domingo, 21 de febrero de 2016

Las entrañas de la miseria

Está mañana he acudido a la Asamblea provincial extraordinaria de Izquierda Unida Salamanca de donde debía salir elegida la nueva coordinadora que lidere el rumbo de la agrupación los próximos años. En ella, el compañero Miguel Rodero ha salido elegido Coordinador Provincial. Tiene mi enhorabuena y todo mi apoyo y el de toda la militancia de la provincia para desarrollar un arduo trabajo. Y este trabajo es necesario como reclamación de una sociedad, sobretodo en Salamanca capital, pero también a nivel de representación provincial, que se desangra y languidece en unos extremos apabullantes, y donde es necesario recuperar el pulso de la calle incluso saltando sobre la supuesta “nueva” izquierda que una vez llegada a las instituciones se ha olvidado de los ciudadanXs. Es el momento de articular Izquierda Unida Salamanca para dar solución y respuesta a los problemas de la gente (desempleo, despoblación, corrupción extrema, falta de recursos, desmovilización), teniendo clara e irrenunciable la ideología, la lucha de clases y su vigencia ante los ataques del capital, la oligarquía y el fascismo. Es nuestro deber como actor político y representante de las clases trabajadoras y una exigencia y casi súplica, de una sociedad, la salmantina, que se aproxima al filo de la inmundicia, la desesperación y el abandono.
Tengo que decir que acudí en calidad de invitado, ya que mi tardía afiliación (por culpa mía, he de decir) me imposibilitaba el derecho al voto. Y allí he asistido a los debates en los que la anterior coordinación provincial presentaba sus informes políticos y económicos.
Y aquí encuentro el motivo por el que me he puesto a escribir sobre la experiencia de esta mañana. Escribir, una vez más, como modo de desahogo. Y tiene que ser así, porque una vez más, y van tantas ya en esta organización, se impusieron los mensajes ofensivos de tinte personal, con las fobias a flor de piel, sobre la exposición de argumentos de carácter político.
Y no quiero utilizar mi bitácora y mis letras para defender al anterior coordinador, Domingo Benito y al anterior secretario en materia económica de la organización política, Manuel Choya, porque ellos ya lo han hecho, y muy bien por cierto, esta mañana con la palabra, argumentada y sosegada. No. Quizás alguno que llegue a estas líneas no lo crea, pero estoy seguro que estos últimos 2 años no haya habido nadie en esta provincia dentro de la divergencia de un movimiento político que haya discutido más con Domingo Benito que yo. Y es algo que me honra, porque desde el disenso, también he aprendido. Pero no tengo porque contextualizar situaciones porque ante todo me invade, como no puede ser de otra manera, la libertad de expresión, para escribir estas líneas antes del vaso de leche e irse a dormir.
Lo que ocurre es que es muy desalentador acudir a un encuentro político de debate y en vez de encontrar posturas constructivas que mejoren nuestra presencia ante la sociedad salmantina, encontrarse una masa para nada interesada en escuchar, puesto que su adoctrinamiento previo les exigía desarrollar una confrontación personal, vengativa y que mira mucho más al pasado que al presente, y no digo nada ya, del futuro. Con ataques personales furibundos, extremando diferencias y realizando argumentos demagogos y cuando no falsos (como decir que “la Asamblea de Santa Marta no existe” o que “no se pegaron carteles de los candidatos de Unidad Popular”, o mentando unas primarias que ni siquiera se dignaron a presentar a asambleas conflictivas porque su tacticismo les ciega, etc.) es imposible construir puentes que consoliden una organización fuerte y que desde la critica, la autocritica, el debate y el diálogo con respeto se aprenda y crezca para desarrollar un modelo político que por si mismo resulta apasionante, pero que sufre, como digo, el emponzoñamiento de mediocres que lejos de querer cambiar la sociedad lo que quieren es demostrar únicamente que ellos “tenían razón”.
Mientras me dedicaba a tomar nota en papel de los argumentos de todXs los que tomaron la palabra (algunos, todo hay que decirlo, muy interesantes y que me han dado un vislumbre de varios punto de vista) por contra otros de los asistentes, cuando quienes ocupaban el púlpito eran los de la otra facción se dedicaban a jugar con el móvil, salir a echarse cigarros, leer una novela, para luego ante las soflamas de sus afines aplaudir con vehemencia como si lo que se estuviera tratándose fuera a dirimirse con un medidor de audiencias o de aplausos.
Desde luego, yo no he venido a esto a la política, sino más bien a construir una sociedad donde la clase trabajadora recupere dignidad, gane libertad y bienestar, se construya una economía al servicio de las personas y se refuerce el papel de la democracia ante el fascismo y el capitalismo.
Quienes coincidan con este último párrafo me encontrarán y tendrán mi apoyo. Quienes no, y busquen batallar unas migajas de poder interno o una razón como hegemonía entre sus asambleas partidistas, tendrán mi desprecio.



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