Se cumplieron las previsiones y desde la última vez que escribí sobre ti y lo que me pasa contigo, no había tenido el alimento de tu imagen y tu forma de comportarte en mis ojos y en mi cabeza.
La vivencia de este tiempo ha sido “feliz” o cuando menos más indolora que anoche cuando huí de ese palacio que os habéis buscado, y que a todas os queda pequeño, y en el que te vislumbramos una personalidad distinta a la habitual y a la anterior, quien sabe si la real, o quien sabe si la fantástica.
Estos días y sobre todo estas noches, había planeado, había intuido como vivir esta situación y cómo hallarle una solución. También había crecido la esperanza. Una esperanza mucho menor a la que en ocasiones anteriores me había alimentado pero que quizás pudiera ser la más verdadera, ya que, aunque, sin alardear de ello, me consta que había tenido cierto éxito en el campo pasional, nunca antes había provocado en alguien las reacciones que en ti había leído, y que anoche también volví a leer.
Después de estar con personas que en un período corto de tiempo han pasado de desconocerme completamente, como yo a ellos, y que ahora me conocen y me valoran, como yo a ellos; os busque a todos y a todas porque sois ya parte de mi alma y algunos de vosotros, ya sabéis quien, habéis vivido mis aciertos y mis errores.
Llegue ante vuestra presencia y la turbación se apoderó de nuevo de mi. Clavaste tu mirada en mí, mientras yo trataba de quitarle hierro y esquivarla. Me amparaba en que realmente estaba muy contento, alegre incluso puedo decir, porque me había divertido y porque estaba donde quería y con quién quería. Tus ojos me buscaban y yo encontraba en las sonrisas ajenas y en cómplices compañías la evasión del sufrimiento.
Pero todo torno oscuridad, cuando visitamos ese palacio, esa parroquia que desvela secretos y parte máscaras, y de la que ya guardo infausto recuerdo.
No sufro por mí. No te quiero, no estoy enamorado de vos. Y no creáis que es un sentimiento reciente o que miento y hablo desde el dolor. Me reitero en que lo único que había sentido por ti era una factible felicidad y realización. El dolor no erradicaba en que esta noche no quisieras buscarme, ni que tampoco lo quisieras por el resto de noches. Eso me daba igual. El dolor era de pena por ti, por ser tan vacía e insulsa. Lo que me atrae de ti y me había invitado a esa posible felicidad, en ese maldito lugar, provoca en mi odio y rabia.
Ahora ya me da igual, como en realidad seas. Quien es Jeckill y quien Mr. Hyde. No me importa, y te aseguro que el sueño va a seguir llegando a mis parpados con su habitual puntualidad.
Mi corazón se calienta y mi cabeza quiere desvelar esa incógnita que alimenta la curiosidad. En 3 horas no me dejaste indagar, y en el tiempo de prolongación de la noche tampoco me permitiste saber lo que de verdad ocurre.
Este ha sido tu error, y aunque mi actitud no va cambiar y tienes las puertas abiertas para desvelarme lo que sucede, ya nunca nada será igual a lo que podría haber sido.
Y si el día posterior a una noche tan tortuosa suele ser un camino plagado de espinas y barro; en esta ocasión, fui rescatado por un auténtico héroe. Hermano, nunca me alegre tanto de que en batalla nocturna tan encarnizada tuviera como fiel aliado, a sangre de mi sangre. Tu me has convencido de que lo que mis ojos habían visto y mi cabeza cavilado, era algo real, no producto de la desesperación, el desamor, y el tiempo de búsquedas extenuantes e infructuosas; y también me has ayudado a comprender que no debo volverme loco por una situación que yo no he buscado y que una vez encontrada es tan extraña que increíbles hacen mis relatos.
Gracias por estar ahí, y por estar junto a mí siempre.
También a esa amiga especial. Encontrada entre unos y ceros, que reside más allá del horizonte, y que tal y como es ella, es el horizonte de mis sueños. Gracias a ti también, por saber ilustrarme y atenderme. Un beso.
Por último decir, que lo que no te mata te hace más fuerte, y que cuando se pierde la esperanza y el miedo se ahoga, la vida vuelve a su cauce normal, aunque ya nunca más pueda volver a confiar en alguien en particular.
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