martes, 18 de enero de 2011

¿Pero había una dictadura en Túnez?

Un informático inmolándose en un parlamento. Protestando porque le quitaron la fruta que vendía con la que trataba de alimentar a su familia. Una subida de precios brutal. Una sistema corrupto y amoral implantado y construido para beneficio de unos pocos. Nepotismo en grandes dosis ante una población sometida por un ficticio estado de bienestar y una continúa sensación de alarma y peligro alimentando el nacionalismo más recalcitrante. Axfisiado por una comunidad internacional cómplice de apretar el yugo de la dictadura beneficiándose de su mano de obra barata, sus recursos naturales, una clase media con cierta e ilusoria capacidad de consumo; Cómplices la Unión Europea o Estados Unidos con una falsa democracia que ha explotado desmontando un estado servilista y decadente y que embarga a todo el país tunecino en una transición a la democracia, esperemos pacífica, real y más corta, que por ejemplo la española.

Pero hay algo que me llama mucho la atención. El ciudadano medio europeo nunca había oído ninguna queja sobre la figura del presidente tunecino; los medios no denunciaban que aquello fuera una dictadura, los parlamentos no aprobaban resoluciones de condena contra aquel gobierno, no se escuchaban acusaciones contra la falta de libertad de expresión en ese país. Incluso la ONU celebró una cumbre sobre el derecho a la información en su capital, en la capital de un país donde no se puede acceder a youtube, pero nadie nos lo había contado.

Las dictaduras siempre están en Cuba, Venezuela o Bielorrusia, en países donde las elecciones las gana la izquierda. No importa que haya observadores internacionales o no. Los países sumisos a los gobiernos occidentales y las instituciones económicas internacionales nunca son acusados de dictaduras, aunque su presidente lleve décadas en el poder mediante elecciones donde los partidos de la oposición pueden existir siempre que pidan el voto para el presidente. Pueden reprimir violentamente manifestaciones, prohibir sindicatos y periódicos, que nunca será noticia en nuestros medios de comunicación. Todo eso era Túnez con el gobierno de Ben Alí.

Los diarios, incluso cuando un clamor ciudadano se levanta indignado contra el dictador, no lo califican de “dictador” como siempre hacen con los gobernantes de los citados países de izquierda. Para El País (14-1-2011), Ben Alí es “presidente”, “mandatario”, o se refiere a él como “el que es presidente del país desde hace 23 años”. El día anterior, la agencia Efe y el diario Público seguía dirigiéndose a Ben Alí como presidente, nunca como dictador.

En cuanto a los políticos europeos, es importante saber que el partido de Ben Alí, la Asamblea Constitucional Democrática (conocida por sus siglas en francés RCD, Rassemblement Constitutionnel Démocratique), pertenece a la Internacional Socialista, es decir, el club de los partidos socialdemócratas donde también se encuentran el PSOE, el Partido Laborista británico, el Partido Socialista Francés, o el Partido Nacional Democrático de otro dictador amigo, el egipcio Hosni Mubarak. El 14 de enero, antes de la caída del gobierno, el diario El País reproducía una noticia de apoyo titulada: “La UE celebra la decisión de Ben Alí”. Decía el texto que “la diplomacia de la UE ha celebrado hoy el anuncio de Ben Ali de no presentarse a una quinta reelección a la presidencia de Túnez en 2014”. Curiosa reacción la de los gobernantes europeos. Si Ben Alí no es un dictador y sus elecciones son limpias, ¿por qué no se puede volver a presentar a las elecciones? Y si es un dictador que se ha mantenido en el poder mediante fraudes electorales, ¿por qué lo aceptan en la Internacional Socialista? ¿por qué deben esperar los tunecinos tres años más para quitarse la dictadura de encima e iniciar una democracia? No será que la UE, como con tantos dictadores amigos, los da por amortizados cuando la paciencia de los ciudadanos que los sufren llega a su límite, los muertos se amontonan por decenas y entonces se hace necesario desmarcarse, dejarlos caer y pensar en un sustituto que parezca diferente pero que todo siga igual.

La conclusión es evidente. Las dictaduras amigas no tienen ninguna dificultad en ser aceptadas por nuestros medios de comunicación, nuestros líderes e instituciones políticas europeas y, por supuesto, las instituciones financieras internacionales. Cuando escuchemos sus denuncias o halagos a otros gobernantes, no olvidemos la tabla de medir que usan y que han usado para el dictador tunecino. La realidad es que el colonialismo sigue vigente en la mayor parte de África y las empresas y corporaciones "occidentales" siguen encontrando en ella todo lo necesario para maximizar beneficios, cuadrar cuentas y enriquecerse a costa de empobrecer más a los países africanos, contando eso sí, con la ayuda de personajes o familias de ladrones y asesinos bien asentados en su trono a base de estrangular a su pueblo. El que nuestros políticos y supuestamente legítimos representantes lo vean con buenos ojos, no nos tiene que sorprender. Que nosotros nos enteremos cuando saltan las protestas y los botes de gas lacrimógeno inunda las calles nos tiene que hacer reflexionar sobre nuestro papel en el mundo.


Viñeta aparecida en el Tribuna de Salamanca, el martes 18 de enero de 2011.
El conservador diario se mofa de nosotros con una caricatura del ex-lider tunecino y sus corruptelas, ahora que queda bien. Antes cuando era "nuestro amigo" no se permitía discutir su figura.

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