¿Qué político se atreve hoy en día a cuestionar la amenaza del cambio climático o su lugar privilegiado en la agenda política mundial? ¿Alguno defiende sin tapujos ni medias palabras la energía nuclear? ¿Quién osa revocar ahora la paridad en las listas electorales? ¿Alguien propondría cambiar la legislación de la violencia de género, para eliminar la desventaja del hombre maltratado? ¿Por qué ningún político da detalles sobre cómo debe ser la reforma laboral en España? ¿Se imagina a alguien en Aragón defendiendo por solidaridad con las regiones secas el trasvase del Ebro? ¿Por qué molesta tanto al PSOE hablar de la sucesión de Zapatero? ¿Nadie en el PP critica la Fiesta Nacional?
Los tabúes crecen como hongos en la política, marcan los límites de los discursos como alambradas electrificadas que se miran con terror. Cada partido tiene los suyos propios y hace malabarismos con sus mensajes para sortearlos y ser siempre, por encima de todo, políticamente correcto. El debate sobre la energía nuclear, y el circo montado por los partidos en torno al nuevo depósito de residuos, son el mejor ejemplo.
El número de ayuntamientos que reclaman el cementerio para su comarca se ha multiplicado, pero los partidos y sus dirigentes se han apresurado a desautorizarlos. Todos lo rechazan, pese a que el Congreso aprobó una resolución en 2004 en apoyo a la construcción del depósito. José Montilla y Artur Mas dieron el «sí» a Ascó en 2008, según el alcalde, y ahora, en pleno debate público, son los primeros detractores. Mariano Rajoy pide a José Luis Rodríguez Zapatero que explique con claridad su postura sobre la energía nuclear, mientras su propuesta consiste sólo en «abrir un debate serio». El jefe del Gobierno se limita a afirmar que ayudará a todos, a los que están a favor y a los que están en contra.
Apoyar la energía nuclear en público no es políticamente correcto. El experto en comunicación política Daniel Ureña explica que el exceso de corrección política tiene que ver «con el miedo de los partidos a comprometerse demasiado con asuntos espinosos». Un apoyo claro y nítido a la energía nuclear podría irritar a propios y extraños, y por eso se miden las palabras y se propone «abrir debates», hasta comprobar de qué lado se inclina la balanza de la opinión pública.
Los políticos temen ante todo ser minoría, quedarse aislados y enfrentados a la opinión mayoritaria. Le ocurrió a José María Aznar con la guerra de Irak y le ocurrió a José Luis Rodríguez Zapatero cuando se empeñó en negar la crisis económica. Ambos quedaron aislados y sufrieron un fuerte desgaste. José Luis Sanchís, decano de los consultores políticos, advierte que se trata de temas polémicos, por encima de ideologías, que pueden cambiar el voto.
Cuando un político observa que su posición pierde terreno, se muestra inseguro y menos propenso a opinar abiertamente, mientras la posición dominante se refuerza. Es la espiral del silencio, la teoría política que formuló Elisabeth Noelle-Neumann. Sólo políticos de la talla de Nicolas Sarkozy tienen capacidad de plantar cara a la corrección política y cuestionar, por ejemplo, las virtudes del Mayo del 68, sin miedo a quedar aislado. Ellos arrastran a la opinión. Para eso hay que tener madera de líder.
Hay que abrir un debate
El PP ha introducido la cadena perpetua revisable en el debate político, pero lo ha hecho con pies de plomo. Así se ha expresado su secretaria general: «El PP está a favor de abrir un debate sobre la cadena perpetua». Y Rajoy añade: «No hay que tener miedo a abrir un debate». De nuevo quieren «debatir», sin pronunciarse con claridad. Para el PSOE, la cadena perpetua es tabú, pues supone el fracaso de sus teorías sobre el sentido de las condenas a los presos.
Con la reforma laboral ha ocurrido algo parecido. En plena crisis, Rajoy planteó la necesidad de acometerla. Palabras prohibidas para el PSOE, que acusó al PP de querer el despido libre. Durante meses la reforma laboral fue tabú para la izquierda: ni siquiera se planteaba. Pero las cifras escandalosas del paro obligaron a Zapatero a asumir que tenía que actuar.
Narciso Michavila, director de Gabinete de Análisis Demoscópico (GAD) y experto en análisis electorales, sostiene que «marcar la agenda de los temas de debate es esencial en la contienda electoral». Cada partido busca los suyos, pero «el candidato debe estar dispuesto a presentar batalla en las cuestiones donde su contrincante esté fuerte, porque por ahí le van a atacar». Michavila afirma que «la forma en la que un líder político afronta los problemas es para el elector más importante que su posición ante cada problema».
En la última campaña, Rajoy se atrevió a «tocar» el cambio climático, para desdramatizarlo, con una alusión a su primo científico. Fue una batalla perdida, por la forma y por situarse frente a una mayoría social consolidada.
Uno de los tabúes más robustos de los últimos años tiene que ver con las pensiones. A ningún político en España se le ocurriría proponer un recorte del sistema. Hasta ahora. El Gobierno ha defendido retrasar la edad de jubilación a los 67 años, una medida impopular, que no es la única adoptada por el PSOE: aprobó la subida de impuestos. Antonio Sola, consultor político de prestigio internacional, sostiene que hay un punto de no retorno en el que los gobiernos deben tomar decisiones a pesar de su coste político. Los hechos se imponen -la crisis y el paro, y en este caso la demografía, como se ha encargado de mostrar el Gobierno- y hay que reaccionar. Ahí es donde se ve la madera de un líder: «Tiene que ser un político valiente, capaz de mover a la masa crítica adonde él quiere, persuadirla con argumentos de que su propuesta es necesaria. Ahí se ve el liderazgo de un político», comenta. Y en estos debates va a ser donde se librará la mayor batalla por el liderazgo social y de la opinión pública entre Zapatero y Rajoy.
Políticamente incorrecto
1. Energía nuclear. En política es difícil encontrar a alguien que apoye abiertamente el uso de centrales nucleares. El PP quiere «abrir un debate» y mantener las ya existentes.
2. Cadena perpetua. Es uno de los mayores «tabúes» de la política española. El PP se ha asomado tímidamente, al pedir otro debate sobre la cadena perpetua «revisable». El PSOE ni se lo plantea.
3. Reforma laboral. Palabras prohibidas para el PSOE en los últimos años, hasta ahora, cuando los datos del paro han obligado al Gobierno a reaccionar. El PP la defiende, pero sin dar muchos detalles.
4 Pensiones. Nadie, hasta ahora, se había atrevido a proponer un recorte del sistema. Zapatero se juega buena parte de su credibilidad política si no logra convencer.
5 Cambio climático. La nueva «religión» laica. Quien lo cuestiona es tachado de «hereje». Rajoy se atrevió en campaña electoral, pero se equivocó en la forma.
6 La paridad. Lo políticamente correcto llevado al extremo. Su crítica ya es tabú. Está por descubrir el político que se atreva a proponer acabar con la paridad en las listas electorales.
7. La guerra de Afganistán. Tabú para el PSOE, que lo llama misión de paz, pero jamás guerra, porque ellos son pacifistas. El PP tiene su propia prohibición: hablar de la guerra de Irak.
8 El aborto.Los partidos están a favor o en contra de la reforma de la ley, pero nadie defiende públicamente sanciones a la mujer que acabe con la vida de su hijo no nacido. Es tabú.
9 El agua. Para hablar de agua en España siempre hay que pensar primero en qué región se encuentra uno. En algunas comunidades hablar de trasvase tiene riesgos.
10. Estado de las Autonomías y nacionalismos. Las comunidades son muy buenas por naturaleza. Prohibido criticar el sistema territorial.
11. La Eutanasía. Falta el tabú más polemico, incluso a nivel mundial: La EUTANASIA, no sólo para los casos de tetraplejia, respetando la decisión del enfermo, sino en situaciones tan polémicas como qué hacer las personas, que cada vez vivimos más solas, por elección o por circunstancias de la vida, cuando tengamos una edad en la que no haya quién nos cuide y no podamos valernos por nosotros mismos. ¿Dónde está nuestra libertad? Ya se han emitido en TV programas sobre el turismo a clínicas veterinarias de México para conseguir el pentobarbital sódico. ¿Por qué no proporcionarlo con normalidad, respetando a quienes no deseen la eutanasia y a quienes la deseen? La vida es propiedad de cada cual en particular, respetando las creencias de cada persona.
Y mientras el ojo clínico de Mariano Rajoy para la ejemplaridad pública quedó ayer nuevamente demostrado. La Fiscalía Anticorrupción remitió al juzgado el escrito de calificación en el que
pide para Carlos Fabra tantos años de cárcel como los que lleva presidiendo la Diputación de Castellón. Es decir, 15 años, los mismos que el fiscal solicita de inhabilitación, además de una multa de 2,3 millones de euros.
Rajoy calificó a Fabra de “ciudadano ejemplar” y la acusación lo considera autor de los delitos de tráfico de influencias, cohecho continuado y fraude fiscal. Como se recordará, Rajoy también definió a Jaume Matas como “un ejemplo”, “una gran persona”… y proclamó su intención de “hacer en España lo que Jaume hizo en Baleares”. Seguro que Rajoy no quiere someter a España al saqueo que Matas organizó en Mallorca.
Por supuesto que cualquiera puede equivocarse de amigos, incluso ser tan ingenuo que no le provoquen sospechas las compras de palacios, de yates o de joyas de oro macizo con un sueldo público. Hasta cabe ser tan crédulo que no se extrañe de que a alguien le toque el Gordo de la Lotería todos los años impares. Pero la ingenuidad (al menos la de los ciudadanos) tiene un límite, como lo tiene el abuso político del derecho a la presunción de inocencia. La Justicia deberá conseguir que Fabra devuelva lo que al parecer robó a los contribuyentes. La ética exige que Rajoy lo obligue a dimitir y a darse de baja en el PP. Por ejemplo.
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