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martes, 31 de diciembre de 2024

Una revuelta a la televisión española

 Lalachus y David Broncano nos van a dar la bienvenida a 2025

 

Esta noche, como muchas de las personas y familias de este país, volveremos tras muchos años a sintonizar Televisión ... Española para recibir el nuevo año. Ver en la Primera las Campanadas y tomarse las uvas al son que marcan, para inmediatamente felicitar con quienes compartimos el momento y pasar a llamar a los que por desgracia están lejos.

No puedo, ni debo, posicionarme en lo alto del podio de la superioridad moral en la que ciertos sectores de la izquierda se presentan como cool-es, elitistas y estándar de calidad suprema cultural, y por supuesto, de pureza ideológica. Yo al contrario que ellos digo que tengo televisión. Y la uso. Diariamente.

A veces, y sobretodo últimamente a consecuencia de tener que lidiar con caseros en el ecosistema salvaje de la vivienda en España, buscando las vueltas para poder ver canales y programas. Tengo que usar las plataformas de internet, libre y gratuito, para poder ver lo que quiero ver, porque desde hace unos meses la antena ha muerto ante el maltrato de arrendatarios anteriores y la indiferencia de los arrendadores. Apenas conservo 3 o 4 canales. Por fortuna puedo ver después de comer Expedición al pasado, que me parece lo único entretenido e interesante a partes iguales. Los autonómicos y el femenino en el que puedes ver el también interesante y necesario programa de los trajes de novia talla XXXL, a ratos entre las reformas de los gemelitos. Y ya. El resto no se ve. Se pixelea, se bloquea y desaparece. Y ya está. No pasa nada.

Desde luego hace décadas que no me informó a través de la televisión. No veo sus informativos, salvo la información meteorológica, y muchos menos, los programas, matinales, vespertinos y nocturnos, de debates políticos. El espectro de la derecha ultramontana copa todo el plasma catódico actual, y sólo sobrevive a duras penas la televisión pública, a esperas de que en el siguiente cambio de gobierno se ope por la Cadena Ser y se controlé el consejo político e ideológico de RTVE.

Aún con esto, vuelvo al hilo de la pureza ideológica de los pata-negra de la izquierda, tan limpios y tan brillantes, alejados de todo lo que huela a conflicto y a masa obrera, y que nos dan lecciones a los demás sobre cómo actuar en caso de hacerlo. Desde el posmodernismo, desde la urbanización de viviendas unifamiliares, desde las cátedras universitarias y desde el acceso a los medios de comunicación se está muy bien y se articulan relatos que deslegitiman la finalidad de la política como es la acción hacia la transformación de las condiciones materiales de la gente y el avance, o el progreso si se prefiere, de la sociedad, para que sea más justa, libre, igualitaria y emancipadora.

Discutir en las asambleas de partidos y sindicatos, en la barra de bar o en las redes sociales está muy bien y sería muy divertido, si no fuera porque enfrente cabalga una oleada reaccionaria de carácter ultra montano, injusta, criminal y malévola. Tener que discutir con tus supuestos compañeros ciertas cosas ante esta avalancha de inutilidad, casposidad y rancio patrioterismo no sólo es una pérdida irrecuperable de fuerzas y de tiempo. Es que además, se pone la alfombra roja desteñida para que nos arrasen, puesto que enfrascados en estas cuitas internas hemos dejado de ocupar los campos de batalla, a veces pero no solo en la dialéctica, para que la ultra derecha se apropie de los discursos, los debates, los escenarios y las mentes.

Una de las estrategias que más éxito renta a las élites cleptómanas de la derecha es la proliferación de bulos, mentiras y medias verdades. Las fake news no son un fenómeno nuevo propio de las redes sociales, ni mucho menos. Llevan desde siempre instalados en el día a día de la política liberal que supuestamente se decide a través de unas elecciones. Esto hace que sea conveniente convencer al electorado, aunque a veces se haga faltando a la verdad, insultando a la veracidad y poniendo en cuestión la propia lógica y los saberes que como sociedad con un acervo cultural sostenido teníamos ya más que asumidos.

Perder tiempo también en tener que desmentir toda la sonora maña de estupideces de toda índole que se escuchan por los medios de comunicación e internet es ya de por sí una putada y una derrota. Lo primero porque da igual que avales con sentencias o ciencia la verdad. Los destinatarios del bulo no te van a creer, porque el bulo reafirma sus prejuicios y sus cuñadeces. Si ya eres un reaccionario, un inmoral, un racista, un machista o un anormal que piensa que la tierra es plana o que los extraterrestres construyeron las pirámides egipcias y de Meso-América te vas a trufar en todos los datos verificados que te planten delante de la jeta. Esto no quiere decir que demos el partido por perdido en el minuto 1 y no desactivemos la mentira, la media verdad y el relato falsario interesado en sustentar ciertos estados de opinión y concienciación. No. Se trata de construir relatos que aporten estos datos reales y poder así discutir al imbécil y desacreditar su imbecilidad. Eso sí, sin caer en su propia cochiquera porque ya sabemos que no se puede pelear con un cerdo, porque al final te va a morder, te va a tirar al barro y ahí te va a ganar.

La televisión generalista en España desde siempre ha sido un alumno bien aplicado en la creación y difusión de mentiras enfocadas a sustentar mayorías y opiniones de derechas. Sólo en este año hemos visto como ciertas presentadoras y programas de televisión en las cadenas privadas han lanzado una campaña de bulos en torno al principal problema del estado, el acceso a la vivienda. Pero no lo han hecho desde el punto de vista de los millones de familias trabajadoras que no pueden acceder a este derecho básico con justicia social y sostenibilidad, sino de los grandes tenedores de vivienda, de los especuladores y de los arrendatarios que tratan de pagar la letra de un chalet de lujo a través de la renta por un pisucho de mala muerte sin reformar desde 1996.

Ana Rosa, Griso o Vicente Vallés no se han quedado ahí y han convertido en un problema de primer orden en la opinión pública la cuestión migratoria. Pero no dando voz a las personas que migran, desde dentro del país o que vienen desde fuera, sino dando un altavoz descomunal a los conflictos que se producen, cuando no hay arraigo o cuando chocan formas diversas de ver la vida. Aunque estos conflictos y problemas afortunadamente no sean la tónica general y si episodios esporádicos (por el momento) gracias a la labor de laminación de la opinión pública y de la inteligencia, se ha convertido en el problema nº1 de la nación, reafirmando las posiciones del partido ultra y llevando a la derecha y al centrismo del psoe de la mano a posiciones racistas y xenófobas.

En este juego de bulos y condicionamiento del votante entraron hace unos años otro tipo de programas. Sobretodo desde la pandemia de covid en 2020 los que eran programas de entretenimiento dieron un paso más allá y comenzaron a lanzar sus soflamas incendiarias y reaccionarias a un público cautivo, que en principio llegó hasta ahí por otros contenidos, pero que de la noche a la mañana, se veía inducido por la más rancia presentación de la sociedad.

Hay un programa en este país con más de 10 años en antena liderando el conocido como access prime time de lunes a viernes, esto es, el acceso o la hora previa a los programas estrellas de las cadenas los días de diario. En este programa, una persona se dedicaba a entrevistar a personajes públicos tanto del mundo del arte, de la política o del deporte, con una mezcla de rigor y humor en el que participaban dos marionetas de trapo con forma de hormigas. Varios colaboradores salían y hacían que la invitada o el invitado se lo pasarán muy bien haciendo trucos de magia, experimentos científicos o de cinética, probarán como se está dentro de una melé de rugby o lo que fuera.

Con el tiempo los colaboradores se fueron marchando del programa, todavía sin saber muy bien por qué. Fueron sustituidos por gente sin ningún talento más que el ser hijo de alguien. Y ahí tienes a una pareja de imbéciles riéndose sus gracias, a una supuesta periodista tóxica sentando cátedra, o a una pija demostrar al mundo que se puede ser una perfecta hija de la gran puta con un tono de voz suave y lánguido y con planteamientos propios de una niña de 6 años.

Al mismo tiempo se hacían más evidentes la actitud machista y sexista del presentador para cuando las invitadas eran mujeres a las que hacía pasar por su diversión, el más indisimulado acoso y violencia sexual. Todo ello ya con una clara línea derechista, de ataque al gobierno central y a todo lo que huela a izquierda o a sindicatos, dando pábulo a cualquier bulo y mentira interesada y creando de esta manera estados de opinión artificiales y construidos para cimentar mayorías reaccionarias.

Otro programa en esta deriva fue ese que se dedicaba a buscar fantasmas y extraterrestres y que de un tiempo a esta parte se ha dedicado a lanzar las mismas soflamas incendiarias, a replicar bulos y medias verdades y a dar cobijo a nazis directamente poniéndolos ante una audiencia que no se creía que los fantasmas fueran tan reales y dieran tanto miedo.

Tengo que decir que yo estos programas apenas los he visto. El primero sólo una vez, porque fueron unos conocidos (el “B” del Complutense que jugó el sábado anterior en Salamanca y nos lo dijo en el Tercer Tiempo) a hacer una demostración de rugby. Lo vi y el programa me pareció un formato deleznable. El otro lo veía hace unos años con mi mujer los domingos para coger el sueño, y entre cabezadas saltaba ya para soltar aborchonado “menuda gilipollez que acaban de decir”. Así que si, estoy escribiendo de oídas. Pero ahí los tienes hoy en día, quejándose de que no hay libertad de opinión, de que en los 80 se podía hablar de todo y todo tipo de ocurrencias y cuestionamientos de cosas tan importantes como la violencia machista o el cambio climático. Como si no estuvieran televisión, llegando a millones de espectadores, soltando sus mentiras, bulos y gilipolleces.

Ante este clima catódico, unido a las soflamas incendiarias de la radio matutina de los federicos, herreras y ansinas, y a los periódicos en papel, que sin excepción pertenecen a los emporios mediáticos de la ultraderecha, algunos ya llevamos tiempo diciendo que es necesario que desde la izquierda, los partidos, sindicatos y asociaciones se haga un esfuerzo por publicar y difundir nuestras opiniones, iniciativas y propias noticias. Y que en la cima de la pirámide aprovechar, que en teoría, se está en el gobierno para que la radio-televisión pública sea un espacio donde haya variedad y la verdad sea el objetivo primordial.

Bien, pues no parece que en el primer punto estemos haciendo mucho. Pero por lo menos, hay que decir, que Pedro Sánchez ha entendido, por otra parte como suele ser habitual en él, las necesidades intrínsecas para garantizar su supervivencia política y ha decidido dar batalla por el control del relato mediático a través de RTVE. Con pocas medidas, es verdad, y por supuesto, sin abrirse a contenidos más atrevidos y necesarios en los que se hable de feminismo, de cambio climático o de los problemas reales de la clase trabajadora. Pero algo es algo.

Para discutir el liderazgo en audiencias del mequetrefe y las hormigas, RTVE fichó en verano a unos chavales humoristas que llevaban años haciendo en la televisión de pago un formato de entrevistas y bromas irreverentes. Un estilo desenfadado, joven y actual que no había hecho que el canal de pago ganará más abonados, pero si que sus visualizaciones en youtube fueran de récord.

Brocano y su tropa han revuelto el panorama televisivo del país de tal manera que hasta RTVE ha tenido que rendirse a la evidencia, y pese a las primas trabas de una dirección nacida de los senos de Rajoy, encargar a Broncano y Lalachus la presentación de las campanadas de Nochevieja. Probablemente el programa más importante del año.

Sin duda, La Revuelta es un formato mucho más fresco e interesante que el resto de propuestas de la televisión generalista española. Si quitamos a La2 que aún con borrones imperdonables, es un espacio para la cultura y la divulgación, el resto de canales es una bazofia. Repetición hasta la nausea de los mismos programas. La mayoría producidos en las televisiones de pago de Estados Unidos con formatos que sustentan la ideología neo-con que tan bien les ha ido hasta ahora allí, verdad. Repetición de las mismas series, los mismos reallitys, las mismas películas. Una y otra vez. Te tiras un mes viéndola porque no tienes más remedio, porque estás convaleciente o por lo que sea, y al día 32 ya no hay nada que te resulte original y divertido.

Por eso, La Revuelta es tan exitosa y una idea tan acertada. Porque frente a una presentación de la realidad con una clara intención hay otra que es más acorde al mundo de la gente que viene a divertirse, a reír y a pasárselo bien. Porque hay problemas, pero no pueden convertirse en opresiones, hay que echarle humor como primer paso para superarlos. Porque frente a unas nuevas generaciones idiotizadas por los youtubers que se han posicionado gracias al dinero de papa y lanzan más bulos y más opiniones individualistas y trasnochadas, pese a ser jóvenes, hay aquí un formato que intenta ganarlos para la causa de la democracia, de la participación política y en el que además, comparten espacio, aunque sea televisivo, con otras generaciones.

Y si, es verdad. Yo no veo la Revuelta todos los días. Muchos días ni enciendo la televisión. Otros a lo mejor lo pongo y veo como Broncano, Grison, Castella o Ponce bromean y dan pie a la participación del público (un acierto brutal y de lo más destacable de este programa). Veo la intervención de Lalachus, un descubrimiento que me tiene enamorado por su frescura, su espontaniedad y su sentido del humor. A veces veo la entrevista y a veces no. A veces, no me gusta que Broncano o Grison interrumpan constantemente a las invitadas con sus bromas, porque a veces a fuerza de repetirse caen en la misma ranciedad que otros. Y otras veces apagó el televisor porque los entrevistados son esos cantantes y actores “modernos” que gustan ahora a la gente joven y que a mi, lo siento, no me dicen nada. Pero lo positivo es que exista este programa y no eché de antemano a toda la gente a los brazos de los reaccionarios y ultras. Porque disputando el terreno de juego de la audiencia, no sólo es que ya gane, es que además, de entrada, está demostrando que hay partido. Y que la mayoría de la gente es inteligente o por lo menos lo suficiente para construirse su propia opinión si les das alternativa en la oferta de relatos.

El éxito de La Revuelta y la noticia de que Broncano y Lalachus van a presentar las campanadas de La1 han provocado una reacción machista y fascista en redes sociales y en columnas de opinión en periódicos, televisiones y radios de toda esa purria cavernícola con la que tenemos que lidiar en este país.

Los tuits refiriéndose al aspecto físico de Lalachus son vomitivos y el más puro ejemplo de rancio abolengo españistaní que te puedes echar a la cara. Cuando las campanadas las presenta hombres con sobrepeso como Chicote o Ibai nadie se ha quedado. Todos celebran que Pedroche salga desnuda porque así empezaban el año con una paja. Si no queréis ver a Lalachus y a Broncano vete a otro canal, y no molestes. Y sobretodo, no insultes.

Yo, y estoy seguro que muchos, nos quedamos con el humor, con la originalidad y con esa sonrisa natural y divertida que gente con talento nos viene a mostrar.


Por un 2025 donde demos de verdad batalla al fascismo y donde las clases trabajadoras venzan. Donde acabemos con la desigualdad y defendamos lo que realmente nos hace libres, iguales y fraternos. Por un 2025 con humor, salud y revolución.


viernes, 27 de diciembre de 2024

¿Habrá elecciones en 2025?

En pocos días va a acabar un año más, y tiene pinta que no va a ser el último, de una crispación política insoportable para el ciudadano normal. El teatro televisado, radiado y panfleateado por los periódicos tiende al infinito de la hipérbole y la víscera. El teatrillo de la democracia liberal burguesa no es política en términos grandilocuentes. No hay debate como tal. Sólo reproches y acusaciones parvularias del y tu más … No hay grandeza en los discursos, ni en las palabras, y los hombres públicos de la antigüedad no pueden verse reflejados en los parlamentarios y parlamentarias de hoy en día.

Los medios de comunicación de masas y las redes sociales no ayudan a rebajar la crispación y la violencia verbal que a punto está de volverse física, si es que no lo ha hecho ya. Una ultra derecha, toda ella, política, judicial y mediática echada al monte bajo el mandato de la económica que quiere cerrar el círculo de la explotación de la clase trabajadora y de los recursos y patrimonios de todas y todos. No puede aflojar el nudo de las levas en un contexto de crisis de valores colosal, donde el imperio se convierte en pasado. Se desmorona a cada día y pierde capacidad para seguir manteniendo el orden establecido mientras sus propias poblaciones, en Estados Unidos y en la lacaya Europa quedan en manos de sátrapas que se venden como depositarios de la democracia y la voluntad popular y no son más que los enterradores de un sistema y una ideología que hace aguas por todas las partes. Incapaz de garantizar el bienestar de la mayoría, y que solo sirve para usurpar a las clases productoras.

Con este contexto cada año que se mantiene el gobierno de coalición más progresista de la historia es un éxito que no deja de sorprender a los que tenemos un par de dedos de frente y sabemos cómo funciona el mundo, y cómo mal-funciona el sistema democrático y capitalista.

Si ante esta avalancha de acciones de casi toda índole -solo falta el típico golpe militar españistaní-, que un gobierno, supuestamente de izquierdas, se mantenga en el poder es para alabarlo. Pero también es verdad, que más por méritos propios, se debe a los deméritos de ese bloque cainita y rancio, incapaz de convencer a una mayoría para facilitarle el acceso al poder, toda vez que su estrategia de odio y crispación se basa en atacar a todos los que son diferentes al típico españolito de a pie. Por qué si sólo se siente español el hombre, blanco, de apellidos nacionales, de media edad y que tiene un trabajo, una hipoteca y un coche que contamina, ¿cómo diablos va a convencer a las mujeres?, a jóvenes que no pueden acceder a la vivienda, a jubilados a los que no les llega la pensión y a los que pretenden explotar hasta el último segundo, a personas sensibles con el bienestar animal, la calidad de los ecosistemas y en lucha contra el cambio climático. Cómo pueden convencer a catalanes, vascos, valencianos o canarios. Más allá de Madrid, más aún, más allá de la M30 hay mucha España y muchos y diversas españolas y españoles.

Qué clase de inútiles corruptos y amorales son los políticos de derechas de este país (y ojo, que también hay muchos en la supuesta izquierda) para que ante todo el apoyo mediático y económico mediante no sean capaces de ganar una mayoría. No busquen mucho. Los llevamos viendo muchos años y su último ejemplo está siendo en Valencia.

Por todo ello, lo indico una vez más, es absolutamente descorazonador que un gobierno como el actual no sea más proactivo a la hora de plantear propuestas y ejecutar políticas en beneficio del bien común. Si prácticamente sin hacer nada ya tienen a un ataque frontal de una oposición que ha demostrado con la pandemia, con el volcán, con las guerras de Ucrania o Palestina, o con la Dana, su nula capacidad para poner el interés general por encima del suyo particular. Su esquiva colaboración para solventar los problemas comunes y garantizar la capacidad adquisitiva de todas las familias. Que lejos de plantear soluciones se suma a crear más y más problemas, a veces donde no los hay, para derribar al gobierno. Que se manifiesta por derechos trasnochados que no existen y por mantener costumbres que poco o nada tienen que ver, no ya con la España y Europa del siglo XXI, sino con el mundo de cambio de siglo.

Por qué este gobierno no es agresivo y cambia proactivamente el país a través del BOE. Retratando a todas las fuerzas políticas una y otra vez. Cada semana. Y a todos esos supuestos “medios de comunicación”. Es verdad que luego hay que ir al Congreso (y al Senado) y conseguir la suma de muchos partidos, con ideologías diversas y a veces enfrentadas, para sacar adelante toda propuesta. Pero es la manera de ir planteando soluciones y a los acuciantes problemas, muchos de ellos enquistados, que lastran este país y a sus gentes. Qué desperdicio de acción política que podía resultar en ir acercando a personas trabajadoras a un gobierno, que quizás no es el que más simpático les resulta, pero que indudablemente mejora sus condiciones de vida.

El último ejemplo los estamos teniendo estas semanas con el impuesto a las eléctricas, una medida social importantísima que puso freno al lucro excesivo de estas empresas, que desde que dejaron de ser patrimonio nacional (gracias pp y gracias Aznarin) se han convertido en sanguijuelas de las clases trabajadoras. PNV y el chiringuito del cara-dura de Puigdemont son tan de derechas como el pp y tan patriotas del dinero como ellos. Su bandera les separa pero les une mucho más el dinero. Y ahí están defendiendo el interés de los accionistas, muchos de ellos extranjeros, frente a que sus compatriotas (españoles, catalanes o vascos) pasen frío en invierno. Son así de sinvergüenzas e hipócritas.

Por eso plantear esa reforma fiscal progresista y basada en un modelo de justicia social que financie y garantice la igualdad entre ciudadanos de oportunidades, el acceso a los servicios públicos, empezando por la sanidad y la educación, es tan necesaria como evidente que a de ser la primera promesa electoral de todo partido de izquierdas de verdad. Por ello es tan básico mostrar las contradicciones de estos partidos de derecha. Porque están en una situación de desventaja. Aunque no lo parezca.

Porque mientras la ultraderecha madrileña esté echada la monte es imposible que estos partidos catalanes y vascos vayan a facilitar directamente, o incluso, indirecta, un gobierno de extrema derecha. Porque sus electorados jamás lo perdonarían. Y de hecho, si hace un año y medio sacaron adelante, junto a las fuerzas de izquierdas, incluidas las nacionalistas y el PSOE un gobierno de coalición fue el miedo a ese gobierno de extremo centro que los tendría entre sus objetivos, y fundamentalmente porque su propia nación los trataría como traidores.

Por lo tanto, con este ecosistema parece factible que salga adelante cualquier propuesta fiscal, o política, que vaya en beneficio de las clases populares y de los pueblos que viven más allá del barrio de Salamanca de Madrid. Lo primero porque todos, y en esto debería de incluirse a las derechas que encima rigen algunas Comunidades Autónomas, están interesadas en que salga adelante unos presupuestos para 2025 que desbloqueen las ayudas europeas y les permita hacer o no, sus políticas. Sean las que sean.

Otra cosa es avanzado el año y viendo que los propios pactos entre fascistas saltan por los aires con más facilidad que los de izquierdas, sería la idoniedad de una convocatoria de elecciones generales a partir del verano. La búsqueda de sustentar una nueva mayoría progresista que garantizará el gobierno restando los apoyos de PNV y Junts toda vez pasado el ciclo electoral en Euskadi y Catalunya. Descarto una moción de censura o un empuje desde las derechas que llevarán a una elecciones anticipadas.

De darse la convocatoria y revalidarse un gobierno del PSOE, con o sin participación de la izquierda a la izquierda del PSOE, se producirían dos hechos muy importantes: El primero trascendental es que el PP estallaría. No podría aguantar más años de oposición porque no sabe y porque hay una lucha por el poder más que evidente. El segundo que quizás, y solo quizás si los interesados demuestran tal interés, sería la responsabilidad de aprovechar por fin la oportunidad y hacer políticas que merezcan la pena y nos permitan ser un mejor país, con mayor dignidad. Que podamos de una vez por todas, y junto a todas y todos, transformar este país y arrojar al contenedor de la basura el franquismo y el tardo-franquismo.

Quizás si no se hacen estas medidas que darían una mejor, o incluso por primera vez una democracia, no es tanto cobardía o inutilidad, como que al final son el mismo problema. Una casta política, a la que se han sumado todos los advenedizos, para que nada cambie. Entonces y sólo si superáramos nuestras diferencias, las clases trabajadoras, la población debería levantarse y reclamar un clima político más constructivo y digno. Una quimera.

Para contestar a la pregunta del título de esta entrada no tengo una respuesta en firme. La lógica y la experiencia previa con Pedro Sánchez me dice que si. Porque aunque es casi imposible y puede que hasta una locura, se trata de una estrategia audaz que le garantizaría 4 años más y dejaría muy tocado a su rival al que además podría ir desgastando nuevamente en otro ciclo electoral. Si se dan las circunstancias, que ahora no son porque no le otorgarían la iniciativa, no tengo ninguna duda. Otra cosa sería las políticas que practicaría, que estarían influidas por la relación de mayorías. Si no se dan esas circunstancias que le favorecieran, ya veremos…

Una de las principales razones de pensar así es que a la izquierda a la izquierda del PSOE, la situación es tan lamentable que van a empujar a muchas personas al psoe por incomparecencia. Es duro decirlo pero es así.

No pensemos más en estas cosas y tampoco demos palabra a los cuñados. Feliz año nuevo. Y disfrutar de este su último fin de semana.

 

 

viernes, 9 de febrero de 2024

Autovías y Tractores


Hay convocadas diversas manifestaciones y acciones reivindicativas de corte de carreteras y accesos a ciudades por parte de algunas de las asociaciones agrarias. Están causando problemas de circulación y alterando lógicamente el orden y funcionamiento del país. Lo han hecho, por cierto, sin las pertinentes convocatorias y anuncios reglados por el estado de derecho, y no están recibiendo la coerción que se supone se le exige a las fuerzas de orden en estas ocasiones. Por recordarlo ante las agresiones de los esbirros del estado con permisos en la mano que algunos otros hemos sufrido.

Existe un descontento evidente y razonable en el sector agroganadero europeo y sus legítimas reivindicaciones y protestas están siendo instrumentalizadas por la extrema derecha, tanto en España como en el resto del continente, recogiendo el testigo de lo que fueron las protestas de los Chalecos Amarillos en Francia. Esto hace que sea muy difícil al común de los habitantes saber interpretar de qué va esto. Entre otras cosas, porque a los medios de comunicación de masas parece que les ha pillado con el pie cambiado y de sorpresa. Sin embargo, esto contrasta con el hecho de que la opinión pública, y también desde la izquierda, estamos absolutamente con los agricultores, ganaderos y con el mundo rural en general. Se entienden muchas de las reivindicaciones y de las problemáticas que existen, y aunque haya quien quiera hacer creer que tanto en el sentir popular, como en esos propios medios, como desde la izquierda se aplica una conciencia urbana que no acaba de entender la realidad del sector primario y de sus gentes, la realidad es que hay un consenso unánime en apoyarlas. Porque es natural y lógico, justo y digno. Y porque estas protestas en el fondo discuten los usos del modelo neoliberal aplicado en este caso al sector primario donde ha llevado la precariedad, la inseguridad y la indignad. Eso sí, la izquierda centrada en las cuitas internas y en el análisis teórico de procesos vuelve a estar alejada del conflicto, y queda el terreno baldío para que la política fascista y reaccionaria se apropie de estas protestas.

Sin embargo y que baste como ejemplo, como al segundo día de manifestaciones y algaradas, los medios han empezado a dar voz a supuestos portavoces del colectivo agrícola y ganadero. La sensación que queda es que esta propuesta va de una caterva de fascistas, metidos en la conspiranoia más aberrante, y sobretodo impulsados contra Perro Sanxe porque “no sé qué de la Amnistía”. Así entrevistan en las autovías o en plató a latifundistas, a terratenientes, a nobles y demás fauna que no ha cogido una azada en su vida. No sabe uno a ciencia cierta si es un “error” de los medios de comunicación de masas al confundir a estas asociaciones del campo, que son grupúsculos de patronos y dueños de los terrenos con entidades que fueran representantes de los trabajadores agrícolas. Ni siquiera con asociaciones mayoritarias. Pareciera que se trata de un mensaje buscado con una intención evidente.

Los tractores y las personas que los conducen protestan contra la Agenda2030, contra Marruecos, Sudáfrica o Chile. Contra los ecologistas porque desde la ciudad no conocen el medio natural. Contra la UE que llena de burocracia, requisitos y umbrales el día a día de la actividad agraria mientras firma acuerdos comerciales hiper laxos con los países del Sur. Y contra el gobierno. Por supuesto.

Que quede totalmente claro que desde aquí y desde toda la izquierda estamos con estas protestas, las apoyamos, las comprendemos y las respaldamos. Faltaría más. De entrada porque lo que están diciendo los agricultores y los ganaderos es lo mismo, igualito, que lo que lleva la izquierda, y particularmente Izquierda Unida, diciendo casi ya 40 años. Que el capitalismo neoliberal es suicida, opresivo. Que el acuerdo de Maastricht iba a traer la desregulación de las cadenas de distribución dejando a quienes se dedican al sector primario en una clara y flagrante desigualdad con respecto a los grandes comercializadores. Que añadía toneladas de papeleo y burocracia que lastraban el trabajo de los profesionales. Que iba a impedir el relevo generacional y por lo tanto aumentaría el fenómeno demográfico del éxodo rural. Que los acuerdos comerciales transnacionales, como el TTIP, dejan el campo y al trabajador a los pies de los caballos de los poderosos. Que iban a poner nuestros productos a competir con otros de escala global producidos con ningún tipo de control y con prácticas y técnicas abusivas y que laminan los derechos de los trabajadores, la salud o el medio ambiente. Que es vital un acuerdo de estado que proteja el medio natural incorporando las legitimas reclamaciones y las enseñanzas y trabajo de todo el mundo rural.

Desde luego la Unión Europea entregada al neoliberalismo ha mostrado una vez más su fracaso y el de esta ideología perversa y homicida. Ha dejado a su propio campo, a sus graneros y provisiones en una situación de desventaja flagrante con respecto a los productos importados de otros países y con los grandes mangantes de las cadenas de producción (no me he equivocado). Y por esta puerta, como ya pasó en el Brexit, la extrema derecha está valiendo su fuerza telúrica en el campo español para incluir su euroescepticismo, su negacionismo climático (y de propina, el entre géneros) y sus proclamas racistas y xenófobas. Y por supuesto, su único afán en tener el poder para saquear el país.

Como contraste estaría bien saber cuántos trabajadores del campo, braceros y jornaleros están siguiendo estas manifestaciones. Cuántos trabajan en el sector. Cuántos lo hacen con contrato y seguridad jurídica. Alguien ha preguntado a las mujeres del mundo del campo que llevan día a día el trabajo en la explotación, del hogar, de cuidados y a veces otro trabajo fuera del sector primario qué piensan de esto (sé que también hay hombres que hacen estas labores, pero el porcentaje de mujeres es abrumador). Hasta el momento las imágenes son de hombres. Casi todos mayores de 50 años.

Sin embargo, según estos ganaderos hay que “derogar la ley de bienestar animal” y “derogar leyes ambientales y de protección de especies que atentan contra la agricultura, ganadería y zonas rurales”. Pues me parecen una serie de reglamentaciones bien necesarias y que nada tienen que ver con el trabajo de los productores pequeños, y si sobre las formas de operar de las macrogranjas, los cotos de caza o las ganaderías de toro de lidia. Si a una empresa que dice que no puede pagar el SMI a sus empleados se le dice que lo mejor que puede hacer es cerrar, en este caso, aplico lo mismo: Si no puedes dar una calidad de trato a la vida de los animales que tienes en la explotación, mejor ciérrala.

Por otro lado, de toda esta protesta rechina bastante lo que tiene que ver con todo lo que es cuidado del Medio Ambiente y de la salud de la población como consumidores de los productos agroganaderos. No tanto por las reclamaciones frente a la Agenda2030. Sí, un emblema que  viene impuesto por las élites, pero que también es uno de los acuerdos internacionales vinculantes más ambiciosos a la hora de plantear políticas y alternativas en defensa del planeta y sus gentes. Y que señoras y señores, está proyectado para el año 2098. No creo que muchos de los que están cortando las carreteras esta semana se hayan leído el plan al completo, y sólo sigan las medias verdades vomitadas por intereses creados de quienes han puesto al campo en la situación actual y que no quieren que nada de eso cambie. De acuerdo en que las iniciativas más importantes que ya sabemos viene impuesta por las élites neoliberales como patada hacia adelante cuqui y en purpurina de un supuesto futuro de progreso y garantía de los derechos humanos pero sin cuestionar las circunstancias de base de toda desigualdad. Pero precisamente por eso, estos agricultores y ganaderos no deberían permitir jamás que la extrema derecha se apropie de sus legítimas y razonables preocupaciones y protestas.

No, se trata de cómo están estos agricultores españoles y europeos adaptándose al contexto cambiante que nos está tocando vivir. A un mundo en el que los combustibles tanto para producir como para transportar lo producido son cada vez más escasos, y por lo tanto más caros. Con un cambio climático real e imparable que está transformando la forma en la que los ecosistemas y sus integrantes se interrelacionan. Con fenómenos atmosféricos cada vez más extremos ya sean sequías, lluvias torrenciales, olas de calor más intensas y repetidas, u olas de frío siberiano más frecuentes. Y sin embargo, ahí los tienes cuestionando a la ciencia, en otra característica básica de lo que es Españistan, y al más evidente sentido común.

En el campo y sólo basta con mirar los resultados de todas las elecciones, se ha castigado tradicionalmente a la izquierda y sus políticos y programas, porque van a traer las penurias a lo rural. Las demandas ecológicas y por protección del medio ambiente se hacen desde la ciudad, sin comprender la realidad del campo, eso dicen, y por lo tanto, se dan mayorías a partidos de derechas que en principio les defienden. Craso error. Porque estas políticas de derechas, de desregulación de los mercados, son las que se cargan el medio rural por intereses especulativos que poco o nada tienen que ver con las necesidades de las poblaciones, de desprotección de la ciudadanía en todos su roles (productor, trabajador, consumidor), las medidas que han favorecido las concentraciones parcelarias hasta el mega-latifundio, las macrogranjas o la pérdida de los puntos de venta en cadenas de distribución más cortas, son las que han puesto la soga y atado el nudo alrededor del cuello del agricultor y el ganadero.

Sí, es muy fácil echar la culpa al urbanita que quiere productos más naturales, ecológicos y saludables. Que estos se produjeran con unas condiciones de prosperidad y dignidad para toda persona que participe en el proceso de producción, distribución y venta. Y que no se deteriorará el medio ambiente. Lo que pasaba hace 50 o 60 años en Europa, 40 o 50 en España. Con lo cual el relato de lo que siempre se ha hecho es falso. Porque antes no se abonaba con cientos de píldoras de colores. Ni se sulfataba a mansalva con drones y avionetas extensiones de 4000 hectáreas o más. Ni había cultivos de regadío donde tienen un suelo y un clima de secano. No se llenaba el buche del ganado con antibióticos a granel, ni se les tenía que impartir vacunas contra enfermedades que aquí no se conocían. Es la globalización y el neoliberalismo los que están cargándose el trabajo y la vida del sector primario. No lo olvidemos.

Y la derecha y la extrema derecha no van a parar esa rueda por muchas facilidades y promesas que hagan. Van a pisar el acelerador del capitalismo más depredador. Mirad lo que ha pasado en Reino Unido, en Estados Unidos, en Brasil o en Argentina. No van a redistribuir la riqueza. Recordemos que por ejemplo votaron en contra de la Ley que prohíbe a las grandes cadenas de distribución obligar a los productores a vender por debajo de coste. Algo que estaba pasando y sigue pasando por la carencia de inspectores que no se han puesto en las administraciones autonómicas que legisla la ultraderecha. Que llevan años gobernando administraciones y provocando trastornos a las personas y a las empresas, al medio ambiente y al patrimonio de todos. Que son corruptos.

No se cuestionan el estado de medio ambiente y de los derechos de los trabajadores del campo. O los formularios y requisitos burocráticos que tienen que hacer frente las explotaciones y sus propietarios. No han vigilado, de hecho han alentado, un reparto de ayudas a través de la PAC totalmente inmoral, injustificado y delictivo, durante ya 30 años.

Desde la izquierda no se puede ver a estas manifestaciones como expresiones de la extrema derecha. Eso sería un error. No comparecer y dejarles que llenen de banderas, muchas preconstitucionales, las justas reclamaciones del sector agrario y ganadero español y europeo sería perder otra oportunidad para poder construir un país más digno, justo y con futuro.

Además es preciso ayudar a que los pequeños productores puedan sobrevivir a este momento de zozobra y cambio, porque el pueblo en general está con ellos, sin usar banderas ni consignas rancias o fascistas. Simplemente porque la mayoría de la gente entiende la labor esencial del mundo rural, porque lo valoramos y lo queremos. Y porque entendemos que merecen un futuro y un bienestar con dignidad. Para todas y todos los integrantes del mundo rural.

 

 

viernes, 29 de enero de 2021

El Asalto al Capitolio

 




El miércoles 6 de enero de 2021 ya es historia. Estados Unidos vivía en sus carnes lo que tantas veces ha provocado en otras partes del mundo para alimentar su maquinaria económica y de guerra. Un golpe de estado. Fallido o cuando menos sofocado, si, pero un golpe de estado en toda regla con el Asalto al capitolio protagonizado por las huestes del presidente saliente, Donald Trump, que no admite su derrota electoral el pasado noviembre, y que apenas un par de horas antes del asalto jaleaba a sus bases al grito de “nada nos va a parar”.

El populismo de extrema derecha ha sido una más de las señas de identidad de la presidencia de Donald Trump, postulándose como la amalgama de sentimientos y emociones que ha movilizado a una parte importante del electorado estadounidense estos últimos 6 años. No podemos olvidar el profundo personalismo de la línea política del ex presidente, como tampoco desdeñar su capacidad comunicativa tan particular, peligrosa y a la vez, tremendamente exitosa.

La violencia ha sido el aglutinador de la comunicación de Trump desde el primer momento en que apareció como outsider de la política en las primarias del partido Republicano en 2014. Bien fuera para jalear la dureza en la represión de sus seguidores sobre los manifestantes que interrumpían sus actos o marcando en la agenda ese American First, la violencia ha estado siempre presente como expresión de la rabia contenida de los desheredados de la America blanca y trabajadora, olvidada en el devenir del capitalismo ultraliberal y que tan bien ha sabido manejar Trump estos años.

La pandemia del coronavirus con la negación de su existencia y la infravaloración de sus consecuencias en el bienestar del país supuso el primer golpe duro a las posibilidades de reelección de Trump. Ya entonces el fantasma de la manipulación electoral para arrebatarle la Casa Blanca se convirtió en el mantra que cerraba todas las críticas. No importaba para el equipo del presidente, ni para él mismo, desprestigiar su propio sistema político, la democracia estadounidense, tan expuesta como ejemplo por la élite.

Las huestes de la izquierda en Estados Unidos ya estaban movilizadas ante la reelección de un mandatario que ha mantenido secuestrada la acción política de las cámaras de representantes. El presidencialismo no era nuevo en la política americana, ni mucho menos, pero si que lo han sido las acciones impulsivas de un presidente que no ha dejado de mirar a sus negocios particulares y sobretodo a sus problemas con la justicia y la hacienda estadounidense.

La violencia policial contra las minorías con un nuevo caso de brutalidad policial frente a la población afroamericana fue la espoleta que despertó la conciencia de una victoria electoral. El mayor autoritarismo y la defensa a ultranza del entramado policial por parte de Trump terminó por aglutinar a toda la izquierda del país que venía seriamente lastrada por las maniobras del partido demócrata para fomentar un candidato pro-sistema (Joe Biden a la postre, nuevo presidente) frente a las corrientes socialdemócratas (Ocasio-Córtez o Bernie Sanders).

Ante la movilización de toda la izquierda (de todo el espectro desde el centro a la extrema izquierda) en común para sacar a Trump de la Casa Blanca, el partido republicano hacía suya la política comunicativa del presidente, empeñado en anunciar el fraude electoral como causa de su derrota y en complicar el voto a millones de sus compatriotas a los que anticipaba hostiles, y junto a él, el llamamiento a sus seguidores para mantenerse alerta ante lo que pudiera suceder.

Ni siquiera los datos macro económicos al alza salvaban el bagaje presidencial de Trump, ya que esta mejora en los grandes números no se ha traducido en mejoras sustanciales en el día a día de los trabajadores, en especial de la mayoría blanca desclasada su principal bastión electoral, y junto a las consecuencias de la pandemia (y la inacción federal ante el avance de contagiados y fallecidos) y el problema del racismo marcaba como complicada la reelección.

En las elecciones de noviembre ambos candidatos computaban un voto numerosísimo (ambos son los más votados en la historia del país en números absolutos) pero en el peculiar sistema americano, era Biden el que sumaba el mayor número de representantes para proclamar vencedora su candidatura.

Tras varias semanas de recuento y confirmación de los datos, con intervención directa de la presidencia y el Tribunal Supremo (de marcado acento derechista puesto que Trump se ha dedicado con empeño en plagar de correligionarios las altas instancias funcionariales del país) se confirmaba la victoria demócrata. Sirve de poco pero es necesario comentar aquí el nefasto sistema electoral americano abierto a corruptelas de todo tipo y que sólo sirve de ejemplo de cómo no se tienen que hacer las cosas.

Trump no aceptaba la derrota. Clamaba fraude electoral y robo de papeletas, urnas y mandatos de los tribunales tanto estatales como federales. Y anunciaba movilizaciones para la fecha de proclamación de la candidatura en el colegio electoral en Washington DC el 6 de enero.

Llegaron a la capital miles de fanáticos del ex presidente para marchar por la Avenida Potomac hasta la Avenida Pennsylvania haa el Congreso. Jaleados ante la Casa Blanca por el propio Trump que los llamo a la movilización animándolos hasta la lucha final. Unas horas después centenares de ultraderechistas asaltaban el Capitolio de los Estados Unidos con la intención clara no sólo de paralizar el protocolo de proclamación del Presidente y los resultados electorales, sino de ajustar las cuentas con congresistas rivales, así como “dar valentía a los republicanos para que supieran qué hacer”.

Destaca la pasividad policial (parece que no sólo es cosa de España, el fascismo instalado en las fuerzas del orden) que contrastaba con la movilización y extrema violencia con la que respondieron a las manifestaciones de junio de quienes clamaban por el fin del racismo, la xenofobia y la brutalidad policial.

El espectáculo era retransmitido por las televisiones y los teléfonos móviles de testigos y asaltantes componiendo un retrato a veces irreal, pero siempre terrorífico. Las banderas y pancartas de ultra derecha, conspiranóicos, con uniformes militares, gorras rojas y disfraces como el ya célebre de la piel y cuernos de bisonte. Estados Unidos ya tiene su desfile de camisas negras o de camisas pardas y antorchas. Una demostración de fuerza del fascismo en el país que obligó a escoltar al vicepresidente Mike Pence, que siempre había sido el más fiel colaborador de Trump y que presidía cumpliendo su misión constitucional el proceso que debía ratificar los resultados electorales. Fue necesaria la intervención de la Guardia Nacional para ir recobrando la normalidad, mientras los congresistas huían y se escondían, se decretaba el toque de queda en la capital. Trascendían las imágenes de asaltantes con los pies en la mesa de la presidenta del congreso o llevándose el atril federal como souvenir al tiempo que al ya ex-presidente le cerraban la cuenta en Twitter, algo así como ponerle un bozal.

Un asalto que violó el símbolo de la soberanía popular en Estados Unidos y que constituyó un Golpe de Estado o cuando menos un intento serio de subvertir el orden constitucional. Un paso más en la algarada ultra derechista en el país de las barras y estrellas en un devenir que viene marcado desde hace dos décadas, desde el ataque del 11S y desde que se hizo patente la decadencia del Imperio y con ella, la reacción de una oligarquía que trata de imponer su visión de país valiéndose de la movilización cada vez mayor, de sectores de población seriamente oprimidos y que han vivido y están viendo como sus condiciones de vida empeoran presidente a presidente, año a año.

En el Asalto al Capítolio se vieron muchas banderas fascistas. También muchas gorras rojas que han sido siempre símbolo de la presidencia Trump. A muchos rednecks, los obreros y granjeros blancos en torno a los 50 años o más, predominantemente del medio este que han perdido sus trabajos (y con ellos sus seguros sociales) y que han sido desde siempre un bastión electoral importante para Trump. Muchos ex-combatientes, veteranos de Afganistán e Irak que están siendo incapaces de incorporarse a la vida civil. Y también muchos fanáticos religiosos adheridos a teorías conspiranóicas y evangelistas y que llaman claramente a la revolución fundamentalista, con la intención de convertir a Estados Unidos en una república cristiana teocrática. Todo ellos armados con armas de asalto y munición de combate. De todos ellos se ha aprovechado Trump desde su incursión en las primarias republicanas componiendo una marea intolerante y muy peligrosa que es preciso erradicar ya.

El futuro de Trump debe de pasar por el juicio político y civil como instigador de un golpe de estado. Un delito de sedición y traición. El Congreso a través del Impeachment tiene las herramientas para ensombrecer el legado de Trump y sobretodo para proceder a la inhabilitación evitando así su candidatura en 2024. El objetivo también debe de ser luchar desde la democracia, desde el partidismo y desde la sociedad civil, contra este movimiento violento y fascista sin olvidar a los promotores en la sombra, los oligarcas que se ven beneficiados de la deriva ultra.

En ese sentido, el partido Republicano se encuentra ante una encrucijada muy difícil de resolver. Ir contra Trump y hacer valer el sentido de estado y un compromiso fiel y claro con la Constitución y la democracia, es a la vez ir contra unas bases electorales tremendamente movilizadas, sobretodo en estados clave como Texas o Florida, y también contra una buena parte del aparato del partido que durante estos años ha podido transformar a su gusto el ex presidente.

El nuevo presidente tiene la misión de unir al país en un momento de crisis colosal. Ante el claro declive de Estados Unidos como potencia única en un mundo unipolar le tiene que sumar la gestión de una pandemia que está dejando todavía más claro lo erróneo y falso de un sistema económico (y político asociado a él) basado en el egoísmo y el individualismo. Por si todo esto fuera poco, el reto de hacer justicia con lo acontecido el 6 de enero, recomponer el país a pie de calle y en sus instituciones y trabajar por unir a toda la ciudadanía en un futuro menos intolerante, con menos racismo y menos elitismo, lo opuesto a lo promovido por Trump y sus secuaces, una respuesta fácil y exculpatoria al capitalismo deprador. Parece imposible para un señor de 78 años y un partido, el demócrata, profundamente neoliberal (tanto o más que el republicano) cuyas bases y corrientes claman un acercamiento a lo que podríamos llamar socialdemocracia cada vez mayor.

A través del cine habíamos visto como rusos, árabes, chinos e incluso marcianos habían asaltado la Casa Blanca y el Congreso de los Estados Unidos. Lo que Hollywood no nos había mostrado era a propios compatriotas americanos franquear las barreras y correr por los pasillos, entrar en los despachos y en la cámara de la soberanía nacional, en actitud violenta y poniendo en peligro la seguridad nacional, y por ende y nuclear, la mundial. No hubo un héroe que devolviera la normalidad y el golpe de estado, costumbre yankee perpetrada como antojo en muchas democracias del mundo, quedó en susto y aviso a navegantes.

La mayor democracia del mundo lleva décadas mofándose del término, ejerciendo una oligarquía que mantiene cautiva la voluntad popular y que emplea los recursos del estado, sobretodo diplomáticos, mediáticos y militares, para hacerse cada vez más ricos. Aunque eso haya supuesto infestar el mundo de cadáveres y títeres, así como colocar la diana a todo lo que sea americano.

El sistema de partidos ha sustentado con gusto el estado de las cosas en una huída hacia adelante, relativizando hasta el absurdo de Trump, la figura del presidente, por donde han pasado actores malos, niños de papa, magnates del petróleo y figuras de marketing. El resultado ha sido convertir a Estados Unidos en esas óperas bufas que durante 50 años han ido instalando por el mundo como repúblicas bananeras.

El devenir ultra liberal está dejando el mundo hecho unos zorros y ya es hora de que construyamos desde la activación política, un sistema más humano, social y justo. Los retos son enormes empezando por esta pandemia que nos asfixia, el cambio climático que nos va a ahogar y la desigualdad económica que nos lastra y amenaza. Si no lo hacemos, nos arrasará la extrema derecha, el neo fascismo como falso populismo, como salto hacia adelante de los poderosos en su afán de ganar más y más.

Nos jugamos mucho y el Asalto al Capitolio es una muestra del dolor que pueden causar. Aquí ya estamos hartos del blanqueamiento del franquismo, de la equiparación entre extrema izquierda y extrema derecha, y de la permisividad del fascismo en las fuerzas armadas. No pasarán. No pueden pasar.

 

 

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...