Está
mañana he acudido a la Asamblea provincial extraordinaria de
Izquierda Unida Salamanca de donde debía salir elegida la nueva
coordinadora que lidere el rumbo de la agrupación los próximos
años. En ella, el compañero Miguel Rodero ha salido elegido
Coordinador Provincial. Tiene mi enhorabuena y todo mi apoyo y el
de toda la militancia de la provincia para desarrollar un arduo
trabajo. Y este trabajo es necesario como reclamación de una
sociedad, sobretodo en Salamanca capital, pero también a nivel de
representación provincial, que se desangra y languidece en unos
extremos apabullantes, y donde es necesario recuperar el pulso de la calle incluso saltando
sobre la supuesta “nueva” izquierda que una vez llegada a las
instituciones se ha olvidado de los ciudadanXs. Es el momento de
articular Izquierda Unida Salamanca para dar solución y
respuesta a los problemas de la gente (desempleo, despoblación,
corrupción extrema, falta de recursos, desmovilización), teniendo
clara e irrenunciable la ideología, la lucha de clases y su vigencia
ante los ataques del capital, la oligarquía y el fascismo. Es
nuestro deber como actor político y representante de las clases
trabajadoras y una exigencia y casi súplica, de una sociedad, la
salmantina, que se aproxima al filo de la inmundicia, la
desesperación y el abandono.
Tengo
que decir que acudí en calidad de invitado, ya que mi tardía
afiliación (por culpa mía, he de decir) me imposibilitaba el
derecho al voto. Y allí he asistido a los debates en los que la
anterior coordinación provincial presentaba sus informes políticos
y económicos.
Y
aquí encuentro el motivo por el que me he puesto a escribir sobre la
experiencia de esta mañana. Escribir, una vez más, como modo de
desahogo. Y tiene que ser así, porque una vez más, y van tantas
ya en esta organización, se impusieron los mensajes ofensivos de
tinte personal, con las fobias a flor de piel, sobre la exposición
de argumentos de carácter político.
Y
no quiero utilizar mi bitácora y mis letras para defender al
anterior coordinador, Domingo Benito y al anterior secretario en
materia económica de la organización política, Manuel Choya,
porque ellos ya lo han hecho, y muy bien por cierto, esta mañana con
la palabra, argumentada y sosegada. No. Quizás alguno que llegue a
estas líneas no lo crea, pero estoy seguro que estos últimos 2 años
no haya habido nadie en esta provincia dentro de la divergencia de un
movimiento político que haya discutido más con Domingo Benito que
yo. Y es algo que me honra, porque desde el disenso, también he
aprendido. Pero no tengo porque contextualizar situaciones porque
ante todo me invade, como no puede ser de otra manera, la libertad de
expresión, para escribir estas líneas antes del vaso de leche e
irse a dormir.
Lo
que ocurre es que es muy desalentador acudir a un encuentro político
de debate y en vez de encontrar posturas constructivas que mejoren
nuestra presencia ante la sociedad salmantina, encontrarse una masa
para nada interesada en escuchar, puesto que su adoctrinamiento
previo les exigía desarrollar una confrontación personal, vengativa
y que mira mucho más al pasado que al presente, y no digo nada ya,
del futuro. Con ataques personales furibundos, extremando diferencias
y realizando argumentos demagogos y cuando no falsos (como decir que
“la Asamblea de Santa Marta no existe” o que “no se pegaron
carteles de los candidatos de Unidad Popular”, o mentando unas
primarias que ni siquiera se dignaron a presentar a asambleas
conflictivas porque su tacticismo les ciega, etc.) es
imposible construir puentes que consoliden una organización fuerte y
que desde la critica, la autocritica, el debate y el diálogo con
respeto se aprenda y crezca para desarrollar un modelo político que
por si mismo resulta apasionante, pero que sufre, como digo, el
emponzoñamiento de mediocres que lejos de querer cambiar la sociedad
lo que quieren es demostrar únicamente que ellos “tenían razón”.
Mientras
me dedicaba a tomar nota en papel de los argumentos de todXs
los que tomaron la palabra (algunos, todo hay que decirlo, muy
interesantes y que me han dado un vislumbre de varios punto de vista)
por contra otros de los asistentes, cuando quienes ocupaban el
púlpito eran los de la otra facción se dedicaban a jugar con el
móvil, salir a echarse cigarros, leer una novela, para luego ante
las soflamas de sus afines aplaudir con vehemencia como si lo que se
estuviera tratándose fuera a dirimirse con un medidor de audiencias
o de aplausos.
Desde
luego, yo no he venido a esto a la política, sino más bien a
construir una sociedad donde la clase trabajadora recupere
dignidad, gane libertad y bienestar, se construya una economía
al servicio de las personas y se refuerce el papel de la democracia
ante el fascismo y el capitalismo.
Quienes
coincidan con este último párrafo me encontrarán y tendrán mi
apoyo. Quienes no, y busquen batallar unas migajas de poder
interno o una razón como hegemonía entre sus asambleas partidistas,
tendrán mi desprecio.
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