miércoles, 24 de julio de 2024

Semana de la Historiografía. 2. ¿Hacia una Historia total?


El siglo XIX es considerado la “era de las revoluciones” y comienzo de la Edad Contemporánea (Fontana 2017: 25). Es un período histórico (1) de profundos cambios a todos los niveles (político, económico, social, cultural, del pensamiento) donde la historia se convierte en el fundamento de los pueblos y las naciones. En este contexto y hasta mediados del siglo XX se desarrollan diversas corrientes de pensamiento que marcarán a la Historia como disciplina. Entre las más destacadas están el Positivismo, la escuela de los Annales y el marxismo británico.

El Positivismo (2) surgido en Francia de la mano de Auguste Comte (1798-1857), quien se trasladó al estudio de la historia gracias a Leopold van Ranke (1795-1886) en los años 30 del siglo XIX en Prusia (3). El programa implementado por Ranke se basaba en un análisis detallado de los documentos, como fuentes primarias de hechos comprobables y avalados por la experiencia. De este modo, priorizaba la historia política y oficial, interpretando la historia como la sucesión secuencial de los distintos períodos.

Este desarrollo del positivismo abre la puerta a nuevos estudios para completar la explicación de las distintas épocas y acontecimientos. Por ejemplo, gracias al trabajo de Jacob Burckhardt (1818-1897) se desarrolla la historia cultural capaz de explicar la realidad histórica a través del análisis de las relaciones entre las distintas manifestaciones culturales, políticas, del pensamiento o religiosas. Por otro lado, se pueden atribuir a la aportación del positivismo el nacimiento de nuevas disciplinas dentro de las ciencias sociales como fueron la sociología o la ciencia económica moderna de donde destacan los trabajos de Max Weber (1864-1920), Émile Durkheim (1858-1917) o R. H. Tawney (1880-1962).

Sin embargo, el positivismo no estuvo falto de críticas. En un primer momento el trabajo de van Ranke estuvo contestado por la escuela prusiana, ligada al romanticismo y a la construcción del sentido nacional alemán. Criticaban la obra de van Ranke muy sujeta a la objetividad y por lo tanto falta de emoción y propósito. Más adelante, tras los desastres de la Primera Guerra Mundial comenzaron a plantearse nuevos desarrollos historicistas que ayudasen a explicar lo acontecido, visto como una ruptura de la civilización occidental. El estudio de la filosofía de la historia por parte de Ortega y Gasset (1883-1955) o Benedetto Croce (1866-1952), o un nuevo impulso para los trabajos en torno al marxismo de la mano de George Luckacs (1885-1971), Walter Benjamin (1892-1940) o Antonio Gramsci (1891-1937) resultaron las principales iniciativas.

Pero sin duda, el gran salto adelante en cuanto a las corrientes historiográficas en este período corresponde a la renovación que propone la escuela francesa. La publicación en 1929 de la revista Annales por parte de los historiadores Lucien Febvre (1878-1956) y Marc Bloch (1886-1944) marca una nueva forma de relatar la historia. Los grandes personajes, acontecimientos y cronologías clásicas ceden su importancia a los quehaceres de la vida cotidiana de la gente común. Estos se explican gracias al concurso de las ciencias sociales como la geografía, la demografía, la economía y las tradiciones e innovaciones culturales. Según esta interpretación, el tiempo histórico no puede ser una concatenación lineal, sino que corresponde a una dinámica de cambio perpetuo (Bloch 1952: 28). Desde el tiempo presente el historiador investiga las fuentes en su conjunto con actitud crítica y centrada en explicar los hechos concretos sin mediación del relato histórico. De este modo, hacen de la historia un punto de encuentro de todas las ciencias humanas.

Después de la Segunda Guerra Mundial la escuela de los Annales evolucionará de la mano de historiadores como Jacques Le Goff (1924-2014), George Duby (1919-1996), Pierre Villar (1906-2003) y fundamentalmente Fernand Braudel (1902-1985). La evolución vendrá por un interés en los procesos, ya fueran de largo recorrido como los geográficos, los más coyunturales como el pensamiento o la economía o más breves y cambiantes como la política (Braudel 1987: 17). Esta idea alentó unas de las principales innovaciones de la escuela de los Annales. El desarrollo del relato de la historia desde nuevos puntos de vista: Uno supranacional, que supera la historia circunscrita al estado-nación clásico; y otro el desarrollo de los estudios regionales que permitían un estudio monográfico de ámbitos geográficos y temporales más cortos. En este sentido, la principal innovación es la ruptura del tiempo lineal como narrador histórico (Braudel 1987: 16).

La evolución de esta corriente durante la segunda mitad del siglo XX se enriqueció con diversas criticas. Por ejemplo, el estructuralismo buscaba incorporar los estudios antropológicos y etnográficos a la ciencia de la historia. Por su parte, la siguiente generación de los Annales, donde destaca George Duby, se centraba en los cambios sociales, para lo que resultaba fundamental volver a un estudio profundo de las fuentes objetivas (Duby 1988: 44), a la forma del positivismo. Pero va más allá, puesto que para Duby, seguidor del estructuralismo (4), prima la necesidad de generar una Historia científica capaz de explicarlo todo. Además, volvieron a reflexionar sobre la cuestión de la verdad histórica, muy mediatizada por la ideología y expectativas del propio historiador (Duby 1988: 47), pero también por el propio compromiso por descubrir el pasado (Duby 1988: 37).

Al tiempo, la otra gran corriente historiográfica de renovación después de la Segunda Guerra Mundial surgía en Gran Bretaña de la mano de un grupo de historiadores ligados al Partido Comunista Británico. Como buenos marxistas enfocaron su trabajo en la lucha de clases como motor de la historia, y en que esta tenía un potencial transformador de las sociedades por lo que era imposible relatar la historia de forma neutral. Destaca Eric Hobsbawn (1917-2012) quien reflexionó sobre las condiciones materiales de las clases productoras (Hobsbawn 1998: 208). Así avanzando desde monográficos siguiendo la tendencia de los Annales consigue contestar el relato oficial, es decir, la historiografía tradicional (Hobsbawn 1998: 218).

El marxismo británico vivió una doble contradicción. Por un lado, a nivel político y de compromiso ideológico ante los acontecimientos económicos y geopolíticos que sucedían en la Europa de la Guerra Fría. Pero también a nivel metodológico, al quedar hechos sin explicación fuera del paradigma marxista, en el que la superestructura (la política, la cultura o las instituciones) se supeditaban a los condicionamientos estructurales (la economía).

La evolución en la escuela marxista británica estuvo marcada por autores como Raymond Williams (1921-1988) que añaduna perspectiva cultural al discurso economicista. Y fundamentalmente por Edward P. Thompson (1924-1993) quien desarrolló la historia social opuesta a la visión liberal. Para Thompson los trabajadores con su conciencia de clase y su oposición a la explotación hicieron avanzar la sociedad y la democracia. Para completar este estudio resultan fundamentales no sólo conocer las bases materiales, sino también todos los hechos que tenían que ver con la vida de los trabajadores. De esta manera Thompson critica la historia oficial que ve como propaganda (Thompson 2000: 26), pero también las corrientes positivista y marxista a las que observa centradas únicamente en los datos objetivos y explican en su totalidad los cambios de largo recorrido de la historia (Thompson 2000: 22).

La principal crítica que recibió el marxismo británico vino de las teorías de la modernización planteadas fundamentalmente desde Estados Unidos y Alemania, en un contexto de gran desarrollo capitalista. El optimismo histórico como avance social imparable y continuo explicaba la dinámica histórica, y gracias al nacimiento de las sociedades de consumo y los estados de bienestar occidentales, se argumentaba contra los planteamientos marxistas de enfrentamiento antagónico de clases como motor de la historia.

En general durante el siglo XIX y el grueso del XX no sólo se construye el mundo contemporáneo tal cual lo conocemos, sino que también lo hace la Historia y la forma de contarla (Langlois; Seignobos 2003: 50). Los diferentes acontecimientos y contextos geográficos, políticos, económicos, sociales, ideológicos o culturales modularon formas diversas de interpretar la Historia y de usarla en un sentido o en otro. Pero siempre estuvo motivada por encontrar la verdad del pasado y transmitirlo de la mejor forma posible.

 

(1) El comienzo de la Revolución Francesa (1789) y hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial (1914) define El largo siglo XIX, un término acuñado por Eric Hobsbawn para referirse a un período histórico de profundos cambios que redefinieron una nueva era. Del mismo modo, para el historiador británico, el siglo XX sería un siglo corto, desde 1914 hasta la disolución de la URSS (1991) (Fontana 2017: 701).

(2) El positivismo es una teoría filosófica del siglo XIX que se presenta como alternativa al pensamiento racionalista y al empirismo que eran los paradigmas propios de la Ilustración. Para los positivistas el conocimiento se basa en el análisis de la razón de los datos “positivos”, en tanto de reales pues son percibidos por los sentidos. Por lo tanto, se trata de una teoría que supone una evolución del empirismo (Touchard 1961: 511).

(3) A partir de 1862 bajo el mandato del canciller Bismarck, Prusia impulsará un proceso de unificación con los distintos ducados y reinos que comparten la lengua alemana, dando origen así a la Alemania moderna.

(4) El estructuralismo se basa en el estudio de factores como el lenguaje, la cultura, la educación, el arte o la sociedad que interactúan y condicionan los objetos de estudio clásicos de las ciencias sociales y de la Historia, tales como las clases, las naciones, las épocas o los conflictos (Florian 2005: 196).

 



BIBLIOGRAFÍA

BLOCH, M. (1952). "La historia, los hombres y el tiempo". En: BLOCH, M. Introducción a la Historia. México. D.F. : Fondo de Cultura Económica. págs.: 21-41.

BRAUDEL, F. (1987). "Prólogo a la primera edición francesa". En: BRAUDEL, F. El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la épica de Felipe II. vol. 1. México: Fondo de Cultura Económica. págs.: 12-20.

DUBY, G. (1988). "Un nominalismo moderado". En: DUBY, G. Diálogo sobre la Historia. Conversaciones con Guy Lardreau. Madrid: Alianza. págs.: 37-53.

FONTANA, J. (2017). El siglo de la revolución. Barcelona: Ed. Critica.

FLORÍAN, V. (2005). Diccionario de filosofía. Bogotá: Ed. Panamericana.

HOBSBAWM, E. (1998). "Sobre la historia desde abajo". En: HOBSBAWM, E. Sobre la Historia. Barcelona: Ed. Crítica. págs.: 205-219.

LANGLOIS, Ch. ; SEIGNOBOS, Ch. (2003). "Advertencia", “Cap. 1. La búsqueda de documentación (Heurística)”, “Libro I. Preliminares. 2. Las ciencias auxiliares”. En: LANGLOIS, Ch.; SEIGNOBOS, Ch.. Introducción a los estudios históricos. Alicante: Universidad de Alicante. págs.: 45-55, 59-77, 79-91.

THOMPSON, E. P. (2000). "Historia y Antropología”. En: THOMPSON, E. P. Agenda para una historia radical. Barcelona: Crítica. págs.: 15-43.

TOUCHARD, J. (1961). Historia de las ideas políticas. Madrid: Ed. Tecnos.


martes, 23 de julio de 2024

Semana de la Historiografía. 1. La Historia antes de la Historia


  

En este ensayo, de manera breve y concisa, se busca dar respuesta a algunas cuestiones clave a la hora de entender cómo y por qué comenzó el estudio de la Historia. Qué motivaciones empujaron a los historiadores a ejercer su labor ya desde la antigüedad, y cuál fue la evolución del relato histórico como arte y herramienta para dar a conocer el pasado e interpretar el presente.

La necesidad, primero de conocer el pasado y después de transmitir ese relato de manera efectiva, ha sido una constante en la historia de la humanidad que no ha entendido de diferencias culturales, geográficas o temporales. El objetivo principal ha sido entender mejor la realidad del tiempo presente para lo que resultaba clave comprender el pasado. Y esta necesidad se convirtió en trascendente con los primeros hitos civilizatorios de la humanidad tales como la construcción de sociedades cada vez más complejas o el nacimiento de la escritura, consecuencia material de la cultura y de la que bebe principalmente la Historia (Moradiellos 2010: 43).

Diversas civilizaciones de la antigüedad, como las desarrolladas en Mesopotamia, en la cuenca del río Nilo o en los pueblos en torno al Levante mediterráneo, se vieron empujadas a idear una forma de registrar los hechos cotidianos y excepcionales de su tiempo, que fueron los primeros registros que acabaron construyendo su propio relato histórico. Este relato abarcaba lugares, cronologías, sociedades, hitos, colectivos e individuos que a través de su propia tradición cultural ayudaban a construir la identidad de sus comunidades. Y esta identidad colectiva servía a un orden social que necesitaba justificarse (Fontana 2001: 19). De esta manera, no sólo surgía una necesidad de registrar los hechos por razones de índole organizativa y económica, sino que estos tenían que poder ser transmitidos a las siguientes generaciones. Se hacía necesario pues, preservar la memoria y dar a conocer la propia identidad a través de la transmisión de los mitos e historias propios.

Por lo tanto, se hizo fundamental conocer el pasado y poder transmitirlo, como hicieron los hebreos ya durante la Edad de Hierro. Más tarde, entre los siglos VI y V a. C. en la Grecia clásica se dieron una serie de evoluciones políticas, sociales, económicas y culturales de amplio calado, propias de civilizaciones cada vez más complejas, donde nacieron nuevos saberes (la aritmética, la geometría, la filosofía, una perfección de las artes, los géneros literarios de la comedia o la tragedia, etc.) (Moradiellos 2010: 43) y donde la propia Historia dio un salto hacia adelante.

El nacimiento de la historiografía griega es considerada un hito singular de la cultura europea, ya que surgió alejada de los marcos propios de Oriente. Fue a partir del siglo V a. C., cuando se dieron una serie de cambios, tanto metodológicos como también en su finalidad, que son propios y todavía hoy vigentes del relato histórico (Fontana 2001: 26). Nombres como los de Heródoto (ca. 480-425 a. C.), quien en su magna Historia construyó un relato razonado y estructurado en base a sus viajes y entrevistas con testigos (Bartolomé 2006: 4), o Tucídides (ca. 460-400 a. C.) quien se sentía motivado a contar los acontecimientos que vivió, separando su propia opinión del relato sobre los hechos históricos. De este modo se configuró un método griego de ejercitar la Historia, cimentado en tres aspectos: el análisis de las fuentes documentales (eminentemente escritas), la investigación crítica, es decir, alejada de las valoraciones y opiniones personales, y la búsqueda y recolección de testimonios precisos y objetivos de los hechos del pasado (Fontana 2001: 33).

Esta metodología era la base para la construcción del relato histórico que tenía como finalidad esencial la comprensión del pasado y su transmisión de forma objetiva, coherente y organizada, como base para legitimar la identidad propia de la comunidad y garantizar la prosperidad presente y futura. De este modo, y como herencia directa, durante la época de dominio romano, bajo la República o el Imperio, historiadores como Salustio (86-35 a. C.) mantuvieron formas similares para recopilar la historia, dotándola eso sí, de una utilidad como sustento de los intereses políticos y sociales de las élites (Fontana 2001, 39). Esta tradición estuvo vigente hasta el último de los grandes historiadores romanos, como fue Amiano Marcelino (ca. 330-395 d. C) (Fontana 2001: 42).

La influencia de la historiografía romana se extendió en el tiempo y el espacio a través de la continuación Oriental del Imperio, Bizancio, donde resultó clave su conocimiento del griego y el acceso a toda la producción literaria de la Antigua Grecia. De hecho la labor de historiadores bizantinos como Miguel Psellos (1018-ca. 1078) resultó fundamental a la hora de completar la escasa producción medieval (Fontana 2001: 50). También es destacable la influencia romana sobre la producción historiográfica de otras civilizaciones, como se puede ver en el caso de la India, con las crónicas y dinastías escritas en sánscrito del siglo XII (vamsavalis, textos escritos provenientes de recopilaciones orales de hechos históricos y mitológicos propios del subcontinente indio. Estas crónicas se fueron recopilando a partir del siglo XII de nuestra era y constituyen la principal fuente primaria de las civilizaciones hindúes tanto del Nepal, como del medieval indio (Sardesai 2008: 546)) (Burke 2013: 183).

Esta tradición historiográfica estuvo casi un siglo vigente, y sólo tras la caída del Imperio Romano y la emergencia del cristianismo y su coronación como religión y filosofía moral se cambia el modo de recopilar, trabajar y contar la Historia (Moradiellos 2010: 45). El ascenso de la iglesia católica como centro de poder durante la Edad Media propicia un nuevo modelo de historiografía universal, basado en las fuentes y cronologías propias del cristianismo. A partir de entonces, la finalidad será converger el tiempo histórico con los textos bíblicos (Fontana 2001: 52).

En contraste con esta forma de ejercitar la Historia, la cultura musulmana bebió de su propia herencia para construir su relato histórico particular. Frente a tradiciones occidentales como la clásica grecolatina, o la cristiana que dominaba Europa, surge una forma nueva basado en los hadith (dichos del Profeta o relatos de sucesos de su vida contados de forma oral. Sirven para orientar a los musulmanes en su vida diaria) (Burke 2013: 184) y donde destaca la figura de Ibn Khaldun (1332–1406). También contrasta el desarrollo de la Historia en la China medieval donde los historiadores eran funcionarios al servicio de las élites y se insuflaba al relato histórico una fuerte carga moral (Burke 2013: 190).

A partir del siglo XV diversos acontecimientos trascendentales e interrelacionados como la incipiente formación de las ciudades-estado italianas, la invención y expansión de la imprenta o el auge económico o el crecimiento de las ciudades (entre otros) da lugar a un período histórico que recupera el ideal civilizatorio clásico de las antiguas Grecia y Roma. Es el Renacimiento en la Europa Occidental y discutirá el poder de la Iglesia a través de un nuevo desarrollo filosófico conocido como Humanismo (Fontana 2001: 62). Bajo este nuevo paradigma, los humanistas, no sólo recuperan los métodos de hacer Historia de los clásicos, sino que van más allá con la inclusión de otras disciplinas y de nuevas técnicas que incluyen el análisis de fuentes grecolatinas y el aporte de los primeros trabajos arqueológicos modernos. Su transmisión también mejora gracias a la imprenta y la mayor difusión que consiguen los libros, más baratos de producir y adquirir, que salen a la luz en lenguas vernáculas por lo que escapan del restringido círculo de las élites. La finalidad será construir comunidades cívicas a través de la ética explicada en la Historia (Fontana 2001: 66). Ejemplos de esta nueva actitud del historiador son la obra de Jean Bodin (1530-1596) considerado el historiador más influyente de la época (Fontana 2001: 74) o el trabajo de Maquiavelo (1469-1527) y Guicciardini (1483-1540). En general, la renovación de la historiografía dada durante el Renacimiento europeo puso las bases para una nueva historiografía europea.

Y es que esta base del estudio histórico continuará con la renovación intelectual y científica que supuso la Ilustración a partir de mediados del siglo XVIII, con el desarrollo de los métodos científicos de Descartes, Galileo, Spinoza o Newton, la aparición de las teorías del pensamiento alemán de Leibniz y Kant, o francés con pensadores como Voltaire o Turgot (Moradiellos 2010: 50). Tal evolución amplia los campos de estudio y las aptitudes y actitudes de los historiadores, dando origen a la historia científica propia del siglo XIX cuyo fruto principal será una re-escritura de la Historia desde la Antigüedad hasta la Modernidad (Moradiellos 2010: 48).



En general, las distintas tradiciones culturales han elaborado sus propios relatos históricos en base a sus raíces culturales. Si bien, todas las formas de hacer y transmitir Historia comparten la intención de conservar la memoria sobre su pasado y darla a conocer como fuente de identidad para entender el presente, la principal causa que alentó el establecimiento de una historiografía ha sido siempre afianzar la legitimidad de los sistemas políticos y sociales de cada momento.




BIBLIOGRAFÍA

BARTOLOMÉ, P. (2006) “Prólogo del traductor”. En: HERODOTO. Los Nueve Libros de la Historia de Herodoto de Halicarnaso. Madrid: editorial elapeth (edición eBook).

BURKE, P. (2013). "Más allá de Occidente: Islam y China", (pp. 183-198). En: AURELL, J., BALMACEDA C., BURKE P., SOZA, F. Comprender el pasado. Una historia del pensamiento histórico. Madrid: Akal.

FONTANA, J. (2001) “Capítulo 1. Los orígenes: la historiografía de la antigüedad clásica”. En: FONTANA J. La evolución de la historiografía desde los orígenes hasta la actualidad. Barcelona: Crítica. p. 19-43.

FONTANA, J. (2001). “Capítulo 2. La ruptura de la tradición clásica”. En: FONTANA J. La evolución de la historiografía desde los orígenes hasta la actualidad. Barcelona: Crítica. p. 44-62.

FONTANA, J. (2001). “Capítulo 3. Renacimiento y renovación de la historia". En: FONTANA J. La evolución de la historiografía desde los orígenes hasta la actualidad. Barcelona: Crítica. p. 63-79.

MORADIELLOS, E. (2010). “La evolución de la historiografía desde los orígenes hasta la actualidad". En: MORADIELLOS, E. El oficio de historiador. Madrid: Siglo Veintiuno. p. 44-51.

SARDESAI, D. R. (2008). India: La Historia definitiva. Trad. Noriega Hedrich, Luis. Barcelona: Ed. Belacqua.


lunes, 22 de julio de 2024

Tadej Pogačar: Un ciclista de leyenda


 

Tadej Pogačar ha ganado el Tour de France 2024. Es su tercer mallot amarillo final en la ronda gala tras los dos primeros en 2020 y 2021. Se suma a un selecto grupo de ciclistas ganadores de Tres Tours, al tiempo que entra en uno más exclusivo aún: El de ganadores el mismo año del Giro de Italia y el Tour de Francia, relevando al mítico Marco Pantani, el último en conseguirlo hace casi ya 30 años.

En ambas carreras por etapas de tres semanas, el ciclista esloveno ha exhibido un poderío indiscutible, firmando en las dos hasta seis victorias de etapa (más 5 segundos puestos en el Giro y otros 4 en el Tour), con victorias contra el crono, en etapas de alta montaña y en algunas de media montaña o similares a clásicas de un día. También ha sido el jefe de la carrera y el aspirante máximo a la victoria parcial en cada jornada. En este Tour de Francia en concreto, ante una batería de rivales completa (por primera vez coincidían en la misma carrera todos los dominadores actuales y además llamados a dominar el ciclismo muchos años, como el propio Poggi, Vingegaard, Evenenpoel, Roglic, Van Aert, Van der Poel, etc.), el esloveno ha estado sublime. Recordad aquí el curioso caso de Eslovenia que presenta una batería de ciclistas de primer nivel, un país que hace 10 o 15 años era la nación con más jugadores NBA en relación a su población. Desde luego las montañas eslovenas, que ya aparecen en la propia bandera del estado balcánico, han legado otra generación sobresaliente de deportistas.

Pogacar conecta fácil con el público. Su estilo desenfadado, demostrando que se divierte sobre la bicicleta, atacando y mostrándose ofensivo, tanto para ganar etapas como para liderar la general hasta la victoria final, comulga con los gustos de aficionados de todo el mundo, incluidos los de los países clásicos en esto del ciclismo como Francia, España, Italia, Bélgica o Países Bajos. Solo el volumen de victorias es afeado por su voracidad y su ansía competitiva porque realmente no deja una para un rival, compañero al fin y al cabo sobre la bicicleta, lo cual puede ya empezar a cansar o a aburrir a algunos aficionados. Frente a unos años en los que el poderío de estructuras deportivas como el antiguo Sky (hoy INEOS) dominaba a su antojo la carrera hasta la victoria de un ciclista británico (Wiggins, Froome o Thomas) como en su día puso de moda el americano US Postal, Pogacar ha demostrado determinación, talento y una forma de rodar ofensiva, buscando siempre la victoria,

Este párrafo anterior no resta mérito a los tours por ejemplo de Froome, o sus victorias en Giro o Vuelta, donde ante una carrera más abierta no existía tanto control y tenía que mostrarse más ofensivo. También en el Tour lanzó ataques, pero en comparación con Tadej, lo del británico nacido en Nairobi son pequeñas aceleraciones. Y tampoco sería justo no considerar al equipo de Pogacar, el UAE (la estructura del antiguo y clásico equipo Lampre refundada al calor de los petrodólares y las estrategias de sportswashing de regímenes turbios y dictatoriales) un equipo menor y sin potencial. Lo cierto es que acompañando al rey del ciclismo actual se ha configurado una plantilla millonaria con ciclistas de éxito y perfiles variados que les permiten controlar la carrera y preparársela para el demoledor ataque de Pogačar.

En cualquier caso hemos disfrutado de un gran Tour. Muy divertido. Salvo 4 etapas verdaderamente soporíferas y abochornantes en las que el pelotón, ante el recorrido, la climatología, la dureza o el control de los equipos por y para sprinters impuso el tedio en el transcurrir de los kilómetros.

Pero obviadas estas cuatro etapas, la carrera ha sido vertiginosa (se vuelve a batir el récord de velocidad media final), con alternativas cada día, quizás no tanto en la clasificación general, donde el favoritismo de Pogacar se ha confirmado con un dominio absoluto. Pero si en las etapas y en algunos hitos bien merecedores de mención. Biniam Girmay el sprinter eritreo sumaba hasta tres victorias en este Tour y alzaba para África por primera vez el mallot verde de la regularidad en un bonito duelo con la estructura del también triple ganador de etapa, el belga Phillipsen.

Otro sprinter, Mark Cavendish, pasaba a la historia del Tour y del ciclismo al sumar su trigesimoquinta victoria de etapa en la ronda gala, desde su primeros triunfos en 2008, hasta ayer que culminó su carrera deportiva acabando el Tour 2024. Supera de este modo al Canibal, Eddie Merckx, quien había colocado un listón que parecía insuperable. No hay que quitar ningún mérito a las hazañas del todoterreno belga, ni tampoco, mucho menos al ciclista de la isla de Man, que ha sumado todas sus victorias en llegadas al sprint, una especialidad, muy compleja y donde la confianza, el sentirse arropado por compañeros que trabajan para ti, y el golpe final de riñones da y quita muchas victorias.

En cualquier caso estos registros pueden quedar sobrepasados en un espacio corto de tiempo si el tren Pogacar sigue devorando etapas del mismo modo que hasta ahora. Desde su debut en el Tour en 2020 hasta hoy, Pogacar lleva 16 victorias de etapa. A este ritmo, y dado el dominio mostrado este año, puede que en 5 o 6 años el esloveno este en situación de batir este récord.

En ello dependerá la salud, el hambre y la constancia del esloveno, como también la calidad y el tesón de sus máximos rivales. Jonas Vingegaard, el danes que llegaba como doble campeón, pero muy mermado por la terrible caída en abril en la Itzulia del País Vasco, ha dado todo lo que tenía pero ha sido insuficiente. Su preparación muy recortada, y sus facultades muy mermadas por la gravedad de las heridas y lesiones, ha mediatizado su respuesta en la carrera, pero aún así ha firmado un tour sobresaliente para acabar en segundo de la general y sumar una etapa.

En la misma caída se vio implicado el tercero de la general final, el chico maravilla del ciclismo belga, Remco Evenepoel. Muchos lustros lleva Bélgica buscando un ciclista capaz de recordar el legado de Merckx en el Tour y ganar la carrera, y ante su primera aproximación, Remco ha rendido a un gran nivel, superando las expectativas de muchos expertos que lo veían sucumbiendo en los grandes puertos de leyenda del Tour de Francia. Sin embargo, con una gran ayuda del mejor español en el Tour, Mikel Landa, como compañero (y de todo su equipo), Evenepoel ha podido competir. Para el recuerdo los ataques sobre las etapas más bonitas de esta edición, las del sterrato por los caminos entre viñedos en las postrimeras de Troyes, o la segunda etapa llegando a Bolonia, en Italia. Y también, el espectáculo de ver a Remco compitiendo en contrarreloj.

Se vienen unos años maravillosos de ciclismo y ya llevamos unos cuantos. A quienes como yo disfrutamos todo el año con el ciclismo, y en especial con las carreras de primavera, nos podemos dar por felicitados y agradecidos. El nivel medio es espectacular y en este momento hay una élite verdaderamente de leyenda que hace que cada carrera aumente en interés. Quizás la incertidumbre del resultado final pueda quedar tocada si Pogacar sigue exhibiendo este dominio, esta fuerza y si se muestra imbatible, pero desde luego los retos y la entidad de los rivales hacen que podamos estar, como el mismo dijo ayer al acabar el Tour, ante una época dorada e histórica del ciclismo.

Parece que uno de los retos más inhumanos, el ganar las tres grandes por etapas en un solo año, o mejor dicho, en una sola temporada, no va a afrontarlo Pogacar. Yo, personalmente, si estuviera en su situación y si me veo bien y con fuerzas, lo intentaría. Ya solo con eso, estaría haciendo historia, por tener la voluntad y la capacidad para enfrentarse a un reto así, pero es que después del dominio en Giro y Tour (12 victorias de etapa, más de 6 minutos de distancia final con el segundo, 38 de 42 días con el mallot de líder), la posibilidad de erigirse en un ciclista de leyenda colosal este mismo año está ahí. De momento, Pogačar y muchos de los ciclistas están ante nuevos retos como los inminentes JJOO, los Mundiales en septiembre, y especialmente en el caso del esloveno, la Paris-Roubaix.

Por último, no olvidar que existe esa larga sombra sobre el ciclismo por un pasado lleno de desilusiones y mentiras, debido al dopaje. No ayuda en despejar sospechas, de momento infundadas, que el máximo patrón del UAE sea Matxin, quien ya conoció las mieles del éxito y del repudio con casos de dopaje sistémico en ciclistas bajo sus órdenes en el pasado. Sin embargo, de momento quien quiera ver algo ahí, aquí se equivoca, porque de entrada lo que se está viendo a nuevas generaciones de deportistas, que en todas las disciplinas, en esta Olimpiada entre Tokio 2020 (21) y Paris 2024 ha pulverizado récords y rendimientos en muchas de las disciplinas. Ha mejorado la genética, los entrenamientos, las preparaciones, la alimentación, el descanso, la salud. También los equipamientos y la tecnología para poder preparar las pruebas. Y los resultados están ahí.

Pero aquí estamos en la primera tarde sin Tour, huérfanos de sus paseos por Francia, por sus carreteras, bosques, montañas, pueblos y ciudades, preciosos y cuidados hasta el mimo. Y tristes porque ha acabado una edición inolvidable donde hemos disfrutado, una vez más, junto a los ciclistas. Si todos merecen, por su compromiso, esfuerzo y voluntad la máxima de la atención y el respeto, cuando se junta una generación con tanto talento, y que ve el ciclismo como un deporte de ataque, no podemos más que celebrarlo. Y por encima de ellos, Tadej Pogačar, un ciclista que está reescribiendo la historia del deporte.

 

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...