miércoles, 15 de mayo de 2019

Unas elecciones mucho más importantes de lo que parecen




Desde 1979 se eligen los representantes en el Parlamento Europeo. Cada 5 años, por lo tanto tras estos 40 años, estas son las novenas Elecciones Europeas, los ciudadanos de los estados miembros somos llamados a las urnas para depositar el voto sobre una institución, que desde España, ni entendemos, ni nos molestamos en entender.
Habitualmente el hecho de que el Parlamento Europeo se componga a través de circunscripciones nacionales hace que la toma del contacto tanto del electorado como de los temas se hagan en clave nacional, dando poco o ningún valor a los problemas de la UE y si como un campo de experimentación y resultado valido para la política interior.
Las mismas instituciones empezando por la misma Europa, no hacen nada en su labor de dar a conocer el trabajo de las y los parlamentarios, el proceso de toma de decisiones y control político. Tampoco la administraciones nacionales ayudan en esta labor y muchos menos los partidos políticos enfrascados en la batalla del día a día.
Tampoco es que los medios trabajen en pro de informar a la ciudadanía de lo qué, cómo y por qué se decide en Bruselas y Estrasburgo y estamos una vez más a escasos días de pasar por las urnas sin saber qué se supone que votamos. Y en esta ocasión la elección es muy importante.
Y para rematar en España hemos aunado las elecciones europeas con las autonómicas y municipales (incluso estuvo la posibilidad de añadir las generales) usando torciteramente el término del ahorro y privando del debate político y de la importancia necesaria a la decisión de la administración que decide las líneas maestras de la economía entre otros muchos temas. Incluso más allá de la propia Europa como propuesta y como solución a todos los problemas comunes. Pero evidentemente, no esta Europa del capital, sino una nueva Europa de las personas. Y del medio ambiente y del patrimonio histórico y cultural de Europa.
Será la primera vez en la que las competencias ampliadas del Parlamento Europeo tras la puesta en marcha del Tratado de Lisboa sean puestas a consulta y deberíamos tener como ciudadanos y los partidos proponerlas, propuestas para mejorar y dotar de agilidad, participación y transparencia la institución seno de la democracia europea. Además, dentro de las claves nacionales de cada país, se produce una común a todos que es la respuesta que la política como se entiende tanto a altos niveles como a pie de calle puede dar al auge de la extrema derecha.
Tiene que haber debates e información ante problemas de carácter propio de cada país pero que tienen que ser resueltos en común: Terrorismo internacional, crimen internacional, cambio climático, migración y movimientos humanos, paro, sistema de bienestar, envejecimiento, volatilidad económica, especulación financiera, corrupción. Todo ello para solucionar en primer lugar los problemas de la gente, después la propia identidad de la Unión Europea así como su idoneidad y tercero para recuperar desde la política y sobretodo desde la izquierda el altavoz para defender salidas progresistas a todos estos problemas y que no quede en manos de la ultra derecha que parece crecer como hongos en cada país.
Pero lo que está claro y es indiscutible y además perentorio asumir ya es el debate en el carácter que las políticas de la Unión Europea tiene que seguir. Si vamos a continuar por la senda marcada por el neoliberalismo o si vamos a abrir un proceso de izquierdas que devuelva a la socialdemocracia la toma de decisiones, y poder lograr así un mayor socialismo y una mejor justicia social en Europa. Vamos “a seguir optando” por la mayor desregulación de los mercados y por la libre circulación de capitales (que no os engañen: nunca intereso el flujo libre de personas, sino el libre flujo sin impuestos ni tasas de dinero), por el adelgazamiento de las estructuras internas de los países o vamos a perseguir todas las corruptelas, a destinar fondos sociales y a reforzar los sistemas públicos de educación, sanidad, pensiones y servicios sociales.
Fruto de esas políticas suicidas, austercidas, Europa y sus países han visto como la ultra derecha se alza a escaños a lanzar sus incendiarias soflamas. No es un fenómeno localizado en el viejo continente (Trump, Bolsonaro, etc.) pero las políticas neoliberales que han dominado con puño de hierro estos últimos 30 años Europa (y Occidente) nos han llevado a una crisis económica y social que han acabado por una deslegitimización de la institución Europa, de su espíritu, porque muchos hemos visto una Europa vengativa con los más pobres -países y personas- y protectora y dulce con los que nos han llevado a esta situación.
Desde luego la burocracia instalada es uno de los grandes males de la Unión Europea. Lejos de decidir planes legislativos el próximo domingo 26 de mayo, elegiremos una representación sin legitimidad para presentar propuestas en el Parlamento, y que únicamente tiene funciones de control de la Comisión Europea. Fuera queda el Consejo de Europa -órgano formado por los jefes de Estado de los países miembros- quienes son los que mandan y toman decisiones, siempre mirando los intereses nacionales, y más aún los intereses oligarcas de multinacionales y bancos, particulares por encima de los comunes y europeos.
Eso también está en juego en estas elecciones. Poder articular una Unión Europea comprensible y en el que las decisiones las deleguemos -no podemos aspirar a otra cosa hoy en día dentro de las democracias parlamentarias- en un Parlamento que nos represente y se interese por los problemas de la gente, desde el territorio más pequeño, hasta el bien común europeo.
En esta legislatura europea a punto de terminar hemos visto como el fascismo crecía. Y hemos visto como cientos de miles de refugiados eran repelidos en fronteras exteriores de países matones pagados con impuestos de los europeos. Hemos visto a niños ahogados en las playas. A gente rebuscando en los contenedores de basura. A millares de personas despojados de sus casas ante el avance de la especulación inmobiliaria. A millones de parados desesperados por un futuro negro.
Y también hemos visto como se resquebraja la Unión Europea por su miembro más díscolo. Un Reino Unido que siempre vio en el aislacionismo su mejor estrategia y que tras el #Brexit y la demencial negociación de divorcio, como patada adelante de los conservadores británicos y que ya a estas alturas tenía que haberse hecho efectivo.
Un ejemplo más de por qué el ciudadano debe de espabilar y mantenerse informado de manera proactiva, para no verse manejado por las filias, fobias de ultras y caraduras.
Europa y sus elecciones merecen el mayor y mejor tiempo de debate y conocimiento sobre lo que implica y qué supone votar a una u otra formación en unas elecciones con circunscripción única que será tomadas como lectura en clave nacional. Infórmense y tomen la mejor decisión consciente por una Europa, como ente supranacional, solidario, libertario, anti fascista, garante de los derechos humanos y que apueste por un modelo económico y social en el que el bienestar de las personas y el bienestar del medio ambiente y del patrimonio se garantice y fortalezca.


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