domingo, 16 de marzo de 2008

La Gran Catastrofe Rusa, por Alexander Solzhenitsyn


Extraído del ensayo "El problema Ruso al final del Siglo XX" (1992) escrito por Alexander Solzhenitsyn, en el que se muestra con gran precisión, las distintas virtudes y numerosos vicios que durante la historia han tenido las clases dirigentes en el inmenso país euro-asiático. Ya fuera con los zares en el imperio, con la prete-burguesía de finales del XIX o con la doctrina comunista y la ideología del partido, la sociedad rusa ha sufrido en sus carnes los réditos de políticas llenas de egoísmo, violencia y corrupción a todos los niveles que aderezados a los nacionalismos que se extienden por todas las repúblicas que forman la "madre" Rusia se plasmaban en la Rusia post-perestroika de principios de los años 90 (fecha de edición de esta obra) esta en este momento plenamente de actualidad y actualizada al ver los despropósitos de la pseudo-democracia putiniana, en la que no menos de 20 magnates del petroleo y el gas, apisonan a todo el pueblo ruso.

"Hemos llegado hasta la Gran Catástrofe Rusa de los años 90 del siglo XX. Hasta este punto, el siglo ha entretejido muchos acontecimientos: desdde 1917, con 70 años de degeneración bolchevique, pasando por los millones de deportados al archipiélago Gulag y los millones que fueron enviados a la guerra sin protección, de manera que rara fue la aldea rusa que volvió a ver a sus hombres, hemos llegado al actual manotazo del dólar contra el pueblo, entre el regocijo y las carcajadas de los nuevos ricos y los ladrones.

Esta Catástrofe implica ante todo nuestra extinción. Continuará descendiendo la población: ¿Cuántas mujeres van a querer dar a luz en esta pobreza actual sin perspectivas? No menos importante es el número creciente de niños con minusvalías o enfermedades a causa de las condiciones de vida y de la desmesurada entrega a la bebida por parte de sus padres. O el fracaso total de nuestras escuelas incapaces de infundir moralidad y conocimientos a la generación actual. Tenemos además una escasez de vivienda que el mundo civilizado ha superado hace tiempo, pero abundancia de funcionarios corruptos en el aparato estatal, algunos de los cuales otorgan por poco dinero concesiones extranjeras sobre nuestros yacimientos petrolíferos o metales preciosos (¿Y qué más da? Nuestros antepasados habían derramado sangre en 8 guerras devastadoras para ganar el mar Negro y nosotros dejamos que en un solo día todo se fuera en humo.) Hablamos de Catástrofe ante la división de Rusia en dos naciones distintas: una enorme masa en las provincias, en las aldeas y una minoría occidentalizada que habita las ciudades, que no se parecen en nada y que piensan de manera diferente. Es también Catástrofe el amorfo estado actual de la conciencia nacional rusa, la gris indiferencia ante la identidad nacional, indiferencia aún mayor cunado se trata de nuestros compatriotas que sufren penurias. Catástrofe tras una época soviética que mutiló nuestro intelecto y que asentó el engaño y la mentira en nuestras conciencias hasta tal punto que muchos ya no pueden advertir este velo ante sus ojos. Hablamos de Catástrofe porque para dirigir el Estado son demasiado pocas las personas que sean a la vez sabías, valientes y desinteresadas, porque estas tres cualidades no pueden volver a coincidir en un nuevo Stolypin.

El carácter popular ruso que conocieron nuestros antepasados, que tanto describieron nuestros escritores y en el que supieron penetrar también algunos extranjeros, salió oprimido, ensombrecido y quebrado tras el periodo soviético. Nuestro espíritu perdió su franqueza, su espontaneidad, su enorme sencillez, su natural desenfado, su talante social, su confiada resignación ante el destino, su paciencia y resistencia a toda prueba, su desinterés por el éxito externo, su capacidad de autocrítica y contrición, su humildad ante el triunfo, su compasión y su nobleza de espíritu. Los bolcheviques persiguieron, reprimieron y redujeron a cenizas nuestro carácter. Ante todo, liquidaron nuestra compasión, nuestra disposición a socorrer al prójimo, nuestro sentimiento de hermandad y si algo potenciaron fue lo que teníamos de malo y cruel, siendo al mismo tiempo incapaces de corregir nuestro vicio nacional: la poca capacidad de iniciativa propia y de auto organización: todo lo dirigieron los comisarios políticos.

El manotazo del rublo y del dólar de los años 90 ha sido una nueva sacudida contra nuestro carácter. Quienes habían logrado conservar los antiguos rasgos de bondad han resultado ser los peores preparados para el nuevo tipo de vida, se han convertido en fracasados, inútiles e indefensos, incapaces de ganar un sustento (¡algo terrible para un padre!). Han recibido con los ojos desencajados y entre sofocos la avalancha de esta nueva especie que se mueve al grito de: ¡Enriqueceos!, ¡enriqueceos a cualquier precio, sin reparar en mentiras ni abusos, sin escrúpulos, sin que os importe vender las joyas de vuestra madre patria! ¡enriqueceos! ha pasado a ser la nueva (¡y qué insignificante!) ideología. Esta transformación destructora y caótica, que aún no ha hecho ningún bien ni reportado ningún éxito a nuestra economía -ni tiene visos de ello-, se ha alimentado copiosamente en la degradación del carácter popular.

Y no quiera Dios que la degradación actual sea irreversible.
Al final del siglo XX, el Problema ruso se plantea de una forma muy clara: ¿debe existir nuestro pueblo o dejar de existir? Por todo el globo terráqueo se está propagando una ola de nivelación monótona y trivial entre culturas, tradiciones, nacionalidades y caracteres. Y sin embargo: ¡cuántos se oponen a ella sin tambalearse e incluso con orgullo! Pero nosotros no... Y si esto sigue así, dentro de un siglo ya no hará ni falta borrar la palabra ruso de los diccionarios.

Estamos obligados a salir de esta presente situación humillante e incierta, si no por nuestro propio bien, al menos por el de nuestros hijos y nietos.

Hoy no oímos más que razonamientos sobre economía y bien es verdad que nuestra deprimida economía nos está asfixiando. Sin embargo, la economía sirve solamente para trabajar con una masa étnica sin rostro, mientras que lo que nosotros necesitamos es salvar también nuestro carácter, nuestras tradiciones populares, nuestra cultura nacional, nuestro camino histórico"

"El Problema Ruso", Alexander Solzhenitsyn

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