Aquí donde yacen las
palabras sin sentido.
De donde no se evocan
recuerdos sin dolor.
Ahora que de la fragua de
la luz, nace el amor.
La añoranza de un
destino que se repite.
Buscando e investigando
constante por el mundo.
Nunca llegando al
abandono vencido por el temor.
Siempre con prudencia e
ilusión gritando este clamor.
Luchando para que la
rutina no te venza y debilite.
En este ataúd con puerta y mínuscula ventana,
desnudo e inmisericorde mis pensamientos,
rebotan y encorajinan mi cuerpo y mente,
me falta tu boca. Anhelo tus palabras y tus besos.
Me hago daño caminando,
comprendiendo que te
extraño.
Sólo y abandonado,
comparando
las otras parejas felices
y juntas.
El desasosiego de no
tenerte cerca.
A quien amo y deseo.
Las risas extrañas que
retumban en mi cabeza,
azorado me dejan por
paladear tu ausencia.
Los días son lentos y
pasan pesados.
Interminables bajo el sol
de verano,
que arde y no calma
se ensaña,
y se divierte sin freno
con mi cuerpo huérfano
de tus manos.
La rutina araña mi alma
Y me faltan tus ojos y
tus manos,
tus palabras,
con las que encuentro
calma,
aprendo y encuentro
sosiego.
Reanudo en paz mi calma.
Pero son las noches,
endiabladas y ruidosas.
Donde en la soledad de la
cama,
el frio abrazo de las
sabanas,
me recuerdan la
distancia,
la necesidad de nuestros
sueños.
Soy el hombre, orgulloso,
que puede afirmar, sin
rubor ni vergüenza.
Qué se equivoca en las
distancias.
Qué añora lo que nunca
se atreve a afirmar que busca.
Encontrar a través de
letras reflectantes,
La necesidad de amarte.
Como el despertar
comatoso.
Me contagio de esperanza.
Al hallar excelencia.
A volver a saborear lo
que olvide nunca.
Vencer a mis enemigos
entendiendo.
La necesidad de amarte.
Sólos, quizás simples y
ufanos.
Ilusión, alegría y
convencimiento.
De que es bajo tus besos.
Como cada día quiero que
empiece.
Es nuestro momento.
La necesidad de amarte.
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