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miércoles, 7 de noviembre de 2018

Un día cualquiera



Otras ocasiones ya he escrito sobre el insoportable hedor de la cotidianidad, la rutina mugrienta, de este país, llamado España. Estos son sólo algunos comentarios sobre las noticias de hoy, un día cualquiera (o no), en #Españistan:
Anoche el Tribunal Supremo completaba su traición a los valores democráticos más elementales, y fallaba, de forma reñida, a favor de la banca en el tema de las hipotecas y ver quien pagaba los tributos de su constitución, si los ciudadanos como avaló la instancia superior, o las entidades bancarias que son las que hacen el negocio. Así se desdecía del auto expresado por la sala creada técnicamente para dirimir este asunto. La bolsa bajaba y empezaron los movimientos en la sombra para frenar tal tropelía a los que mandan. No está de más recordar que la banca ha hecho negocio especulativo con las hipotecas firmadas por sus clientes, por lo cual recibieron un beneficio económico no sólo por el funcionamiento normal de un contrato hipotecario, sino también en los mercados de especulación financieros. De ahí partía la necesidad de pasarles a ellos el pago de este impuesto. Pero la injerencia de los poderes económicos es real y evidente sin importar el desprestigio a la máxima institución de la Justicia en Españistán, justo ahora, que va a tener que juzgar lo ocurrido en octubre del año pasado en Catalunya, lo que puede marcar el rumbo del país en el corto y medio plazo.
Unas horas antes el Tribunal de Derechos Humanos de la Unión Europea con sede en Estrasburgo desautorizaba al estado español al fallar que el juicio contra Arnaldo Otegui había carecido de las más mínimas garantías legales y democráticas, lo que había llevado a una sentencia condenatoria, marcada de antemano. Un prejuicio lanzado por los poderes fácticos del estado y la derecha franquista que lleva al post juicio en toda Europa de que seguimos siendo un estado autoritario y con poca o ninguna, decencia.
A los cínicos dirigentes de la derecha española (Casado, Rivera o Abascal) no les veo indignados porque no se respeten los Derechos Humanos en España, o porque el Tribunal Supremo juzgue en favor de la banca y en contra del beneficio ciudadano. Estarán inaugurando el ático de lujo que se ha comprado en pleno centro de Madrid, la familia del opositor venezolano y condenado por homicidio, Capriles. Este es el nivel de la derecha tan “nuestra”.
Españistan es ese país en el que un personaje que responde al alias de “Comisario Villarejo” guarda en cajas de zapatos horas y horas grabadas de conversaciones privadas con altos estandartes del estado, desde la corona, a la judicatura pasando por los partidos políticos. A todos ellos los tiene cogidos por los huevos en un chantaje, parte de lo que llamamos las cloacas del Estado, que es impropio de un estado moderno de derecho, pero que aquí tenemos como una eventualidad propia de un pasado no resuelto, en el que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, siguen considerándose en un espacio de la realidad superior, con plenos poderes para amedrentar y castigar a todos.
Somos un país escandalizado porque un humorista se suena los mocos con una bandera. Le pedimos tanta responsabilidad a los artistas que hacen humor o canciones y pasamos por alto todo el rastro de fechorías y corrupciones que han laminado por siempre el futuro de las y los trabajadores.
El presupuesto en Defensa se dispará mientras no se le sube la pensión al IPC a los jubilados, no se aplican subidas de convenio y aumenta la precariedad laboral a niveles insoportables. Todo ello mientras nos inundan los falsos autónomos de las multinacionales “colaborativas” que se llevan sus beneficios a paraísos fiscales.
Pagamos por la luz, el gas y las telecomunicaciones muy por encima de su valor real y de los estándares europeos, porque lo que en realidad ponemos es la plusvalía otorgada al sistema de las puertas giratorias que retro alimenta la conveniencia entre la alta política y la alta empresa a costa del sudor y las necesidades de los trabajadores.
Mientras tenemos que pagarle sin saber por qué un viaje a Bangkok (destino turístico predilecto para el sexo y la pedrastía) a un senador del PP y a un diputado de Ciudadanos. También hay que acoquinar la dieta a Pablo Casado por ser diputado, pese a tener casa en Madrid. Y seguir aguantando a gentuza como Celia Villalobos, Jesús Posadas y otro montón de caraduras que no sólo viven de nuestros impuestos sin haber aportado nada a nuestra sociedad, sino que además, pervierten y convierten la democracia en algo manoseado, turbio y en un lucrativo y provechoso método de vida.
Crecen cada día las víctimas en la carretera, por el deplorable estado de abandono que tienen (y también porque conducimos peor). Crecen cada día las víctimas en el tajo por las políticas de des regulación de las relaciones laborales, sobretodo en lo que afecta a la salud y seguridad del trabajador, mientras se lucha contra la disidencia sindical. Crecen las víctimas de violencia machista. Crecen las víctimas por haber perdido una Sanidad y unos Servicios Sociales (y también una educación) de calidad y garante de igualdad, cuando socializaron las perdidas y tuvimos que pagarlas con los derechos de todas y todos.
Esta mañana el Presidente de la Generalitat de Catalunya ha expresado en el Parlament la ruptura de negociación presupuestaria con el Gobierno de Pedro Sánchez. Los escritos desquiciados de fiscalía y abogacía del estado hacia las personas que lideraron desde arriba el Procès determinan la agenda política de los próximos meses que si no media rectificación acabarán en un adelanto electoral. Algunos deberían de recordar quienes han llevado la situación a dónde está, que no somos los ciudadanos que nos beneficiaríamos de unas pequeñas medidas sociales por primera vez en casi una década. Conviene no olvidar que la vieja guardia de la burguesía catalana es quien lleva la voz cantante en la situación y que más allá de banderitas y lacitos buscan perpetuar sus beneficios de clase.
Día si y día también siguen saliendo los escándalos con Hacienda de los ricos y poderosos, tan ocupados ellos de decirnos a todos los demás, a la clase trabajadora, cómo vivir y cómo votar, que les hace “no estar al corriente con Hacienda”. Ahora es Vargas Llosa el que tiene que regularizar su situación. Lo hará sin miedo a actuaciones de la fiscalía, tan ocupada en juzgar a quien roba un bocadillo “porque tenía hambre”, como para perseguir los miles de millones que roban los defraudadores y corruptos.
Para uno de esos canales de la TDT ayer fue un día perfecto para dedicarle su prime time a un narcotraficante que lejos de arrepentimientos y postureo por interés de no ser condenado, sigue viviendo como si tal cosa, dando una patina de normalidad y moralidad a su legado, que no es otro que el de arruinar a las familias obreras gallegas, envenenar a sus jóvenes y lastrar el futuro y la esencia de toda la región.
El cambio climático avanza sin que a nadie le importe. Perdemos biodiversidad a cada minuto y se degradan espacios naturales todo porque pusimos el Medio Ambiente como un bien más sobre el que el mercado pudiera maximizar su beneficio.
Y tenemos a un Gobierno legítimo, con mayoría en el Parlamento (recordemos, en un sistema parlamentario) manteniendo un pulso con la familia Franco y la iglesia católica española, para recuperar algo de dignidad y Memoria Histórica, y no acabar con un mausoleo celebrando el fascismo y el franquismo en pleno centro de Madrid.
Y podía seguir comentando noticias de un día cualquiera porque el estado de descomposición es tal que aún no muerto el régimen, nos sentimos sucios y desesperados, entre sollozos y gritos de rabia, por la desvergüenza continua de un poder oligárquico, cleptocrático, plutocrático, nauseabundo y descorazonador, que nos avergüenza a quienes pensamos, sabemos y deseamos un país mejor.
Con sus estertores previos a la muerte -y por lo tanto a su condena y construcción de algo mejor- envilece la situación general, provocando miedos y violencia a partes iguales. La radicalización de la derecha más rancia, cutre, homicida y caínita es un ejemplo de ello. Los que antes se ofendían si les llamabas fachas o franquistas, hoy se sienten legitimados a resaltar una herencia de odio, destrucción, muerte y atraso, porque enfrente no han tenido las respuestas institucionales, pero también colectivas, para contar la historia y restaurar la memoria de quienes lucharon por la libertad y la democracia.
La estafa llamada crisis y su respuesta desmontando el estado del bienestar de las socialdemocracias liberales ha causado tanto dolor que ha envalentonado y sacado los peores comportamientos. Se socializaron las pérdidas, se empeoró la vida y expectativas de varias generaciones y así muchos incautos no encuentran otra respuesta que les de consuelo y cierta ilusión de futura mejora que en el populismo de extrema derecha.
Y mientras todo esto pasaba, ayer fallecían 18 inmigrantes en Cádiz tratando de llegar a las costas españolas (y europeas).


lunes, 8 de octubre de 2018

Asoman la patita


Imagen de eldiario.es del mitín de ayer de Vox

Lo de ayer en Vistalegre no era la primera vez que en -supuesta- democracia se reunía una amplia multitud en torno a un partido de extrema derecha. En innumerables ocasiones, sobretodo cuando no estaba en el poder, el PP atizaba los odios y manoseaba a las víctimas del terrorismo para exponenciar las pasiones más bajas de la rancia y cruel patraña de las españas, apropiándose de la bandera y legitimando discursos reaccionarios que luego llegados al poder, unas veces perdían por cálculos de poder (estado de las autonomías) y otras extremaban (véase Ley Mordaza, aborto, matrimonio homosexual,...).
La diferencia con lo de ayer es que esas 9.500 personas que fueron al mitín de Vox (más las 2.000 que se quedaron fuera) fueron a ver a un partido sin representación parlamentaria, y que se declara abiertamente fascista, más aún franquista, se apropia nuevamente de la bandera (luego se sorprenden) y atiza contra inmigrantes, maricones, catalanes, vascos, rojos y todos y todas que no pensamos como ellos.
Noventa años después en Occidente cometemos el mismo error una vez más y la falta de respuestas consecuentes a la estafa llamada crisis que estallaba hace 10 años trae consigo la efervescencia de movimientos anti democráticos, anti derechos humanos y de extrema derecha.
Y es que la democracia como sistema político que gestione el sistema económico y social globalizado no ha tenido, por ninguna de las vertientes las respuestas necesarias para dar dignidad a la vida de las personas.
Con la estafa llamada crisis ni el liberalismo, pervertido en neoliberalismo y más aún ultra-liberalismo, ni la socialdemocracia eran capaces de paliar sus efectos mientras la vida y las expectativas de futuro de millones de personas se iban al sumidero. Al tiempo que los financieros y capitalistas ponían a salvo en paraísos fiscales sus insultantes beneficios e indemnizaciones, las pérdidas quedaban en los Estados en las cuentas públicas, que recortaban en sanidad y educación a la sufrida clase trabajadora que se quedaba en paro, veía como suben los precios de la vivienda y la energía y se convertía en “precariado.
Y mientras la izquierda que debería de ocuparse íntegramente de la situación de la clase trabajadora divaga hacia colectivos más atomizados, huérfana de respuestas económicas y sociales ante el desafío provocado por la extrema avaricia de los poderosos. Desde la caída del régimen soviético somos incapaces de explicar una alternativa que existe y es más deseable, para recuperar la dignidad del ser humano y cerrar progresivamente todas las desigualdades sociales, bien sean provocadas por la acumulación de capital o por dejes machistas, xenófobos, homófobos e intolerantes.
Este proceso no es sólo propio de España. Es global. Trump se convertía en presidente de Estados Unidos usando la demagogia más barata para convencer a los millones de votantes blancos pobres. Y en la Unión Europea, lo que primero parecían algaradas en los países periféricos de la Europa del Este (Polonia, Hungría o incluso Turquía) hoy son movimientos que vuelven a acaparar a las masas en Alemania, Francia, Holanda, Suecia, gobernar incluso en Austria, o ser parte definitoria en el referéndum que sacó al Reino Unido de la UE. Hasta en América del Sur comienzan a aparecer movimientos reaccionarios de ultra derecha pescando en la disputa entre la izquierda más social y pro-indígena y la derecha neoliberal y neo colonizadora, como hemos visto desgraciadamente éste fin de semana en Brasil.
España, por supuesto, no podía escapar de tales movimientos, más aún si tenemos en cuenta que en ningún momento de nuestra historia reciente se ha hecho labor de condena y desmontaje institucional (ejército, policía, justicia) de lo que supuso la genocida dictadura fascista. Así durante 40 años quienes un día eran franquistas se levantaron demócratas al siguiente y han participado gustosamente en el estado de las cosas atado y bien atado.
Hoy no puede sorprender todo éste voto de ultra derecha que antes ha colaborado en las golosas mayorías absolutas que el PP ha tenido en el Estado, en buena parte parte de autonomías y en multitud de ayuntamientos. Aglutinado y mezclado con sectores más moderados, democristianos, centristas y liberales han sido parte importante de las políticas de éste país durante la mal llamada Transición a la democracia y son colaboradores necesarios en la catástrofe a todos los niveles que tenemos por país.
Que ahora se desliguen en más apuestas electorales no tendría que ser una mala noticia, más bien al contrario, y que se empezará a fraccionar un voto liberal y nacionalista español que ha permanecido cohesionado bajo el PP, hasta que la corrupción y la inoperancia han hecho estallar la convivencia entre españoles y la conveniencia entre élites políticas ahijadas de oligarcas intereses.
La maniobra de Pedro Sánchez con la Moción de Censura del pasado junio, pillo descolocada a toda la derecha española (incluidos los nacionalismos catalán y vasco) y ha provocado notables tensiones que han extremado en los sentimientos en las filas del PP y de Ciudadanos que había dañado la pegada electoral de los primeros. Mientras en el PP se orquestaba una suerte de primarias que han sacado lo peor de los intestinos del partido para entregarle el mando al delfín del más desquiciado e irresponsable Aznar, en Cs, absolutamente perdidos se han lanzado en una carrera atropellada por los símbolos, cuyo episodio más grotesco es la quita y puesta de lazos amarillos.
Y mientras tanto miles de votantes de ultra derecha (nótese el Doppelganger) que han permanecido años bajo el paraguas del PP se han lanzado a buscar discursos más puros y agresivos, a parte de castigar las corruptelas y mafias de los de la calle Genova.
Lo realmente grave, como digo no es la dispersión del voto de la derecha. Lo grave es la exaltación de pulsiones y sentimientos que hace mucho ya deberían de haberse combatido, arrinconado y eliminado con el peso de la historia y de la conveniencia de una civilización responsable, solidaria y cooperativa en un sistema económico justo, igualitario y globalizado.
Rompiéndose España por Catalunya, con millones de españoles sin trabajo, pasándolo realmente mal para pagar alquiler, desahuciados, con los servicios básicos con precios por las nubes, con la sanidad y la educación de todos depauperados, con toda la gestión ultra liberal de la estafa llamada crisis, no cabía esperar otra cosa que la polarización de la sociedad, y si la izquierda no encuentra el modo de concretar respuestas y hacerlas llegar es fácil que la derecha, a través de demagogia y una simpatía en los medios de comunicación de masas -cuando no un control- arrastre a los desclasados a sus posiciones basadas en el odio.
Y es que el odio y el uso de los símbolos bajo ese mismo odio son el aglutinador que tiene la ultra derecha para crecer y hacerse fuerte. El odio a los que son distintos. Por su color de piel, por su sexo, por su orientación, por su ideología. Por ser pobres.
Llegamos y llegaremos tarde a dar batalla a estos indeseables si no utilizamos todas las herramientas que tienen los sistemas democráticos y antifascistas salidos tras la victoria sobre el fascismo en la Segunda Guerra Mundial para evitar que la historia se repita.
Lejos de intereses económicos o de dominación mundial debe primar la lucha antifascista como garantía de progreso y de camino hacia los objetivos del Milenio, que pasan en esencia por dos: Conseguir una mayor igualdad entre los seres humanos indistintamente de su condición, y lograr unas mayores cuotas de dignidad y futuro en sus vidas.

lunes, 30 de octubre de 2017

Techo y comida



Anoche RTVE a través de La2 en su espacio dominical de Versión Española estrenaba la película Techo y comida, obra de 2015 ambientada en un barrio de clase trabajadora de la Jerez de la Frontera de 2012 -si es que es separable de la actual- en plena etapa de despiadadas consecuencias sobre las clases populares de crisis o mejor dicho estafa económica de 2008. O peor aún, en el momento en el que se vendía una supuesta recuperación que jamás, ni en el 12, ni el 15, ni ahora ha llegado al conjunto de la población.
La película muestra gracias en gran medida a la tremenda interpretación de Natalia de Molina en el papel protagonista de Rocío, los dramas y vicisitudes que tiene que afrontar en soledad una joven madre soltera, en paro, al borde del desahucio, atacada por los estigmas sociales de la pobreza en su camino hacia la exclusión social.
El guión es de Juan Miguel del Castillo quien también la dirige, componiendo de manera firme una Ópera prima de áspera realidad que en su conjunto compone una bola difícil de tragar por la crudeza que retrata el drama y tragedia de una familia que podía ser la mía, la tuya o la de la vecina del primero, pese a que nos tapemos los ojos con la pantalla del móvil de última generación y el resto de los sentidos bajo un individualismo atroz.
El dibujo es así un drama social que se convierte cada vez más y más crudo y desalentador, a la vez que indigno al ver como la protagonista se come en soledad el fracaso de su constante lucha por sacar adelante a su hijo de 8 años y un hogar donde comienzan a fallar los suministros básicos: la luz, enganchada a la toma de una vecina amable, solidaria y comprensiva; el calor sustituido por el gesto de los brazos cruzados sobre el pecho para cerrar una humilde rebeca; o en el hambre de la madre, que da todo lo que puede para su hijo, que también padece de manera inconsciente los estragos de la situación.
El autor escribe y filma con realismo la realidad diaria en la lucha de la madre, muchas veces cámara en mano, jugando así en la fina línea entre la ficción dramática, cuasi trágica, y el documental social. Es la mejor forma para que el espectador empatice, salga de su burbuja probablemente acomodada y se incomode en su butaca o su sillón ante las penurias que sufre una persona, que podía ser cualquiera. Incluso puede que sea alguien, o varias familias, muy cercanas a la nuestra, y no seamos capaces de identificarlo y socorrerlo.
La acumulación de situaciones narradas es a la vez la pérdida de dignidad progresiva de Rocío, quien baja escalones en su amor propio con tal de mantener el progreso y la felicidad de su hijo.
En total tenemos una obra necesaria y brillante. Una áspera crítica social, tanto en la parte evidente (corrupción, recortes, privatizaciones y neoliberalismo reciben en todo momento justa crítica con las intervenciones de personajes secundarios) y también de manera más escondida el individualismo, la falta de empatía y solidaridad y el estado de las administraciones, lastradas por años de corrupción y nepotismos incapaces de dar respuestas a problemas colectivos ni de forma individual, ni tampoco social.
Sin duda, una película para observar y reflexionar. Una obra necesaria y enriquecedora. Pero, ¿para quién? ¿cuál es el público objetivo? ¿llega a él? ¿o por el contrario es otra suma más de un tipo de cine o de expresión cultural que no enfanga al total de la ciudadanía?
Mientras veía la película me encabronaba por el estado de las cosas que han traído situaciones como las narradas. Volvía a indignarme. Volvía a rabiar por como está todo y sobretodo po lo difícil que es cambiarlo. Y pensaba que es tan difícil porque a dos de cada tres -por lo menos- lo que cuenta esta película se la trae al pairo.
A la gente, en general e ignorancia, la vida real, dura, cruda y degradada de sus convecinos les importa una mierda. Que exista un problema de vivienda, o que la pobreza energética sea una realidad constante para millones de ciudadanos es algo que ni existe, ni se lo plantean, quienes sólo piensan en si mismos, o como mucho en las banderas tan de moda ahora, en el fútbol, o en la mierda que retransmita Tele5.
Una película así, como toda obra de realismo social y cine denuncia como el de León de Aranoa o Ken Loach, por ejemplo, viene a alimentar a una parte muy particular de la audiencia, que ya estamos indignados. Ya somos carne de protesta, reivindicación por la justicia social. Somos, muchos pero no los suficientes, quienes ya somos la audiencia objetiva y convencida del mensaje. Nos remueve la conciencia que ya está agitada desde hace años.
Me atrevo a decir que quienes vimos la película anoche o la vio en el cine hace un par de años, ya somos en una abrumadora mayoría los que ya conocemos la realidad social que la estafa y el capitalismo de amiguetes nos ha legado. Y ya sabemos que esta cronificación social de las penurias, la cada vez más grande brecha social, y que la pobreza y la exclusión social atrape cada vez a más y más gentes humildes y trabajadoras, sólo se puede superar con rebelión, revolución, lucha y justicia social.
Pero repito: somos la minoría. Como mucho la minoría del 1 de cada 3. A los otros dos, relatos así ni les va ni les viene. No es cine para ellos. No es un producto cultural que les interese, y por lo tanto no les va a incomodar, no les va a llamar a rebelarse y a luchar. No les va a hacer empatizar y solidarizarse con quienes lo están pasando tan de puta pena.
La última parte de una película, o una novela de realidad social es la más amarga y cruda de las realidades. Y esa es que al final llega a donde llega, a un público ya convencido, pero pasa sin comentario y sin pena ni gloria por la mayoría de la gente que ignora que lo que en una película como Techo y comida se relata, le puede pasar a él. O a ella. O a sus hijos. O a sus amigos. O a un desconocido de un barrio obrero, o de un pueblo pequeño.
Esta última reflexión es la más dolorosa, triste y preocupante. La capacidad para abstraerse, para auto engañarse y ser manipulados y la nula capacidad para empatizar, bajo el individualismo y la inexistente actitud crítica y la dirección que marcan los medios de comunicación de masas.
Si pueden ver Techo y Comida, véanla y reflexionen. Recomiendenla a sus allegados. Dialoguen y discutan sobre ella, sobre la realidad que expone. Si les conmueve y/o les revuelve actívense. Luchen para cambiar ese escenario que está quedando para millones de personas. 
 

lunes, 11 de septiembre de 2017

40.000 millones de cojones


Es fascinante. Tengo que admitirlo. Con rabia y desesperación, con un dolor en el ánimo y en las ganas de luchar. Pero lo han hecho. Lo han vuelto a hacer. Han conseguido, una vez más, que su corrupta, inepta y vergonzosa actuación pase desapercibida. No les cueste ni un misero voto, y ni mucho menos nadie va a dimitir o va a comparecer ante los medios o ante el Parlamento a explicar qué cojones sucedió.
40.000 millones. Cifra redondeada de los 40.078 millones que el actual Gobernador del Banco de España explicó el pasado viernes en sede parlamentaria se dan por perdidos del rescate bancario. Es decir, de los 54.353 millones de euros en ayudas concedidas entre 2009 y 2016 a favor de la “re-estructuración” bancaria, sólo van a recuperar un 26'2% del total. 14.275 millones de nada. Los grandes gestores. Y esa recuperación es en un “escenario optimista”. Con dos cojones.
Sería todo ello de risa si desde 2008 con el estallido de la burbuja inmobiliaria para reunir ese quimérica cantidad de dinero para un ciudadano de a pie, no hubieran tenido que laminar la sanidad pública de todos, la educación de todos, los servicios sociales de todos a base de inmisericordes recortes. Soportar impuestos abusivos al consumo, tasas surrealistas sobre cualquier relación con la administración. Y por supuesto destrozar el mundo del trabajo, dejándonos a todos (y aún más a todas) aspirando a puestos mediocres, precarios, mal pagados, sin ninguna seguridad. En definitiva, no hubieran podido hacerlo sin el esfuerzo a escote de todos. De todos nuestros cojones (y ovarios).
Y se quemaron sólo los nuestros, tanto esfuerzos como cojones, porque los que ya venían de casa agraciados, los que nos metieron en la vorágine crediticia, en la estulticia de la burbuja del ladrillo, los que se lucraron salvajemente y lo sacaron todo y más a paraísos fiscales, no han tenido que poner un (puto) duro. A ellos les favorecieron las amnistías fiscales (tócate los cojones si eso no es destrozar una sociedad y una “Constitución”), y no contentos con ellos saquearon las arcas públicas con nuestros derechos (sanidad, educación, pensiones, servicios sociales, cultura, etc.) que tanto trabajo nos había costado durante generaciones para “re-estructurar” el sector bancario. Mis cojones.
Y es que lo que llaman “re-estructurar” el sector bancario fue en realidad pagar por la cara de todo el país las pérdidas que en el mercado financiero acarrearon quienes ya se habían lucrado suficientemente cuando la cosa pintaba bien, y no había dios obrero con cojones de pagarse un mini piso en éste país, que todo se nos olvida. Pagamos las deudas, y ni olimos los beneficios. Luego nos mintieron diciendo que esto era necesario, para que el colapso no fuera mayor, para después mentirnos aún más a la cara, para contar milongas sobre una supuesta recuperación económica, que se estaba creando empleo, y encima empleo de calidad. Y mientras en esas páginas de color sepia de los diarios de economía que nadie lee, se veía como se devolvían saneaditas, sin el personal echado a la calle casi gratis, con clientes y casi beneficios los bancos y cajas a sus antiguos dueños o a otros más generosos en el reparto de sobres. Qué puta cara y qué cojones tienen.
Pero los verdaderos cojones, los cojonazos, son los de la gente de éste país. De acuerdo que “se rompe España” y Catalunya (gracias, entre otras cosas a los cojonacos de Rajoy fumando puros y leyendo el Marca) va a ser un estado independiente. De acuerdo que si Venezuela, que si los atentados, que si el deporte, que si Eurovisión y lo que tu quieras, pero si nos han robado en la puta cara, no es por los cuatro mataos que hemos intentado durante años que despertéis, despeguéis los cojones del sofá, y salgamos a las calles a luchar por lo que es justo, es necesario, y es de todos (y de todas).
Todos conocemos casos de empresas que por faltar 20€ de la caja han despedido como procedente, con posterior aval judicial incluido, a trabajadores. Y aquí han volado el presupuesto anual de Educación, o la mitad del de Sanidad, o la tercera parte de lo que se paga en pensiones en un año y no pasa nada. Absolutamente nada. Lo han vuelto a conseguir, una vez más, que “no os metéis en política”. Dejamos que nos hayan hecho la del birlibirloque, y mientras nos agitan la bandera, nos han robado la cartera. La de hoy, la de mañana y la de pasao. Pero también la de vuestros hijos, incluso la de vuestros nietos.
Tenéis los cojones muy grandes y muy negros por permitir lo que está pasando. Esta estafa, éste descalabro colosal, fruto de años de latrocinio, corrupción, sinvergoncería y canalladas ya no es sólo responsabilidad de Rajoy, Aguirre, Aznar, Felipe, de los Borbones, o de otro montón de fachas. Esto ya es responsabilidad “vuestra”, por aceptar éste robo a cara descubierta, y con tonos jocosos y cachondeito.
España tiene muchos problemas. El primero de ellos una población cojonudamente ignorante del poder que tiene. Con los cojones, y la preparación necesaria para empoderarse y exigir, ya de verdad, sin quechuas, ni batucadas, dignidad y justicia social.
¿A qué cojones esperáis para empezar la revolución que necesitáis?

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...