Éste es un escrito de
guerra y periodismo. Pero no de periodismo de guerra. No de enviados
y equipos especiales desplazados a la zona de conflicto. De cascos o
chalecos identificativos, de cohabitación con traductores,
conductores o guías, ni tampoco de empotrados en las filas del
intervencionista. Y mucho menos de testimonios y retratos de víctimas
y victimarios.
Habló de Siria. De una
guerra incivil sobre la que continuamente se ha pasado de puntillas
por los medios generalistas, que en Españistan, es sobretodo la
televisión.
Utilizo el deleznable
conflicto en Siria para denunciar el periodismo de trinchera, no como
lugar físico de barro, sangre y miedo, sino como escenario simbólico
para defender y ejecutar un relato de la realidad interesado y
vasallo con el discurso dominante, imperialista y que no tiene ningún
reparo en cambiar opiniones y hechos, en vestir como represores y
represaliados a individuos y grupos con tal de mantener una línea
editorial afín al interés económico de la élite oligarca y
neoliberal.
Siria y sus personajes
han pasado diversos estados en los últimos 30 años. Ubicada en
Oriente Próximo, el avispero mundial por autonomía ha sido parte
activa de la relación de tensas fuerzas entre territorios y
nacionalidades, por supuesto religiones y grupos étnicos, y
sobretodo intereses geoestratégicos, accesos y derechos sobre
recursos naturales y energéticos, así como presiones entre
potencias mundiales.
Tras las guerras por la
Independencia frente a Egipto con apoyo de Reino Unido, Francia y
Turquia en los años 40 y 50 Siria se constituía como República
Independiente, y tras unos años de relativa calma y progreso,
entraba en los 70 con el Golpe de Estado de Hafez Al-Assad y su
partido árabe socialista Baath.
Durante 30 años frenó
no sin vehemencia y episodios polémicos como la masacre de Hama, las
ansías de grupos islamistas, como los Hermanos Musulmanes.
Con medidas seculares y formando parte del grupo de dictadores
aliados de Oriente Medio y el Magreb (Túnez, Argelia, Egipto, o el
Irak de Saddam hasta la invasión de Kuwait y los Emiratos) frente al
bloque impuesto por Irán, Libia, Líbano o Jordania. Formando parte
de éste bloque aliado de Estados Unidos, Siria vivió
un progreso mejorando ostensiblemente en los índices de calidad de
vida, tanto en alfabetización, como en incremento de esperanza de
vida.
Eran los años “buenos”
y a Occidente no le pareció mal que a la repentina muerte de
Hafez, le sucediera como Presidente su hijo Bashar al-Asad. Y
pudiera pasearse por los estamentos internacionales. Incluso, y no se
me olvidan, aquellos reportajes tanto de diarios con prestigio, como
aquel El País, o de publicaciones de papel couché, que no
tenían ningún reparo en usar su aseada imagen para ensalzar la del
heredero a la corona española, Felipe “el preparado”, y
que incluían y presumían de una buena amistad entre “ambos
jóvenes líderes”. Como digo, eran los buenos años.
Pero la historia fue
avanzando y cambiando. Las relaciones de fuerzas de Oriente Próximo
cambiaron, sobretodo a raíz de la bochornosa, injusta, condenable e
ilegal intervención de la alianza encabezada por el Estados
Unidos de George W. Bush en Irak, que conocemos como “La
Segunda Guerra de Irak”. De entre las muchas consecuencias de
aquella barbarie, más allá del genocidio y los crímenes de guerra
cometidos, de la mayor inseguridad instalada en todo el planeta,
están las consecuencias económicas que pasaron y pasan por el flujo
de petroleo desde los emiratos feudales de Oriente Medio encabezado
por Arabía Saudí y los balances de cuentas de las trasnacionales americanas que primero quisieron aprovecharse y luego no quisieron
que la situación afectarán sus balances.
Así, con este motivo
subterráneo, aprovecharon las legítimas protestas en aras de mayor
libertad y democracia al calor de las conocidas como “Primaveras Árabes” para agitar la situación interna de Siria que han
provocado esta cruenta guerra. Desde luego, nadie con un mínimo
sentido libertario y democrático castiga aquellas movilizaciones y
aquella revolución hermana, donde estaban las clases trabajadoras
cansadas de tanta corrupción y nepotismo, pero protagonizadas, las
movilizaciones, por jóvenes y mujeres. Estoy seguro que a todos y
todas nos parecieron aberrantes las represiones y la violenta
contestación autoritaria del régimen de al-Asad.
Pero parece que a
algunos, incluidos miembros de la izquierda bien intencionada y
usurpadores del respaldo del movimiento obrero, obvian que aquella
revolución fue apoyada directamente por grupos islamistas vinculados
a Al Qaeda y al incipiente Daesh (Estado Islámico) que eran
utilizados por Estados Unidos y Arabía Saudí para agitar el
avispero de la zona y poder mantener y aumentar sus rendimientos
económicos en la zona.
A aquellas movilizaciones
y a esas represiones le siguió de una manera extraordinariamente
rápida el enfrentamiento abierto y la declaración de Guerra
Civil en Siria. “De la nada” surgieron las armas de los que
se pasaron a llamar insurgentes. Y automáticamente la
respuesta militar del régimen de al-Asad, con ocupación de zonas
por parte de esos insurgentes que rápidamente formaron a pasar parte
de Daesh y de su califato islamista que también es fascista,
machista, retrógrado, feudal y aberrante.
Y decía “de la nada”
pero con intención. Porque realmente los armamentos, equipamientos y
suministros de Daesh en Siria vienen de Arabia Saudí en su afán de
boicotear la zona en beneficio propio por su primacía en Oriente
Medio frente a Irán. La inteligencia americana también asesoró y
financió a esos “insurgentes” y pronto, de manera totalmente
alegal y oscura se reanudó el tráfico de petróleo por los
oleoductos de Siria que Daesh tenía en posesión, y pasando con
camiones a Turquía, producto que no ha pasado por ningún filtro, ni
control económico internacional, dando un dinero que ha ayudado a
organizar toda la infraestructura de Daesh en la zona y también
financiar sus acciones en Occidente que ha pasado a ser las
esporádicas acciones terroristas en Europa en los dos últimos años,
y las más continúas en África (Nigeria, Somalía, Níger, Egipto,
Sudán,...) o ya en Yemen, donde Arabia Saudí tanto de forma directa
como con Daesh a violentado el país para generar otra cruenta
Guerra Civil.
Durante 5 años Siria se ha desangrado sin violentar en demasía la plácida comunidad
internacional. El país se dividió entre la zona controlada por el
ejército y la zona que pasó a formar parte del califato islámico
de Daesh, (junto a territorios de Irak). Se procedió a la guerra de
trincheras y acciones terroristas que afectaron como siempre a la
población civil, verdadera víctima.
En estos 5 años la
crueldad se ha instalado en el día a día de los sirios y sirias,
produciéndose un éxodo de refugiados tratando de escapar de
la barbarie de los yihadistas y que ya refleje en este blog, se han
acabado agolpando ante las verjas y el Mediterráneo ante una Europa
neoliberal y fascista, insensible, acomplejada e insolidaria.
Los combates, pueblo a
pueblo, barrio a barrio, casa por casa han sido la constante. De un
lado Daesh con su visión intolerante, fascista y regresiva de la
vida. Del otro el estado Sirio, al que no vamos a idolatrar, que
trata de mantener la vigencia del estado secular sirio, acompañados
por el pueblo apátrida de los Kurdos y su PKK (Partido de los
Trabajadores) de ideología comunista y revolucionaria que una vez
más se ha erigido en defensor de la libertad y el derecho a la vida
de la población.
Pues bien, hasta que
Rusia no ha tomado parte activa de la contienda dando apoyo aéreo al
gobierno de al-Asad el silencio ha sido la forma con la que los
medios generalistas han tratado este tema. Primero el silencio y
luego la ignominia frente al drama de los refugiados. Un silencio
cómplice que cuando ya no ha habido más remedio se ha convertido en
un altavoz de los intereses imperialistas, dando pábulo a los
insurgentes. Esos mismos que son los terroristas que violentan el mundo hoy en día, son presentados en las sobremesas europeas como
libertarios que luchan para borrar al al-Asad y su regimen del
gobierno sirio. No hay dolores en ponerlos como defensores de mujeres
y niños, y como víctimas de un imperialismo, el ruso e iraní.
Es de un bochorno
tremendo la imagen que las empresas que son los medios de
comunicación de masas están dando de este conflicto. Al silencio,
le ha seguido una visión sesgada e interesada por poner a los
victimarios como víctimas, confundiendo a la opinión pública, para
poner siempre a “papa” yankee como el bueno, sin hablar en ningún
momento de las injerencias de Arabía Saudí (esa aberración
medieval que permitimos en el concierto internacional en pleno siglo
XXI) y el papel que jugamos nosotros como consumistas irracionales de
petróleo y combustibles.
¿Dónde queda la ética
periodística? ¿la deontología profesional? ¿Dónde ponemos la
verdad y la responsabilidad como cuarto poder de ofrecer a la
ciudadanía un relato fidedigno y crítico para que éste extraiga
sus propias conclusiones?
La Guerra Civil de Siria
ha supuesto la demolición total de un país y un drama humanitario
entre muertos, heridos y refugiados superior a lo visto en los
Balcanes o en Ruanda en los 90. Pero también ha supuesto una palada
más de tierra e indognimía en la profesión periodística. Un
periodismo que ya va herido de muerte, por dilapidar su caudal y
función social vendido a los intereses económicos de los poderosos
y alejado de los problemas de la gente a los que debería de dar voz
e instrumentos para expresarse y comprender la realidad.
Deseo ferviente de que
termine la Guerra en Siria. De que se desintegre y acabe
definitivamente con Daesh y esa visión fascista del islamismo
sustentada por el concepto medieval saudí financiado con nuestro
consumismo de coches y manufacturas. Acabemos con la guerra y acabaremos también con los atentados terroristas. Y deseo ferviente
de recuperar un periodismo de calidad, sostenible, que comprenda la
trascendencia de una profesión vocacional para la mejora y el
progreso de nuestro mundo.
Esos son mis deseos
para 2017.