martes, 15 de marzo de 2011

Mundo de Mierda II


A veces, y las gentes de mar saben distinguirlo, el mar parece tranquilo en superficie, pero sin embargo anda revuelto en el interior. La aparente tranquilidad puede estallar en cualquier momento.

Ocurrió en Túnez y posteriormente en Egipto. Pero nada es casualidad. Trataré de explicarme: La crisis financiera mundial, en especial tras el estallido de la burbuja especulativa de la economía casino, ha puesto muchas cosas al descubierto: como que se trata de la crisis de un SISTEMA, y que la economía de ese sistema está solo al servicio de unos pocos ricos y poderosos, de forma muy especial los bancos y los banqueros. Que todas las medidas para superarla por parte de los gobiernos, y de forma muy especial los europeos, han ido encaminadas a salvar los bancos y no a la ciudadanía.

Tras el fracaso del “casino económico”, excepto en Islandia nadie ha exigido responsabilidades a los banqueros, a los economistas neoliberales y neoclásicos, a los “profesionales y directivos”. Antes bien al contrario, se han exigido sacrificios a la población, a la ciudadanía, mediante el incremento del paro, despidos aún más baratos, incremento en dos años en la edad de jubilación, ERE en multitud de empresas, congelaciones de sueldos y pensiones, privatizaciones de servicios públicos y desaparición de las Cajas de Ahorros, entre otras lindezas.

Esta subiendo el combustible, la electricidad y los alimentos y, sin embargo, todas y todos ganamos menos. Es decir, nos estamos empobreciendo, pero solo las clases populares. Los poderosos y los bancos no pagan más impuestos, sino menos y reciben cuantiosas subvenciones públicas. Los autónomos y pequeños empresarios ven como quiebran sus pequeños negocios, y sin embargo el crédito bancario no les llega.

A esto, hay que sumar una democracia de baja calidad, con menos participación ciudadana cada vez, casos de corrupción no resueltos, profesionalización excesiva de la política en ausencia de formulas participativas de elección de cargos públicos y transformación de los entes políticos en empresas de gestión sin apenas diferencias y con comportamientos similares.

¿Cuál es la respuesta institucional?

Relanzamiento de la energía nuclear como energía barata (menos mal -y es una desgracia-, que el terremoto y tsunami en Japón han puesto al descubierto su criminal peligrosidad). No dejo de preguntarme ahora que dirán Rajoy, el PP, así como el lobby pro-nuclear del PSOE.

Privatización de las “joyas de la corona” de AENA y más medidas de control del gasto público; es decir, menos inversión pública y por tanto menos empleo, todo para pagar la famosa deuda. Deuda pública que, en estos momentos en el estado español, ya sabe todo el mundo que es privada mayoritariamente.

En el fondo, aquí y ahora, todas y todos los que tenemos la suerte de tener trabajo lo hacemos para sufragar la deuda de los bancos y cubrir sus déficit generados por una burbuja inmobiliaria tan absurda y destructiva de territorio, como dañina a la postre y que tanto paro ha creado.

Por todo esto, la gente esta reaccionando y se está organizando por su cuenta a través de mil formas aún inconexas, pero que advierto a quien corresponda se están generando.

Mientras, los profesionales de la política, en sus torres de marfil, siguen sin enterarse de lo que la calle empieza a convocar. La verdad es que nosotras y nosotros no merecíamos esto, y claro, se pasará factura. La desconfianza es tremenda y la falta de ilusión en las respuestas políticas convencionales también.

ATTAC lleva doce años pidiendo a la ciudadanía que se empodere y responda. Que tome en sus manos su destino y se reapropie de la política. ATTAC en estos últimos meses ha denunciado lo erróneo de las medidas tomadas por los poderes públicos y está presentando sus alternativas. No somos un partido, no nos mueve la lógica electoral, ni mucho menos el cortoplacismo. Tampoco el regusto de la discusión teórica e intelectual de estrategas de salón. Pero hemos advertido de lo que es imprescindible hacer.

Afortunadamente, la calle siempre va e irá por delante. Por eso creo que hay que ver con simpatía las distintas redes sociales y de convergencia ciudadana que están apareciendo como muestra de la indignación ciudadana. Tras la ilusión de la Huelga General del 29-S caminamos hacia lo frustrante e inesperado, y tras el aumento de la edad de jubilación y la reducción de las prestaciones por desempleo y las desapariciones de pequeñas, pero imprescindibles ayudas, hemos comprobado, sentido la soledad cívica. Pero no estamos solos somos multitud.

Debemos advertir de pescadores de río revuelto, así como aplaudir diversas iniciativas ciudadanas tendentes a lograr más democracia, justicia fiscal, justicia climática e igualdad. No es el momento de vanguardias, sino de las gentes indignadas, y esto se verá y se notará, y el clamor llegará a los centros de poder, haciéndoles saber que estamos aquí y que no les pedimos nada: exigimos reparto, igualdad y democracia.

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