Tras el 11-S, Georg W. Bush convocó a su pueblo al sacrificio. “Somos ciudadanos –afirmó compungido– con obligaciones unos hacia otros, hacia nuestro país y hacia la historia. ¡Comencemos a pensar menos en los bienes que podemos acumular y más en el bien que podemos hacer!”. En nombre de la patria sagrada, los Bush, Halliburton o el vicepresidente Cheney hicieron caja. Mientras, Irak y Afganistán se de-sangraban y Estados Unidos incrementaba su déficit, perdía prestigio internacional y hacía del mundo un polvorín amenazado. El presidente Aznar les acompañó en aquella aventura con maneras de estadista en prácticas, lo que incluía poner los pies encima de la mesa y fotografiarse en las Azores con melena al viento y suficiencia de ungido. Todo, justificaba, para mayor gloria de la patria. Himnos eternos y banderas gigantes se recortaron en el horizonte.
Entre las muchas ideas de España, la más dañina ha sido históricamente la que ha hipostasiado el ser de la patria. No hay esencias sin escoria. Para Franco, Mola o José Antonio, media España era escoria. Y la calle, recordemos, no era de todos: era de Fraga.
La revisión histórica realizada por Aznar durante sus gobiernos reinventó retroactivamente una España esencialista guiada por designios divinos (con Isabel La Católica como icono). Una armonía preestablecida de reyes íberos, romanos, visigodos y castellanos llevaba a las obligaciones actuales. Carente la derecha de propuestas económicas propias, la patria era un buen recurso. Un discurso españolista heredado de la Restauración, elaborado en su día por minorías privilegiadas que apostaban por el sufragio censitario, pagaban para mandar a los pobres a morir por ellos en la guerra y santificaban las desigualdades sentando en su servida mesa al siempre hambriento clero.
La España que fracasó en el siglo XIX en la creación de un consenso liberal, la que tampoco pudo refundar el Estado sobre presupuestos antifascistas tras la Segunda Guerra Mundial (como hizo nuestro entorno europeo), fue reelaborada en la coartada aznarista. De ahí que sus enemigos sean los mismos que los de la Restauración: agitadores de la cuestión social (socialistas, anarquistas, sindicalistas); los que no asumen el centralismo que reduce España a Castilla; los republicanos, especialmente los críticos de la monarquía complaciente; y los que cuestionan el imperio nacional-católico (lo que da cuenta del odio de Aznar hacia Hugo Chávez y Evo Morales o explica su delirante afirmación de que en Lepanto los españoles ya combatieron a Al Qaeda). Añadamos que, pese a los intentos de reinventar una España deudora de Cánovas –con el turnismo como máximo valor–, en los planteamientos de Aznar también aparece el franquismo (y la reivindicación carlista del fracaso hispano del liberalismo), así como su filiación juvenil joseantoniana, que pueden explicar los modos soberbios falangistas, la mala relación personal con el rey (más sintonizado con el ubicuo Felipe González) o la desconfianza ante los militares constitucionalistas.
Las bases señoriales de nuestra historia, la larga dictadura que devoró medio siglo XX y la concepción patrimonialista del Estado (heredera de oligarcas y caciques) vienen con una paradoja: quienes más invocan a la patria, más lesivos resultan para sus paisanos. ¿Pudiera ser que esa España tan invocada les resultara indiferente?
A la fuerza ahorcan. Así vimos cómo Aznar, necesitado electoralmente, susurró el catalán, compartió mesa con el “Movimiento Vasco de Liberación”, abrazó a sindicalistas (enamorando incluso a alguno) y, pleno de esa empatía, confraternizó con la causa gay o asumió una visión no integrista del aborto.
Terminadas las urgencias, le regresó la patria, de manera que, tras casar a la hija en El Escorial (con Correa de testigo), no tuvo empacho en dejar fuera de los cementerios a decenas de miles de españoles asesinados tras la Guerra Civil (¿no eran España?); no puso gran empeño en identificar los cadáveres de militares muertos en Turquía (¿no se lo merecían?); enfrentó a España al mundo árabe metiendo al país en una guerra absurda y lejana; hizo de Perejil un castizo Independence Day con cabras; cuestionó los derechos laborales y recetó caridad a los fracasados. Alzó la voz contra el Gobierno en momentos complicados de la crisis, encareciendo la deuda española (ya había acusado de “pedigüeño” al Gobierno cuando se negociaban los fondos de cohesión); dejó el país sembrado de Gürtel, Fabra, Matas y Aguirre; y, finalmente, se paseó por la Melilla que no visitó como presidente a ver si ayudaba a complicar la situación.
Aznar nació a la política con una mentira (la falsa acusación de corrupción a Demetrio Madrid) y se marchó con otra (decir a los españoles que los atentados de Atocha fueron obra de ETA). ¿Quieren a la patria los mentirosos? Durante los funerales de los 191 muertos de Atocha, un padre roto gritó a Aznar su responsabilidad. A esas alturas, ya sabía que iba a trabajar con Murdoch en News Corporation (el grupo mediático que más alimentó la guerra de Irak). También que iba a gestionar varios fondos de inversión (esos que arrodillan a los países). Mientras, su yerno, coherente, hacía negocios con Berlusconi. En Madrid llovía.
Las patrias son comunidades imaginadas y las esencias son herméticas como los orígenes del lenguaje. De ahí que incumba a los que andan recreando Españas de Recaredo responder a una pregunta acerca del presidente que oraba en silencio en Silos: con la mano derecha en el corazón, ¿creen de verdad que Aznar es un buen español?
Columna extraída del diario Público, sabado 4 de septiembre de 2010
Juan Carlos Monederoes profesor de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid
Extractos y reflexiones sobre el libro La Catástrofe perfecta, de Ignacio Ramonet sobre como la deriva neo-con, ultraconservadora y de libre mercado nos ha llevado a la situación actual, con posibles soluciones, causas probables y consecuencias futuras.
LA CATÁSTROFE PERFECTA
Ignacio Ramonet
¿Acaso es casual que el 6 de diciembre de 2008 la juventud griega haya ocupado las calles de las principales ciudades al grito de “Balas para los jóvenes / dinero para los bancos”, protestando contra la muerte de un adolescente asesinado por las fuerzas de la policía? En este país alcanzado de lleno por la crisis actual, donde –como en otros estados de la Unión Europea- las privatizaciones golpean a los trabajadores del sector público, donde los funcionarios son víctimas de reducciones presupuestarias drásticas, donde la universidad, el sistema de pensiones y de salud están amenazados por la privatización y donde los salarios siguen estando congelados, los enfurecidos jóvenes griegos expresaron su hartazgo frente a un modelo económico y social que un profesor denunciaba en estos términos :”Estamos hartos del deterioro de nuestras vidas”. Puesto que este mismo modelo está funcionando en el resto de la Unión Europea, ¿podemos descartar que se reproduzcan las protestas en otros países?
El sentimiento nacional de Estados Unidos –explica Moisés Naím, director de la revista Foreign Policy- es de linchamiento hacia “los ladrones de Wall Street” y de rechazo “a los inmigrantes que nos quitan el trabajo, las multinacionales que exportan nuestros empleos a la India, los ricos que pagan pocos impuestos”.
La crisis será larga. Se producirán inmensos sufrimientos sociales, que no deben ser en vano. Por eso, no habría que “desaprovechar” esta “ocasión”, sino aprovechar el impacto para finalmente cambiar un sistema económico internacional y un modelo de desarrollo desiguales y obsoletos. Y redundarlos sobre bases más justas, más solidarias y más democráticas.
¿Hacía una pesadilla social?
Donde la crisis golpea con mayor dureza es en el sector inmobiliario. En el Reino Unido, en Irlanda y España, por ejemplo, millones de pisos y casas ya no encuentran comprador. Los precios de las viviendas están a la baja. Los de los terrenos construibles también. El aumento de los créditos inmobiliarios, así como los temores de una recesión, sumergen a todo el sector en una espiral infernal, que provoca efectos arrasadores en el conjunto de la industria de la construcción. Todas las empresas de esta rama se encuentran en el ojo del huracán. Se destruyen miles de empleos.
Así, la crisis financiera se transforma en crisis social, provocando el resurgimiento de políticas autoritarias. Varios gobiernos europeos, por ejemplo, ya proclaman su voluntad de favorecer el regreso a sus países de miles de trabajadores extranjeros, apoyándose en la “directiva retorno”, votada por el Parlamento Europeo el 18 de junio de 2008.
No ignoran que la protesta y el saqueo suelen ser respuestas proletarias al descenso del poder adquisitivo. El mundo se encamina hacia su peor pesadilla económica y social.
Para salvar a los bancos, los jefes de Estado de los países más ricos fueron capaces de organizar varias cumbres en pocos meses y de movilizar más de 2’3 billones de euros. Pero ¿qué se hizo para salvar a la mitad de la humanidad que vive en la pobreza? Prácticamente nada. Sin embargo, según las Naciones Unidas, con una suma 50 veces menor, se podría abastecer de agua potable, alimentación equilibrada, servicios de salud y educación elemental a cada habitante de nuestro planeta.
Hayek y el “Estado Mínimo”
El austriaco Friedrich von Hayek es mucho más ideólogo. Es el verdadero pensador, el profeta de los neoliberales. Critica toda forma de regulación de la economía con el pretexto que está sería demasiado compleja como para pretender organizarla. Defiende una concepción mínima del Estado, una “democracia limitada”, y preconiza la supresión de las intervenciones sociales y económicas públicas. Su objetivo principal: derribar el “Estado providencia”.
Su concepto de “Estado mínimo”, desprovisto de todo poder de intervención económica, y su idea del “mercado que siempre tiene razón”, cuya “autorregulación espontánea” no debe ser planificada (apología del “laissez faire”), se convirtieron, durante 3 décadas, en los pilares de un dogma cuasi religioso para los neoliberales. Una “Verdad Única” en materia de economía.
Hayek consideraba que el “Estado mínimo” permitía escapar al poder de la clase media. La cual, según él, controla el proceso democrático con el fin de obtener la redistribución de las riquezas en su propio favor por medio de la fiscalidad. Otra tesis de Hayek: el Estado no debe garantizar, en nombre de la “justicia social”, la redistribución de la riqueza.
En sus dos obras más conocidas, Camino de servidumbre (1944) y Los fundamentos de la libertad (1960), Hayek expuso su programa: desregular, privatizar, limitar la democracia, suprimir las subvenciones para la vivienda y el control de los alquileres, disminuir los seguros de desempleo, reducir los gastos de la seguridad social y, por último, quebrar el poder sindical. Llegará hasta el punto de proponer, en 1976, la desnacionalización de la moneda, es decir, la privatización de los bancos centrales para someter la creación monetaria a los mecanismos del mercado…
Estas ideas terminaron imponiéndose entre los economistas liberales opuestos al británico John Maynard Keynes (1883-1946), inspirador de las políticas del New Deal del presidente Franklin D. Roosvelt y los acuerdos de Bretón Woods de 1944. Para Keynes, el pleno empleo era un objetivo decisivo. Pensaba que el capitalismo necesitaba del Estado para estimular la economía por medio de las inversiones públicas. También consideraba que los mercados funcionaban mejor si estaban enmarcados por mecanismos de regulación decididos por el Estado.
Opuestos a las tesis keynesianas –que no habían podido impedir la “estanflación” (inflación sin crecimiento) de las economías occidentales durante la década de 1970-, los adeptos del neoliberalismo, ayudados por una impresionante batería de think tanks, van a imponer sus análisis. Éstas ejercerán una hegemonía intelectual excepcional en el campo de la teoría económica. Y se impondrán en las prácticas gubernamentales tras la elección de Tatcher en el Reino Unido y de Reagan en Estados Unidos.
Prueba de este dominio intelectual, en 1974 Hayek recibe el premio Nobel de Economía. Premio también otorgado a no menos de 5 de sus amigos ultraliberales: Milton Friedman (1976), George Stigler (1982), James Buchanan (1986), Ronald Coase (1991) y Gary Becker (1992).
Neoliberalismo y Democracia
En el fondo, el neoliberalismo mantiene una relación poco feliz con la democracia, que Hayek aceptaba sólo de modo “limitado”. Se siente más cómodo con regímenes autoritarios que, en caso de ser necesario, pueden imponer por medio del terror las alteraciones económicas y sociales que exige la aplicación de su teoría. Según el politólogo quebequense Dorsal Brunelle:
El ultraliberalismo exige una transformación profunda de la gobernanza política. En virtud de esta transformación, el ejercicio del poder es llamado a volverse contra el poder. Este giro del sentido y del alcance del poder político conduce a una transformación profunda de la gestión y la administración del bien público. El ultraliberalismo desempeña entonces un papel capital en la transmutación del Estado, de los gobiernos y los poderes públicos que, al renunciar a asumir el papel de promotores de los bienes públicos y de protectores de los pueblos, se transforman en depredadores. Ahora bien, una alteración de este tipo no puede ponerse en marcha ni sancionarse sin recurrir a la fuerza, incluso al terror político.
Muy probablemente no sea casual que los primeros “laboratorios” donde se experimentaron, con una población cobaya y forzada, las tesis ultraliberales de Schumpeter, Hayek y Friedman, fueran la Indonesia bajo la bota del general Suharto y el Chile aterrorizado del general Pinochet…
En su libro La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre, Naomi Klen mostró cómo, durante el primer año de aplicación de la terapia prescrita por estos “locos eruditos ultraliberales”, la economía de Chile experimentó un retroceso del 15% y la tasa de desempleo –que había sido sólo del 3% durante el gobierno democrático de la Unidad Popular de Salvador Allende- trepo al 20%... En 1988, luego de quince años de experiencias ultraliberales, el 45% de los chilenos se encontraba bajo la línea de la pobreza. Semejante cataclismo social no impidió que Milton Friedman admirara la política económica del general Pinochet, calificando sus resultados como “el milagro de Chile” y… recibiera como recompensa, como ya hemos visto, el Premio Nobel de economía en 1976.
Los 10 Mandamientos de la religión neoliberal
El filósofo Dany Robert Dufour ha explicado, no sin humor, que la ideología neoliberal funciona como una nueva religión:
[Ésta] difunde unos Mandamientos llamados a convertirse en norma en todos los ámbitos de la Cultura. […] Encontré 10 que valen como las instrucciones liberales del nuevo dogma […] Allí donde cada uno se cree absolutamente libre, liberado y liberal, siguen, sin saberlo, instrucciones que lo determinan. […] La puesta a punto y la difusión de estos nuevos Mandamientos no están reservadas a los círculos militantes del liberalismo económico, ni mucho menos. Pueden haber sido experimentadas perfectamente durante las luchas culturales llevadas a cabo por la izquierda, e incluso por la extrema izquierda. […]
Primer Mandamiento: Te dejarás conducir por el egoísmo y entrarás amablemente en el rebaño de los consumidores.
Segundo Mandamiento: Utilizarás al otro como medio para lograr tus fines.
Tercer Mandamiento: Podrás venerar a todos los ídolos que elijas, siempre y cuando adores al dios supremo, al Mercado.
Cuarto Mandamiento: No inventarás excusas para evitar entrar en el rebaño.
Quinto Mandamiento: Combatirás todo gobierno y preconizarás la “buena gobernanza”.
Sexto Mandamiento: Ofenderás a cualquier maestro que esté en condiciones de educarte.
Séptimo Mandamiento: Ignorarás la gramática y barbarizarás el vocabulario.
OctavoMandamiento: Violarás las leyes sin dejarte atrapar.
Noveno Mandamiento: [En materia de arte] derribarás indefinidamente la puerta abierta por Duchamp.
Décimo Mandamiento: Liberarás tus pulsiones y buscarás el goce ilimitado.
Esto también ha significado un enorme saqueo ecológico. Las grandes firmas han saqueado (y saquean aún) el medio ambiente, obteniendo ganancias de las riquezas de la naturaleza, bienes comunes de la humanidad. Lo han hecho sin escrúpulos y sin freno. Esto ha sido acompañado de una criminalidad financiera vinculada con los medios de negocios y los paraísos fiscales que reciclan sumas que superan los dos billones de euros por año, es decir, el equivalente al PIB de Francia.
A lo largo de las tres décadas neoliberales, los gobiernos han respetado las consignas de política económica definidas por organismos mundiales reunidos dentro del llamado “Póker del Mal” –FMI, Banco Mundial, OCDE y OMC-, que ejerció una verdadera dictadura en la política económica de los estados.
Por su parte, al favorecer el libre flujo de capitales y las privatizaciones masivas, los responsables políticos permitieron la transferencia de decisiones capitales (en materia de inversión, empleo, salud, educación, cultura, protección ambiental) de la esfera pública a la esfera privada.
Los altos ejecutivos de las firmas globales y de los grandes grupos financieros y mediáticos mundiales detentaban el poder real y se imponían con todo su peso en las decisiones políticas. Confiscaron la economía y la democracia para su propio beneficio.
Esta solución de inyectar dinero público a cambio de la nacionalización parcial o total de algunos bancos habría sido calificada como herética hace apenas unos pocos meses por las mismas autoridades que hoy las ponen en marcha. Una retractación tan brutal traduce muy bien la gravedad de la crisis.
Pruebas del fracaso del modelo, estas intervenciones de los estados –los más importantes, en volumen, de la historia económica- prueban que los mercados no pueden autorregularse. Su propia voracidad los conduce a la autodestrucción. Por lo demás, el desvío del dogma neoliberal llevado adelante por las autoridades no apunta justamente a ayudar a los ahorristas víctimas de los banqueros sino, por el contrario, ¡a salvar a estos últimos! Clara aplicación del viejo credo liberal: privatizar las ganancias, socializar las pérdidas. Se hacer que los pobres paguen las excentricidades de los bancos, amenazándolos, en caso de que se negaran a pagar, con empobrecerlos aún más.
A pesar de algunas reticencias del Congreso, la administración estadounidense no reparó en gastos cuando hubo que salir al rescate de los “banksters” (banqueros gágnsters).En la primavera de 2008, el presidente Bush se había negado a firmar una ley que ofrecía, por un monto anual de 6.000 millones de euros, una cobertura médica a 9 millones de niños pobres. Un “gasto inútil”, según él. 6 meses después para ayudar a los rufianes de Wall Street, nada le parecía suficiente. Es el mundo al revés: el socialismo para los ricos y el capitalismo salvaje para los demás.
Siete decisiones urgentes
Cambiar de modelo energético sin modificar el modelo económico liberal sólo servirá para desplazar los problemas ecológicos. Sin resolverlos. A riesgo de agravarlos. Para salvar al planeta, resulta imperativo imponer a todos los poderosos de este mundo la adopción de al menos siete medidas capitales: 1) un programa internacional a favor de las energías renovables centrado en el acceso a la energía en los países del Sur; 2) decisiones a favor del acceso al agua y su saneamiento en vistas a reducir a la mitad, de aquí a 2015, el número de personas privadas de este recurso vital que es un bien común de la humanidad;3) leyes para proteger las selvas, como prevé la convención sobre la biodiversidad adoptada en Río en 1993. 4) resoluciones para poner en funcionamiento un marco jurídico que instituya la responsabilidad ecológica de las empresas y reafirme el principio de precaución como previo a toda actividad comercial; 5) iniciativas para subordinar las reglas de la OMC a los principios de las Naciones Unidas para la protección de los ecosistemas y a las normas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT); 6) reglamentos para exigir a los países desarrollados que se comprometan a dedicar un máximo de 0’7% de su riqueza a la ayuda pública y al desarrollo; y 7) recomendaciones para la supresión de la deuda a los países pobres.
Al destruir el mundo natural, los hombres volvieron la Tierra menos habitable. Hay que intentar invertir las tendencias que pueden conducir fatalmente a la catástrofe ecológica integral. Un desafío crucial que hay que ganar, porque si no, el propio género humano estará amenazado con la extinción.
El contexto sería propicio, pues, para un cambio de modelo energético, que las industrias del Norte parecen haber percibido primero, y que, con la perspectiva de formidables ganancias, promete desencadenar un nuevo ciclo económico, el de la economía verde.
Pero, ¿realmente logrará salir triunfante el medio ambiente? No es seguro, porque ya se anuncia la construcción de cientos de nuevas centrales nucleares, que, aunque no producen CO2, implican otros peligros no menos mortales.
La apuesta por los agrocarburantes, bien recibida en un primer momento, también comienza a mostrar efectos perversos. Primero, porque permiten –con las mejores intenciones- mantener, e incluso intensificar el nefasto modelo del auto o el camión omnipresentes, con el pretexto que los vehículos contaminarán menos. Luego, desencadenan una especulación desenfrenada por los productos alimentarios de base, como el azúcar o el maíz, que sirven para producir el etanol. Los precios del trigo y la cebada aumentaron un 70% u 80% en 2008 y los del maíz se duplicaron. El alza de la demanda mundial de agrocarburantes obliga a aumentar entre un 20% y un 30% las superficies cultivables. Lo cual es imposible, salvo que se provoquen deforestaciones extraordinarias en la Amazonia o en la cuenca del Congo.
La globalización es un proceso económico, tecnológico, social y cultural a gran escala, que consiste en la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo unificando sus mercados, sociedades y culturas, a través de una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas que les dan un carácter global.
Es decir: un proceso de integración de las economías locales dentro de un esquema general de capitalismo mundial, acelerado en las dos últimas décadas tras la caída del comunismo, única alternativa existente real en ese momento a la economía de mercado.
Vivimos en la era de la globalización. Globalización económica neoliberal. Globalización de actividades, modas, gustos, aficiones… Pensamiento único. Las mismas ideas en distintos lugares. Los mismos gustos. Las mismas ropas. Las mismas videoconsolas. Las mismas preferencias musicales. Te das una vuelta por un centro comercial y te encuentras con las mismas franquicias en todas partes: las mismas tiendas, los mismos establecimientos de comida rápida, “Burgerkings” y “Macdonalds” , comida basura idéntica en todas partes… Es como si hubiera una mano negra, en vez de la famosa “mano invisible” que diría Adam Smith, detrás de nosotros diciéndonos a todas horas qué tenemos que consumir y dónde para ser felices, una especie de idiotización a escala mundial donde parecen no tener cabida los gustos particulares si son minoritarios, los cuales muchas veces se convierten en marginales…¡Mira que gustarte el Jazz fusión! ¿Cómo es posible que no cambies ese móvil tan anticuado por otros tan modernos como hay? ¿No quieres comer pizza ni hamburguesas? ¡Vaya tío más raro! ¿De dónde habrá salido?
Luego está el tema de la pobreza de muchos países, el de las injusticias, el de la contaminación, el del cambio climático, el de recortar los derechos laborales en todo el mundo, el de las humillaciones del Banco Mundial y del FMI, el de poner por delante de la soberanía de los estados la autoridad de las empresas, bancas y multinacionales…
La globalización neoliberal no pretende extender por el mundo el bienestar de los países más avanzados sino que las empresas obtengan el máximo beneficio por sus inversiones.
Aspiramos a vivir en un mundo democrático donde sin embargo sus ciudadanos no pueden controlar democráticamente las actividades de las multinacionales.
¿Globalizar? Sí, pero qué.
No creo que los grupos antiglobalización estén en contra ni de globalizar la riqueza de los que más tienen, ni de universalizar la cultura, el pan o la sanidad.
¿Hacia dónde caminamos?
¿Es justo y ético este modelo? ¿Es sostenible?
¿Qué futuro nos espera?
¿Es posible que no haya otra alternativa?
No me gustaría que la humanidad se resignara y aceptara el modelo de la globalización neoliberal como el menor de los males posibles.
Creo que ni el planeta ni las personas nos merecemos esto.
No soy economista, que esto vaya por delante, pero tengo la ligera sospecha de lo que pasa cuando pides que la gente gaste para superar la crisis y, al mismo tiempo, recortas sueldos, congelas pensiones y subes el IVA. Mira tú que a lo mejor (a lo mejor, eh) la cosa no se supera y nos pegamos una hostia de campeonato. Es lo que nos dice el sentido común. Pero hay que hacer caso a nuestros líderes, ya que ellos sí saben cómo resolver los problemas. Ellos y los afamados expertos decían que la burbuja inmobiliaria iba a reventar y, en cambio... Oh, wait!
Luego dirán que no podían saber que la cosa iría mal. Que es más o menos como arrojar una bomba nuclear en medio de una metrópolis y sorprenderse de que cause millones de muertos. “¡Pensaba que la explosión iba a ser la solución a nuestros problemas! ¿Cómo podía imaginar que mataría a la gente?” Ser ZP tiene una ventaja, eso sí: seguro que él nunca se imagina el final de las pelis, por previsibles que sean. Incluso la comedia más tonta de Jennifer Aniston, en la que los dos protagonistas acaban juntos (cosa que se ve venir desde que alguien en Hollywood dice “¡vamos a hacer una comedia con Jennnifer Aniston!”) debe de ser emocionantísima para nuestro presidente, incapaz de prever absolutamente nada de lo que ocurrirá. Un don práctico para el espectador de cine que desea ser sorprendido, pero bastante jodido cuando pretendes dirigir un país.
Y Zapatero es tonto del culo, además de por todo esto, porque le está regalando la presidencia a Rajoy. No sólo se la ha puesto en bandeja de plata, además le ha colocado un lacito y se la ha ido a entregar a la puerta de su casa con orquesta de 32 músicos tocando de fondo incluida (ya que vas...). Y son muchos en estos momentos los que piensan que el PP velaría mucho más por sus intereses. Y están en lo cierto... siempre y cuando estén forrados, claro. Citando al gran Jaume Perich (de memoria, o sea que tampoco os toméis la frase al pie de la letra): los pobres votan a la derecha para dejar de ser pobres; los ricos votan a la derecha para que los pobres lo sigan siendo.
A pesar de la evidente incompetencia (o tal vez para querer disimularla), la Moncloa ha divulgado hoy un documento en el que se afirmaba: Las medidas presentadas hoy por el Presidente Zapatero, en el Congreso de los Diputados, suponen un esfuerzo colectivo sin precedentes (lo han puesto en negrita, que se ve que así el esfuerzo colectivo parece mayor). Suena bonito, no digo que no, pero cuando ves cómo los políticos siguen campando a sus anchas con sus sueldazos, sus dietas y sus distribuciones absurdas del dinero público (los miembros del gobierno se van a bajar el sueldo un 15%, y lo celebramos, pero siguen chupando una barbaridad), cuando ves que los mismos empresarios que han provocado la crisis con su avaricia sin límites y su libre interpretación de la ley siguen en sus puestos, cuando ves tantas y tantas injusticias, piensas que, con todos los respetos y sin la intención de faltar a nadie, el esfuerzo colectivo lo hagan sus putas madres.
Y es que no podemos dejar de felicitarnos por este hecho de justicia pública: Ya era hora de que el coste de la crisis recayera en sus verdaderos responsables: los pensionistas, las futuras madres y los funcionarios. Estos sectores, con sus decisiones alocadas, han contribuido a llevarnos a todos al abismo. Bravo por dejar intactas las Sicav, donde las grandes fortunas tributan al 1% (mientras las rentas del trabajo lo hacen hasta el 43%). Bravo por dejar intactas las ayudas, subvenciones y exenciones fiscales de la Iglesia católica (IVA, IBI, etcétera). Bravo por dejar intacto el presupuesto de la Casa Real. Bravo por dejar intactas fiscalmente las jubilaciones multimillonarias de los ejecutivos de la banca (ese sector ayudado con el dinero público). Bravo por aplicar las medidas del PP antes de que llegue al poder. Sólo echo en falta alguna que otra medida como el despido libre o la privatización de la sanidad. Pero todo eso y mucho más lo tendrá que hacer el PP cuando alcance el poder. Nos aguarda un futuro esplendoroso.
Los funcionarios muy ilusos ellos piensan más o menos así: El Gobierno me va a bajar el sueldo un 5%; lo asumo. Estamos en crisis y hay que arrimar el hombro. Me dirijo al banco con el que tengo contratada una hipoteca para pedir que me rebajen la cuota mensual un 5%. No lo asumen; se ríen. Para acabar descifrando el siguiente silogismo: Arrimar el hombro en tiempos de crisis es de patriotas; yo arrimo el hombro, luego soy un patriota; los bancos no arriman el hombro luego... aquí siempre somos los mismos los que pagamos el pato.
Como el gobierno por fin se ha desenmascarado y muestra en su totalidad y asqueroso esplendor su perfil neo-con en materia económica y tenemos unos sindicatos adormilados profundamente mirándose su ombligo de estómagos agradecidos nos encontramos con unos precios por las nubes en todo, dando igual artículos de lujo, de primera necesidad, transportes, combustibles, paellas en los chiringuitos. El paro prosigue su escalada progresiva y por el otro lado tenemos ese gran partido de la oposición, oponiéndose precisamente a lo que habían venido demandando todos estos meses de atrás: Recorte del gasto público, congelación de los sueldos de funcionarios, pensionistas, etc. etc. Estos de la calle Genova, con tal de oponerse se oponen a todo. Son los que verdaderamente sufrimos la crisis en los que debemos confiar nuestro futuro, nuestro voto. Si esos que controlan las altas esferas de la justicia, dictaminando sentencias al gusto del consumidor, pidiendo eso sí respeto a las decisiones judiciales, menos cuando les tocan lo suyo. El partido de los ladrones, los que quitaron la fiscalía anticorrupción, los de las enormes ayudas a la iglesia católica y los que financian con dinero público las apariciones como estrellas de rock de los emisarios de nuestro señor... Los mismos que se asocian con empresarios y banqueros de dudosa moral que se jactan de pingües beneficios pagados por todos. Y todo ello bajo el auspicio de la comunidad internacional, los del Euro, los liberales, los que exprimen y ahogan Grecia pero no tienen problemas en mantenerles la venta de armas. Se cierran exportaciones griegas de leche, pero se mantienen las importaciones de los helenos en materia militar... Joder, ¡cómo está el patio!
Extractos de una obra clave para comprender la situación del mundo en la primera década del siglo XXI provocados por los desmanés de las oligarquías religiosa, nacionailsta, económica estadounidenses. Susan George hace un ejercicio de retrospectiva y memoria crítica con las políticas neo-conservadoras tanto desde la década de los 60s y 70s, como ya con la administración Reagan, comienzo declarado del período neo-con. Sus políticas y represiones así como la de sus "herederos" políticos y como han dejado tanto la primera potencia mundial como el planeta más pobre, corrupto, fraudulento y moralmente depauperado. IMPRESCINDIBLE.
Las grandes empresas siguen embolsándose beneficios récord: en 2006, los de Exxon fueron de 40.000 millones de dólares. El gobierno sigue concediendo flagrantes extensiones fiscales e indignantes subvenciones al sector empresarial, especialmente a la ya opulenta industria petrolera. Estalla en el país un escándalo financiero tras otro, la mayoría de los culpables sale en libertad bajo fianza gracias al dinero de los contribuyentes, el esporádico chivo expiatorio va a prisión y la indignación decrece. Los salarios de los presidentes de los consejos de administración de las grandes empresas son ya más de 400 veces superiores a los de sus empleados promedio. Hace tiempo que desaparecieron los movimientos progresistas de la década de 1930 que pedían más igualdad y justicia social.
¿Cómo es que han bastado sólo unas décadas para que los ideales estadounidenses, expresados en algunos de los documentos políticos más inspiradores que se han escrito, estén pisoteados en el fango? ¿Cómo puede el país cuyo primer acto independiente fue declarar que “todos los hombres han sido creado iguales” ser ahora una de las sociedades más desiguales del planeta? ¿Por qué tuvieron tanta libertad para actuar quienes planearon la estrategia para hacerse con el poder?, pues eso es lo que es. ¿Por qué se han encontrado con tan poco oposición? Confío en demostrar que la batalla es, sobre todo, cultural, y que la estrategia de la extrema derecha ha sido rentable. Si uno consigue entrar en la cabeza de la gente, no hace falta preocuparse de sus manos ni de su corazón: irán detrás. Y entonces los dirigentes podrán hacer cuanto les plazca.
Muchas personas, sobre todo en Europa, siguen viviendo en su mayor parte en un mundo racional, culto, con servicios públicos y al menos cierta protección social. Sus sociedades, pese a las numerosas injusticias, continúan siendo relativamente habitables. Quizá como resultado de ello, estas personas suelen creer que la actual situación calamitosa de Estados Unidos es totalmente obra de Bush y de sus seguidores neocón. Lógicamente, entonces, esta situación cesará en cuanto los actuales dirigentes sean desbancados, como muy tarde en 2008, y sustituidos por otros que tengan más principios.
Además, la mayoría de los europeos que viaja a Estados Unidos por trabajo o por placer nunca se aventura más allá de las costas del Atlántico y del Pacífico que, hay que admitirlo, son más atractivas, más amigables para los europeos y sin duda más divertidas que los lugares que quedan en medio. Estos europeos no tienen ni idea de lo que piensa –o de lo que no piensa- la gente en el vasto interior del país. No entienden cómo los estadounidenses pueden haber elegido a estos dirigentes, y que están tan seguros de que cualquier día de estos entrarán de nuevo en razón. Este extraño comportamiento es temporal y cesará cuando un partido diferente u otras personas diferentes consigan el poder.
Todo en la cultura –desde los medios de comunicación a la mayoría de las escuelas, pasando por la práctica religiosa generalizada- disuade del pensamiento crítico.
El huracán Katrina reveló las consecuencias sociales y ecológicas de la “libertad económica” para aumentar el calentamiento global y dejar a los pobres a su suerte.
Los trabajadores mal pagados se concentran de forma abrumadora en las “ocupaciones de servicios”, que representan actualmente casi cuatro quintas partes de la economía estadounidense. Los peor pagados, en su mayoría mujeres, trabajan en “empleos relacionados con preparar y servir comida” y en el comercio minorista. Con la pérdida constante de empleos bien remunerados en el sector de la fabricación a favor de China y de otros países donde pagan salarios bajos, las personas cuyos puestos de trabajo desaparecen se ven obligadas a encontrar nuevos trabajos en puestos mal pagados del sector servicios donde podrían ganar incluso menos que el salario mínimo. El peor salario para ocupaciones como camarero en un restaurante se paga legalmente –prepárense- a 2,13 dólares la hora. Se supone que quienes sirven comidas deben sobrevivir a base de propinas. Los extranjeros que salen a comer en Estados Unidos no entienden esas bárbaras costumbres y suelen dejar poca calderilla, cuando lo apropiado sería el 20% de la cuenta. Los camareros se pelean para no tener que servir a extranjeros, especialmente británicos.
Lo sé porque he leído el extraordinario libro de Barbara Ehrenreich Nicked and Dimed (Vivir de propinas), en el que relata la vida de una mujer, ella misma, que vive atrapada en este tipo de trabajos. En su caso fue voluntario. Se trasladó desde Florida hasta Maine y Minnesota, y trabajó como camarera, doncella de hotel, mujer de la limpieza, auxiliar en una maternidad y dependienta en Wal-Mart. Aprendió que hasta los empleos más modestos exigen un esfuerzo mental y físico agotadores y que un solo trabajo no es suficiente: si usted insiste en vivir bajo techo en lugar de en su coche o en la calle, necesitará por lo menos dos. Si viene de otra ciudad y no tiene una familia a la que recurrir, nunca ahorrará suficiente dinero para pagar tres meses de alquiler por adelantado por una habitación o un apartamento y tendrá que vivir en moteles. Incluso los más baratos son caros.
Ehrenreich, escritora profesional, hizo este trabajo como experimento social: tenía la educación y el estatus social para huir una vez reunido el material y poseía las habilidades necesarias para contar la historia. Sobre todo, sabía que la situación era temporal y que podía salir de ahí en cualquier momento, por ejemplo si caía enferma. La mayoría de las personas atrapadas en estos trabajos están atrapadas sin más y su situación no va a mejorar. Como señala Holly Sklar, quienes preparan y sirven comidas deben depender a menudo de los bancos de alimentos para dar de comer a sus familias; los auxiliares sanitarios no pueden permitirse un seguro médico y quienes cuidan niños no pueden ahorrar lo suficiente para la educación de sus propios hijos.
La economía estadounidense desvía una riqueza cada vez mayor de los trabajadores a quienes ya tienen dinero, en lugar de satisfacer las necesidades de alimentos, cobijo, vestido, transporte, salud, educación, etc, de toda la población con independencia de su nacimiento, raza y condición social. Para la mayoría de los estadounidenses, esto parece el orden natural de las cosas y es sorprendente observar que siguen conservando, en general, el optimismo y el sentido del humor. Aunque ya no puedo rastrear la referencia, recuerdo con nitidez una encuesta que mostraba que, en relación con su propia riqueza y condición social, el 19% de los estadounidenses encuestados consideraba que estaba entre el 1% de las personas de más renta. Otro 20% decía que no, que no estaba aún entre ese 1%, pero que lo estaría algún día.
La inestable pirámide de la riqueza
En realidad, tienen pocos motivos para el optimismo. La distribución de la riqueza estadounidense está enormemente desequilibrada y cada vez lo estará más. En Estados Unidos, la punta de la pirámide está hecha de oro macizo y la base de metal de baja ley. Lamento de nuevo todas las cifras, pero quizá puedan perdonarlas puesto que son muy llamativas.
En 1980, la proporción de ingresos de un director general respecto de los del trabajador medio era de 42 a 1. En 2002, el director general ganaba más de 400 veces el salario del trabajador medio. Podemos mostrar este contraste de otro modo. En 1968, el director general mejor pagado en Estados Unidos ganaba lo mismo que 127 trabajadores medios o que 239 trabajadores que cobraban el salario mínimo. En 2005, el director general mejor pagada ganaba lo miso que 7.443 trabajadores medios o que 23.282 trabajadores que percibían el salario mínimo. Otras comparaciones muestran hasta qué punto valora la sociedad a los directores generales más que, por ejemplo, a los maestros de la escuela pública. Aquí la proporción es de un director general = 63 maestros de escuela medios en 1990, pero 264 en 2001.
El 1% de la población estadounidense más rica se ha apropiado de un tercio de la riqueza nacional total y el siguiente 19%, de otro 51%, lo que significa que le 20% de los estadounidenses más adinerados tiene el 84% del valor neto total (activo menos deudas). Esto deja sólo el 16% para el restante 80% de la población. Si sólo se tiene en cuenta la riqueza financiera (es decir, sin contar bienes inmuebles ni otros activos fijos), el 1% de la cúspide de la pirámide tiene el 40%, y el 20% de la parte superior tiene un pasmoso 91%. Entre 1973 y 2005, los ingresos reales para el 5% de estadounidenses más ricos aumentaron aproximadamente un 50%.
Esto no es nada en comparación con el 0,001% de la cúspide. Suelo perderme con estos porcentajes tan pequeños y doy bandazos entre los sistemas de notación: lo que quiero decir es que una persona de cada 10.000o alrededor de 30.000 estadounidenses en total, son realmente los pocos y felices. Desde finales de la década de 1960 hasta finales de la de 1990, aumentaron su porcentaje de los ingresos totales estadounidenses del 0,5 al 2,5%. Dicho de otro modo, estos super-millonarios tenían tantos ingresos como el 15% de la población (pobre) de Estados Unidos, probablemente el único país del mundo donde 30.000 es igual a 45.000.000.
Esto en lo que se refiere a los ingresos. Volvamos ahora al valor neto, que es la riqueza total, que abarca todos los activos, incluidos los que no se pueden convertir rápidamente en efectivo (como bienes inmuebles, aviones privados o yates), menos las deudas. Según datos de la Reserva Federal, en la década comprendida entre 1995 y 2004, el valor neto del 25% de la parte inferior de la pirámide aumentó un 8%, mientras que el del 10% de la cúspide se disparó un 77% (como reflejo de las grandes subidas del precio de la vivienda, entre otros factores).
En términos de valor neto, se puede refinar más aún la cifra de 30.000 = 45 millones de personas, comparación que tiene en cuenta únicamente los ingresos. Cuanto más arriba se está en la escala de éxito, mayor es la concentración de riqueza. Cada año, la revista de negocios Forbes publica su lista de multimillonarios, que ricos y famosos esperan con avidez. A principios de 2007, los 400 estadounidenses más ricos tenían en total 1,25 billones de dólares o, si lo prefieren, 1.250.000 millones de dólares. ¿Y cuánto es eso? El 10% del PIB de Estados Unidos, que la OCDE situaba en 2005 en 12.428 millones de dólares.
A pesar de la globalización que en todos los lugares arrastra la riqueza hacia arriba y la concentra en las enjoyadas manos de personas de otras partes de mundo, la cosecha mundial de 2007 de multimillonarios de la lista Forbes sigue siendo un 40% estadounidense. Ya saben que Bill Gates es el hombre más rico de la tierra, con 56.000 millones de dólares, según la lista Forbes de 2007. Pero ¿y la familia Walton, famosa por las tiendas Wal-Mart, uno de los sitios donde trabajó Barbara Ehrenreich a cambio de una miseria? La orientación de Wal-Mart es descaradamente derechista y religiosa; es en sus monstruosas tiendas donde los libros de la serie Los que quedan atrás, sobre el Argamedón y el Rapto, empezaron a volar de los estantes. No hay duda de que el Señor ha cuidado de la familia fundadora: 6 miembros de este clan dejan pequeño a Gates con un botín familiar total de 83.000 millones de dólares. Mientras tanto, el número de estadounidenses “gravemente afectados por la pobreza” aumentó un 26% (hasta 16 millones). Los salarios, la principal fuente de ingresos de la mayoría de la gente, cayeron un 6’5% entre 2001 y 2004.
Todo esto parece una estrategia a largo plazo para rebajar la calidad de uno de los pocos servicios públicos que quedan en Estados Unidos. Dejen que la calidad disminuya lo bastante y los padres estarán dispuestos a hacer cualquier sacrificio por la educación de sus hijos. Quienes puedan permitírselo enviarán a sus hijos a escuelas privadas, que suelen estar regentadas por una u otra confesión religiosa. Los neoliberales cantarán el mantra “libre para elegir” y presionarán a favor de un sistema nacional de vales escolares. ¿Qué es lo que hay que elegir entre una escuela desvencijada, quizá peligrosa, y otra limpia, ordenada, bien dotada, cuyo ambiente propicia el aprendizaje. Naturalmente, algo costará, pero así es la vida, ¿no? La gente tiene lo que se merece, sus hijos también.
A continuación voy a publicar unos estractos de un par de obras del filósofo y lingüista norteamericano Noam Chomsky, escritos uno de ellos en 1997 (El Nuevo orden mundial y el viejo) y el otro en 2005 (La propaganda y la Opinión pública). Ensayos y conferencias en las que la voz más vehemente y autorizada de la izquierda en norteamérica repasa los últimos 25 años del siglo XX y las ilusiones, problemas y tragedias que han dejado para este nuevo milenio.
Disfruto muchísimo leyendo ensayo político, y más cuando es gente tan preparada, con una visión a la vez globalizadora y única, intrínseca y extrapolable la que vierte sus opiniones, sus acertados dardos a la realidad de un mundo complejo y perverso en el que el bien final es la riqueza absoluta, y poco valen si en el camino la bajeza moral o el pisoteo al resto de habitantes del planeta no sólo son un resultado, sino que se convierten en armas e instrumentos para conseguir maximizar los beneficios y las cuentas de los ya archi-millonarios. La voz de Chomsky es autorizada y reveladora. Desde su cátedra de lingüistica en el MIT lleva 40 años desmontando las políticas internacionalistas y globalizadoras del imperio y las multinacionales. Temido y marginado en su país, es hasta censurado, y tanto demócratas como republicanos le ven como un bolchevique que no sólo perjudica la visión de los Estados Unidos en el mundo, sino que además hace apología del anarquismo, del comunismo, de la revolución proletaria frente a la burguesia, la gerontocracia, las oligarquías monopolísticas y las instuticiones establecidas. En un país en el que todo a lo que huele a socialismo es tachado de pasado, revolucionario o traidor, las ideas, discursos y opiniones de Chomsky adquieren cada vez más notoriedad y se confirman como letras sagradas y profecías de lo que viene aconteciendo por el despilfarro, la ausencia de moral y el nepotismo de los neo-cons.
Leer y comprender a Chomsky es aprender a conocer la realidad de este mundo cada vez más politizado, mediatizado y permisivo con el fraude. Su conocimiento debe ser un pilar para la izquierda mundial. Aquí dejo algunos extractos de estas dos obras, que me han parecido, personalmente, reveladores: (y para ilustrarlo un video de Audioslave)
La propaganda y la Opinión pública
¿Qué explicación le encuentra usted? A los periodistas les gusta considerarse paladines de los pueblos; a quienes hacen investigación periodística les gusta revelar cómo funcionan en realidad las cosas, sacar los trapos sucios a la luz y demás. Y, sin embargo, no hablan de esas cosas, ¿Por qué? Se debe en parte a la falta de capacidad para asumir determinados valores. Quiero decir que no se tiene en cuenta lo que se les hace a los demás. Y no son sólo los periodistas. Pasa por ejemplo con los eruditos… Con los círculos intelectuales en general.
El conflicto Palestina vs. Israel Es la primera vez que lo veo en Estos Unidos. Bennet cuenta lo que se sabía muy bien en Israel hace veinte años y lo que ustedes pueden haber leído en la literatura disidente durante los últimos veinte años, basado en fuentes israelíes: que la guerra se libró sólo por razones políticas. Era una guerra por Cisjordania. La idea era eliminar la amenaza de negociaciones que procedía de los palestinos. Es verdad. Durante veinte años lo ha sabido muy bien todo el mundo excepto la población de Estados Unidos. Ahora aparece un párrafo que cuenta la verdad, de modo que pueden citar al New York Times para refrendarla. Figurar en el New York Times la convierte en versión oficial. La documentación sobre el asunto es abrumadora desde los primeros días de la invasión. De manera que algo llevamos ganado. Con paciencia se gana el cielo.
Terrorismo y América Current History también habla del año 1985 en Oriente Próximo. Los investigadores lo asocian con el período cumbre del terrorismo. Y dan un par de ejemplos pero, naturalmente, no los que he dado yo. De ésos no se puede hablar. Los ejemplos mencionados para explicar por qué 1985 es la cumbre del terrorismo son dos incidentes, en cada uno de los cuales murió una persona, un estadounidense. Uno es un secuestro en el cual fue muerto un oficial militar de Estados Unidos. Otro es el del Achille Lauro, el incidente más famoso, en el cual fue asesinada otra persona: Leon Klinghoffer, un lisiado. Los dos hechos son, sin la menor duda, actos de terrorismo. En los dos casos hubo un muerto. No tienen comparación con las acciones que he narrado antes, pero son actos de terrorismo. La muerte de Leon Klinghoffer, que es bien conocida, es comparable por ejemplo con un incidente que acaba de producirse en Jenín, cuando un hombre en silla de ruedas trataba de apartarse del camino de un tanque israelí. El tanque lo aplastó y su cuerpo quedo hecho trizas. Lo mismo ocurrió hace dos días, cuando una mujer joven que intentaba dirigirse al hospital para recibir tratamiento de diálisis quedó bloqueada y no pudo llegar. También iba en silla de ruedas y murió. Hay otros incidentes comparables con éstos. Es fácil seguir dando ejemplos, sólo para demostrar su continuidad. Pero desde luego nada de esto cuenta como terrorismo.
Sigamos. Los actos de terrorismo que he descrito en América Central, Oriente Próximo, Sudáfrica, etc., no cuentan como terrorismo. No entran en los anales de la literatura erudita sobre terrorismo. Se habla de ellos, pero no como de actos terroristas. Son “contraterrorismo” o “guerras justas”. El principio es que si alguien comete un acto terrorista contra nosotros o nuestros aliados practicamos el terrorismo –y puede ser mucho peor- contra cualquier otro, esto no es terrorismo. Es contraterrorismo o guerra justa.
Estoy apropiándome del término terrorismo de Estado, tomado de distintas fuentes. Una de ellas es la del conocido sociólogo turco Ismail Besikci, que en 1991 escribió un libro titulado Terrorismo de Estado en Oriente Próximo, incluido el terrorismo turco en zonas kurdas. De inmediato fue encarcelado. Hasta donde sé, sigue en prisión. Ya había pasado quince años en la cárcel por informar de hechos de la represión turca contra los kurdos, despiadadamente reprimidos durante décadas. La U.S. Fund for Freedom Expressión [Fundación Estadounidense por la Libertad de Expresión] otorgó a Besikci un premio de diez mil dólares. Él rechazó el premio como forma de repudiar el decisivo apoyo de Estados Unidos al terrorismo de Estado turco. No podía aceptar una recompensa de Estados Unidos, mientras éste participaba en el terrorismo de estado turco. Escritores, eruditos y parlamentarios británicos protestaron enérgicamente por su segundo encarcelamiento. Pero nadie protestó en Estados Unidos. Y la razón no era el terrorismo en sí, sino que lo estábamos practicando nosotros. Por lo tanto lo que él contaba no podía ser terrorismo y no teníamos motivo para protestar.
Globalización y economía Pasé un par de horas escuchando testimonios de pobres paisanos y hablaron del terror. El peor de los terrores sufridos –según los testimonios que escuché- fue el que impone directamente Estados Unidos, en concreto, la fumigación. La fumigación destroza por completo sus vidas. Destruye sus cosechas, mata a sus animales. Los niños se están muriendo. Puede vérselos con pústulas por todo el cuerpo y otras plagas semejantes. La mayoría son cafetaleros pobres. El cultivo del café es complicado, los precios son bajos. Pero habían conseguido abrirse un hueco en los mercados internacionales para producir de forma organizada café de alta calidad, que vendían a Alemania y otros países. Eso se acabó. Una vez que las plantas de café han sido destruidas y la tierra fumigada y envenenada se acabó el cultivo. Las tierras están envenenadas para siempre. No sólo se han destruido las vidas y las cosechas. También la biodiversidad y, de manera definitiva, la tradición de la agricultura campesina. Es una tradición muy rica en todas partes del mundo. Por eso produce rendimientos tan altos. Exige mucha capacidad de entendimiento y mucha sabiduría popular. Cuando se han perdido no es posible recuperarlas. La fumigación está oficialmente justificada como guerra contra las drogas. Es un concepto difícil de tomar en serio, excepto como tapadera para el programa de contra-insurgencia y la otra fase de la larga historia de arrancar a los campesinos sus tierras, en beneficio de las élites ricas y de la extracción de recursos por parte de inversores extranjeros. La consecuencia es que si esa zona volviera alguna vez a la agricultura, lo haría al monocultivo para exportadores agrícolas con semillas producidas en laboratorio, compradas a Monsanto. No hay ninguna otra alternativa. Pero lo más importante es que, una vez que la población haya sido arrastrada por Estados Unidos a la guerra química y a la destrucción de las cosechas, puede ser la oportunidad de que las corporaciones extranjeras se dediquen a la explotación minera a cielo abierto –por lo visto hay campos ricos en carbón en los alrededores-, a las represas, la energía hidroeléctrica y demás. De modo que ese proceso también se considera un éxito.
Neocolonialismo Eso es parte de lo que Sen escribió. La parte ampliamente divulgada, conocida en todos lados. Pero luego continúa. Aquí está el resto, sacado de los mismos artículos y de los mismos libros; lo que no se conoce. Sen añade: comparemos los índices de mortalidad de China e India desde 1947 hasta la época en que escribí la obra. Los índices de mortalidad eran aproximadamente los mismos alrededor de 1947; los países y circunstancias, similares. El índice de mortalidad en China empezó a bajar bruscamente; en India siguió siendo el mismo. Y también considera que se trata de un crimen ideológico. Dice que la diferencia se debe a que China ha instalado consultas sanitarias rurales, organizando medicina preventiva para los más necesitados, etc. Y que esas medidas han llevado a una notable mejora de la asistencia médica en general, lo cual ha permitido reducir el índice de mortalidad. En India no se ha reducido. Era un país democrático capitalista, donde no se ha hecho nada por los pobres. Y luego insistes en que si se echa una ojeada a la diferencia entre las curvas de esos índices… Permítame citarlo: “India parece arreglárselas para llenar sus alacenas cada ocho años de más esqueletos, de los que China ha acumulado en sus años de ignominia (1958-1961)”.
Terrorismo y contra-terrorrismo Todo esto revela un hecho notable sobre la ocupación militar. Dura ya treinta y cuatro años. Desde el principio la represión ha sido dura, brutal. Les han robado la tierra y los recursos. Pero no ha habido represalias en los territorios ocupados. Israel era inmune a los ataques dentro de los territorios. Hubo algunos desde fuera, atrocidades incluidas, aunque hayan sido sólo en mínima cantidad comparadas con las atrocidades de Israel. Y cuando me refiero a Israel, quiero decir Estados Unidos e Israel. Porque todo lo que hace Israel llega a los límites de lo que Estados Unidos apoya y autoriza. De manera que son atrocidades cometidas por los dos Estados en conjunto. Por eso produjeron los acontecimientos del año pasado tan tremenda sorpresa. Estados Unidos e Israel han perdido el monopolio total de la violencia. Todavía tienen una superioridad abrumadora, pero ya no el monopolio. Eso es pavoroso. El 11 de septiembre provocó exactamente el mismo pavor, pero a escala global. El 11 de septiembre fue una atrocidad horrorosa, pero no era nueva. Hay cantidad de atrocidades como ésa. La única diferencia es que ocurren en otras partes del mundo.
Ser estadounidense no sólo no le impide juzgar la política y moral de su país con los mismos ojos con los que Estados Unidos juzga a otras naciones, sino que lo empuja a insistir en la necesidad de atacar las causas y defender soluciones pacíficas. Chomsky analiza lo que ha sido la política exterior de Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial –Vietnam, América Central, Oriente Medio…-, habla de los crímenes de guerra, de la impunidad del poder, de la manipulación de la información y nos recuerda que jamás debe ignorarse “el terrorismo de los poderosos contra los débiles”. Un claro discurso por la paz, la justicia social y la democracia.
El Nuevo orden mundial (y el viejo)
El modelo persiste con pocos cambios. Un ejemplo revelador es la actual interpretación estándar de la campaña de asesinatos, tortura y destrucción que los Estados Unidos organizaron y dirigieron en América Central durante los años 80 para aniquilar las organizaciones populares que se estaban formando, en parte, bajo los auspicios de la Iglesia. Estas organizaciones amenazaban con crear una base para una democracia operativa, que quizá hubiera permitido a los pueblos de esa mísera región, tanto tiempo sometida a los Estados Unidos, lograr algún control sobre sus vidas; por tanto, tenían que ser destruidas. Este vergonzoso episodio de violencia imperialista se describe hoy en día como un ejemplo de nuestros altos ideales y de nuestro éxito al llevar la democracia y el respeto a los derechos humanos a esa primitiva región. Y aunque se admitan algunos excesos, éstos se atribuyen a las tensiones de la Guerra Fría en los que la región estaba inmersa. Pese a lo absurdo de tal planteamiento, siempre está sobre el tapete, listo para ser desempolvado cuando sea preciso. Ha sido curioso observar la desesperada búsqueda de algún nuevo enemigo cuando en los años ochenta se desvaneció la amenaza rusa. se ha recurrido al terrorismo internacional, a los narcotraficantes hispanos, al fundamentalismo islámico o a la “inestabilidad” y depravación del tercer mundo. El proyecto se dirigía con la delicadeza acostumbrada: así, la categoría de “terrorismo internacional” no incluye ninguna referencia a las contribuciones de los Estados Unidos y de sus clientes, que aunque baten todos los récords siguen siendo un tema tabú para los medios de comunicación y para los expertos dignos de crédito; el frenesí de la guerra antidroga eludió el papel determinante de la CIA a la hora de crear y mantener el negocio ilegal de los narcóticos posterior a la segunda guerra mundial, así como el papel del estado, que permitía que los bancos y las grandes empresas estadounidenses obtuviesen pingues beneficios procedentes de la venta de drogas letales, y así sucesivamente.
El mundo tras el fin de la URSS La misión de las democracias neo-liberales tras la caída del muro y el fin de la era soviética: “Ayudar a construir y mantener un orden mundial lo suficientemente estable como para permitir que las economías avanzadas del mundo funcionen sin tener que hacer frente a constantes interrupciones y amenazas procedentes del tercer mundo”; tarea que exigirá “intervenciones instantáneas de las naciones avanzadas y quizás, acciones preventivas”.
Podemos apreciar la naturaleza de esos “tremendos infortunios” contemplando a una de sus primeras víctimas, Haití y Bengala, que los conquistadores europeos describieron como zonas prósperas, con grandes recursos naturales y gran densidad de población, que posteriormente se convirtieron en una enorme fuente de riqueza para los expoliadores franceses y británicos, y que en la actualidad son auténticos símbolos de la miseria y la desesperación. La realidad histórica queda confirmada si echamos un vistazo al único país del Sur que fue capaz de resistir la colonización. Japón, el único representante del Sur en el club de los ricos, con algunas de sus antiguas colonias a remolque, todas las cuales rechazaron tajantemente las prescripciones para el “desarrollo” dictadas por el poder occidental. Y aún aprenderemos más si consideramos el caso de “la primera colonia del mundo moderno”, Irlanda, des-industrializada (como otras muchas colonias, especialmente la India) y radicalmente despoblada, en parte gracias a la rígida aplicación de las sagradas “leyes de la economía política”, que vetaron toda ayuda significativa e incuso el fin de las exportaciones de alimentos de Irlanda durante la devastadora hambruna de la década de 1840, cuyos efectos aún hoy se dejan sentir en el país, cuya “actividad económica ha sido la menos destacada de la Europa Occidental, o incluso de toda Europa, a lo largo del siglo XX”. Las lecciones que ya estaban claras para Adam Smith en la actualidad resultan mucho más obvias para todos aquellos que las quieran ver.
La situación de Irak tras la primera guerra del Golfo Tam Dalyell, parlamentario británico perteneciente al Partido Laborista, y Tim Llewellyn, corresponsal en Oriente Medio, informaron a su regreso de Irak en mayo de 1993, de que la cifra de muertes infantiles “superaba las 100.000”, según datos proporcionados por el ministro de Sanidad iraquí (de etnia kurda). UNICEF confirmó las cifras y los análisis proporcionados por el ministro, destacando hechos como los siguientes: el acusado aumento de la desnutrición, unos índices de natalidad peligrosamente bajos y una mortalidad infantil provocada por enfermedades que se podían evitar con vacunas y el consumo de agua potable; el aumento de los casos de paludismo y de otras enfermedades erradicadas desde hacía tiempo; el colapso de los hospitales que sufrían la prohibición de importar camas pediátricas o sustancias vitales para la cirugía porque tales elementos podían emplearse para la construcción de armamento. En los hospitales pediátricos, Dalyell y Llewellyn pudieron contemplar cómo las criaturas morían a causa de la desnutrición y la carencia de medicamentos y, como otros, constataron que el apoyo a Saddam aumentaba entre una población que empezaba a percibir que los gobernantes del mundo estaban intentando castigarles a ellos, no a su criminal dirigente. La veracidad de esta percepción queda confirmada por las políticas aplicadas por los Estados Unidos a todos aquellos que han intentado enfrentárseles, como pueden atestiguar las víctimas de tales políticas en todas las partes del mundo.
Según informo Nora Boustany desde Bagdad, hubo ocho muertos y decenas de heridos. Entre los muertos se encontraban la conocida artista Layla al-Attar y un hombre con su hijo en brazos. Ya se sabe que un ataque con misiles inevitablemente tendrá fallos técnicos, pero su principal “ventaja”, según explicó el secretario de Defensa Les Aspin, es que “los pilotos estadounidenses no corren ningún riesgo”, como sería el caso de un bombardeo más preciso. Sólo corren riesgo los civiles iraquíes, de los que se pueden prescindir.
Los especialistas en relaciones públicas de Clinton tomaban el pulso a la nación. Sabían que la gente se sentía enormemente desilusionada, escéptica y preocupada por la situación de sus vidas su aparente pérdida de poder y el declive de las instituciones democráticas; sentimientos intensificados por una década de reaganismo. Por tanto, no resulta sorprendente que Reagan figure, junto a Nixon, como el ex presidente vivo más impopular, especialmente rechazado por los trabajadores y los “demócratas de Reagan”. Los asesores de imagen sabían también que la administración Clinton no afrontaría los problemas de la gente corriente; cualquier medida significativa en ese sentido infringiría las prerrogativas de su electorado básico y, por tanto, no se tomó ninguna. Para lo ejecutivos de laguna multinacional, para los profesionales vinculados con la estructura de poder y otros sectores privilegiados es importante que el mundo siga una disciplina adecuada, a fin de que la industria avanzada vea garantizados sus enormes subsidios y para que los poderosos tengan garantizada su seguridad. No importa demasiado que la educación y la sanidad pública se deterioren, que la población inadapta se pudra en suburbios y prisiones, y que las bases para una sociedad aceptable se desmoronen para la mayor parte de la población. Al adoptar estas directrices a la hora de elaborar su política, la administración actual sigue los pasos de sus predecesores.
“Los Estados Unidos siguen siendo un estado violento y sin ley”
Durante la guerra fría, se tejieron todos los hilos necesarios para exigir la supremacía, nuestro derecho y nuestra necesidad: nuestro derecho en virtud de la nobleza que nos es propia por definición; nuestra necesidad, habida cuenta de la inminente amenaza de destrucción a manos del diabólico enemigo. El término convencional que se emplea como pantalla o pretexto es “seguridad”.
La hipocresía yanki Como parte de su política de contención de la amenaza soviética, los Estados Unidos prestaron un vigoroso apoyo a Mussolini desde su marcha sobre Roma en 1922, una “buena y oven revolución”, según describió el embajador estadounidense la imposición del fascismo. Una década más tarde, el presidente Roosvelt alabó al “admirable gentleman italiano” que había abolido el sistema parlamentario y que con mano dura mantenía a raya al movimiento obrero, los socialistas moderados y los comunistas. El Departamento de Estado explicó que las atrocidades fascistas eran legítimas porque bloqueaban la amenaza de una segunda Rusia. Por las mismas premisas de moderación también se apoyó a Hitler. En 1937 el Departamento de Estado consideró que el fascismo era la reacción natural de las “clases altas y medias en defensa propia”, cuando las “masas insatisfechas, con el ejemplo de la revolución rusa ante sí, se escoraban hacía la izquierda”. Por tanto, el nazismo y el fascismo “debían vencer en todas partes, o las masas, esta vez reforzadas por las desilusionadas clases medias, se decantarían otra vez hacía la izquierda”. Al mismo tiempo, lord Halifax, enviado especial británico a Alemania, alabó a Hitler por impedir la difusión del comunismo, logro que hizo que Inglaterra “entendiera mucho mejor que antes lo que estaban haciendo”. Tales fueron las palabras de Halifax al canciller alemán mientras éste desencadenaba su reino del terror. El mundo financiero estadounidense estuvo de acuerdo. La Italia fascista era una de las grandes favoritas de los inversores, y las grandes empresas estadounidenses pronto tuvieron gran vinculación con la industria de guerra nazi, enriqueciéndose muchas veces con el saqueo de los bienes de los judíos del programa de “arianización” de Hitler. Según un estudio reciente de Christopher Simpson, “las inversiones estadounidenses en Alemania incrementaron rápidamente tras la llegada de Hitler al poder”, aumentando en “un 458.5 por 100 entre 1929 y 1940, mientras experimentaban un fuerte descenso en el resto de la Europa Continental y apenas se mantenían estables en el Reino Unido”.
El mundo en conflicto En primer lugar, el nacionalismo independentista (“ultranacionalismo”, “nacionalismo económico”, “nacionalismo radical”), es inaceptable, sea cual sea su color político. La “función” del tercer mundo es proporcionar servicios a los ricos, ofreciendo salarios bajos, recursos, mercados, oportunidades para la inversión, y (posteriormente) exportar la contaminación, así como otros atractivos (paraísos para el blanqueo de dinero procedente de las drogas y otras operaciones financieras des-reguladas, turismo, y así sucesivamente).
Oeste-Este vs. Norte-Sur La visión es totalitaria: nada puede escapar a nuestro control. Asimismo, la doctrina ha logrado una casi total aquiescencia. En el extremo menos intervencionista, Robert Pastor, asesor de Carter en temas latinoamericanos y reputado experto, escribió que “los Estados Unidos no desean controlar Nicaragua u otras naciones de la región, pero tampoco quieren permitir avances incontrolados. Desean que los nicaragüenses actúen con independencia, excepto cuando ello tenga un efecto pernicioso para los intereses estadounidenses” (la cursiva es suya). Queremos que todo el mundo sea libre; libre para actuar según nuestros designios. Estos sentimientos no provocan comentario alguno, ya que la opinión ilustrada no los considera dignos de mención. Y también, con la mayor naturalidad, encuentran su lugar en el nuevo consenso entre los historiadores de la guerra fría de los que ya hemos hablado. En no pequeña medida, la propia guerra fría puede entenderse en similares términos: como una fase de la confrontación Norte-Sur, cuya escala alcanzó unas dimensiones tan inusuales que llegó a cobrar vida propia, aunque estuviera arraigada en la lógica habitual. Europa del Este fue el “tercer mundo” primigenio, distinto de Occidente ya en la época pre-colombina, que se extendía, a grandes rasgos, a lo largo de una línea que atravesaba Alemania: Occidente empezaba su desarrollo; el Este empezaba a ser su área de servicios. A principios del siglo XX, gran parte de la región era prácticamente una posesión casi colonial de Occidente. A la toma del poder por parte de los bolcheviques se la calificó rápidamente de “ultra nacionalista” y por tanto inaceptable. Además, era un “virus”, que ejercía una considerable atractivo en el tercer mundo. La invasión occidental de la Unión Soviética en respuesta “al reto que planteaba la revolución… a la supervivencia del orden capitalista” (Gaddis) quedó así inmersa en un contexto mucho más amplio, como lo hicieron las consiguientes políticas de “contención” y de roll back después de que la invasión no lograse restablecer el viejo orden.
Uno de los cambios cruciales se produjo con la Segunda Guerra Mundial: por primera vez un único estado tenía una riqueza y un poder tan abrumadores que sus planificadores podían diseñar y ejecutar, de manera realista, una visión global. Al final de la guerra, los Estados Unidos poseían casi la mitad de la riqueza del mundo y eran la mayor potencia militar, disfrutando de una seguridad sin precedentes; no tenían ningún enemigo cerca, dominaban los océanos y las regiones más ricas y desarrolladas allende los mares, y controlaban las principales reservas mundiales de energía y otros recursos cruciales. Durante mucho tiempo los Estados Unidos han sido la potencial industrial más importante del mundo.
Publicidad y comunicación Harold Lasswelln: “La propaganda es más importante en las sociedades libres y democráticas en las que al público no se le puede mantener a raya a base de latigazos.”
Las bases del capitalismo Es “antiliberal e inmoral” enseñar a los niños a trabajar “no de una manera libre e inteligente, sino en virtud del trabajo ganado”, en cuyo caso su actividad “no es libre porque no participa libremente en él”. Por tanto, la industria debe cambiar “de un orden feudal a un orden social democrático”, basado en el control de los trabajadores y en organizaciones federales al estilo del socialismo guildista de G.D.H. Cole y de gran parte del pensamiento anarquista y marxista de izquierdas. Por lo que se refiere a la producción, su “fin último” no es producir bienes, sino “la producción de seres humanos libres asociados unos con otros en términos de igualdad”, concepción inconsistente con el industrialismo moderno en sus variedades de capitalismo de estado o de socialismo de estado, y también enraizada en los ideales liberales clásicos.
Asimismo el público tiene que cargar con los costes de las deudas incobrables en las que incurrieron los bancos comerciales en el tercer mundo. Susan George, que ha intentado calcular estos costes públicos, concluye que Japón “parece ser el único país verdaderamente capitalista en el grupo de la OCDE”, ya que mantiene el principio capitalista de que el contribuyente no tiene la responsabilidad de pagar los errores de los bancos comerciales. Sin embargo, quienes con mayor entusiasmo proclaman las maravillas del “capitalismo libre de mercado” consideran que, en la medida de lo posible, los que no deben correr riesgos son quienes tienen más poder.
“La venga de pegamento para zapatos se ha convertido en un lucrativo negocio”, y las importaciones procedentes de proveedores multinacionales han experimentando un notable aumento, dado que “los tenderos de las comunidades deprimidas hacen un próspero negocio rellenando semanalmente los botes de los niños” que inhalan el pegamento “para ahuyentar el hambre”. El milagro del mercado ya está otra vez en marcha.
En su discurso como presidente saliente del Grupo de los 77 (que representa a más de 100 de los países menos desarrollados), el colombiano Luis Fernando Jaramillo condenó duramente las prácticas occidentales, señalando especialmente que los países del Sur “no llegan a entender por qué la comunidad internacional no toma las medidas ni asigna los recursos necesarios para ayudar a los países africanos a afrontar la grave crisis que están padeciendo”, crisis de la que Occidente “es en gran parte responsable” en África, donde el “sufrimiento humano ha alcanzado unas dimensiones nunca vistas en otras partes del mundo”. La cuestión tiene la misma respuesta sencilla de siempre. La condonación de la deuda a Polonia ayuda a los ricos en Occidente; la condonación de la deuda en África, no. Y la ayuda se rige según los mismos principios. Los fondos de los contribuyentes se dirigen fundamentalmente a las necesidades de los ricos empresarios, inversores y profesionales de los donantes occidentales; las necesidades de los niños que mueren de hambre son evidentemente secundarias. Este es el “espíritu de la libre empresa” que los funcionarios del gobierno estadounidense ofrecen a los “entusiastas contratistas” a quienes, por otra parte, poco les pueden enseñar.
Los trabajadores estadounidenses deben aprender las mismas lecciones: El Wall Street Journal se apresuró a calificar su progresivo avance hacia una situación tercermundista como “un esperado progreso de trascendental importancia”, como ya hemos visto. Esta situación deja a los estados del sureste de los Estados Unidos con unos sindicatos débiles como los del caso polaco. Daimler-Benz tiene prevista la creación de una fabrica de automóviles en Alabama, con un coste de 300 millones de dólares, para producir vehículos de lujo para el mercado estadounidense, pero sólo después de que el gobierno del estado accediese a proporcionarle enormes subvenciones y exenciones fiscales, por las cuales “Alabama pagará un alto precio”, según una información del Wall Street Journal en la que se comentaban las declaraciones del jefe de un grupo de desarrollo económico de Carolina del norte, que describió la victoria de Alabama en su competencia con otros estados como “una victoria pírrica”: “con un planteamiento de este tipo no se puede levantar una economía prácticamente moribunda. Ese estado tiene una economía tercermundista. Están perdiendo un dinero que deberían invertir en la gente, en las carreteras, en el estado en general. Este es un problema para Alabama, que necesita dinero para la educación”. Para su gente, efectivamente, pero a los inversores internacionales las políticas que implantan un modelo tercermundista en las propias sociedades ricas les trae sin cuidado.
Se podría aducir que la preocupación por los derechos humanos es injustamente selectiva, ya que el esquema es el acostumbrado en los milagros del libre mercado. Examinemos el caso de Tailandia uno de los más alabados, donde unos 240 trabajadores jóvenes, encerrados por los guardias de seguridad, murieron abrasados y 500 más resultaron heridos en un incendio de la fábrica de juguetes Kader el 10 de mayo de 1993, del que se dijo que fue el peor incendio sufrido por una fábrica en todo el mundo. La empresa, con sede en Hong Kong y con poderosos inversores tailandeses y taiwaneses, daba empleo básicamente a mujeres jóvenes de las zonas rurales, que preferían esta opción a la floreciente industria del sexo, uno de los principales triunfos del libre mercado. La fabrica era una “trampa mortal” que ya anteriormente había sufrido tres incendios de los que no se dio noticia alguna, según declaró Lena Kirkland, presidente de la AFL-CIO, en un comunicado de prensa para los editores financieros, extranjeros y laborales. Esta fábrica en concreto suministraba a más de diez de las principales empresas estadounidenses, entre las que se contaban Tyco, Fisher Price, J.C. Penney y Hasbro; a su vez, otras más de 20 empresas estadounidenses –incluyendo Toys “R” Us y Wal-Mart- compraban artículos fabricados en las factorías Kader en Tailandia, donde las condiciones eran similares. Kirkland señaló que “estas empresas no podían alegar desconocimiento ni negar su responsabilidad por las infrahumanas condiciones de trabajo existentes en las fábricas donde se producen sus artículos”. “De hecho, estas condiciones son la razón fundamental por la cual han situado su producción en Tailandia. Literalmente, hacen que la gente se mate trabajando” para lo que los ejecutivos estadounidenses denominan… “mantener la competitividad en la economía mundial”. Tampoco la prensa ni el gobierno pueden alegar desconocimiento. Pero parece ser que los principales periódicos estadounidenses no publicaron ninguna información al respecto.
Cabe subrayar un elemento básico: las normas permiten que los Estados Unidos exporten los productos elaborados en las cárceles, aunque les esté vedada la entrada en el mercado estadounidense. Las cárceles de California y Oregón exportan a Asia ropas confeccionadas en sus talleres, especialmente tejanos, camisetas y una línea de pantalones cortos sagazmente denominada “Prison Blues”. El sueldo de los prisioneros es muy inferior al salario mínimo, y según afirman los activistas a favor de los derechos de los prisioneros, se trabaja en unas condiciones de esclavitud. Pero sus productos no interfieren con los derechos que verdaderamente cuentan; por tanto, no hay ningún problema.
Friedman informó que la administración Clinton, con el propósito de que los chinos modificasen su actitud, “comunicó discretamente a Pekín que si cumplía las exigencias mínimas de Washington en materia de derechos humanos, los Estados Unidos podrían considerar poner fin a la amenaza anual de sanciones comerciales”. La razón es que la antigua política de derechos humanos impuesta por las presiones del Congreso (fundamentalmente como respuesta a las presiones populares) “está pasada de moda y debe ser sustituida”. Este es un “gran cambio político que refleja la creciente importancia del comercio para la economía estadounidense”. La política de derechos humanos “según otros funcionarios, también está anticuada, porque en la actualidad el comercio es un instrumento de gran importancia para la apertura de la sociedad china, para promover el imperio de la ley y la libertad de movimientos en el país y para estimular” la propiedad privada. El mecanismo que finalmente se aplicó fue “una retirada selectiva del actual status comercial a las empresas estatales chinas, en lugar de una penalización generalizada si Pekín no hace suficientes progresos en la cuestión de los derechos humanos”. Según una información recogida por Steven Greenhouse, el subsecretario de Estado Winston Lord explicó en la Cámara de Comercio estadounidense que 2esta es una buena idea, porque ayudará a mantener la empresa privada en China y protegerá las inversiones estadounidenses en ese país”. Incluso podría 2servir de estímulo para que las empresas estatales se convirtieran en privadas”, con mayores beneficios para los inversores occidentales. La hipocresía es asombrosa, aunque no mucho más que la política de “derechos humanos” ya “pasada de moda”, que siempre ha sido cuidadosamente pensada para evitar poner en peligro los beneficios y para “no ver” las tremendas atrocidades cometidas por los clientes de los Estados Unidos con el patrocinio de Washington. Sin embargo, la preocupación por los derechos humanos llegó a convertirse en pasión en el caso de Nicaragua y Cuba, sometidas a un embargo y a un terror estremecedores. Los criminales tienen que volver a su papel de servicios, si la postura cínica sobre los derechos humanos contribuye a este fin, tanto mejor. Naturalmente, las atrocidades bastante peores que los Estados Unidos organizaron y apoyaron en países vecinos nunca fueron candidatas a sanción algunas. Lo mismo puede decirse del imperio soviético. Hasta que fue devuelto a su tradicional papel tercermundista el comercio no fue “un instrumento” que ayudase a abrir las cadenas. Igual pasó con China, hasta que empezó a abrir sus puertas al control y a las investigaciones extranjeras, ofreciendo prodigiosas oportunidades para obtener beneficios.
Los perfiles del nuevo orden mundial Las estructuras de gobierno tienden a fundirse en torno a las estructuras de poder internas que, en los últimos siglos, representan el poder económico. El proceso continúa. En el Financial Times, el corresponsal en temas económicos de la BBC, James Morgan, describe “el gobierno mundial de facto” que está tomando carta de naturaleza: el FMI, el Banco Mundial, el G7, el GATT y otras estructuras diseñadas para servir a los intereses de las empresas transnacionales, los bancos y las empresas inversoras en una “nueva era imperial”. En el reverso de la moneda, la Comisión Sur señaló que “los países más poderosos del Norte se han convertido, de facto, en una junta de gobierno de la economía mundial, protegiendo sus intereses e imponiendo su voluntad en el Sur”, donde los gobiernos “tienen que afrontar la cólera, e incluso la violencia, de su propio pueblo, cuyos niveles de vida se ven deteriorados por tener que mantener los parámetros con los que opera la economía mundial”; es decir, la actual estructura de riqueza y poder. Una característica especialmente valiosa de las emergentes instituciones de gobierno de facto es su inmunidad ante la influencia popular que, muchas veces, ni siquiera es consciente de su existencia. Actúan en secreto, creando un mundo subordinado a los intereses de los inversores y, con el público “puesto en su lugar”, la amenaza a la democracia es menor. Este retroceso de la expansión de la democracia durante los siglos pasados es asunto de no poca importancia, al igual que las nuevas formas de perversión de la doctrina liberal clásica en la economía internacional.
La naturaleza de este experimento queda ilustrada gráficamente en un informe de la Organización Internacional del Trabajo, que estima que enero de 1994 el 30 por 100 de la mano de obra estaba sin trabajo, sin posibilidad de ganar lo necesario para mantener un mínimo nivel de vida. Según la OIT, este “desempleo persistente a largo plazo” es una crisis de una magnitud semejante a la Gran Depresión. Este vasto desempleo coexiste con las enormes demandas de trabajo. En cualquier lugar que miremos hay trabajo por hacer de gran valor social y humano y hay multitud de gente dispuesta a hacerlo. Pero el sistema económico no puede reconciliar el trabajo necesario y las manos ociosas de las gentes que lo sufren. Su concepto de “salud económica” está vinculado a las exigencias del beneficio, no a las necesidades del pueblo. En resumen, el sistema económico es un fracaso catastrófico. Naturalmente, ha sido alabado como un gran éxito y, de hecho, lo es para un pequeño sector de gentes privilegiadas, entre las que se cuentan quienes alaban sus virtudes y triunfos.
En cuanto al nuevo orden mundial, se parece demasiado al viejo, aunque con un nuevo disfraz. Se producen fenómenos importantes, especialmente la creciente internacionalización de la economía con todas su consecuencias, incluyendo el agudizamiento de las diferencias de clase a escala global y a la extensión de este sistema a los antiguos dominios soviéticos. Pero no hay cambios sustanciales, ni se necesitan “nuevos paradigmas” para entender lo que está sucediendo. Las reglas básicas del orden mundial son como han sido siempre: el imperio de la ley para el débil, el de la fuerza para el fuerte; los principios de “racionalidad económica” para los débiles, el poder y la intervención del estado para los fuertes. Al igual que en el pasado, el privilegio y el poder no se someten voluntariamente al control popular o a la disciplina del mercado y, por tanto, procuran debilitar la verdadera democracia y ajustar los principios del mercado a sus necesidades específicas. La cultura de la respetabilidad sigue desempeñando su papel tradicional: rehacer la historia pasada y presente según los intereses del poder, exaltar los altos principios que nos impulsan, a nosotros y a nuestros dirigentes, y disimular los desperfectos de la historia calificándolos de buenas intenciones equivocadas, de cureles disyuntivas ante las que nos coloca algún enemiogo perverso o cualquier otra de las categorías que tan bien conocen las personas convenientemente educadas. Quienes no estén dispuestos a aceptar este papel, también tienen un papel tradicional a desempeñar: desafiar y desenmascarar la autoridad ilegítima y trabajar codo con codo para debilitarla