimientos para la música heavy. Si en 2012, en Londres, ante la propuesta musical británica las omisiones al género fueron insultantes (ni Black Sabbath, ni Iron Maiden aparecieron) en 2024 Gojira pasó factura y colocó al heavy metal, y a su death melódico como el ejemplo de la música más pasional, artesana y auténtica de la actualidad.

 

Centrándonos en lo deportivo los Juegos Olímpicos de París han supuesto la confirmación de un momento estelar en la Historia del deporte con marcas y pruebas que demuestran el avance en las técnicas de entrenamiento y preparación (alimentación, descanso, salud mental y avances tecnológicos). Se han batido multitud de récords, algunos de ellos de otras épocas, y otros confirmando a la pléyade de deportistas actuales.

China y Estados Unidos trasladaban al medallero su geoestragégico y cultural enfrentamiento en pos de la hegemonía mundial. Más medallas para los americanos que igualaron a última hora en número de oros gracias por un lado, a su colección de metales en atletismo, en una demostración de poder, y también de lo complicado que puede ser competir contra el modelo universitario americano (donde hay que recordar o descubrir a algunos que están permitidas las sustancias dopantes). Y fundamentalmente al baloncesto, tanto masculino como femenino, donde compiten con reglamentos más laxos que potencian sus cualidades físicas, su talento también y por supuesto su soberbia y mezquindad.

China por su parte copó todos los podios de los saltos y sumó multitud de medallas en deportes minoritarios pero sin ser suficientes para desbancar por primera vez a Estados Unidos. Ambas potencias se vieron beneficiadas de la exclusión de Rusia.

En la piscina, Estados Unidos volvió a sucumbir al poderío australiano, y aún sumando muchos metales, Canadá y sobretodo Francia con el fenómeno Leon Marchand (cuatro oros del chico maravilla francés) eclipsó la tradicional presencia yankee.

En gimnasia artística, Estados Unidos recuperó a la mejor Simon Biles y con ella el cetro por equipos, mientras que en masculino Japón y China compitieron hasta la última prueba por el oro quedándoselo los nipones gracias a la sobresaliente actuación de su joven valor Shinosuke Oka, también campeón individual.

En deportes de equipo Francia abría el melón con un emocionante Oro ante Fidji en Rugby7, con un Antonie Dupont espectacular. Si bien en balonmano masculino, les experts, fracasaban al caer en cuartos ante Alemania (uno de los mejores partidos de la Historia), allanando el camino para que Dinamarca arrasará hasta recuperar su cetro, si que en otras disciplinas los anfitriones han respondido: Oro en voleibol masculino, plata en balonmano femenino, ante las incombustibles noruegas, plata en fútbol, y finalistas en los dos torneos de baloncesto. En suma, Francia ocupaba el tercer puesto en el medallero y en la práctica totalidad de disciplinas, deportistas franceses han aparecido por los podios con el frenesí de un público entregado y docto.

En ciclismo en ruta, Remco Evenepoel aprovechó su momento de forma tras el Tour de Francia y ganó el Oro en Ruta y en contrarreloj, rompiendo un muro que no se había roto desde hacía 50 años. En la Mountain bike Pidcock revalidaba su Oro de hace 3 años, mientras la heroína francesa Prevot hacía lo propio. El velódromo ha sido un espectáculo con sorpresas como el Oro portugués en Madison masculina y pronósticos cumplidos como el del francés Benjamin Thomas en Omnium.

Duplantis añadió un centímetro más a la épica del salto con pértiga, mientras en la carrera de los juegos, Sidney McLaughin batía el récord del mundo de los 400 vallas para doblegar a Femke Bol, quien, unos días antes remontaba a Estados Unidos en el relevo mixto para Países Bajos. En el tartán, Canada asaltaba el dominio polaco en el martillo, al tiempo que la belga Nafissatou Thiam ganaba su tercer oro consecutivo en Heptalón y Fatih Kipyegon lo hacía en el 1500 femenino. Las pruebas del medio fondo y el fondo, tanto en masculino como en femenino, resultaron apasionantes, batiendo récords olímpicos y alternando tanto las sorpresas como la consagración de hombres y mujeres dominadores de sus pruebas.

Pero si de oros consecutivos hay que hablar hay que hacerlo del cubano Mijaín López Núñez, luchador grecorromano que es el primero en ganar cinco oros individuales consecutivos en los Juegos Olímpicos. Su éxito, talante, talento y compromiso es el de la Revolución, aunque silenciado por los medios occidentalistas, ha sido tan colosal su demostración que hasta el COI ha tenido que arrodillarse ante él.

Países Bajos, pero también Uzbekistán, Hungría, Italia o Brasil daban una sensación magnífica de éxito deportivo. Todos los resultados aquí.

 

Para la participación española nos volvemos a repetir. Vuelven a quedarse lejos del número de medallistas de Barcelona 92, y ni siquiera se suman 20. Multitud de deportistas han quedado como finalistas, especialmente en las posiciones cuarta y quinta de sus competiciones. Dramático es en las artes marciales, donde nuestros representantes, que llegaban entre los 3 primeros del ránking, ante la competencia olímpica se han bloqueado de una manera alarmante. La estadística dice que nuestros judokas y taekwondistas han disputado hasta 18 combates por medalla (acceso a semifinales y después bronce por repesca) sólo ganando 1. Esto nos habla de la terrible presión a la que se ven sometidos, de cómo afrontar el reto para sumar una medalla que puede cambiar sus vidas.

Esta presión la empieza poniendo el propio COE en las palabras del impresentable de su presidente, Alejandro Blanco, pero que no se apresta a conseguir más financiación y profesionalización de nuestros deportistas, pero se llena la boca con los éxitos que tienen que sumar los demás pese a su inoperancia e incapacidad. Deberá dimitir hoy mismo y no empezar a anunciar medallas en Los Ángeles, el cara dura.

Es lo de siempre. No hay inversión para las escuelas de deporte, para detectar el talento joven y para crearlo. Si obviamos Madrid, y tampoco con las necesidades que tiene pese a expropiar toda la riqueza del estado, y Catalunya para quien el deporte es una forma de crear identidad nacional, el resto del estado español es un páramo a la hora de la práctica deportiva. ¿Cuántas piscinas cubiertas hay por cada 10.000 habitantes? ¿Cuántas horas quedan para enseñar deporte? ¿Cuántas pistas de atletismo y velódromos homologados por provincia y por comarca tenemos? ¿Cuántas horas están los pabellones disponibles para escuelas de formación deportiva? ¿Cuántos entrenadores y formadores, de distintas especialidades, pueden vivir de esta actividad y cotizar por ello? Hablemos de árbitros y jueces, imprescindibles y sin embargo, ninguneados.

Todo esto es necesario, clave, para hacer cantidad, y de la cantidad extraer la calidad. Y luego ya en edad adulta para acompañar a las y los atletas satisfaciendo sus necesidades para competir: Viajes, entrenadores, preparadores físicos, fisios, medicina deportiva, psicología, equipamientos, instalaciones, etc. Si uno piensa en todas estas carencias fehacientes de nuestros representantes no podemos más que quedarnos en pie y aplaudiendo hagan lo que hagan, simplemente por el hecho de competir.

Pero el mono-cultivo del fútbol en este país ahoga cualquier inversión para el resto de deportes, que ya sea pública, siempre baja y condicionada a la voluble voluntad de los electorados y la más que siniestra de muchos de los políticos, y la privada, escasísima por el nulo retorno que se obtiene.

Con estos mimbres vamos a unos los Juegos son un escaparate monumental para cada uno de los países, y todos ellos aprietan en la preparación. Incluso ningueando la participación en mundiales o europeos para competir con todo en los Juegos. Nosotros llegamos con muy buen nivel, bien posicionados en muchas disciplinas y en ambos sexos, pero ante el umbral olímpico nos vemos rebasados por las propuestas y disposiciones de los demás competidores. Toca reflexión, una vez más, y la puesta en práctica de una política deportiva estatal (en consonancia con las administraciones regionales y locales para fomentar la práctica deportiva multidisciplinar, como garantía de vidas más saludables y de unas mejores convivencias y asociacionismos), y después para modernizar los programas ADO y legar e invertir mejores recursos en el trabajo y pasión de nuestros deportistas. En esto, evidentemente entra una gestión directiva y administrativa profesionalizada y que dé información y transparencia sobre su actividad. Basta ya de las endogamias y corrupciones que se ven en las federaciones y en el COE. Supongo, que al igual que pedir a RTVE que con Teledeporte haga una buena gestión de las retransmisiones deportivas, será como predicar en el desierto.

Por lo tanto, es fundamental una voluntad política y social en nuestro país para hacer del deporte una cuestión básica, que mejorará la salud de la población, y encima nos unirá más y nos reconfortará. Evidentemente, esto es una quimera porque ya sabemos como está el asunto.

Pero lo cierto es que aún con todo, hubo grandiosos momentos para la participación española. Destaco dos: Por un lado el Oro en relevo mixto de marcha con María Pérez (plata en la prueba individual) y Álvaro Martín (también bronce en su prueba individual). Un éxito colosal de la marcha española, que tiene al enemigo en casa, pero que es una prueba en la que somos potencia dominadora gracias al desempeño de nuestros formadores, entrenadores y marchadores. Además, que el éxito lo protagonicen dos atletas de provincias, de clase trabajadora, que han superado a sus rivales, sus lesiones y antes a las trabas de clase, otro ejemplo.

El Oro olímpico de la femenina de waterpolo también ha sido colosal. Firmando un torneo completísimo la unión de dos generaciones distintas de jugadoras, bajo la dirección del ya legendario Miki Oca, ha acabado con la persecución de este éxito que completa el palmarés de uno de los mejores equipos de la historia de nuestro deporte.

Jordán Díaz ganaba el Oro en triple salto olímpico en un podio de atletas cubanos nacionalizados. En atletismo el nivel general ha sido muy bueno, pero nos falta un paso para aspirar a más medallas, aparte de solventar las lagunas en velocidad o lanzamientos, especialmente masculinos, ya históricas en nuestro deporte.

Entre los fiascos el mayor el de la femenina de fútbol, quizás demasiado presionada, también ya quemada tras un último año de sobreexposición mediática. Mientras la masculina (de categoría sub23) conseguía el Oro y lo sumaba a la Eurocopa absoluta (hito que sólo antes había cumplido la Francia de Platini en 1984), y la de balonmano masculina, lograba otro bronce (el quinto) en otra demostración de resistencia y tenacidad. Fracaso total de la femenina de balonmano inmersa en un relevo generacional con una brecha muy profunda y que fue incapaz ni de empatar un partido. En baloncesto, cumplieron objetivamente ambas selecciones que cierran ciclo con un cambio inminente ya a realizar, que puede ser traumático en la masculina (ya definitivamente y a la que objetivamente no se le podía pedir más), algo más sosegado en la femenina (que llegó a cuartos y sucumbió ante una muy superior Bélgica), pero ambos irrenunciables.

El momento más dramático se vivió en bádminton donde una renacida Carolina Marín estaba a 10 puntos de meterse en la final olímpica cuando volvía a romperse los ligamentos de su rodilla derecha. Una pena tremenda y un injusto broche a la carrera de una deportista hecha así misma y que ha descubierto su deporte al gran público en nuestro país. Por desgracia, su presencia no ha servido para dinamizarlo y dar al bádminton la importancia que tiene.

Hubo un Oro en vela. Alcaraz tenía que contentarse con la plata ante un superior Djokovic, mientras Nadal iba peor que justo por las pistas. La pareja de dobles femenina, Sorribes-Bucsa, conseguía un bronce. Medallas en remo empezando por el bronce, la sexta de Saúl Craviotto en unos juegos con su embarcación del 4x1000, a parte de otro en remo y un tercero en piraguismo de aguas bravas. Como siempre la natación artística (antes sincronizada) demostró su gran nivel con un bronce. Mientras que otro bronce en yudo abrió el medallero muy escuálido hasta mediada la segunda semana, mientras se iban acumulando cuartos puestos finales (hasta 9 en el equipo olímpico español, más 11 quintos). De los pesos grande del boxeo han venido esta vez las sorpresas, con plata y bronce de los puños de un hijo de inmigrantes magrebíes y de otro nacionalizado cubano, como también la muy emocionante el baloncesto 3x3 femenino donde España se colgó una plata más que meritoria.

Capítulo aparte merecen estos deportes “urbanos” como el baloncesto 3x3, la BMX, pero sobretodo el skate o el breakdance. No existe fenómeno cultural más alineante, homogenizador y eliminador de las expresiones culturales e identitarias que todo aquello que engloba bajo eso que llaman cultura urbana. Aquel arte (desde el graffiti, su música trucada de voces por ordenador y arreglos electrónicos, el abochornante rap), las vestimentas, las formas de desplazarse, la incomunicación, etc., todo un movimiento cultural que de Occidente a Oriente y de Norte a Sur hace sucumbir las genuinas formas de sentir e identificarse de las poblaciones, vivan o no en un entorno urbano, bajo la patina globalizadora que el American style way nos ha dejado. Unas formas de comportarse, y de dejar de hacerlo de ciertas maneras, que fomentan claro esta, el consumismo y que han sido exportadas por las élites occidentalistas desde los años 80, para conseguir un control mental, global y total, al que aspiraron y no pudieron alcanzar en el pasado, las religiones y las ideologías de clase. Por esto que en el programa olímpico se incluyan este tipo de pseudo deportes refrenda esa sensación de nos quieran homogenizar como copias baratas de los americanos. Yo me pregunto: ¿Por qué el breakdance y no en tango? ¿O los bailes de salón? ¿Por qué el skate y se discute presencia de la marcha atlética en el programa?

Y todo ello en un momento en el que el movimiento olímpico está en un momento de encrucijada donde la supervivencia económica de las ciudades que alojan los eventos comienzan a cuestionar la idoneidad para postularse o no a ser sede olímpica. Mientras todavía persisten los locos desvaríos de los politicastros de Madrid, otras ciudades reculan y reflexionan en períodos largos (después de quedar excluida en beneficio de Barcelona en 1992, París tardó 24 años en volver a presentar una candidatura) puesto que en un contexto de escasos recursos, infinidad de demandas sociales y en un momento de cisma en el urbanismo actual.

Y es que, les guste o no, las ciudades en todo el mundo tienen que afrontar ya, y están llegando tarde, un giro en su concepción y disposición para volver al ciudadano y ciudadana. A la persona que se desplaza a pie o sin contaminar, en circuitos cortos tanto en el espacio como en sus pretensiones, prescindiendo del vehículo privado. Urgen ciudades menos contaminantes, menos ruidosas, con menos estrés, que dejen de estar concebidas para el coche y que recuperen el asociacionismo vecinal, la concordia entre personas y la tranquilidad. Y ante este escenario, común para cualquier núcleo de población, las grandes megaurbes, que son las únicas que pueden albergar un evento de la magnitud de unos Juegos Olímpicos, antes tendrán que poner todo su ingenio y sus recursos en solventar este giro, garantizando el bienestar y el futuro de sus ciudadanos. Sobretodo, porque no se van a ver movidos por una lógica en pos del bien común, sino más bien por la presión económica en un escenario de agotamiento de los combustibles fósiles y de las materias primas. Por todo ello, el ejemplo de París aparece tan vislumbrante, como modelo a seguir, y al tiempo, el de Los Ángeles, tan poco claro y con muchas dudas.


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