Desde
1979 se eligen los representantes en el Parlamento Europeo. Cada 5
años, por lo tanto tras estos 40 años, estas son las novenas
Elecciones Europeas, los ciudadanos de los estados miembros somos
llamados a las urnas para depositar el voto sobre una institución,
que desde España, ni entendemos, ni nos molestamos en entender.
Habitualmente
el hecho de que el Parlamento Europeo se componga a través de
circunscripciones nacionales hace que la toma del contacto tanto del
electorado como de los temas se hagan en clave nacional, dando
poco o ningún valor a los problemas de la UE y si como un campo de
experimentación y resultado valido para la política interior.
Las
mismas instituciones empezando por la misma Europa, no hacen nada en
su labor de dar a conocer el trabajo de las y los parlamentarios, el
proceso de toma de decisiones y control político. Tampoco
la administraciones nacionales ayudan en esta labor y muchos menos
los partidos políticos enfrascados en la batalla del día a día.
Tampoco
es que los medios trabajen
en pro de informar a la ciudadanía de lo qué, cómo y por qué se
decide en Bruselas y Estrasburgo y estamos una vez más a escasos
días de pasar por las urnas sin saber qué se supone que votamos. Y
en esta ocasión la elección es muy importante.
Y
para rematar en España hemos aunado las elecciones europeas con las
autonómicas y municipales (incluso estuvo la posibilidad de añadir
las generales) usando torciteramente el término del ahorro y
privando del debate político y de la importancia necesaria a la
decisión de la administración que decide las líneas maestras de la
economía entre otros muchos temas. Incluso más allá de la propia Europa como propuesta y
como solución a todos los problemas comunes. Pero evidentemente, no
esta Europa del capital, sino una nueva Europa de las personas. Y del
medio ambiente y del patrimonio histórico y cultural de Europa.
Será
la primera vez en la que las competencias ampliadas del Parlamento
Europeo tras la puesta en marcha del Tratado de Lisboa sean puestas a
consulta y deberíamos tener como ciudadanos y los partidos
proponerlas, propuestas para mejorar y dotar de agilidad,
participación y transparencia la institución seno de la democracia
europea. Además, dentro de las claves nacionales de cada país, se
produce una común a todos que es la respuesta que la política como
se entiende tanto a altos niveles como a pie de calle puede dar al
auge de la extrema derecha.
Tiene
que haber debates e información ante problemas de carácter propio
de cada país pero que tienen que ser resueltos en común: Terrorismo
internacional, crimen internacional, cambio climático, migración y movimientos humanos,
paro, sistema de bienestar, envejecimiento, volatilidad económica,
especulación financiera, corrupción. Todo ello para solucionar en
primer lugar los problemas de la gente, después la propia identidad
de la Unión Europea así como su idoneidad y tercero para recuperar
desde la política y sobretodo desde la izquierda el altavoz para
defender salidas progresistas a todos estos problemas y que no quede
en manos de la ultra derecha que parece crecer como hongos en cada
país.
Pero
lo que está claro y es indiscutible y además perentorio asumir ya
es el debate en el carácter que las políticas de la Unión Europea
tiene que seguir. Si vamos a continuar por la senda marcada por el
neoliberalismo o si vamos a abrir un proceso de izquierdas que
devuelva a la socialdemocracia la toma de decisiones, y poder lograr
así un mayor socialismo y una mejor justicia social en Europa. Vamos “a seguir optando” por
la mayor desregulación de los mercados y por la libre circulación
de capitales (que no os engañen: nunca intereso el flujo libre de
personas, sino el libre flujo sin impuestos ni tasas de dinero), por
el adelgazamiento de las estructuras internas de los países o vamos
a perseguir todas las corruptelas, a destinar fondos sociales y a
reforzar los sistemas públicos de educación, sanidad, pensiones y
servicios sociales.
Fruto
de esas políticas suicidas, austercidas, Europa y sus países han
visto como la ultra derecha se alza a escaños a lanzar sus
incendiarias soflamas. No es un fenómeno localizado en el viejo
continente (Trump, Bolsonaro, etc.) pero
las políticas neoliberales que han dominado con puño de hierro
estos últimos 30 años Europa (y Occidente) nos han llevado a una
crisis económica y social que han acabado por una deslegitimización
de la institución Europa, de su espíritu, porque muchos hemos visto
una Europa vengativa con los más pobres -países y personas- y
protectora y dulce con los que nos han llevado a esta situación.
Desde
luego la burocracia instalada es uno de los grandes males de la Unión
Europea. Lejos de decidir planes legislativos el próximo domingo 26
de mayo, elegiremos una representación sin legitimidad para
presentar propuestas en el Parlamento, y que únicamente tiene
funciones de control de la Comisión Europea. Fuera queda el Consejo
de Europa -órgano formado por los jefes de Estado de los países
miembros- quienes son los que mandan y toman decisiones, siempre
mirando los intereses nacionales, y más aún los intereses oligarcas de multinacionales y bancos, particulares por encima de los
comunes y europeos.
Eso
también está en juego en estas elecciones. Poder articular una
Unión Europea comprensible y en el que las decisiones las deleguemos
-no podemos aspirar a otra cosa hoy en día dentro de las democracias
parlamentarias- en un Parlamento
que
nos represente y se interese por los problemas de la gente, desde el
territorio más pequeño, hasta el bien común europeo.
En
esta legislatura europea a punto de terminar hemos visto como el
fascismo crecía. Y hemos visto como cientos de miles de refugiados
eran repelidos
en fronteras exteriores de países matones pagados con impuestos de
los europeos. Hemos visto a niños ahogados en las playas. A gente
rebuscando en los contenedores de basura. A millares de personas
despojados de sus casas ante el avance de la especulación
inmobiliaria. A millones de parados desesperados por un futuro negro.
Y también hemos visto como se resquebraja la Unión Europea por su miembro más díscolo. Un Reino Unido que siempre vio en el aislacionismo su mejor estrategia y que tras el #Brexit y la demencial negociación de divorcio, como patada adelante de los conservadores británicos y que ya a estas alturas tenía que haberse hecho efectivo.
Un ejemplo más de por qué el ciudadano debe de espabilar y mantenerse informado de manera proactiva, para no verse manejado por las filias, fobias de ultras y caraduras.
Europa
y sus elecciones merecen el mayor y mejor tiempo de debate y
conocimiento sobre lo que implica y
qué supone votar a una u otra formación en unas elecciones con
circunscripción única que será tomadas como lectura en clave
nacional. Infórmense y tomen la mejor decisión consciente por una
Europa, como ente supranacional, solidario, libertario, anti
fascista, garante de los derechos humanos y que apueste por un modelo
económico y social en el que el bienestar de las personas y el
bienestar del medio ambiente y del patrimonio se garantice y
fortalezca.
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