Y es que se sigue esta rutina ya construida, ya habitual de trabajar durante la semana (últimamente compone la novedad que lo hago como un bestia), sobrevivir durante los días de diario como buenamente se pueda, soportando estoicamente el calor, y llegar al finde a darlo todo. Y así volvimos a encontrar, una vez más, a ese Dani como cómplice del ocio nocturno, y antes por la tarde, a las niñas, como excusa para un viaje a la piscina de El Helmántico, de indudable calidad y merecidamente recomendada. Fue una tarde distinta, con karmencita, su hermana, y la zofy.
Después de unos relajantes y estimulantes baños, el culmen fue echarme unas canastas con el brother, destilando esa calidad innata para los deportes que los Domínguez Nacimiento tenemos. Y ya una ducha, una hamburguesa y listos para la “fiesta”. No era lo previsible juntar la noche con el día y tirarnos 22 horas por ahí, apestando a fiesta, pero siempre es bueno, cojonudo y maravilloso. Tirar el colchón en salón ajeno y plantar campaña a 5 centímetros del suelo. Despertar y ese típico desayuno-comer de los domingos con la compañía de estas niñas, almas en origen ajenas, en fin iguales. Una manera de sentirse realizado, orgulloso por lo que vamos haciendo, creciendo. Todas esas amistades “nocturnas” van aumentando, en cantidad, pero sobretodo en calidad, y ahora el reto es intentar que se dejen ver a plena luz del día. Risas, caricias, confianza,... amistad sin más.
Dirán los avaros que no es mucho, pero para mi es suficiente. Cuando la soledad y la desidia han marcado tanto el camino que sigo, o mejor dicho, he tenido que ir siguiendo, encontrar personas con las que disfrutar y poder decir que soy feliz, que estoy viviendo una segunda adolescencia, o alargando la primera, y que cada día que pasa me siento más reconfortado y animado.
Van pasando los meses, las semanas, y la sensación de construirme plenamente es arrebatadora. El estancamiento se ha dejado de lado. Evidentemente amenaza con volver con nublar la existencia. Esas nubes también viajan con las típicas incompatibilidades de la convivencia, y más cuando esa impresión de estar en la prórroga se acentúa. Con mis padres siempre ha habido problemas. Ya paso de reprochar nada, aunque mi vehemencia, o mejor dicho mi mala hostia, suelte estribos y vuele sin remedio. Lo malo es que ya casi no me importa, y lo peor que la esa convivencia se estropea en ocasiones hasta un límite en el que se puede convertir en irrecuperable. Pero en fin, también alternamos los buenos momentos, y también los intrascendentes sin cosas malas; y cuando eso sucede se puede decir que mejora mi calidad de vida.
Ahora por lo que se lucha es porque todos los aspectos de mi vida vayan a la par. Es difícil, porque no depende exclusivamente de uno mismo, pero luchando y trabajándoselo se puede conseguir. Y ya tan cerca de las vacaciones, de ver a mi niña... Es una ilusión tremenda e irrefrenable. Son tantas las ganas de cumplir todos los objetivos y los sueños, que aspiran a convertir este verano en algo insuperable, a la par que el resto del año ya vivido y como otro pilar importante y bello para una vida.
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