Como en aquella película de los 50 (si esa en la que Burt Lancaster besa a Deborah Kerr mientras rompen las olas) así pasamos ya, esta pandilla, este grupo de amigos y amigas que nos hemos juntado, aquí y hace ya un tiempo, y que ahora ya, os abrigo en mi memoria y mi mente, para no perderos y olvidaros a nadie, donde éste y cuando sea.
Las excusas para vernos son lo de menos, y aunque nunca se debe felicitar a una mujer por cumplir años (y menos a dos) felicidades. Y también gracias; gracias por compartir parte de vuestra vida con nosotros de manera gentil, haciéndonos sentir vuestra alegría y diversión como algo propio. Espero que esto nunca muera, y que nadie ni nada turbe las muchas cosas que nos quedan por vivir. No tendremos nuestro Pearl Harbor, y siempre la sonrisa y la felicidad viajará con vosotras.
Allá en los años pasados y los caminos de polvo, con mi hidalguez y gallardía acompañados por secuaces sin bandolera, soñábamos con sortear los errores y la maldad sin desfundar pistola y sin desvainar espada. Mi enfermiza y embriagada mente ya no recuerda cómo fueron aquellos y aquellas primeras veces que nos veíamos, cómo nos presentamos e incluso que pensaba, iluso de mi, en aquel entonces. Un tintero que se desangraba posaba letras sobre el lienzo, que ahora tampoco puedo obviar por que fueron mis dedos y mis pensamientos los que le dieron forma. Entonces hérido, con sed y sin más abrigo que mi desafiante pecho ante el viento, errado andaba, y no digo herrado porque no tenía caballo. Pero eso por fortuna en la ruleta, cambió, y a fuego tengo grabado el momento en el que yo pasé a ser alguien para vosotras, al menos a la mitad de lo que fuísteis en ese entonces para mí. Como un tonto conquistador, más vencido hoy que ayer, deámbulo sin sentidos y sin ya poderme fiar de ningún cuerpo de mujer, cosas de la experiencia, pero por vosotras sigo creyendo en la palabra y el corazón.
Dos noches de fiesta que ya se escriben en nuestra memoria, plagada de buenos momentos y ahora ya moderadamente regados en alcohol. Espero que de la noche del viernes no os molestase el que nos fuéramos, pero... ¡qué puedo decir!, necesitabamos aire fresco... Nadie lo va a creer. Pero fue genial, estar con vosotras, volveros a saludar y felicitar por vuestros éxitos, además de alentar los próximos. Y el sábado no menos genial. Las cenas en el chino ya son un clásico en el que lo menos es comer, y si disfrutar. Volver a las catacumbas de mi adolescencia fue lo siguiente que hicimos, pero lo hicimos juntos y sin fisuras. ¡Cómo debe ser! Me apasionaba la luz de vuestras sonrisas, y me cegaba la de los flashes. Jugar, bailar, beber y reir tan sencillo que resulta imposible a solas, factible y esperanzador con vosotras. El detalle de entrar en un garito con música DE VERDAD -y aquí sé que me gano enemistades-, desconozco si tuve algo que ver, fue el simple destino o el cauce que lleva el rio, pero necesitaba oír heavy. Y aunque luego nos separamos, no desmereció la noche, y cuando nos juntamos en el ágora, un momento sentí pena por que os marcharáis, pero rápidamente mi mente se fue a abrir el cajón de los recuerdos. Allí ya tenía yo la memoria lista y cargada, para rememorar buenos momentos con una sonrisa. Bueno con una no, con todas.
Para Ana, Rocio, Sofia, Silvia, Carmen, Montaña, las navarricas amigas de Ana; a la chica de Cáceres y al chico de Mostoles; a Nobi, a ese gran Sito, a Dani y Cifu (por el viernes, majete) y a fio, por estar ahí o no... Gracias a tod@s
A la ciudad de la sabiduría viniste
Para quedarte con parte de ella
Conociste la alegría de la villa
Y asegurada de no arrepentirte
De tu decisión
Ahora que estas licenciada
Nada te produce desvelos
Y marchas para cumplir tu sueño
Con una maleta cargada
De amistad y amor
Oíd, todas esas fotos,... las necesito!!!
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