Nunca viene mal cambiar de rutina, escapar de lo cotidiano y huir de lo que no podemos. Siempre que se tiene esa posibilidad, por pequeños días que sean, buena costumbre es aprovecharlo, y en esta ocasión, en la semana santa del 2007 elegimos: Andalucía Occidental.
Si en anteriores ocasiones para estos cuatro días nuestro destino había ido ligado al norte peninsular, desde el cual Salamanca es bastante más accesible, para este curso decidimos bajar al sur, aprovechar la nueva autovía (esperemos que la concluyan pronto) y buscar un clima más benévolo y que nos dejara la oportunidad de darnos el primer bañito sin quedarnos pasmados, aunque a un servidor y a Miguel, eso nunca nos pasara. También un punto a favor, fue el que Dani conociera la zona. Eso y la ayuda de sus primos decanto la primera decisión. La segunda fue el medio en el que ir. Si en otras ocasiones habíamos buscao la comodidad y prestaciones de berlinas y turismos (seat cordoba, ibiza) para esta fue una ford tourneo, un furgón que no pasaba de 130 km/h (para que más) el que nos llevo por la ruta de la plata hasta la aldea de El Rocio, donde habíamos encontrado el camping.
Comprar algo por Internet siempre tiene sus riesgos y en este caso se cumplieron a rajatabla. Con un equipamiento algo más que dudoso (faltaban por faltar y se echaba de menos un microondas, un tendero, un escurre platos, más cubiertos y no únicamente los 5 a 1 por persona), lo peor fue cuando nos pusimos a cocinar. Arduo trabajo, ya que la falta de señas para saber en que dirección mandar el fuego nos limitó en un principio. Después comprobamos que los fuegos, en este caso eléctricos, tardaban en calentar tanto como ardía nuestra impaciencia. Y lo peor fue, que dada su situación si poníamos en un fuego una olla o una cazuela, el otro quedaba excluido, ya que o bien la pared, o bien los controles de la cocina eléctrica al quedar encendidos hacían imposible colocar algo en el otro fuego. Total 3 horas para calentar unas alubias o unos spaguettis, y en torno a 30 o 40 minutos para freir un huevo, que de haberlo puesto en nuestras cabezas hubiera ardido antes.
Este fue el único problema que encontramos en el viaje. Lo demás maravilloso. Visitar el pueblo de El Rocio, de ambiente austero y sacado de un westerm con toques andalusíis era el preludio para poder ver la majestuosidad de las marismas de Doñana, con su fauna maravillosa y sus caballos salvajes, espléndidos en belleza y poder. Pero para mi, la religiosidad y simbolismo de este paraje o del de las capitales andaluzas con sus gentes entregadas y apasionadas, quedan en un segundo plano, ante la majestuosidad de las playas onubenses. Matalascañas, Puerta Umbría y Mazagón, poseen unas playas inmensas, preciosas, de fina arena, templada mar y abiertas al siglo XXI. Un encanto que en otra ocasión, aseguro buscaré para épocas más largas.
Y de noche qué. Pues de noche cierta desilusión. El jueves, después de consultas en los siempre divertidos chiringuitos y bodegas de El Rocio (esos "shocos") fuimos a Bollullos del Condado en la provincia de Huelva, pero muy próximo a Sevilla. Allí encontramos discotecas perfectas para la Salamanca que busca el amanecer en una noche. Y ante ese cocktail y sumándole la belleza de las chicas andaluzas (todas lozanas, saludables, morenas, de mirada penetrante e interesantes en sí mismas, un orgullo para la vista y un deseo para el resto de sentidos). Pues ahí fue donde buscamos en sonrisas los besos necesarios y aunque fueron más esquivas que lo que se podía o se deseaba esperar, disfrutamos de una noche, divertida y típicamente "katxonda". A la siguiente noche, buscamos la compañía de los primos de Dani, para cenar y salir por Huelva capital. Después de algunos problemillas en la cena, la fiesta en Huelva causo alguna decepción. No había mucho ambiente, debido según nos contaban por las largas y tediosas procesiones que durante toda la semana minaban las fuerzas de los que a ellas asistían. Aún así encontramos un par de buenos bares y alguna belleza onubense de esas que te hacen estar más pendiente de donde pisan ellas, que donde lo haces tú.
Y para el último día: Sevilla. Maravillosa la capital andaluza. Entrando en ella por el embrujador barrio de Triana, buscando los puentes que atraviesan el Guadalquivir, alzando la mirada a la belleza de sus torres, iglesias y plazas y sentado en sus terrazas con su gente uno encuentra la tranquilidad, el desasosiego y una sensación de bienestar, que al igual que con las playas onubenses en posteriores tiempos prometo, buscaré.
Para comer después de algunas vueltas elegimos un auténtico lujo: El restaurante Taberna Miami, en el barrio de Triana (San Jacinto, 21), se lo recomiendo a cualquier persona que este o vaya a estar en Sevilla. Con unos camareros y camarera más que agradables, porque en realidad en ellos se vislumbra la sinceridad, el cariño y la profesionalidad. Y la comida qué. Pues excelente. Abundante y maravillosa. Exuberantes fuentes de carne, marisco, chuletillas, tortillas,... un auténtico deleite, en un ambiente amigable, puramente andaluz, pero cuya recargadas paredes no distraen al comensal. Y lo mejor que puedo decir, es que nada más salir de él después de comer, decidimos que para la cena también seria nuestro destino, con lo que volvimos a acertar de pleno.
Y la ciudad maravillosa. Torre del Oro, Reales Alcazares, Catedral, Giralda, Plaza España, la Real Maestranza, Plaza del Ayuntamiento, sucumbieron ante nuestros flashes y se guardaron en forma de bits en nuestras cámaras, pero su esencia quedo grabada en nuestra alma, por ser lugares de inigualable belleza y espíritu extremo. Y el Guadalquivir. El río articula la ciudad, le da una salud y espíritu que encandila el alma. Y pasear por él en barca es una grata experiencia, que junto a estos personajes pues lo hace inolvidable; como reconfortarte fue esa terracita en la calle Betis, a las propias puertas del Guadalquivir. Lo peor fue al igual que en Huelva, la salida nocturna. Después de cambiarnos en la furgo (jejejeje) no se encontró el ambiente esperado, quizás por el cansancio de la gente o porque no procedía, o quizás porque no conocíamos toda la oferta fiestera de la ciudad, lo cierto es que nos fuimos un poco decaídos por este hecho, pero para mí no empaña en absoluto un magnífico día en una maravillosa ciudad.
Y lo mejor del viaje fue, el casi "trágico" accidente de Dani con la minimoto de su primo, cuando en un loable intento de emular al gran Dani Pedrosa, pues este choco contra un seat panda estacionado, se arrastró por el suelo su largo 1'95 sin soltar el manillar de la minimoto y casi se fue contra un coche en marcha. Un crack. Lo mejor que todo quedo en un susto, y en las carcajadas de nosotros (ke kabrones), su tio y primo (komo se partieron), y los viandantes (ke lo fliparon).
Huelva y Sevilla, sin ningún tipo de duda, volveré. Gracias a mis colegas Dani, Raúl Cifu, David y Miguel. Y gracias a los primos de Dani (Angel y Mamen y sus parejas) por hacer de particulares cicerones y mostrarnos todas las luces de este sitio, magnífico para vivir sin preocupaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario