viernes, 29 de julio de 2022

El puto ruido


 

España es insoportable. Alcoy es insufrible. Lo siento. Estoy hasta los cojones del puto ruido. Ni siquiera estar en tu casa evita que el sonido estridente, inoportuno, improcedente, inesperado, intempestivo, chillón, estrepitoso, estruendoso, penetrante e incluso hasta violento te asalte y joda tu paz, tu descanso y tu vida.

Cuando no son las motos, son las obras. Cuando no los camiones, los de reparto, especialmente esas furgonetas que ya tienen el embrague averiado, y que traen las mierdas que compráis por internet. Especialmente molesto es el de la basura. Necesario, si, pero no es normal que para hacer su tarea tarde hasta 10 minutos con el motor encendido. Quizás lo que no es tan necesario es el puto whatsapp que atiende el basurero. De hecho, los móviles son otra fuente de ruido imperecedero y asaltante. Pocos somos los que tenemos el móvil en silencio, y nos enteramos si nos llaman si vibra. Suficiente. Y peor aún son las y los gilipollas que escuchan los podcasts que les mandan como audios a toda potencia como si llevasen un walkie-talkie de 400 euros. Por lo menos. Vaya panda de mataos insufribles.

Luego están las alarmas, siempre alguna intempestiva. Los ladridos de perros (con estos muchas veces se puede hacer poco, salvo procurar no dejarlos solos cabrones, pero si es obligación que limpiéis sus mierdas en la calle). Lo mismo con los niños. Sobretodo cuando son bebes. Porque ya cuando crecen, y confirman que son más subnormales que la generación anterior, porque solo saben hablar y chillar, exigir todo a gritos porque se han criado en ese ambiente de verdulería más propio de telecinco que de una sociedad madura y responsable.

Desde luego, después de haber vivido en varios sitios, estoy viviendo en la calle con más ruido de España (también las más sucia, que seguro tiene algo que ver ambas cosas, pero ya hablaré otro día de eso, de por qué sois tan guarros -no me jodas, yo no me incluyo en vuestra guarrería congénita-). Enhorabuena Alcoy. Es de coña que un pueblo venido a más como es éste tenga el volumen de ruido diario que tiene. En invierno cuando anochece se corta, pero es que en verano es continuo, las 24 horas del día, con picos evidentemente, pero es que puedes estar dormido a las 3 de la mañana y perfectamente, me ha pasado ya varias veces, te despierte algún hijo de la gran puta.

Cuando no es una moto de un niñato (me cago en la puta algún cabronazo se ha forrado desde la pandemia al recuperar las motos de cross que parecían haberse extinguido) es un puto viejo con micro-pene y un mal divorcio que ha acabado en comprarse una harley. Mi teoría es que entre ambas edades mentales están las responsabilidades, la familia, el trabajo y la mujer, el ente racional que hace que todo funcione y que está mierda de sociedad sea tolerable para las personas normales. Constato que el hombre, me refiero al espécimen masculino, es el animal más ruidoso. Cuando no tienen novia o esposa, es decir cuando no tienen la garantía de meterla, tienen que hacerse ver y pagar sus frustraciones a base de meter ruido y molestar al personal. No sé cuál es más insufrible. Ni tampoco más ridículo: el niñato cabeza-nido que no sabe llevarla y que se cree el matón de barrio, o el viejales tripón y calvo que con una motarra propia de mariquitas como los MotleyCrue se piensa que va bajando bragas por la ciudad. Y encima le habrá costado el puto riñón que le va a quedar sano. Miserable.

Y luego están los hijos de la grandísima puta que van con un coche con un tubo de escape petardando, pegando acelerones, sin el silenciador, dando por el culo a todo el vecindario, pasando al lado de hospitales, residencias, guarderías y de mi puta casa. Pero vamos a ver, me cago en vuestra puta fez, me prohibís meterme en las zonas de bajas emisiones con mi coche por diesel, por casi clásico. Y si se me ocurriése ir por ahí sin la ITV en regla me multáis con un buen sablazo. Y me estáis diciendo a la vez que las putas policías, nacionales o locales y guardias civiles no oyen a estos taraos. Que no son capaces de ponerse a multar y a poner cepos en los coches hasta que este puto ruido, totalmente insufrible pero bien fácil de evitar, acabe. Es que estamos rodeados de hijos de puta y de inútiles.

Lo peor de todo es que se lo dices a todo un teniente de alcalde, de la verdadera (h)izquierda que por favor hagan algo y te suelta tan pancho, que es “no pueden pararles y poner multas porque pierden votantes”. Y los que estamos en casa y nos sentimos atacados en la propia intimidad del hogar. Es que no contamos. Es que no votamos. Lo siento pero lo que no soy es gilipollas, y hay cosas que no voy a tolerar. Ni el puto ruido, ni el buen-rollismo cuqui. Mano dura para ambos.

Y luego están las de los repartidores de comida basura. Ellos no tienen la culpa. Demasiado que les ha tocado buscarse la vida de esta manera porque como sociedad hemos sido incapaces de dar buenos puestos de trabajo. Pero es que no me jodas. ¿Es que sois unos putos imbéciles incapaces de haceros una cena decente por vosotros mismos y tenéis que llamar todas las noches a que os traigan una pizza, una hamburguesa, un kebab y una mierda? Que a 10 minutos andando están todos los infra-restaurantes encargados de repartir esa porquería de viandas, ¿es que no podéis ir andando? ¿Es que os pesan tanto los huevos? Hijos de puta. No, mejor llamar y que me la traigan, porque soy clase media. Mejor disponer de un esclavo a tiempo parcial para que satisfaga mis impulsos. Y si de paso, mete ruido, contaminación acústica y de la atmosférica en el ambiente, mejor que mejor.

El tráfico en esta ciudad es absurdo. Pero no es en el único sitio. En Toledo también era ridículo. Y en Salamanca. Y no digamos en Madrid, Valencia, en muchos pueblos durante el fin de semana. Es que alegremente hemos adoptado un modo de vida que va en contra de la lógica y de lo que podríamos hacer con ciudades y pueblos desarrollados al modo mediterráneo. Es que tenemos una vida, en general, prácticamente todo el mundo que vive en las ciudades, para cumplir aquello “de los 10 minutos andando”, y sin embargo, hemos dejado que se conviertan en la media hora en coche (porque hay que aparcarlo JoseLuí) impidiendo que uno se pueda mover por sus propios medios. Pero es que todo esto inunda la ciudad de ruido y hace insoportable la convivencia y la presencia humana.

Ya es suficiente desgracia vivir en jaulas de pladur, en colmenas casi infrahumanas que no disponen la mayoría de condiciones de hábitat dignas, entre ellas el aislamiento del ruido. O te dejas una pasta en ventanas para poder aislarte del ruido exterior, niegas por lo tanto la ventilación del hogar. Pero es que dentro de la propia estructura las paredes de papel fumar van a transmitir todo los ruidos de los vecinos (pasos, golpes, arrastrones, caídas, llantos, risas, televisiones, polvos, alguna hostia, discusiones, conversaciones) en doulby sourround envolvente. Imposible dormir. Imposible descansar, leer un libro o simplemente querer estar tranquilo.

Y qué decir de las fiestas. Patronales, estudiantiles, familiares, religiosas, deportivas,… cualquier excusa es buena para mamarse, primer objetivo, y para hacer ruido, el segundo. Para molestar. Qué hay que pasárselo bien, claro que si, que es necesario y hasta sano, pero no puede ser que esto sirva para dar manga ancha para que las comunidades donde residen las personas se conviertan en altavoces constante de ruido. Que no vivís solo vosotros. Que no estamos solos en el mundo. La música, y a mi me encanta como veis en este blog y probablemente me guste la que se emite a más volumen, no puede invadir los hogares y el descanso de las personas. Porque hay quienes tienen que trabajar, pero también hay enfermos y sus familias, que necesitan descansar. Que hay normativas a respetar, y que mientras el derecho al descanso, si que existe y está reconocido por la ONU como un Derecho Humano y por las administraciones españolas (otra cosa es que “pasen” de vigilar que se respeta) no existe ningún derecho ni a la fiesta, ni a la diversión. Que por supuesto se va a facilitar que la gente baile, se toma unas copas y se divierta, pero hasta cierto punto. Hasta el momento en el que también hay que cuidar el derecho al descanso y a conciliar el sueño o a estar tranquilo en su casa a una persona. Que la libertad no es un océano para hacer lo que te de la gana. Que tiene límites y el principal debería ser el del sentido común, pero cuando éste falla hay que aplicar el coercitivo del estado de derecho. Básicamente porque se trata de vivir en comunidad.

Aquí es importante meter a la iglesia y a todos los mea pilas que no tienen otra cosa que hacer que ir a tocar las campanas cuando les salen de las pelotas. No tiene gracia. Nadie va a ir a misa porque te pongas a replicar a las 7 de la mañana un sábado o un domingo en Lliria, o en otros pueblos del Levante, y ni siquiera tiene buen gusto ni sirve como muestra de un supuesto acervo cultural. Es molesto y atenta contra el descanso y también contra el estado aconfesional que somos. Cojones ya.

Y luego quedan los infrahumanos esos que tienen por afición tirar petardos, A muchos, a mi mismo, me encantan los fuegos artificiales y he participado en espectáculos pirotécnicos como espectador y como involucrado. Pero en recintos y momentos anunciados, preparados y diseñados para el disfrute. Es un momento, una hora a lo sumo, y ya está. Lo que no es normal y es hasta ofensivo es que estés en tu casa, y en cualquier momento, a uno de estas mierdas secas se les ocurra tirar un petardo. Es que no se puede ser más triste. Ni más hijo de la gran puta. Ojalá con cada petardo perdierais 3 dedos de cada mano. Que no hay, no existe, ninguna licencia, ni salvo conducto ni excedencia para tirar petardos en vía pública. Sea navidad, fiesta patronal, el cumpleaños de tu niña, o la boda de los catetos de susana y kevin. Ya está bien.

Y que decir del volumen de las conversaciones que cada vez es más alto. Ya no es que “seamos tan alegres, tan vitales y joviales” es que somos unos putos horteras que tenemos, que tenéis que hablar a gritos, para que en toda la maraña de ruido que va in crescendo os podáis oír. Eso o limpiaros las putas orejas de cerumen. Porque es que cada vez es más insoportable ir por la calle y tener que oír lo que hablan en una conversación a 15 o a 20 metros de distancia, sin tener que esforzarse para agudizar el oído. Solo basta con quitarse los cascos. Por cierto, usar putos auriculares para escuchar la mierda del reaguetton (o cómo cojones se escriba) que os vamos a tener que dar de hostias, primero por vuestro mal gusto, vuestra misoginia y segundo por la falta de educación. O al revés.

Dejad de gritar. Hablar con decoro y al volumen suficiente para entenderos y cuidar de hacer tanto ruido innecesario, tan molesto y tan cargante. Porque se supone que vivimos en sociedad y que componemos una comunidad donde existe el respeto, el cuidado y la tolerancia. Porque a mi ya me estáis quitando la tolerancia a base de bocinazos, petardos, bachatas, fiestas, acelerones y silenciadores de moto inexistentes.


Tenemos un puto problema como sociedad y como país con el ruido. En la pandemia, pude salir algunos días a trabajar las primeras semanas, y lo más increíble y lo que más me desubicaba era la total ausencia de ruido. Es que de repente empezamos a oír los pájaros, joder. Misma sensación cuando he ido al extranjero y en ciudades atestadas de gente había ruido, había tráfico y había muchedumbres hablando. Pero no se asemeja ni de coña a lo que sufre en este país. Y no me vale esa mierda de que tanto no será cuando los extranjeros vienen. Pues vienen precisamente a hacer aquí lo que en su puto país no pueden hacer, porque está mal visto, porque es de mala educación o porque está prohibido. Cuñao.

Necesitamos medidas mucho más serias, responsables y duras para con el infractor para acabar con el puto ruido. Y un compromiso fuerte como sociedad para concienciarnos de que esto es un problema y necesita solución urgente.

 

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