lunes, 20 de enero de 2025

Abandonando Twitter


 

Hoy es lunes 20 de enero de 2025 y es el día elegido por una parte significativa de la comunidad en Twitter para abandonar esta red social. Millones de usuarios llevan eliminando sus perfiles y migrando sus contenidos y comunidades desde hace meses. Miles de asociaciones cívicas lo están anunciando en los últimos días. Y hoy es el día clave.

La fecha no es casual. Hoy Donald Trump vuelve a ser presidente de Estados Unidos, y lo hace acompañado por Elon Musk, dueño de Twitter que reubatizó como “X” tras comprar la red social por 44.000 millones de dólares en 2022. Trump y sus secuaces parecen mucho más peligrosos, descerebrados, intransigentes y ultras para la paz mundial, la estabilidad social y la salud medioambiental del planeta que como se presentó hace 8 años, o hace 4 en el Asalto al Capitolio.

Las razones de la compra de Twitter por parte de Elon Musk no fueron empresariales. No estaba planteada para ganar más dinero. No inmediatamente. Se trataba de controlar el mayor zoco de opinión y participación colectiva del mundo, y desde él verter informaciones falsas, bulos y construir artificialmente un estado socio-político afín a los intereses de Trump y del fascismo. Y ahora con el mangante (no hay errata) ya re-instalado en la Casa Blanca, Musk y el resto de la cúspide de la élite de la élite, pasaran a cobrar y lucrarse mucho más del lamentable estado de las cosas.

Por ello se hacia necesaria una respuesta de la comunidad ante esta deriva. Lo primero es imperecedero reconocer que ante lo que se presenta como una red social, lo que realmente se trata es de una entelequia. Porque no hay red. La red, por definición, implica la existencia de una serie de nudos (nodos en terminología informática) iguales, en acceso y posibilidades. En que estos nodos se comuniquen de igual a igual, fluyendo la información en cualquier dirección. Y eso no existe desde el momento en el que pagando se consigue más visibilidad e impacto que quien no paga. Y ocurre aunque el contenido sea de más calidad. La información a penas ya no puede venir desde al lado o desde abajo; la que llega desde arriba apaga cualquier otra opinión o información.

Pero es que tampoco son sociales. Serán digitales, publicitarias o corporativas, pero no pueden ser sociales, porque los usuarios apenas tienen control sobre lo que se expone ante ellos, y mucho menos de lo que dejan tras su paso.

Y hay que cuidarse mucho y ser muy consciente de dónde se está participando como usuario a la hora de querer informarse. La novedad y fortaleza del twitter primigenio era la posibilidad de seguir los canales y cuentas que tu quieres. Modular la información que recibes, obteniendo la voz de los que no tienen voz o no reciben la atención necesaria y justa desde los medios de comunicación convencionales pertenecientes a emporios empresariales. La idea es completar la información y obtener contextos nítidos y certeros sobre el estado de las cosas. Esto era algo básico y que permitió flujos de información en todas las direcciones fomentando un activismo que consiguió muchas cosas. Sólo hay que recordar lo que estábamos haciendo en este país hasta 2016.

El riesgo en origen era construirse un paraíso artificial de voces que confirman nuestras opiniones e ideas. Burbujas estancas, libres de patógenos e interferencias. “Cámaras de eco” las llaman los profesionales de la psicología y medios de comunicación, donde el debate ideológico es inexistente y se pasa a la defensa de trinchera o fondo de estadio de fútbol, donde el zasca ingenioso y el insulto más aberrante bailan pegados para enfangar cualquier debate. Pero de alguna manera, combinando con la información mainstrean de los medios de comunicación de masas se podía uno construir un relato propio verídico y con un contexto certero. Por ejemplo, yo sabía y sé que Al Saad era un cabrón, pero que el pueblo sirio vivía mucho mejor, que como lo va a hacer bajo el yugo de unos islamistas radicales aupados por Occidente. Y así con todo.


La deriva de la red social Twitter es insoportable. Lo que hace casi 15 años nos sirvió a muchos para conectarnos, aprender y participar, hoy en día es un lodazal nauseabundo donde se ha perdido el respeto, la educación y hasta el más mínimo saber estar. Los ultras, sabedores que el algoritmo premia sus barrabasadas y que la moderación es o inexistente o les es favorable, intoxican cada conato de debate, manipulan hechos y crean polémicas de donde no las hay, absolutamente artificiales, y que impiden de facto poder hablar, y dedicarse, a los problemas de verdad y a cosas más placenteras. El odio hoy lo inunda todo y la manipulación ha crecido sin cesar, incluso antes de la llegada y el abuso execrable de la Inteligencia Artificial. Manoseando la libertad de expresión Twitter y las otras redes del capitalismo de Silicon Valley, permiten que el que más grite, el más ruidoso, el más violento se imponga y se oiga más que las posiciones más cordiales, moderadas y educadas. Y si el que más grita y más violento es, es además, el que más paga, el lodazal impide una participación en estas redes sociales de forma saludable.

La propia dirección ha lanzado y promovido la profusión de cuentas fake o bots que literalmente amañan los temas de interés en la red, alterando de esa manera los estados de opinión en el mundo digital, pero con claras reminiscencias a la vida política y social del mundo real. La manipulación de procesos electorales es tan evidente, como lo es el silencio de quienes piden las actas cuando no salen las cosas como quieren, pero que callan ante el manoseo del voto.

En general, las desconfianza ha crecido a la par que desaparecía la moderación y el control, ya no sólo por parte de la dirección técnica y de negocio de los propietarios de la red, sino incluso, del propio usuario. La bajada en la calidad de la aplicación es incuestionable tanto en los sistemas de búsqueda, como en los algoritmos que ofrecían recomendaciones, hasta el punto de convertirlos en absolutamente prescindibles y hasta evitables.

La información es interesada, caótica, ruidosa y provoca distorsión. Sirve como acicate para crear estados de malestar fundados en el odio al diferente que tenemos al lado. Promueve el individualismo más atroz, el machismo más trasnochado, dejando a las mujeres como objetos de uso y disfrute del hombre. El racismo y la xenobofia, y sobretodo la aporafobia hacen que el odio sea la vitamina que nutre cada día esta red social.

Como guinda del pastel, la publicidad, que ya venía creciendo poco a poco en Twitter, se ha disparado bajo el dominio de Musk, y ni siquiera configurar la privacidad evita el asalto constante de los anuncios que interrumpen la linea de tiempo, e incluso de los hilos que eran lo más enriquecedor de entrar en twitter.

Todos los usuarios llevamos tiempo instalados en la dicotomía de si abandonar twitter, o si seguir. Pensando en dirigirse a espacios virtuales más amables, incluido el “dejar” las redes sociales e internet, o si seguir para dar batalla a los imbéciles, a la ignominia y el fango. En continuar participando, es decir, subiendo nuestros contenidos, nuestras aportaciones y nuestros datos, para que la aplicación haga negocio, sin derecho siquiera a la réplica, y haciendo que nuestra propia conciencia y valores se vayan más abajo con cada anuncio nuevo que te bombardea.

Hay quien dice que con Twitter, y con las redes que usemos en un futuro, no deberíamos cometer el mismo error que se cometió con Facebook que ya se abandonó en masa hacia 2012-2013 por millones de usuarios progresistas y normales, quedando como campo libre para que los ultras y sectarios desplegaran su odio a raudales. Las victorias de Trump en 2016 o el propio Brexit bebieron mucho de esa fuente. El riesgo de que se repita la historia es alto, pero también llega un momento en que como ciudadanos es preciso distinguir dónde, cómo y por qué quieres dar batalla.

¿Quieres quedarte en un lugar donde el odio es favorecido y el anti-fascismo vilipendiado? ¿Vas a poder articular un activismo o una comunidad que permita plantear alternativas en el mundo real al fascismo y el capitalismo ultra? ¿Merece la pena quedarse y trabajar para un público cautivo que si sigue ahí ya es fruto de su pereza, e incluso de su propio interes?

Por supuesto, como en todo proceso de salida quedan atrás las cosas malas, pero también las buenas. Magníficas personas que participando y trabajando han promovido contenidos e informaciones interesantes e imprescindibles. Pienso en aportaciones brillantes y necesarias en Historia, ciencia, sociología, política, pero también en dónde voy a informarme de las cosas que me interesan como el rugby, el basket femenino, el atletismo, el ciclismo, la naturaleza, la música heavy o la literatura. En las cosas que pasan en Salamanca, o en el teatro local, aquí al lado. Pero llega un momento en el que es inevitable dar este paso. Las redes tienen su propio ciclo de vida, al igual que nuestra participación en ellas, y Twitter ya hace mucho tiempo que entró en la decrepitud más deplorable.


En mi caso, voy a aguantar la cuenta en “X” unas semanas más mientras completo mi usuario de Mastodon y cree uno para blue.sky que me permita conservar mi imagen en esa red ante posibles suplantaciones. Puede que abra una nueva cuenta “gris” para mantener información que no encuentre en Mastodon. Incluso es posible que en tiempo medio abandone cualquier red social incluidas las que parecen imposibles como whatsapp o youtube. Pero el hecho es que ya he puesto fecha de salida a twitter.

viernes, 10 de enero de 2025

Version Slayer «In-A-Gadda-Da-Vida»

Aquí el original de Iron Butterfly

Y aquí la versión de Slayer

En 1987 y en un encargo para la banda sonora de la película Less than zero (Golpe al sueño americano en España) Slayer lanzaba su versión del mítico In-A-Gadda-Da-Vida de Iron Butterfly, que acabaría incluida en su disco de covers lanzado en 1996, Undisputed Attitude. El original es sin duda el ejemplo más claro del rock psicodélico de los 70. Lanzada en 1968 por esta banda de San Diego Iron Butterfly en su segundo álbum se convirtió en un himno de la contracultura y en la música perenne de los movimientos por la paz y los derechos civiles en Estados Unidos.

El reto de encajar el rock progresivo y el extensísimo solo de órgano de una canción de 17 minutos en un tema de la banda más agresiva y oscura del Trash metal era mayúsculo. Pero la pericia y las ganas de la banda liderada por Tom Araya lo hizo fácil para legarnos un tema que rinde homenaje sin duda a los originales, nos presenta el resto de influencias musicales y culturales y lo hacen desde una perspectiva radicalmente distinta.

En cuanto al análisis musical, el primer aspecto a considerar es la adaptación musical que realiza Slayer. La interpretación de esta banda no solo preserva la esencia de la canción original, sino que la transforma en un torrente sonoro que encapsula la energía del thrash metal a través del tono psicodélico de la original. Y todo ello reduciendo la duración, intensificando su fuerza para que a la vez pueda convertirse en una canción propia del género del trash.

Desde el inicio, las guitarras de Jeff Hanneman y Kerry King abren el tema con riffs potentes que distorsionan el carácter melódico que hizo famosa a la versión original. Esta decisión no es casual; refleja la filosofía de Slayer de desafiar las convenciones y llevar el límite sonoro al extremo, y además, nos hace reconocible a quienes interpretan la canción. Te preguntas, por qué suena tan distinto y tan bien el In-A-Gadda-Da-Vida, o qué hacen los Slayer.

La batería, ejecutada por Dave Lombardo, se convierte en el motor que empuja la pieza hacia adelante. El uso de ritmos rápidos y cambios abruptos de compás destaca un enfoque agresivo que consigue capturar la atención del oyente desde el primer segundo. En comparación, la versión original de Iron Butterfly se desliza suavemente a través de sus secciones, creando una sensación etérea. Slayer rompe con esta atmósfera al introducir un sentido de urgencia y agresividad. Se reconoce el estilo de Lombardo y se identifica la pieza que está desarrollando. Sublime.

El solo de guitarra es el elemento que merece una atención especial. Mientras que la versión original presenta un solo de órgano que evoca un ambiente casi hipnótico, Slayer opta por un despliegue técnico de guitarras eléctricas, lleno de velocidad y ferocidad. Ambos mástiles se coordinan y dan replica desembocando un caudal de notas y arpegios que no desmerece el desarrollo del solo central original. Al contrario, le da otro sentido y nos transporta hacia los umbrales donde el heavy metal se hace fuerte y auténtico. Este cambio no solo marca una diferencia tonal, sino también emocional; mientras que el solo de Iron Butterfly puede considerarse una celebración del espíritu libre de la época a través de la riqueza y calidad técnica, el de Slayer es una declaración de fuerza y dominio, de virtuosismo técnico y estilístico propio de los años 80 y del Trash metal. No queda excluida de esta versión el propio contexto de la época en la que se lanzó, ni tampoco el de las condiciones del lanzamiento. Una época en la que empezaba a hacerse evidente la ruptura del sueño americano, asi como la cada vez mayor desesperación de los jóvenes estadounidenses.


En cuanto a la letra, la interpretación de Slayer se aferra a la estructura básica de la canción, pero la entrega vocal de Tom Araya aporta una nueva capa de intensidad donde el estilo rasgado y a la vez grave del chileno le dota de un carácter especial. La forma en que Araya grita las líneas originales se aleja del estilo suave y relajado de la voz de Douglas Ingle, el cantante de Iron Butterfly. Este cambio vocal refuerza la idea del intenso desencanto y la desesperación que son elementos comunes en las letras de Slayer.

El contenido lírico de «In-A-Gadda-Da-Vida», que se interpreta comúnmente como una celebración del amor y la libertad, se transforma en un grito de resistencia en la versión de Slayer. La banda encuentra una forma de conectar el mensaje original con su propia estética, lo que ofrece al oyente una oportunidad de reflexionar sobre el significado cambiante de los ideales de la contracultura en la era moderna. La canción interpretada por Slayer encaja como un guante en los axiomas en los que se mueve la banda y el género desde el primer momento. In-A-Gadda-Da-Vida puede que no sea una canción suya, pero resulta como si lo fuese, y la agresividad, el dolor y la distorsión de este mundo tan cambiante y desesperado funciona a la perfección.


Desde su lanzamiento, la versión de Slayer ha generado diversas opiniones. Los fanáticos del metal suelen elogiar la habilidad de la banda para reinterpretar una obra clásica, mientras que algunos puristas del rock critican la "violencia" del enfoque. Sin embargo, esto es precisamente lo que hace que esta versión sea relevante. Una vez más, Slayer desafía la noción de lo que se considera "sagrado" en el mundo de la música, demostrando que incluso las obras más veneradas pueden ser transformadas sin perder su esencia.

La influencia de esta versión se extiende más allá de la propia banda, y ha inspirado a otros grupos a experimentar y reinterpretar piezas de otros géneros, adaptando a su estilo esas propuestas que pueden parecer consagradas e intocables. El diálogo entre géneros funciona a la perfección y los que lo celebramos somos todos los heavys.

Aquí somos muy fanáticos de la versión de Siniestro Total, No me lavo en la vida.

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