La
pasada semana fallecía
Hilton Valentine.
Puede ser que este nombre no te diga mucho. Si es así no tienes más
que pulsar el play
del video a continuación. Y si ya sabes quien era hazlo también.
Con los primeros acordes de la guitarra se activarán en tu memoria
el recuerdo de un emblema. De una melodía mítica que compuso parte
importante de los cimientos del rock en los 60. Hilton
Valentine
ejecutaba los acordes de The
House of the Rising Sun
la brutal e imprescindible obra maestra de The
Animals.
La
canción es una obra del folk americano datada sin exactitud en el
cambio de siglo entre el XIX y el XX. Tomada y arreglada por Bob
Dylan éste les dejo la interpretación a The Animals, grupo
británico que conocía en los circuitos underground
americanos
en los que ya se producía la invasión británica de groupos y
música en los 60.
La
magnifica voz de
Eric Burdon
dotó de un indomable estilo y personalidad a la interpretación del
tema y esto unido a los riffs de nuestro protagonista, Hilton
Valentine,
dio el impulso definitivo al grupo y a la canción para convertirla
en un símbolo, un emblema de la música contemporánea, y más
concretamente del hard
rock
y el rock
psicodélico.
Y
es que no hay guitarrista
que en sus inicios haya perpetrado versiones de los acordes de
Valentine en la introducción de The
House of the Rising Sun.
Una suerte de rito iniciático en el acercamiento del instrumento que
además ha servido de base para introducir el rock duro. Son
infinitas las canciones de rock
y heavy
que se han valido de una introducción de la guitarra para empezar
el tema, y todas ellas le deben a Valentine parte de la inspiración,
así como la capacidad para desarrollar la destreza interpretativa en
la guitarra.
Llega
el momento de recuperar uno de sus hilos temáticos de mi blog que
más ha ido sorprendiendo al público, frecuente o casual, que ha
llegado a él. Hablo de la línea temática que dedico a esos grupos
de rock y metal curiosos, bien sea en su puesta en escena, sus letras, sus biografías o en todo el conjunto.
Y
hoy voy a escribir sobre Jackyl.
Seguro
que no te suena de nada. Pertenece a ese grupo de bandas underground,
fuera de foco y radar, incluso de las publicaciones expertas o de los
periodistas más entendidos. Sus incursiones en los circuitos
convencionales del sector son más bien escasas, y casi nulas, cuando
salen de Estados Unidos, su país natal.
Yo
los conocí, su propuesta, porque todavía no los he visto en
directo, gracias a un ex compañero de trabajo a la par aficionado y
responsable de una buena web de metal. Él los conocía de una
de las promos que antiguamente llegaban también a los simples
aficionados, promovidas por discográficas y distribuidores
(desconozco si estas todavía llegan a día de hoy a los portales de
información). Su hard rock claramente reminiscente al
AC/DC de finales de los 80 y su The Razor’s Edge, se
mezclaba sin no muy buena armonía que digamos, influencias folk
al más puro estilo de la Creedence o Free, que por su
origen sureño (son de Georgia) eran inevitables.
Lo
sé. No es el tipo de música que escucho en mi casa, de manera
pausada y reflexionada. No están en mis discos, ni repositorios
físicos o virtuales. Y tampoco es un grupo por el que la liaría por
ir a verlos en vivo. Pero del mismo modo hay que asegurar que es de
los tipos de músicos que saben cómo hacértelo pasar en grande
sobre un escenario. No cabe ninguna duda de que montan un show
colosal, gamberro y divertido a partes iguales, y
en el que sales de allí con la sensación de sentirte sucio, pero
encantado de haber vivido una experiencia única.
Y
es que, desde luego, a originales no les gana nadie y es por
eso es por lo que se han ganado, ya lo hicieron hace mucho tiempo,
que les dedique un rato para ilustrarme, escribir sobre ellos y
acercarlos y compartir con vosotros algo de su música.
Una
moto sierra
Su
canción más conocida es The Lumberjack, single de su
primer álbum de estudio de 1992, titulado, como ellos mismos,
Jackyl. Se trata de una declaración de intenciones clara y
directa. Hard rock sureño desgarrado, que apesta a bourbon
y pólvora. Una letra ácida y cachonda a la que le acompaña en todo
momento una moto sierra.
Los
marcados riffs son aceleraciones del motor de la
maquina. Acompaña una viva batería y otra guitarra que tímida
aguanta el brío de la moto sierra que se come todo menos la
desgarrada voz de Jesse James Dupree, cantante, líder y
creador de la banda que continua hoy al piel del cañón. Su voz que
juega entre los registros de cantante Steve Kudlow de Anvil y
los del mejor Brian Johnson de los AC/DC es la otra gran seña
de identidad.
Así
hasta llegar a un primoroso sólo de moto sierra que enloquece
a quien lo escucha y lo ve. Se marcan las notas a golpe de gatillo, y
el sonido metálico de cadena y dientes de acero engrasados emula los
de la mejor afinada guitarra Les Paul. Todo ello, ejecutado
sin camiseta y con los habituales haedbangs y demás
parafernalia heavy, por lo que ante tanto movimiento no es de
extrañar que haya quien tema por la integridad física del virtuoso
“músico”.
Es
el propio Dupree el que maneja la moto sierra durante
el vídeo oficial y al final del concierto que es la canción con la
que habitualmente cierran sus setlists. Todo como un homenaje a su
padre y hermano, y a su infancia en la que muchos días compartían
el monte, la moto sierra y una camioneta chevi oxidada.
La
“novedad” de incluir una moto sierra entre el equipaje a la hora
de afrontar un concierto, hizo que Jackyl entrará en los
circuitos americanos de festivales donde destacaron en su actuación
en Woodstock 94. También, fueron dando saltos a otros países
destacando en Iberoamérica donde en lugares como Chile o Perú son
considerados como una banda de primer nivel.
Aquí
os dejo alguno más de sus temas, más conocidos y más clásicos en
su puesta en escena, pero sin dejar de lado la coherencia de un
grupo sureño: Buen
hard rock, letras y ritmos folk, camisas de cuadros, chicas con poca ropa, bourbon y alguna
bandera confederada.
“‘Stairway to Heaven’ cristaliza la esencia de la banda. Tiene todo lo que somos y muestra lo mejor de nosotros como banda, como una unidad. No hablo de solos ni nada de eso, está todo ahí”.
Jimmy Page
Así se refería el eterno guitarrista de los Led Zeppelin, Jimmy Page, a su obra cumbre, Stairway to Heaven, escalera hasta el cielo, que hace pocos días cumplió 40 años como uno de los hitos del rock, cima de la música de los 70, y todo un himno de la historia de la música, de nuestra historia.
Un ejercicio de talento y compenetración es Starway to Heaven, desde la delicada cadencia de John Paul Jones con los teclados, con su contrapunto en la bateria aporreada con pasión y clase por un John Boham, para servidor el mejor bateria de la historia, hasta un Robert Plant, inmenso que ocupa todos los registros y por supuesto con un Jimmy Page, que pasa del sublime al escandoloso, acariciando y tocando todos los trastes de su guitarra, de su guitarra doble.
La canción funciona exactamente como una escalera, de menos a más, empezando desde abajo hasta llegar arriba, al cielo de la historia de la música. Comienzao con una memorable y delicada introducción de guitarra que supera los dos minutos, pasando luego a una zona media más eléctrica con una base rítmica majestuosamente marcada y en el que el cuerpo de la canción se desarrolla y que desemboca en su impresionante solo de guitarra de varios minutos de duración y donde teclados y bateria no quedan oscurecidas ante el talento de Page y armonizan en un duelo a acordes, y cerrando con la parte de éxtasis total, donde Plant sencillamente se sale de todos los registros. Esta es la estructura básica de entre 8 y 12 minutos, la que todos tenemos grabada a fuego en nuestra mente y nuestro corazón.
Por qué, ¿quién no ha llorado un amor con Starway to heaven? ¿quién no ha hecho el amor con ella de b.s.o? ¿A quién no se le han airao las revoluciones escuchándola? ¿Alguién ha podido quedarse sentado? Stairway to Heaven, o lo que es lo mismo la canción más escuchada en la historia de la radio; la partitura de rock más vendida y el himno con el que pasará a la historia los zeppelin y con ellos los 60 y 70, casi todo el siglo XX.
Y es que hace unos días, más concretamente el 5 de marzo, la mítica canción ‘Stairway to Heaven’ cumplió cuarenta años. Aunque su lanzamiento físico no tendría lugar hasta la llegada del cuarto álbum de Led Zeppelin (Led Zeppelin IV), en noviembre del 71, la primera presentación en público del tema tuvo lugar unos meses antes en el Ulster Hall de Belfast. El propio Jones ha confirmado que la primera recepción del tema fue apática y decepcionante, puesto que los fans allí reunidos esperaban ansiosos los ya clásicos de la banda como Communication Breakdown, (Blag) Black Dog (gracias, Juanerito), Inmigrant Song o Dazed and confused.Desde luego, no eran conscientes de que estaban asistiendo a un pedazo de historia del rock. Con la presentación del tema en radio unas semanas después empezó a hacerse más popular, tanto que a partir de ahí se convirtió en un imprescindible en todas las actuaciones del grupo británico. Hasta el punto llegó la cosa que Robert Plant terminó por mostrarse cansado de tanto cantarla cuando el grupo se disolvió a principios de los 80. También en radio hemos tenido ‘Stairway to Heaven’ hasta hartar, pues se estima que es la canción más veces emitida por las ondas hertzianas en la historia, siendo además la partitura de rock más vendida de todos los tiempos. Ni el guitarrista Jimmy Page se esperaba algo así: “Sabía que era buena, pero no podía esperar que se convirtiera casi en un himno… Lo que sí tenía claro es que se trataba de la joya del disco.”
En esos conciertos Led Zeppelin acostumbraban a tocar una versión extendida, que podía llegar hasta los diez minutos a base de estirar el solo. Para evitar el cambio de instrumento que era necesario en un determinado momento de la canción, Jimmy Page empleaba la icónica guitarra de dos mástiles Gibson EDS-1275, que hoy en día todos relacionamos con este músico.
También tuvo Stairway to heaven, su parte de mito y polémica. A una acusación, nunca ejecutada públicamente, de plagio del tema Taurus de los Spirit de un par de años antes (1969) y del que Page era fan reconocido, hasta la ya cansina leyenda urbana del mensaje satánico si escuchas el vinilo al revés. Como yo no tengo tanto tiempo para perderlo y ni estoy tan aburrido como la gente que se invento tal bulo, no hay que darle más vueltas y menos ahora en el mundo digital, y de la acusación de plagio únicamente, se podría asociar algún pequeño fragmento de pocos segundos del sólo de Page.
Y la canción sigue vigente y viva. Con un legado impresionante, de literatura y sentido para la cultura del siglo XX, y del rock y el metal. Ha tenido numerosisimas versiones de distintos grupos, en diversas épocas y a través de estilos diferentes. Sigue sonando en las radios, y ha de ser un imprescindible en cualquier fiesta, reunión o asociación de amigos, con ganas de pasarlo bien, y soñar con alcanzar el cielo, a tráves por qué no de esta increíble canción.