lunes, 26 de febrero de 2007

Lo que el destino te da, el destino te lo quita

Muchas veces, cuando la mente esta desocupada, o simplemente ociosa, pensamos en que hubiera sucedido si en un momento dado, hubiéramos actuado de una manera distinta.
Se suele decir que las primeras intenciones son siempre buenas y correctas. Este pasado sábado, por un momento, se me paso por la cabeza no seguir esta máxima, y a punto estuve de poner un peligro una gran noche.
Beethoven R. abría la noche. Magnífico concierto, en ese sitio "infernal" llamado Potemkim, de oscuro transcurrir y de dudosa sonoridad. El legado de Judas, No permites que esto llegue al fin o el Guardián de Tu piel, son grandes himnos y en directo suenan de tal manera, capaz de resquebrajar el alma.
Pero la noche, como cada una de las últimas a las que le sigue un resumen en prosa, iba dedicada a este camino agreste y de difícil tránsito que conduce a caminos sin retorno. El resultado es el habitual: diversión nocturna y bañada en alcohol; desesperanza e incertidumbre diurna aderezada con aspirinas para el dolor de cabeza.
Después de una dosis de heavy metal nacional (ya comentada) busque la compañía de mis habituales compinches y de las damiselas con la inestimable ayuda de mi hermano, que por aquellas azarosas circunstancias, se había vuelto a quedar sin plan.
El people, al que equivoque con el Miserere(¿¿??) fue el destino de nuestros rumbos, después de ciertas discusiones, de ideas propuestas caídas en saco roto y de bocas calladas y espíritus libres, que sin ningún tipo de problema todos aceptamos. Y allí en un local de estética hortera, música extrañamente para todos los gustos (no se explica que suenen en el mismo sitio y en un espacio tan corto, Fito, Green Day, Piratas o Bisbal y otros mariconazos que no conozco el nombre), alcohol de calidad pero bastante caro, y camarera de esquivos guiños pero belleza descomunal, permanecimos toda la tropa, disfrutando de las koñas típicas, los bailes subidos de tono y de las confidencias de unos y unas y otros y otras.
Encendieron las luces, no quedo sitio donde esconderse y tuvimos que huir de aquella caverna, para, por desgracia, despedirnos, porque no a todos y todas les gusta el que entre karmen y yo elegimos destino final: El Kontrastes.
Allí, david y fio fueron nuestros acompañantes. Y allí karmen y yo entre cerveza y cerveza nos hicimos nuestras pequeñas confidencias, con las que alimentar horas de la semana y buscar las sonrisas y esconder las lagrimas. Espero que podamos retomarlo. Jejeje.
Total, que a las 9 de la mañana llegue a la almohada, y poco tiempo tuve de retener pensamientos, y como a las 12 ya me encontraba despierto, y a las 16 jugando al fútbol (lo que le sumamos el cansancio) resulta que la noche del sábado, no guarda sinsabores y si el placer de vuestra compañía, la calima de vuestras sonrisas y el peso de los besos no dados.

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