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lunes, 11 de agosto de 2025

De música y marketing: Monjas sexualizadas

Una de las cosas más chulas e interesantes de los festivales de música, y particularmente satisfactoria en los de Heavy Metal, es la posibilidad de descubrir a grupos y artistas nuevos, o poco conocidos por estos lares, que te los encuentras en un cartel o directamente sobre el escenario y se convierten de repente en parte de tus gustos musicales. Desde entonces los tienes en cuenta y de esta manera te involucras con esa banda nueva o recién descubierta. Te compras en el stand del festival la camiseta del grupo y/o un cd. Les sigues, buscas sus videos en youtube y su agenda de próximos conciertos. Y ahí estarás con tu acervo musical incrementado y probablemente, a menos a mi no me ha pasado todavía con este tipo de descubrimientos, para siempre. Será muy difícil que te defrauden.

Esta vez no he acudido al Leyendas del Rock en Villena por diferentes motivos como trabajo, un calor que se esperaba, y ha resultado desgraciadamente, abrasador e insufrible hasta lo peligroso, y fundamentalmente, por unos precios muy altos. Más de 100€ (con los gastos de gestión) por la entrada de un día son una absoluta pasada, por más que el abono de los 4 días de festival (para el que pueda aguantar ya 4 días seguidos) quede en unos abultados también 167€. No hablemos del despropósito de los precios de la bebida en este festival con el añadido del calor excesivo que se padece. Lo siento, me ha parecido mucho dinero, pese a que había buena materia en el cartel el miércoles como volver a ver a Primar Fear o a la nueva banda simultánea de mi amado Mikael Stanne, Cementery Skyline (al día siguiente repitió con The Halo Effect).

Pero el caso es que revisando las crónicas me asaltó una imagen que automáticamente me motivo y me hizo ir a la red social de videos, -y cada vez más anuncios-, a ver de qué se trataba.

 


Y sí. Así es. Lo que me llamó la atención fue la imagen y atuendo de las componentes del grupo “Dogma”, ataviadas con atrevidos hábitos de monja, abiertos y sugerentes, calzando botas altas hasta la rodillas y maquilladas. No puedo negarlo. Me atrajo esta estética absolutamente sexualizada de las artistas e interpretes, por lo que debo incluirme, en cierto grado a mi pesar, en el club de MetalPacos y cuñaos que se pusieron cachondos.

Afortunadamente en el Heavy Metal, después de los años nefastos del Glam, hay que saber tocar y ofrecer buena música y mejor desempeño en vivo para perdurar, y en ese sentido hay que decir que Dogma es un grupazo. Que tocan de maravilla y por lo que he podido rastrear, en directo funcionan e impresionan.

Dogma son una banda compuesta por 5 mujeres ataviadas como monjas de clausura, pero cuyos ropajes abiertos muestran sus carnes, muslos y escotes, así como su maquillaje facial, a parte de ocultar su identidad, las presentan como “malditas”, cercanas al diablo o al averno. Su actitud y su disposición es la de discutir y derribar todos los dogmas con los que convivimos día a día en las sociedades donde la religión, y particularmente la católica-cristiana, tiene tanta fuerza. Esto subyace de su origen, América Latina, probablemente Brasil o México, aunque no he encontrado noticia o anuncio que lo certifique. En cualquier caso provienen de una zona donde la presencia cultural y social, y también la influencia política, del catolicismo y de la iglesia es muy poderosa y ha servido tradicionalmente para imponer una moral retrógrada y castigadora con respecto a la sexualidad, y en especial, a la vida y la presencia de la mujer. En este sentido, radica la esencia del grupo que persigue la liberación de todos los dogmas, especialmente religiosos que nos limitan, y concretamente a las mujeres y en América Latina, derribándolos para así liberar y acabar con la represión.

Musicalmente a Dogma los clasificó dentro del Hard rock con reminiscencias melódicas y duras al estilo del que practican bandas como Hellacopters, Architects o Spiritual Beggars. Pero también se incluyen referencias heavies a los temas de la primera época de Iron Maiden, y de los últimos trabajos de Arch Enemy en las melodías y transiciones con voz clara de Alissa White-Guz. Para ello se valen de la pericia de las tres intérpretes de guitarra, bajo y batería. Lamia, Nixe y Abrahel aparecen sobradas de talento y si bien las composiciones y solos a veces pecan de sencillez, no carecen de ritmo, presencia y continuidad. Todo ello coronado con la voz de Lilith (todos estos seudónimos tienen reminiscencias a personajes religiosos que presentaban la feminidad como algo “malo”, “peligroso” o “pernicioso”), que navega sobre las olas generadas por sus compañeras con una sugerente mezcla entre sensualidad y dureza. Su timbre me recuerda al de Simone Simons, pero también al trabajo de Sirenia con la voz de Ailyn, no puedo dejar de lado una presencia muy de música pop, muy fabricada para gustar y ser fácilmente recordada y coreada. Y no digo que esto sea malo, pero es lo que hay.

Los temas de las letras de las canciones, como decía anteriormente, abogan por la liberación sexual, pero también moral y mental, de las personas, y en especial de la mujer, que tiene que volar libre y explorar su cuerpo, su sensualidad y su espíritu. Conjugan en general con una presentación muy estudiada, con una gran teatralidad, lo que no le resta ningún mérito sino más bien al contrario, por lo que he podido conversar con algún conocido que estuvo en Villena y por lo que he visto en unos videos de youtube.

En el Heavy Metal ya tenemos costumbre, y cada vez parece que más, de tener bandas cuyos integrantes se presentan con máscaras y nombres alegóricos que ocultan su identidad. Lo que empezó con Kiss, continuó con Gwar o King Diamond y siguió con las bandas del Black Metal, Turisas, Wes Borland en Limp Bizkit, Slipknot, Lordi, Ghost, El Altar del Holocausto, Heilung, etc., etc., casi una lista interminable. Por eso anudar esta estética tan concreta, pero a la vez tan sexualizada, generada para llamar la atención y convertir a las integrantes en carne de medios sociales virales, junto a una música, que aún enraizando con el rock duro, es “fácil”, digamos consumible, levantan las sospechas sobre el origen del grupo.

Si a esto le añadimos una presencia mediática potente y el acompañamiento desde el primer momento de una de las grandes compañías discográficas, que no ha escatimado esfuerzos en realizar producciones y videos llenos de imágenes sexuales y potentes composiciones visuales (y que estos aparecierán sin filtro en las plataformas), nos lleva inexorablemente a estar ante un producto de marketing.

 


 

 

  

Ojo, que esto tampoco es malo porque si. Es lo que hay. Y aunque le pueda restar originalidad, o si se quiere hasta trascendencia, seria injusto no mencionar la calidad de la propuesta sobretodo si funciona bien a nivel estudio, y fundamentalmente en el directo. Porque Dogma es un muy buen grupo musical del que ya vamos a estar pendientes. Si a esto le sumamos la virialidad de las plataformas y del streaming (quizás motivada su magnanimidad para con Dogma por los intereses de quien ha generado este producto) ante imágenes de sexo, pues el éxito ya está fraguado.




El Heavy Metal es un género en el que la presencia masculina es predominante, pese a la significativa aparición de mujeres al frente de bandas, y también, cada vez más, tocando instrumentos y aportando en todas las facetas. Es bienvenido y necesario. Y con el caso de “Dogma” ganamos una banda más a este movimiento, que en esencia, busca incorporar plenamente a la mujer en las actividades de toda índole (económicas, sociales, culturales) de la vida común. Así que en ese sentido, logro conseguido y meta en la que seguir trabajando por parte del grupo, y todos los que tienen presencia femenina (ya sea completa o parcial).



miércoles, 23 de julio de 2025

No more tears, even though there are no words

 

Ha muerto Ozzy Osbourne.

No tengo palabras para loar la figura, el legado y la trascendencia de Ozzy para millones de personas como yo. Para quienes el Heavy Metal no es solo música. Es alma. Es vida y es identidad.

 

 

Se ha marchado como quería. Con su familia y tras darlo todo sobre el escenario hace un par de semanas en un concierto épico, homenaje a una trayectoria plena, con sus altibajos artísticos y personales, propios de quien ha estado casi 60 años haciendo música desde cero. Creando no sólo un estilo y una forma de hacer las cosas, sino siendo parte imprescindible en la génesis de un género.

El Heavy Metal no sería posible sin Ozzy, como fundador de Black Sabbath y también de su prolífica carrera en solitario, como Ozzy. Promoviendo músicos y bandas, e incluso uno de los mayores festivales como el Ozzyfest. Y ahora hay que continuar sin él, pero con la memoria de su obra, el recuerdo de su imagen, la presencia de su leyenda.

 

No me puedo despedir de él. De quien con su repentina ausencia, hace que las palabras se anuden en la garganta aunque tengan que salir por el teclado. De quien inunda mis ojos de lágrimas por haber estado siempre ahí. No puedo decirle adiós, ni hasta siempre, porque sus canciones forman parte de mi. Porque su voz, tan inconfundible, tan propia y tan esencial es el timbre que me activa, que me da fuerza. Y porque después de hoy, cuando lo escuche, y seguiré haciéndolo, me sacará también una sonrisa. Porque muchas veces, siempre de hecho, Ozzy ha cantando a la vida (si aunque los maniqueísmos y tópicos interesados hoy inunden panegíricos en los medios de desinformación). Porque por encima de leyendas urbanas, imagen siniestra alimentada por él mismo y por su mujer, y apelativos como Príncipe de las tinieblas, Ozzy estaba y está por encima de todo esto, y en muchas de sus canciones y también de sus apariciones públicas ha expresado su optimismo y su espíritu por la lucha y hacer que todos y cada uno vivamos nuestra vida de forma plena.

Sólo queda atesorar sus canciones, su recuerdo de la persona y del personaje. Los grandes momentos que nos ha regalado, en vivo o en la habitación, el coche o tras los auriculares a cada uno. A través de su música. Haciéndose imprescindible. Cantándonos. Moviéndonos. Haciendo música y arte.

RIP Ozzy Osborne. Larga vida al Heavy Metal y al recuerdo de tu obra. Gracias Ozzy por todo!!!

 





 Ozzy disfruta en la gran banda con Dio, con Randy, con Lemmy, con Bonham, con Cliff, con Paul, con Clive, ...


 


domingo, 6 de julio de 2025

Wasted Years: Imposible malgastar tiempo con Iron Maiden


 


[Verse 1]

From the coast of gold

Across the seven seas

I'm travelin' on far and wide

But now it seems

I'm just a stranger to myself

And all the things I sometimes do

It isn't me but someone else


[Verse 2]

I close my eyes and think of home

Another city goes by in the night

Ain't it funny how it is?

You never miss it till it's gone away

And my heart is lying there

And will be till my dying day


[Chorus]

So, understand

Don't waste your time

Always searching for those wasted years

Face up... make your stand

And realize

You're living in the golden years


[Verse 3]

Too much time on my hands

I got you on my mind

Can't ease this pain, so easily

When you can't find the words to say

It's hard to make it through another day

And it makes me wanna cry

And throw my hands up to the sky


[Chorus]

So, understand

Don't waste your time

Always searching for those wasted years

Face up... make your stand

And realize

You're living in the golden years


[Guitar Solo]


[Chorus]

So, understand

Don't waste your time

Always searching for those wasted years

Face up... make your stand

And realize

You're living in the golden years


So, understand

Don't waste your time

Always searching for those wasted years

Face up... make your stand

And realize

You're living in the golden years


Wasted Years es la segunda canción del álbum Somewhere in Time, el sexto disco de Iron Maiden, publicado en 1986. escrita por el guitarrista Adrian Smith, no solo destaca por su potente melodía y su característico sonido de metal progresivo, sino también por las profundas reflexiones que plantea acerca del paso del tiempo, el arrepentimiento y la búsqueda de un propósito en la vida.

La letra de Wasted Years se centra en el sentimiento de pérdida asociado al tiempo malgastado. A través de ella, el narrador expresa un anhelo por el pasado y una crítica hacia la manera en que a menudo dejamos escapar momentos importantes, dedicándonos a actividades que no nos llenan. Este tema resuena a muchas personas que, al mirar atrás en sus vidas, pueden sentir que no han aprovechado al máximo las oportunidades que se les presentaron. La frase recurrente en la canción, "Don’t waste your time always searching for those wasted years", encapsula este mensaje central: el tiempo es precioso y no debe ser desperdiciado en la inercia o en decisiones que no nos conducen a la realización personal.

A nivel musical, Wasted Years combina elementos característicos de Iron Maiden, como la fusión de guitarras melódicas y ritmos alternativos, creando un ambiente sonoro que complementa el peso emocional de la letra. La sección instrumental del tema, especialmente el solo de guitarra de Smith, transmite una sensación de nostalgia y reflexión, sumergiendo al oyente en la atmósfera que la canción busca evocar. Esta dualidad entre la letra y la música es fundamental para entender el impacto que Wasted Years tiene sobre quienes la escuchan, permitiendo una conexión inmediata con sus sentimientos.

Además, es interesante destacar el contexto en el que fue creada esta canción. Durante la década de los ochenta, el mundo experimentaba cambios significativos, tanto a nivel político como social. La ansiedad y el desencanto eran comunes, especialmente entre las generaciones más jóvenes que buscaban un sentido de propósito en medio de las presiones externas. Wasted Years puede interpretarse como una respuesta a esos sentimientos de desorientación y pérdida, un llamado a la auto-reflexión y a la acción proactiva en busca de una vida significativa. La canción invita al oyente a detenerse y evaluar dónde está en su vida, y si realmente está siguiendo su propio camino o simplemente dejándose llevar por las circunstancias.



En conclusión, Wasted Years de Iron Maiden trasciende su categoría como mera canción de heavy metal, convirtiéndose en un poderoso himno que evoca la lucha intrínseca del ser humano con el tiempo y el significado de sus elecciones y de sus emociones. A través de su letra introspectiva y una composición musical que resulta a la par conmovedora y electrizante, la banda logra transmitir un mensaje atemporal que sigue resonando hoy en día. Así, invita a todos a no dejar pasar la vida sin un propósito claro, recordándonos que cada año, cada día, y cada momento cuentan. La reflexión propuesta por esta canción no solo es relevante para los fanáticos del metal, sino para cualquier persona que busca darle sentido a su existencia.

En definitiva, con Iron Maiden nunca habrá años malgastados.

viernes, 4 de julio de 2025

Hallowed be thy name: La obra culmen de Iron Maiden

 

[Intro]

I'm waiting in my cold cell when the bell begins to chime

Reflecting on my past life and it doesn't have much time

'Cause at five o'clock they take me to the gallows pole

The sands of time for me are running low

Running low, yeah


[Verse 1]

When the priest comes to read me the last rites

Take a look through the bars at the last sights

Of a world that has gone very wrong for me

Can it be that there's some sort of error?

Hard to stop the surmounting terror

Is it really the end, not some crazy dream?


[Verse 2]

Somebody please tell me that I'm dreaming

It's not easy to stop from screaming

But words escape me when I try to speak

Tears fall, but why am I crying?

After all, I'm not afraid of dying

Don't I believe that there never is an end?


[Instrumental Break]

[Verse 3]

As the guards march me out to the courtyard

Somebody cries from a cell, "God be with you"

If there's a God, why has He let me go?

As I walk, my life drifts before me

And though the end is near, I'm not sorry

Catch my soul, it's willing to fly away


[Verse 4]

Mark my words, believe my soul lives on

Don't worry now that I have gone

I've gone beyond to seek the truth

When you know that your time is close at hand

Maybe then you'll begin to understand

Life down here is just a strange illusion


[Instrumental Break]

[Outro]

Yeah, yeah, yeah

Hallowed be thy name

Yeah, yeah, yeah

Hallowed be thy name

Yeah


Hallowed be the Name (Santificado sea el nombre) es la canción que cierra The Number of the Beast, el tercer álbum de la banda de Heavy metal por autonomasía: los británicos Iron Maiden.

Escrita por el bajista y letrista habitual de los Maiden, Steve Harris, la letra describe los pensamientos de un hombre condenado a muerte, momentos antes de acudir al cadalso y que la horca cumpla la sentencia. El reo pasa por los estados mentales, las fases previas a la ejecución, desde la negación hasta la expiación de los pecados, y compone en conjunto una colosal obra en el que se desliza una crítica religiosa y un profundo análisis filosófico sobre la vida, tanto física como espiritual, la muerte, el más allá, la divinidad y el propio significado de la existencia.

La canción narra la historia de un prisionero que enfrenta su ejecución inminente, reflexionando sobre su vida y la inevitabilidad de la muerte. En este sentido, se puede apreciar una profunda conexión con temas existenciales y filosóficos que han resonado a lo largo de la Historia de la humanidad. El uso de la figura del prisionero encarna el dilema humano sobre el sentido de la vida y la confrontación con la muerte, haciendo eco de obras literarias clásicas y de la tradición del teatro trágico

La letra refleja una sentida introspección sobre la vida pasada, plena de errores, que le han llevado a tener que afrontar su inevitable destino. La mención directa del “Gallows Pole” (la horca), y el sonido de las campanas (recurso de la batería) añaden simbolismo a una construcción narrativa que busca imbuir en el oyente los estados que pasa el protagonista. La repetición de frases como "I'm waiting in my cold cell" (Estoy esperando en mi fría celda) establece un tono sombrío y claustrofóbico, un reflejo de la lucha interna del prisionero.

Uno de los aspectos más notables de la letra es la dualidad en la percepción de la muerte. El protagonista oscila entre el miedo y la aceptación, lo que se manifiesta en la repetición de preguntas retóricas que invitan al oyente a reflexionar sobre su propia mortalidad. Frases como "When you're sent to die" (Cuando te envían a morir) resuena con un sentimiento universal que provoca empatía, independientemente de las creencias personales de cada oyente.

Además, el uso de referencias religiosas, como en el título mismo, evoca una búsqueda de redención y significado en el sufrimiento. La mezcla de elementos del cristianismo con una perspectiva crítica hacia la condena pone de manifiesto la complejidad moral del juicio final, sugiriendo que incluso en la desesperación hay un espacio para la espiritualidad.

Por lo tanto, la letra no sólo aborda la vida, su reflexión y la mortalidad, sino que también cuestiona la existencia de un “Dios” o poder superior, y su supuesta magnanimidad o justicia.

Desde el punto de vista histórico, el contexto propio de la canción sería imperdonable obviar el hecho de que se trató en su momento del primer álbum con Bruce Dickinson como frontman de los Maiden, tras la salida del, fallecido el año pasado, Paul DiAnno como cantante. La presentación de Dickinson durante todo el Number of the Beast es colosal y marca diferencias con el trabajo de DiAnno, que si bien era este también de una calidad magnífica, sus problemas legales y con el alcohol provocaron su salida de la banda.

Volviendo a Dickinson por Hallowed be the Name y el video pasado a las televisiones de presentación de la canción en vivo, marcó la calidad técnica de Bruce, además de mostrar su carisma y cercanía con el público y su entrega con la música en directo, epítetos todos ellos, imprescindibles al narrar el trabajo y legado de Bruce Dickinson como cantante. El video, ya hoy en día como video oficial, es una grabación de la primera vez que Iron Maiden tocaba la canción en direto. Espectacular.

La voz de Dickinson interpreta con una suficiencia, personalidad y sentido dramático la letra como nadie había hecho nunca, dotándola de una vida propia, una que se acaba al fin y al cabo, donde el juego entre estrofas es sublime y cargado de intensidad. Momento culminante por supuesto, el agudo sostenido al final de la primera estrofa, en un alarde de técnica bucal y capacidad pulmonar, mientras el resto de músicos engola la canción con su intervención.

Y es que el resto de la banda aparece en estado de gracia y entregada a la causa, tanto en la composición como ejecución en directo, se muestra pletórica. Steve Harris amartillea el bajo y dota de ritmo la canción, lo que permite al batería Clive Burr (posteriormente lo mismo con Nicko McBrain) explorar los timbales y percutir secuencias complejas que cuadran con precisión matemática en los tempos marcados por el bajo.

Si la base rítmica funciona con tal perfección dejando una estructura que solo necesita de decoración, qué mejor que disponer de la pericia en las cuerdas de acero de Adrian Smith que genera una introducción que da aires melancólicos a la primera estrofa, y después, flirteando con el progresivo alterna pasajes más melódicos con secciones más rápidas. Y qué decir de un Dave Murray que nos regala uno de los mejores solos de guitarra de la historia del heavy metal, logrando un equilibrio perfecto entre emoción y virtuosismo.

La progresión de acordes y cambios rítmicos acentúan la narrativa, aumentando según crece la desesperación del protagonista, y haciendo que quienes escuchamos la composición experimentamos mental y hasta físicamente la angustia y la redención final del personaje.

En conjunto, Hallowed by Name es una obra maestra y el mejor ejemplo del legado de Iron Maiden. Una canción imprescindible en el setlist y en cualquier listado de obras de la mejor banda de música de la Historia. Sí. La mejor no sólo del heavy o el rock duro. La mejor en cualquier estilo. Imperecederos. Imborrables y Eternos.

miércoles, 21 de mayo de 2025

Gojira o el arte de hacer progresivo el death metal

 

En la actualidad el Heavy Metal vive un importante momento de encrucijada. Si bien en estos tiempos que corren, cualquier entendido y apasionado en este género nos mostramos entusiasmados ante la pléyade de propuestas y grupos que convierten en un frondoso bosque el árbol de la música heavy, no deja de ser cierto que, contrariamente a lo que ocurría en épocas anteriores, el hecho es que carecemos de una banda totem, un referente absoluto de este apartado de la música contemporánea. Hoy se hace muy difícil reconocer a esa banda estandarte con la que identificar tipo y momento como sí sucedía con Iron Maiden en los 80 o Metallica en los 90.

Quizás una de las grandes virtudes de la era de Internet y la globalización cultural sea que ha permitido que el Metal también englobe a todas las propuestas, subgéneros y grupos del planeta, dándoles espacio y difusión, y en definitiva, enriqueciendo un micro-cosmos donde la calidad y la diversidad, en el talento para la composición y la grabación sirven para un fin último y supremo: la interpretación en directo delante de los fans y aficionados al Heavy Metal.

Ya en los años 2000, bajo el Ñu Metal, la compartición peer to peer por Internet, la proliferación de festivales y el decidido interés de los medios convencionales por seguir distribuyendo y dando a conocer nuevas formas de hacer música asaltó el trono que poseía Metallica, tras el paso atrás total de Nirvana y todo el subgénero del hard rock que envolvía. El trash seguía siendo el género predominante dentro del metal, cuando una ristra de bandas americanas que conformaban el Metalcore y el rap-metal no se hicieron con su propio hueco, pero debido a lo artificial de las distintas propuestas (salvo honrosas excepciones) y por el predominio de otros géneros musicales comerciales no acabaron de asaltar la posición que la banda de Heitfield y Ulrich tenían.

Slipknot, Limp Bizkit, System of a Down, Marilyn Manson, Rage Against the Machine o Linkin Park parecían las bandas encargadas de abanderar el estilo que irrumpió con fuerza en los primeros dosmiles, pero por unas cosas o por otras, acabaron dejando desierta la bandera y el género del Heavy Metal ha parecido ajeno a la potencia de una banda, una marca, que lo hiciese presente en los medios de comunicación de masas.

Ya he escrito en otras ocasiones de que esto ha sido bien buscado, y conseguido, por los propios medios capitalistas, dejando al Heavy Metal en el lado oscuro y a la sombra de otras propuestas mucho más interesantes para el sistema. Adoctrinantes en el consumismo, el individualismo, dejando fuera propuestas trascendentes de expresión a través de la cultura y la música de los problemas sociales o del hombre como individuo u colectivo.

Esto no es del todo malo. Los que estamos somos los que somos, los que amamos y compartimos todo lo que engloba el Heavy Metal. Nos involucramos en su defensa y promoción, a veces con demasiada saña, pero para el heavy lo irrenunciable e innegociable es la autenticidad sin menoscabo de la originalidad, y la destreza y la presentación en vivo y en directo de nuestra música.

Si algo ha destacado al Heavy Metal estos 25 años es la proliferación de bandas y estilos dentro del género, haciendo caer las fronteras físicas y virtuales, al tiempo que nos regala un número tendiente a infinito de grupos que seguir en sus giras y novedades como se puede ver en mi carpeta de música en el ordenador, en mi cada vez más grande estantería de cedés y en los abarrotadísimos cajones de camisetas.

Y dentro de este ecosistema hay una banda que a mi, y a muchos, nos tiene siempre en vilo. Una seña de calidad con la que contar y de la que estar atento para sus nuevas propuestas, como sobretodo para contar con la posibilidad de verlos, y re-vivirlos en directo.

Hablo de la banda francesa Gojira, célebres a nivel global por participar en la inauguración de los JJOO de París 2024.

Antes de 2024 para los heavys Gojira ya era un nombre más que conocido. La banda liderada por los hermanos Duplantier (Joe guitarrra y voz, y Mario batería), junto a Christian Andreu como guitarra solista y Jean-Michel Labadie al bajo, tiene una carrera de ya casi 30 años, cuando desde su Bayona natal comenzaron a hacerse un nombre con una propuesta de death metal muy original e imaginativo, pleno de virtuosismo hasta inundar también lo progresivo.

Sus influencias van desde el Ride the lighting de Metallica, Rage Against the Machine, el Anema de Tool y por supuesto, no cabe ninguna duda, Sepultura. Y es que los ritmos y la distorsión de Gojira beben sin emborracharse del legado de la banda brasileña de los hermanos Cavalera, por lo que una buena cimentación trasher está presente en su música.

En cuanto al estilo de Gojira la complejidad de sus composiciones, tanto en acordes como en la base rítmica, son su principal característica. La pericia de Mario Duplantier no solo le hace fácilmente reconocible, sino que aporta un sonido variado, de difícil ejecución y de una plasticidad apabullante. La voz de su hermano Joe cabalga entre el gutural death y tonalidades rasgadas propias del punk. Las letras y temas de sus canciones y discos van desde el amor por la naturaleza y la denuncia en favor de su conservación, heredado de su infancia y juventud entre los bosques y el mar del País Vasco francés, a propuestas más espirituales donde se ven los influjos de la educación alternativa de los Duplantier.

En conjunto presentan un sonido característico, muy trabajado e imaginativo, que no cae en el lado del metal pedante del más cansino progresivo, sino que se muestra vivo y ataca los sentidos porque todo esto lo hace sin salirse de los códigos del trash y el death metal. Por eso, el principal valor de Gojira, la potencia con la que la banda de Bayona muestra en sus directos destaca tanto.


 

 

Ver en concierto a Gojira es una cita obligada para cualquier aficionado al género, y además, el mejor portal de entrada que los neófitos pueden tener. Se trata de una experiencia total donde el sonido envuelve toda la vivencia y te golpea. Y te agita. Y hace que pienses qué me está pasando por encima. El placer que se siente cuando se ve a Gojira en vivo y en directo es una de las mejores experiencias que el dinero puede pagar, y yo que ya los he catado en 3 ocasiones, ya estoy salivando por la cuarta que llegará a final de año. No puedo deciros más que animaros a buscarlos y a sumergirse en su arte y su talento.

En cuanto a sus discos, el recorrido de Gojira me sirve para inmiscuirme en uno de los principales problemas del Heavy Metal hoy en día. Se trata de la batalla abierta en los foros y en las conversaciones, tanto en Internet, como en un bar, o en concierto o en un festival, entre los recién llegados y los heavies de toda la vida, los que me gusta llamar Metalpacos.

La polémica eterna dentro del Heavy Metal es la autencidad en origen, el apropiarse del descubrimiento de la excelencia, desechando y menospreciando lo nuevo. Si esto ha pasado con Iron Maiden, Helloween, Judas Priest, o hasta con Metallica, qué no pasará con bandas nuevas que aparecen y llegan cuando ya somos más talluditos y se supone entedemos más de música. Es difícil no posicionarse. Todos tenemos nuestros gustos y favoritos. Y a todos se nos hacen bola ciertas propuestas por ser demasiado tenues, algunas novedosas o con más bagaje, por limitar demasiado con otros estilos de música (especialmente a mi me cuesta esa difusa línea entre el rap y el metal), carecer de la mínima pericia técnica demandada o ser abiertamente comerciales.

 

Gojira debutaba en 1996 con Terra Incognita que culminaba unos inicios con varios lps y conciertos que ya habían llamado la atención en el país vecino. Su álbum de debut partía de un decidido death metal pero acababa ofreciendo un metal progresivo altamente innovador por esa tendencia extrema que fue recibido por los entendidos con entusiasmo. Se ofrecían nuevas melodías al tiempo que tanto en las letras, como en los colosales temas instrumentales, Gojira invitaba a reflexionar sobre las dimensiones personales y privadas de la mente humana.

Este exitoso inicio se vio refrendado con las siguientes propuestas. The Link en 2003, From Mars to Sirius en 2007 y The Way of All Flesh para 2008. Si bien las tres obras se materializan en escaso tiempo por la presión de la discográfica, la calidad y la originalidad en la propuesta no baja, y son aclamados por crítica y público, por lo que comienzan a girar por toda Europa y Estados Unidos, acompañando a bandas consolidadas como Amon Amarth, Trivium o Machine Head.



La expectación ante un nuevo trabajo en 2011 es máxima y con Sea Shepherd alcanzan el máximo reconocimiento en el mundillo del metal lo que les sirve para entrar de lleno en los festivales.

Pero será con L’Enfant Sauvage en 2012 cuando asalten por talento la cima del Metal. El tema homónimo de presentación es un compendio de lo mejor de Gojira, con las guitarras creando una atmósfera propia a base de riffs plenos de perfección e imaginación, a la que se incorpora una rítmica en estado de gracia, con Duplantier desatado a las baquetas.

 


 

Las siguientes propuestas Magma (2016) y Fortitude (2021) no han tenido la misma aceptación por parte de la crítica, y de unos cuantos metal-pacos, que ya los acusan de repetitivos, “poco” originales o entregados a lo fácil. Aquí resuenan nombres como Airbourne, Dream Theater o hasta con cada nuevo disco de Iron Maiden (menudo sacrilegio). Es curioso porque cuando otras bandas innovan exploran otros entornos y temas, o directamente se abren para conquistar un gran público, que no al metalero en exclusividad, se les acusa de “vendidos”, que han perdido la esencia, o el Norte directamente. Entre estos hay numerosos ejemplos pero los más rotundos son Metallica (crucificados con cada nuevo lanzamiento y en especial la “escasa” pericia de Ulrich), las bandas de gothic metal, especialmente si tienen cantante femenina (Epica, Nightwish, Within Temptation) proclives a que las discográficas mainstream las ofrezcan a públicos más amplios. O Muse, que sin ser una banda de Heavy metal, también es dilapidada por haber experimentado con la música electrónica o la sinfónica.

 

Y sin embargo a mi Fortitude me parece unos de los discos más sólidos y estimulantes de los salidos en la década de los 20 del siglo XXI. Si el primer golpe Born for One Thing es un compendio de lo que Gojira puede ofrecer, el segundo Amazonia, es un alegato ecologista y antropológico que remueve conciencias al tiempo que rinde un homenaje más que sentido a Sepultura.


 

A continuación todo el disco deja momentos sublimes con Another world y su estribillo pegadizo al que ayuda un riff de entrada potente que culmina en una sucesión de solos pletóricos de guitarras y batería. Hold on es una muestra más de la capacidad imaginativa de la banda combinando ritmos, algunos de ellos impropios del heavy, y de como conforman atmósferas auténticas y personales a las que nos trasladan para soliviantarnos o relajarnos a gusto del consumidor.

New Found devuelve más vigor al desarrollo del disco con más velocidad en la composición para mostrar todo el virtuosismo de la banda al más puro estilo progresivo, para al final dejar una atmósfera propia donde se desliza una base melódica confortable y muy identificable con Gojira.

 

Forititude es el siguiente corte que sirve de entrada a la sorprendente y adictiva The Chant que denuncia la situación social e histórica en el Tíbet transportándonos directamente al Himalaya y a la tensión entre países, religiones y comunidades. Un aldabonazo que musicalmente se muestra original y atrevida, y que a continuación es borrada de un plumazo con Sphinx el siguiente corte mucho más vertiginoso y que ahora nos lleva al Gojira más intenso y death. Qué ganas de vivirla en concierto.

Into The Storm es otro pelotazo inconmensurable donde brilla el virtuosismo en la batería de Mario al que se suben sus compañeros para acabar el tema en todo lo alto con dos solos de guitarra pletóricos. 

 

El cierre de álbum corresponde a The Trail que es un viaje a ritmos más calmados y a coger algo de aire en los pulmones para Grind que al igual que al inicio descerraja varios riffs intensos y una batería certera y acelerada idóneo para los headbangers más exigentes.

En esencia un disco tremendo, que me encanta, y que permite identificar a Gojira plenamente porque circula por todos sus registros y todas sus etapas. Fortitude es un disco complejo y denso, pero a la vez es útil y funciona a la perfección para mostrar a la banda y para que se sumerjan en su trabajo, que como decía un poco más arriba, tiene que terminar con verlos en concierto.



viernes, 10 de enero de 2025

Version Slayer «In-A-Gadda-Da-Vida»

Aquí el original de Iron Butterfly

Y aquí la versión de Slayer

En 1987 y en un encargo para la banda sonora de la película Less than zero (Golpe al sueño americano en España) Slayer lanzaba su versión del mítico In-A-Gadda-Da-Vida de Iron Butterfly, que acabaría incluida en su disco de covers lanzado en 1996, Undisputed Attitude. El original es sin duda el ejemplo más claro del rock psicodélico de los 70. Lanzada en 1968 por esta banda de San Diego Iron Butterfly en su segundo álbum se convirtió en un himno de la contracultura y en la música perenne de los movimientos por la paz y los derechos civiles en Estados Unidos.

El reto de encajar el rock progresivo y el extensísimo solo de órgano de una canción de 17 minutos en un tema de la banda más agresiva y oscura del Trash metal era mayúsculo. Pero la pericia y las ganas de la banda liderada por Tom Araya lo hizo fácil para legarnos un tema que rinde homenaje sin duda a los originales, nos presenta el resto de influencias musicales y culturales y lo hacen desde una perspectiva radicalmente distinta.

En cuanto al análisis musical, el primer aspecto a considerar es la adaptación musical que realiza Slayer. La interpretación de esta banda no solo preserva la esencia de la canción original, sino que la transforma en un torrente sonoro que encapsula la energía del thrash metal a través del tono psicodélico de la original. Y todo ello reduciendo la duración, intensificando su fuerza para que a la vez pueda convertirse en una canción propia del género del trash.

Desde el inicio, las guitarras de Jeff Hanneman y Kerry King abren el tema con riffs potentes que distorsionan el carácter melódico que hizo famosa a la versión original. Esta decisión no es casual; refleja la filosofía de Slayer de desafiar las convenciones y llevar el límite sonoro al extremo, y además, nos hace reconocible a quienes interpretan la canción. Te preguntas, por qué suena tan distinto y tan bien el In-A-Gadda-Da-Vida, o qué hacen los Slayer.

La batería, ejecutada por Dave Lombardo, se convierte en el motor que empuja la pieza hacia adelante. El uso de ritmos rápidos y cambios abruptos de compás destaca un enfoque agresivo que consigue capturar la atención del oyente desde el primer segundo. En comparación, la versión original de Iron Butterfly se desliza suavemente a través de sus secciones, creando una sensación etérea. Slayer rompe con esta atmósfera al introducir un sentido de urgencia y agresividad. Se reconoce el estilo de Lombardo y se identifica la pieza que está desarrollando. Sublime.

El solo de guitarra es el elemento que merece una atención especial. Mientras que la versión original presenta un solo de órgano que evoca un ambiente casi hipnótico, Slayer opta por un despliegue técnico de guitarras eléctricas, lleno de velocidad y ferocidad. Ambos mástiles se coordinan y dan replica desembocando un caudal de notas y arpegios que no desmerece el desarrollo del solo central original. Al contrario, le da otro sentido y nos transporta hacia los umbrales donde el heavy metal se hace fuerte y auténtico. Este cambio no solo marca una diferencia tonal, sino también emocional; mientras que el solo de Iron Butterfly puede considerarse una celebración del espíritu libre de la época a través de la riqueza y calidad técnica, el de Slayer es una declaración de fuerza y dominio, de virtuosismo técnico y estilístico propio de los años 80 y del Trash metal. No queda excluida de esta versión el propio contexto de la época en la que se lanzó, ni tampoco el de las condiciones del lanzamiento. Una época en la que empezaba a hacerse evidente la ruptura del sueño americano, asi como la cada vez mayor desesperación de los jóvenes estadounidenses.


En cuanto a la letra, la interpretación de Slayer se aferra a la estructura básica de la canción, pero la entrega vocal de Tom Araya aporta una nueva capa de intensidad donde el estilo rasgado y a la vez grave del chileno le dota de un carácter especial. La forma en que Araya grita las líneas originales se aleja del estilo suave y relajado de la voz de Douglas Ingle, el cantante de Iron Butterfly. Este cambio vocal refuerza la idea del intenso desencanto y la desesperación que son elementos comunes en las letras de Slayer.

El contenido lírico de «In-A-Gadda-Da-Vida», que se interpreta comúnmente como una celebración del amor y la libertad, se transforma en un grito de resistencia en la versión de Slayer. La banda encuentra una forma de conectar el mensaje original con su propia estética, lo que ofrece al oyente una oportunidad de reflexionar sobre el significado cambiante de los ideales de la contracultura en la era moderna. La canción interpretada por Slayer encaja como un guante en los axiomas en los que se mueve la banda y el género desde el primer momento. In-A-Gadda-Da-Vida puede que no sea una canción suya, pero resulta como si lo fuese, y la agresividad, el dolor y la distorsión de este mundo tan cambiante y desesperado funciona a la perfección.


Desde su lanzamiento, la versión de Slayer ha generado diversas opiniones. Los fanáticos del metal suelen elogiar la habilidad de la banda para reinterpretar una obra clásica, mientras que algunos puristas del rock critican la "violencia" del enfoque. Sin embargo, esto es precisamente lo que hace que esta versión sea relevante. Una vez más, Slayer desafía la noción de lo que se considera "sagrado" en el mundo de la música, demostrando que incluso las obras más veneradas pueden ser transformadas sin perder su esencia.

La influencia de esta versión se extiende más allá de la propia banda, y ha inspirado a otros grupos a experimentar y reinterpretar piezas de otros géneros, adaptando a su estilo esas propuestas que pueden parecer consagradas e intocables. El diálogo entre géneros funciona a la perfección y los que lo celebramos somos todos los heavys.

Aquí somos muy fanáticos de la versión de Siniestro Total, No me lavo en la vida.

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