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miércoles, 3 de julio de 2019

El Gatopardo. Versión española.



Más de un mes ha pasado desde las Elecciones Municipales, Autonómicas y Europeas del 26 de mayo. Un mes pensando. Madurando. Reflexionando. Un mes poniendo en orden multitud de datos, sucesos y opiniones. Más de 30 días aprovechando los ratos de esperas y paseos para tratar de entender desde lo puntual y concreto hacia a lo genérico y de conjunto y viceversa. Y no es fácil sacar conclusiones que se puedan convertir en axiomas. En una hipótesis ni siquiera refrendable sobre las inercias que se mueven en la política nacional y más allá en circunscripciones más grandes o más pequeñas. Componer un análisis crítico y auto-crítico, desde la responsabilidad personal hasta la conjunta de un partido o movimiento resulta un ejercicio titánico que aún así, a de quedar perenne para no sufrir bajo los vaivenes de la ultimísima hora y marcar una tendencia en la acción que dé respuesta a los múltiples escenarios en los que nos encontramos.
La doble cita electoral compuesta por la del domingo 26 de mayo y la anterior del 28 de abril en forma de Elecciones Generales tanto por su planteamiento, como sobretodo su resultado han supuesto el fin a la convulsión que la vida política española ha vivido estos últimos años. Cuidado, no quiere decir esto que la emergencia social que había provocado tal situación se haya terminado y mucho menos solucionado. No. Todo lo contrario.
Hace 8 años la indignación y la desesperación llevaron a cientos de miles de personas, en su mayoría jóvenes con estudios y altas pretensiones vitales, hijos e hijas de la clase trabajadora y en entornos eminentemente urbanos, a tomar las calles y las plazas. Y a dialogar. A discutir. A plantear y denunciar problemas y poner sobre la mesa soluciones que venían de un ejercicio de empoderamiento admirable, necesario y revolucionario.
Desde entonces han pasado multitud de cosas. Se han laminado los cimientos de una frágil democracia que viste el desnudo, rancio y putrefacto sistema dictatorial español. Privilegios de realeza, iglesia, jueces, militares, nobles y grandes empresarios se han puesto en solfa al mismo tiempo que se hacía una crítica general a un sistema capitalista que se desmorona y que se muestra -evidentemente- incapaz de mejorar el bienestar de todas y todos.
Problemas como el cambio climático, los movimientos migratorios, el fin cada vez más cercano de los combustibles fósiles que han alimentado un sistema global y una crisis del capitalismo a escala planetaria, sobretodo en su vertiente más extrema la financiera y desregulada, no sólo NO se han resuelto sino que se agravan como parte de la patada adelante del sistema capitalista occidental.
El cambio del paradigma de un mundo uni-polar, regido por Estados Unidos a través del FMI y la OTAN vira en estos momentos a un nuevo escenario en que nuevos actores como China (y el resto de países emergentes) o viejos como Rusia parecen llevarnos a un mundo multi-polar de impredecibles consecuencias. En medio está una Unión Europea débil y acomplejada como Unión de los capitales y subsidiaria de Estados Unidos y que se ha resquebrajado en una línea argumental paralela tras el Brexit.
Hoy, con todo lo sucedido -y votado- la fractura social sigue abriéndose. Cada vez hay más desamparados, más desahuciados, más precarios, más parados. Cada vez somos más pobres en números absolutos y relativos. Cada vez nuestro entorno se deteriora con mayor velocidad. Cada vez más energúmenos e ignorantes convierten la libertad en libertinaje, degradando la cultura y el planeta. Las mujeres lejos de alcanzar la igualdad continúan sumidas bajo el yugo de un machismo capitalista y militante que las considera inferiores, propiedad y elementos de estatus de los hombres. El mundo vive una desesperada inmigración Sur-Norte; y en España el verdadero drama territorial es una España vaciada que no encuentra solución y provoca numerosos problemas más. Se ha reforzado en toda Europa una peligrosísima derecha clasista y fascista que amenaza con dinamitar los acuerdos y tenues convivencias que nos habíamos dado desde finales de los años 40.
Aquel 16 de mayo parecía que empezábamos una “Segunda Transición”. Tomando las plazas y más adelante discursos, de reconocimiento de problemas y planteamiento de soluciones daba la sensación de que el pueblo iba a asaltar el “Palacio de Invierno” y una revolución política, social y económica iba a construir un país (un mundo) mejor.
Sin embargo, el sistema se ha defendido como gato panza arriba, lanzando zarpazos, hiriendo a su propio pueblo, sabedor de que no podía perder el control del poder. Las estrategias no han sido nuevas sino que ya estaban probadas. Ya las utilizo antes en el Crack del 29 y tras la Crisis del petróleo de 1973 y la Guerra del Yom kipur.
Lo primero siempre es decir “No se puede”. Recordar que se decía, que se escribía sobre los Indignados. Como el poder se guardaba la carta de la legitimidad democrática para presentarse como garantes de las instituciones y una voluntad popular mayoritaria que la mayoría de las veces era estafada y olvidada.
Y cuando un voto numeroso se articulo en un nuevo partido, siguiendo ese mantra que desde las calles no se podía hacer política, lanzaron toda su maquinaría propagandística para tergiversar, mentir y acoplar un mensaje de que “vais a estropear todo”.
La segunda estrategia usada para mantener el poder ha sido la amenaza y donde han necesitado la creación de la gran coalición liberal-socialdemócrata para frenar la entrada en gobiernos de partidos de izquierdas.
La tercera estrategia ya asume mucho mayor riesgo para el pueblo, porque es la de utilizar a botarates del propio sistema para enfrentarlos bajo un populismo nacionalista contra las ideas que surgen desde la izquierda. Es lo que es Vox y es lo que fue el nazismo alemán o el ruido de sables de la Transacción española. La reacción siempre es tele dirigida desde despachos.
Y por último, si todo lo de antes no funciona siempre queda el recurso de la violencia, en potestad del poder y de ejercerla sobre cuantos revolucionarios sea necesarios. Ha pasado siempre y me temo que volverá a suceder.


Dicho todo esto y antes de entrar en un análisis electoral más sesudo, me aparecen en la cabeza muchas preguntas: ¿puede la izquierda y con ella las masas populares sobre las que caen el peso de las ganancias de la oligarquía, ganar bajo las reglas creadas por esa propia oligarquía? ¿Existe un relato orquestado, medido y probado para que nos conformemos con los resultados de una elección o una votación? ¿cómo podemos, tanto a nivel individual, de partido y de estrato social, resolver la paradoja de la representación de nuestros propios representantes? ¿cuándo un representante elegido por el pueblo se convierte en “casta”? ¿cuándo se produce la traición ideológica? ¿Cuánto tiempo podemos soportar como masa que sus ganancias cada vez más exageradas recaigan en nuestras pérdidas cada vez más draconianas?


Lampedussa es un señor de Murcia
  1. El PSOE fue el gran triunfador de las elecciones. Tanto en su doble ciclo 28 de abril-26 de mayo, como en la triple confrontación de municipales, autonómicas y europeas. En estas últimas como eje a considerar por su carácter de circunscripción única representando una amplia mayoría.
    Debería (y debe) formar gobierno central. En las regiones y ayuntamientos importantes ha ampliado su mayoría (Castilla la Mancha, Extremadura..., Vigo, Valladolid,…) y parece con todo que ha pasado su momento más bajo y recupera una posición centrista y predominante en el discurso
    mediático e ideológico en el país.
  2. El PP gracias fundamentalmente a su potente implantación en todo el territorio español aguanta el tirón. Beneficiado por las candidaturas municipales que se han presentado en todos los ayuntamientos y que tiraron a los candidatos de autonomías y europeas, Casado consiguió parar el adelanto por parte de Cs. Y además se ha visto beneficiado por la táctica miope y ultra conservadora de Rivera que les ha mantenido en gobiernos de regiones y municipios (Castilla y León, ... Madrid, Salamanca,…).
    El PP parece seguir desgastándose, mitad por la continúa sangría de corrupción y nepotismo, mitad por la pérdida efectiva del discurso de la derecha tanto en su posición liberal, como de extrema derecha. En principio, no parecen muy capacitados los nuevos líderes y
    lideresas de tal formación para aguantar el tirón. Y más ahora, que con todo, los ingresos vía representación institucional van a menguar considerablemente y muchos estómagos agradecidos o desagradecidos pueden reclamar su parte.
  3. En la doble cita electoral, Ciudadanos, ha salido reforzado. El problema viene en que tras acortar la distancia con el PP la estrategia de alianzas con la extrema derecha de Vox para mantener en el poder a ese mismo PP, va a hacer muy difícil, cuando no improbable, el adelantamiento de la nueva formación de derechas. Valls desde Barcelona y como outsider venido de Francia ya les ha dado una lección que tardarán tiempo en olvidar.
    Ya se oyen voces de la oligarquía que a través de los medios del capital vuelven a llamar a la gran coalición liberal-socialdemócrata, afeando la conducta de un Rivera que no quiere ni ver a Sánchez ni en pintura. Que el IBEX35 y los poderes fácticos del estado confabulen por ese extremo es la prueba determinante de lo perjudicial que sería para el interés general y el de las clases populares.
    Tan perjudicial como la actitud de un partido que tratando de posicionarse como referente de la derecha pacta y blanquea con el fascismo y mantiene en el poder a un PP corrupto y chabacanero.
  4. Nuevo tope mínimo de Unidas Podemos. Parece claro que la estrategia de la confluencia electoral acordada por las direcciones de Podemos e Izquierda Unida no sólo no suma, sino que resta, por lo que se le puede dar como fallida. Baste como ejemplo los resultados de las europeas y su circunscripción única: Se ha pasado del 10,03% de los votos de Izquierda Unida más el 7,98% de Podemos en los anteriores comicios, en 2014, a los 10,05% de Podemos-IU, juntos, ahora.
    Aún con todo, es evidente que hay una izquierda alternativa numerosa en electorado (y también en el espectro ideológico a la izquierda del PSOE hay mucho de que hablar) que hay que considerar y recuperar para una militancia activa en la calle. Y también que la representación obtenida es vital para formar un gobierno progresista que no sólo es necesario sino que además es bien visto por casi tres cuartas partes de la población.
    La caída de Podemos está siendo tan apresurada como fue su auge.
    Sin duda, en los pésimos resultados de Unidas Podemos a vuelto a influenciar muy negativamente lo ocurrido en Madrid.
  5. En alguna ocasión ya he hablado de éste estado centrista, en torno a cuya capital Madrid, se marca todo el eje político y social y el calor abrasador mediático arrastrando al resto de territorios.
    El PP ha recuperado el ayuntamiento de Madrid con la inestimable ayuda de Cs y Vox y parece que mantendrá la Comunidad tras toda la ola imparable de corrupción y despilfarro que sus veinte años de gestión han provocado.
    Madrid como ayuntamiento del cambio siempre ha estado en entredicho para un servidor. Es indudable que es preferible una alcaldía como la de Manuela Carmena a la de cualquiera de la recua de maleantes que antes y ahora ocupan el cargo. Pero no es menos indudable que la manera de trabajar de esta señora y su séquito
    ha dinamitado toda construcción de una izquierda alternativa en al capital y región centro y símbolo del poder español. Las y los electores de los barrios periféricos de Madrid han castigado la nula implicación de la corporación de Carmena en los problemas del día a día de estas zonas ya fueran precariedad, desahucios, casas de apuestas, limpieza viaria, inseguridad… Enfangados en el Madrid cool, el de Distrito Centro y barrios molones como Chueca y Malasaña los votantes que auparon a Carmena en 2015 se quedaron en casa o votaron por otras opciones.
    Desde luego el daño infligido a la izquierda de éste país es profundo y se hace necesario, vital, que todos los implicados construyan desde la humildad y el compromiso con las clases trabajadoras una izquierda fuerte, representativa y con más ganas de trabajar, que de
    hacerse publicidad.
  6. Entre el fiasco de la izquierda hay tres buenas noticias que remarcan que trabajando, informando y educando a los vecinos y vecinas y estando en el conflicto, con responsabilidad, humildad, transparencia y escuchando y proponiendo se pueden hacer grandes cosas.
    En
    Zamora, Paco Guarido e IU casi triplicaron sus votos, aumentando su representación hasta la mayoría absoluta como premio a la magnífica gestión hecha estos 4 años en la ciudad de Viriato y que ha sido reconocida por zamoranos y zamoranas sin atender a cuestiones de partido convirtiéndola a esta si, como verdadero Ayuntamiento del cambio.
    Lo mismo se puede decir de Cádiz, donde
    Kichi y Anticapitalistas mantienen la alcaldía.
    Y en Valencia Compromís con la gestión de Joan Ribó.
    Hay muchos pueblos, en la provincia de Cádiz o en Asturias donde el trabajo, sin ruido mediático ni disputas de poder internas, sino para mejorar la vida de la gente ha sido reconocido y refrendando por las urnas. Es la hora de dejarse de tonterías y ponerse a trabajar.
  7. Sobre Santa Marta de Tormes, por mi pasado ahí, escribiré más adelante.
  8. Parece evidente que el sistema nos quiere llevar de nuevo a un tablero político nacional bipartidista. El sistema electoral, con sus circunscripciones provinciales y el sistema parlamentario bicameral favorecen ese extremo, potenciando el fenómeno del voto útil, pese a que es evidente, que en la calle, en los pueblos y ciudades de éste país hay bastantes posiciones que van mucho más allá de las dos Españas.
Como sociedad tenemos que ser muy cuidadosos de asimilar ciertos discursos que en aras de una supuesta gobernabilidad vengan a proclamar esa gran coalición o las bondades de votar a una de las dos fuerzas mayoritarias con el uso de un partido bisagra como Ciudadanos. Tal extremo no sólo es injusto y antisocial, es que además no representa la situación política y social del país.
Un lampedussa español ha hecho de las suyas y parece que volvemos a la casilla de salida de antes del 15M o el estallido independentista en Catalunya.
El PSOE aquel partido contra el que se revolucionó la juventud y la izquierda en 2011 es de nuevo el partido mayoritario. La derecha, causante de casi todos los males, se mantiene trampeando, desligando los discursos liberal-económico e ideológico-(ultra)conservador. El capitalismo no se discute y ni tampoco los beneficios y posiciones dominantes de quienes se lucraron por la Guerra Civil y la dictadura.


¿Qué va a suceder?
De entrada me parece absolutamente bochornoso y una tomadura de pelo al pueblo la actitud de Pedro Sánchez y el PSOE esperando a no sé qué e incluso amenazando con la repetición de elecciones (repetición que de darse, a parte de profundizar en el hartazgo de la sociedad para con la política y sobretodo los políticos, debería ser con otros candidatos puestos que estos -Sánchez, Rivera e Iglesias- no valen, porque no se ponen de acuerdo). Es evidente que el país no puede esperar a formar gobierno. Por si no lo recuerdan en pleno julio de 2019 éste país funciona bajo los presupuestos de 2017, los presupuestos que Rajoy y Cs pactaron, y que el gallego asumió al año siguiente cuando no le dió la gana pasar por el Parlamento.
Esto me lleva a una cuestión subalterna que es reflexionar sobre cuál es la utilidad e importancia del sistema de representación política en forma de partidos, toda vez que el país, parece funcionar y como una maquinaria bastante bien engrasada, con el piloto automático de personas y funcionarios.
Pero volviendo al quid de la cuestión, viendo los resultados de ambas contiendas la fortaleza del PSOE es amplía, pero no lo suficiente como para enrocarse en las negociaciones. Hace mucho que ya conocemos al PSOE. A su cúpula de baronías retrógradas, aburguesadas y notoriamente pro-sistema. Pero aquí y ahora necesita a Unidas Podemos. Necesita a Pablo Iglesias, que además es la persona del panorama político nacional, que mejor puede mediar en Catalunya (y Euskadi). Y el PSOE tendrá que aceptar y tragar con ciertas medidas sociales de izquierdas que Podemos, IU y Equo puedan sacarles, así como también con una, dos o tres personas de estos partidos en el Gabinete.
Amenazar con la repetición de elecciones (por muy bien que les dibujen las encuestas), buscar el pacto nuevamente con Cs o asumir unas líneas rojas de manera pública y notoria para entorpecer las negociaciones son tres escenarios que el PSOE -partido que personalmente me importa una mierda y del que no me fío, como tampoco de su líder- no se puede permitir. Es que el país, y la gente que vivimos en él, no nos lo podemos permitir.
Hasta el momento, he aplaudido la audacia de Pedro Sánchez, un prohombre del sistema, hoy y siempre, pero que con humildad, reconociendo errores pasados y acercándose a las bases del PSOE había recuperado parte de la ilusión para hacer de éste país un lugar mejor donde vivir. Pero ahora naufragando en su propio tacticismo, Pedro Sánchez está en camino de cometer una de las mayores traiciones a la cultura democrática de su propio partido, a sus propias palabras y a la urgencia social que necesita el país.
Esperemos que reaccione y recapacite y se pueda construir una mayoría estable, de izquierdas y que comience a hacer efectivas políticas que devuelvan por fin dignidad a las gentes de éste país. Si no es así, veremos cuanto tarda en estallar esta restauración del sistema.


miércoles, 15 de mayo de 2019

Unas elecciones mucho más importantes de lo que parecen




Desde 1979 se eligen los representantes en el Parlamento Europeo. Cada 5 años, por lo tanto tras estos 40 años, estas son las novenas Elecciones Europeas, los ciudadanos de los estados miembros somos llamados a las urnas para depositar el voto sobre una institución, que desde España, ni entendemos, ni nos molestamos en entender.
Habitualmente el hecho de que el Parlamento Europeo se componga a través de circunscripciones nacionales hace que la toma del contacto tanto del electorado como de los temas se hagan en clave nacional, dando poco o ningún valor a los problemas de la UE y si como un campo de experimentación y resultado valido para la política interior.
Las mismas instituciones empezando por la misma Europa, no hacen nada en su labor de dar a conocer el trabajo de las y los parlamentarios, el proceso de toma de decisiones y control político. Tampoco la administraciones nacionales ayudan en esta labor y muchos menos los partidos políticos enfrascados en la batalla del día a día.
Tampoco es que los medios trabajen en pro de informar a la ciudadanía de lo qué, cómo y por qué se decide en Bruselas y Estrasburgo y estamos una vez más a escasos días de pasar por las urnas sin saber qué se supone que votamos. Y en esta ocasión la elección es muy importante.
Y para rematar en España hemos aunado las elecciones europeas con las autonómicas y municipales (incluso estuvo la posibilidad de añadir las generales) usando torciteramente el término del ahorro y privando del debate político y de la importancia necesaria a la decisión de la administración que decide las líneas maestras de la economía entre otros muchos temas. Incluso más allá de la propia Europa como propuesta y como solución a todos los problemas comunes. Pero evidentemente, no esta Europa del capital, sino una nueva Europa de las personas. Y del medio ambiente y del patrimonio histórico y cultural de Europa.
Será la primera vez en la que las competencias ampliadas del Parlamento Europeo tras la puesta en marcha del Tratado de Lisboa sean puestas a consulta y deberíamos tener como ciudadanos y los partidos proponerlas, propuestas para mejorar y dotar de agilidad, participación y transparencia la institución seno de la democracia europea. Además, dentro de las claves nacionales de cada país, se produce una común a todos que es la respuesta que la política como se entiende tanto a altos niveles como a pie de calle puede dar al auge de la extrema derecha.
Tiene que haber debates e información ante problemas de carácter propio de cada país pero que tienen que ser resueltos en común: Terrorismo internacional, crimen internacional, cambio climático, migración y movimientos humanos, paro, sistema de bienestar, envejecimiento, volatilidad económica, especulación financiera, corrupción. Todo ello para solucionar en primer lugar los problemas de la gente, después la propia identidad de la Unión Europea así como su idoneidad y tercero para recuperar desde la política y sobretodo desde la izquierda el altavoz para defender salidas progresistas a todos estos problemas y que no quede en manos de la ultra derecha que parece crecer como hongos en cada país.
Pero lo que está claro y es indiscutible y además perentorio asumir ya es el debate en el carácter que las políticas de la Unión Europea tiene que seguir. Si vamos a continuar por la senda marcada por el neoliberalismo o si vamos a abrir un proceso de izquierdas que devuelva a la socialdemocracia la toma de decisiones, y poder lograr así un mayor socialismo y una mejor justicia social en Europa. Vamos “a seguir optando” por la mayor desregulación de los mercados y por la libre circulación de capitales (que no os engañen: nunca intereso el flujo libre de personas, sino el libre flujo sin impuestos ni tasas de dinero), por el adelgazamiento de las estructuras internas de los países o vamos a perseguir todas las corruptelas, a destinar fondos sociales y a reforzar los sistemas públicos de educación, sanidad, pensiones y servicios sociales.
Fruto de esas políticas suicidas, austercidas, Europa y sus países han visto como la ultra derecha se alza a escaños a lanzar sus incendiarias soflamas. No es un fenómeno localizado en el viejo continente (Trump, Bolsonaro, etc.) pero las políticas neoliberales que han dominado con puño de hierro estos últimos 30 años Europa (y Occidente) nos han llevado a una crisis económica y social que han acabado por una deslegitimización de la institución Europa, de su espíritu, porque muchos hemos visto una Europa vengativa con los más pobres -países y personas- y protectora y dulce con los que nos han llevado a esta situación.
Desde luego la burocracia instalada es uno de los grandes males de la Unión Europea. Lejos de decidir planes legislativos el próximo domingo 26 de mayo, elegiremos una representación sin legitimidad para presentar propuestas en el Parlamento, y que únicamente tiene funciones de control de la Comisión Europea. Fuera queda el Consejo de Europa -órgano formado por los jefes de Estado de los países miembros- quienes son los que mandan y toman decisiones, siempre mirando los intereses nacionales, y más aún los intereses oligarcas de multinacionales y bancos, particulares por encima de los comunes y europeos.
Eso también está en juego en estas elecciones. Poder articular una Unión Europea comprensible y en el que las decisiones las deleguemos -no podemos aspirar a otra cosa hoy en día dentro de las democracias parlamentarias- en un Parlamento que nos represente y se interese por los problemas de la gente, desde el territorio más pequeño, hasta el bien común europeo.
En esta legislatura europea a punto de terminar hemos visto como el fascismo crecía. Y hemos visto como cientos de miles de refugiados eran repelidos en fronteras exteriores de países matones pagados con impuestos de los europeos. Hemos visto a niños ahogados en las playas. A gente rebuscando en los contenedores de basura. A millares de personas despojados de sus casas ante el avance de la especulación inmobiliaria. A millones de parados desesperados por un futuro negro.
Y también hemos visto como se resquebraja la Unión Europea por su miembro más díscolo. Un Reino Unido que siempre vio en el aislacionismo su mejor estrategia y que tras el #Brexit y la demencial negociación de divorcio, como patada adelante de los conservadores británicos y que ya a estas alturas tenía que haberse hecho efectivo.
Un ejemplo más de por qué el ciudadano debe de espabilar y mantenerse informado de manera proactiva, para no verse manejado por las filias, fobias de ultras y caraduras.
Europa y sus elecciones merecen el mayor y mejor tiempo de debate y conocimiento sobre lo que implica y qué supone votar a una u otra formación en unas elecciones con circunscripción única que será tomadas como lectura en clave nacional. Infórmense y tomen la mejor decisión consciente por una Europa, como ente supranacional, solidario, libertario, anti fascista, garante de los derechos humanos y que apueste por un modelo económico y social en el que el bienestar de las personas y el bienestar del medio ambiente y del patrimonio se garantice y fortalezca.


miércoles, 20 de febrero de 2019

Lo que nos jugamos en los próximos cuatro meses



Ya estamos en tiempo de descuento de la décimo segunda legislatura de la democracia española. Pedro Sánchez convocaba elecciones generales para el 28 de abril tras ver como la derecha, tanto independentista catalana, como ultranacionalista española, se aliaban para tirar abajo los presupuestos de 2019.
Es una decisión coherente y acertada. Más aún al no hacerla coincidir con el ya saturado domingo 26 de mayo, de municipales, autonómicas y europeas. Hago aquí un alto en el camino para indicar lo positivo de separar todo proceso electoral, más allá de demagogias, cansancios y estúpidos alegatos hacia el ahorro. Todo espacio electivo debería de tener su momento para el debate, la proposición y el análisis otorgándole por lo tanto, la importancia necesaria para que el electorado acudiera a votar con su decisión reflexionada. Pero claro, eso supondría tomarse la democracia en serio y a los ciudadanos como seres adultos, algo que en éste ente administrativo llamado España, se antoja, poco menos que imposible.


Pedro Sánchez no ha podido alargar más su gobierno tras la moción de censura del pasado junio y convoca elecciones mientras el PP se sigue desangrando por su sistemática corrupción, y por como pierde sus votos más extremos, que van a parar a Vox (en su mayoría, aunque también pesca en Cs). Una derecha fragmentada es una gran noticia aunque ya sabemos, era evidente, que en caso de necesitarlo se aliarían sin problemas.
Tampoco es que la izquierda se muestre en una candidatura unida y decidida a esconder diferencias para centrarse en las coincidencias, que vienen a ser hacer de este ajado país un lugar digno donde vivir. Dependiendo de las circunscripciones y el ámbito de decisión, nos podemos encontrar con multitud de candidaturas para todos aquellos que hemos marchado de lo marcado por las direcciones de Podemos e Izquierda Unida. Pero así, corremos el riesgo de perder cientos de miles de votos por no llegar a los umbrales mínimos de resultado, por lo que más allá de egoísmos varios, tacticismos y filias y fobias personales, la necesidad de una candidatura estatal, de izquierdas que aunará todo el voto de nuestro espectro ideológico (comunista, anti-capitalista, socialdemócrata, federalista, ecologista, feminista, pro derechos sociales, pro derechos humanos y sobretodo antifascista) en cada una de las elecciones y de las circunscripciones resultaría vital. Más ahora que redobla cabalgada, el fascismo.


En cuatro meses, España va a renovar la totalidad de sus representantes políticos (salvo la jefatura del Estado, ejem, ejem) y el escenario que se presenta esta marcado por la incertidumbre, dentro de la crisis de régimen que vivimos en los últimos años.
La crisis territorial sigue marcando la agenda mediática y por lo tanto política del estado, enfrentando dos aspiraciones, la de la búsqueda de una solución dialogada o pactada o la vía de la represión, la violencia y el miedo. Ambas se han conjugado para generar un clima de confrontación asfixiante que en la práctica estos últimos años ha dejado un país ingobernable, incapaz de aupar gobiernos y mayorías sostenibles, sobretodo desde la izquierda. Enfrente, con el ejemplo andaluz, vemos lo que puede pasar.
Al tiempo que caían los presupuestos de Sánchez (y de Iglesias) se iniciaba el juicio-farsa al procès. En el banquillo de los acusados los líderes políticos y sociales de la burguesía catalana que se auto proclamaron estandarte del movimiento ciudadano por la auto determinación surgido en 2012, tras el cierre que el mismo Tribunal Supremo, de mayoría conservadora, dio al Estatut que en 2006 refrendó la mayoría de la ciudadanía catalana y que fue denunciado por los intereses privados y electorales del PP.
A la escalada en las declaraciones, los referéndum, los ultimátum, la violencia institucional, la movilización ciudadana, la huida, los presos, los chantajes, las emociones, las banderas, la represión y el abuso de poder vía 155 les ha seguido el deterioro colosal de todo el edificio democrático del país, empezando por sus acuerdos territoriales y el encaje de las naciones que forman parte de España.

Catalunya cierra otros debates y la crisis territorial se encierra en torno al procès, mientras se agudiza cada día, la verdadera crisis y drama territorial del estado español: La despoblación y la España vacía. Las posibilidades de vida en el mundo rural empeoran año a año, mientras más población, eminentemente joven, emigra a la ciudad (Madrid casi siempre) o al extranjero haciendo cada vez más insostenible el desarrollo de los pueblos y poniendo trabas cada vez más grandes al sector primario y al desarrollo del patrimonio natural que debían ser potencialidades nítidas de la economía patria. Esto, como digo, parece que a nadie le importa, pero el próximo domingo 31 de marzo, tenemos una cita en Madrid en la Manifestación por la España vaciada, todos aquellos quienes deseamos un mundo rural vivo y con futuro.
Diez años después del estallido de la estafa, llamada crisis, los beneficios empresariales y datos macroeconómicos están en los niveles previos. Sin embargo, la fractura social es colosal. El desempleo sigue en torno al 25%, los salarios han perdido un tercio de su poder adquisitivo, el ahorro en las clases trabajadoras es quimérico, la precariedad laboral ha llegado para quedarse, vuelve a ser imposible tener una casa -en propiedad, o en alquiler- para la mayoría de la población, los recibos de suministros son un atraco cada mes en tu buzón, y los servicios públicos (sanidad, educación y servicios sociales) siguen degradándose convirtiendo el patrimonio de todos en ganancia de unos pocos. La pobreza se enquista, en especial, la pobreza infantil y de nuestros mayores, y las perspectivas de futuro caen en picado, al tiempo que el mayor talento del país emigra buscando un porvenir.
Los problemas económicos y sociales derivados han agudizado otras graves taras del sistema político español, como su endeble estado autonómico, la jefatura del estado, o un ejército y poder judicial que no hicieron una transición de la dictadura fascista a la democracia.
La idealizada transición supuso en su momento un cierre en falso de la dictadura franquista y después, con la ayuda de la entrada en la UE se estabilizó el estado a coste de perder industria y funcionariado. Se hace evidente, que antes o después, éste país, tendrá que tomar sus propias decisiones con respecto a su pasado, su convivencia y su futuro, y deberá hacerlo de forma democrática, garantista y progresista en defensa de los derechos humanos.


Ante esta situación de descalabro, de ruptura social, los partidos políticos viven una situación de derrumbe interno. Los dos polos del bipartidismo, PP y PSOE, siguen su cuesta abajo fruto de su común corrupción e incapacidad, y no atisban una mejora ahora que lo pueblan los y las que han crecido en la propia endogamia de cada partido.
Ambos padecen su tibieza e injusticia en las medidas para hacer frente al desastre provocado por la avaricia en lo que llamaron crisis económica. Los ajustes y la austeridad provocaron la reacción de cientos de miles de indignados que salíamos a las calles con ganas de recuperar la justicia social y con ella, nuestro país. Tiempo después, muchos acabaron formando Podemos como opción política desde la izquierda, frente a una nueva derecha liberal, denominada Ciudadanos.
El nuevo escenario electoral ha dejado estos últimos años una etapa de incertidumbre dejando dos cosas claras: por un lado una sucesión de gobiernos y pactos poco sostenibles basados en coaliciones políticas inestables. Y, lo segundo, y más doloroso, un silencio a toda propuesta política que venga a pedir más justicia y a denunciar los errores y fallos sistémicos de un capitalismo de amiguetes que hace agua, y de un estado fallido cuya convivencia se derrumba.
Estos nuevos estandartes del neo-reformismo, Ciudadanos y Podemos, caen víctimas del cainismo interno y de estructuras oligárquicas, sin dar respuesta al principal mandato que les dio la ciudadanía cuando surgieron: renovar y recuperar la política, y la toma de decisiones, para la gente de a pie.
Especialmente significativa es la crisis que vive Podemos, desmoronándose a cada territorio y momento, y siendo retransmitido en directo y ultimísima hora por los medios del capital, que lógicamente los tenían en su punto de mira.


Sin duda la crisis catalana ha supuesto un desgaste para todos los partidos, pero ninguno como el que está sufriendo Podemos, que desde un primer momento aceptó una posición equidistante que le ha hecho ser visto con recelo tanto por la intransigencia centralista de Madrid, como por los demócratas, catalanes o no, que no entienden que tras la violencia estatal del 1 de octubre, no les apoyarán con mayor fuerza.
Podemos está ya lejos de aquel proyecto de ruptura, profundamente horizontal en el que tuvieron hueco muchas buenas gentes de izquierdas, y también un buen puñado de listos con ganas de medrar con la política como excusa. Al tiempo que se viraba ideológicamente hacia el centro, las decisiones se tomaban más en la camarilla de la Complutense, bajo el ordeno y mando de Iglesias, quedando todo como es lógico, mucho más expuesto a los medios.
Fruto del fallido estado autonómico españistaní es el centralismo mediático que vivimos con Madrid, donde todo lo que pase en la capital del país, es noticia “importantísima” hasta en el último pueblo del pirineo aragonés, o en la última comarca transfonteriza extremeña. Un ejemplo de esto, es como se ha utilizado por parte de los medios del capital, la guerra interna en la cúpula de Podemos para debilitar a todo el aparato político nacional, y de paso a sus confluencias. Que si Carmena, que si Errejón, que si Espinar, que si Montero o que si Iglesias… demasiados nombres e intereses personales por encima de un proyecto político que con sus errores debía de servir para enraizar una confluencia activa de toda la izquierda, porque más allá de las tibias diferencias -sobretodo si dejamos atrás los intereses y los odios personales- nos une el ansía por hacer de España una democracia con mayor justicia social y con un porvenir.
Podemos, vivió su gran momento electoral en las Europeas de 2014, con la famosa papeleta en el que el logo del partido era la cara de Pablo Iglesias. Desde entonces mucho ordeno y mando desde arriba, y mucho edulcorante tanto en la oposición como en las administraciones que han regido, pero sin atacar directamente a un capitalismo depredador que nos está hundiendo en la miseria.
Podemos, junto a Izquierda Unida, se han integrado en un estado de las cosas para tratar de regenerar el Régimen del 78 y traer un capitalismo de rostro humano desde las instituciones, sin presencia en el conflicto y con las calles despejadas para manifestaciones de ultraderecha. No se plantea una ruptura anticapitalista, mientras las condiciones de vida de la gente se destrozan, convirtiéndonos en esclavos y lacayos.
Así, con las calles paradas y jugando los debates que el poder quiere que jueguen, Podemos ha perdido buena parte del poder de su emergencia. Han caído sus apoyos y ha crecido un pesimismo entre muchos de quienes participaron directamente allí, o antes, lo hicimos en el 15M.




Éste estado de derrumbe de todos los partidos contrasta con los grandes beneficiados, el partido de ultra derecha Vox, que recibiendo un apoyo mediático brutal, sin precedentes para un partido sin representación alguna, crece exponencialmente mes a mes. Con su ideario populista, reaccionario y fascista ataca a todo lo que remueve la trasnochada visión de la España franquista que mantienen. Mujeres, colectivos LGTBI, disidentes políticos, inmigrantes,… todos estamos en su objetivo y en sus medidas como liquidar el estado de las autonomías, reafirmar el compromiso neoliberal en desmantelar el estado de bienestar y los servicios sociales y atacar y denigrar a mujeres, por lo que son abiertamente obstáculos para dar una salida ordenada, pacífica y dialogada a la crisis sistémica que sufrimos como país.


Todo esto habrá que ver como se adecua al tablero electoral, primero en clave nacional, con las circunscripciones provinciales; más tarde en las autonómicas y municipales, y también con especial interés aritmético en las europeas y su suscripción única.
Durante años a la izquierda alternativa nos han atemorizado con el voto útil que al final nos llevó a un sistema en la práctica bipartidista. Era un cuento en el que venía el lobo y si votábamos a la izquierda del PSOE, nuestros votos se perderían como lágrimas en la lluvia, mientras la derecha se llevaba los diputados. El asusta viejas, más allá de las grandes ciudades, y en especial Madrid, funcionó con precisión y se repitió en la anterior fase del desmoronamiento del régimen del 78: El período tras el 15M hasta el 1 de Octubre de 2017.
Durante esas múltiples elecciones, Podemos o Unidos Podemos no ha podido rascar diputados en las provincias de la España rural, y el PSOE ha perdido poder que ha ido a parar casi siempre a Ciudadanos. O lo que es lo mismo al PP.
Sin embargo, aquí y ahora en plena atomización de candidaturas, en especial y como siempre en la izquierda, la vieja historia para no dormir que nos atormentaba durante tantos años no es tenida en cuenta por gurús y tertulianos de tres al cuarto en los medios del capital, que interpretan los resultados de sondeos y encuestas con el ánimo indeleble de generar estados de opinión y certezas en la mente del votante.
Parece que la cantada dispersión del voto de derecha, que en conglomerado tanto liberal como fascista se aglutinaba en el PP, no va a trastocar la dolorosa mayoría conservadora y reaccionaria que nos oprime y detesta. Se lanza la idea de que no se perderán papeletas en el camino de los recuentos y aplicaciones del Sistema d'Hondt y que como ya hemos visto en Andalucía se podrán reunir a la hora de pactar y repartirse funciones y lo más importante para ellos, la pasta.
Pues bien, que quieren que les diga. Si en un escenario de confrontación tan grande y polarizada, las terceras y en ocasiones segundas, opciones de voto dentro de un perfil ideológico consiguen representación, nos habrán estado engañando todos estos años. No me puedo creer que en una provincia donde se repartan 4 ó 5 escaños, Vox como tercera fuerza de la derecha rasque uno, sin que antes sea Unidos Podemos sea el que se lo lleve. Es aritmética-mente y sociológicamente imposible, con el país dividido en dos mitades, que tres fuerzas de un mismo espacio político consiguieran representación en una circunscripción, sin que eso no suceda en el espacio contrario.
El único escenario que abriría tal escenario sería una desmovilización colosal del votante progresista, algo que visto lo sucedido en Andalucía y en las algaradas que esta ultra derecha lanza, se antoja improbable.


Una cosa es segura. Si el domingo 28 de abril y después el domingo 26 de mayo, las personas decentes, que amamos este país y que queremos que crezca, mejore y se convierta en un lugar mejor donde vivir, nos quedamos en casa, volveremos al pasado, a la oscuridad. Pondremos todo nuestro patrimonio (natural, cultural, mental) y todo nuestro talento en las garras de quienes nos han oprimido desde el principio de los siglos. Si después de éste macro-proceso electoral nos plantamos con múltiples mayorías de derechas, tendrán carta blanca para reprimir y para desmantelar lo poco que queda de país y que además lo vertebra realmente: sus servicios públicos. Y con nuestros derechos, harán negocio, no lo dudéis.
El futuro está en nuestras manos y en las decisiones que tenemos que tomar. Por lo pronto, la primera, la más inmediata es permanecer informados y hacerlo de manera pro activa, buscando múltiples canales y medios, evitando la persuasión y los bulos y noticias falsas.
Un voto bien ponderado e informado es un arma poderosa para cambiar el mundo. No lo perdamos.
Y otra cosa también es evidente. A la izquierda de Podemos (y por supuesto, del PSOE) hay un espacio enorme para la dignidad de la gente, del trabajador y trabajadora, de la mujer, y de la naturaleza y el patrimonio. Y es ahí, y desde ahí, donde tendremos que defender nuestros derechos, libertades y futuro. Es el tiempo de participar -en mi caso, volver a participar- y empoderarse para cambiar éste país -y mundo- que se van hacia el desastre sin remisión.

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