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martes, 25 de julio de 2017

El día de Noam Chomsky



"Si asumes que no hay esperanza, entonces garantizas que no habrá esperanza. Si asumes que hay un instinto hacia la libertad, entonces aún hay posibilidades de cambiar las cosas".

Esta cita de Noam Chomsky es la declaración de intenciones con la que se plantea Captain Fantastic. Y no sólo con la trascendencia de la frase, sino con la figura del personaje, sin duda, el pensador más influyente de la izquierda contemporánea estadounidense, que aparece constante en una película pretendidamente familiar, con tonos de humor, y que se mueve bajo alguno de los lugares comunes más propios del cine indie americano (trastorno, familias desestructuradas y problemas mentales). Pero que además pretende ser un blockbuster capaz de competir, y con éxito, con las películas de super héroes que parece ser la propuesta única de Hollywood hoy en día.

Esta declaración filosófica sirve para abordar muchos de los problemas de la sociedad norteamericana, imbuida en un capitalismo y un conservadurismo extremos. Así, se hace una presentación de no pocos problemas que esta corriente está provocando en Estados Unidos y en su sociedad: obesidad, adicción a la tecnología, la pereza intelectual y cultural, los problemas del sistema educativo, el desarraigo social y con el entorno... Todo ello dentro de una composición que pasa con éxito por ser una película (producto capitalista cada vez más exento de arte) de entretenimiento abierta a un público de masas, habitualmente ajeno a debates políticos y filosóficos, lo que supone en si misma, un hecho revolucionario, coronado lógicamente por el discurso critico y alternativo que contiene.

La película plantea un viaje, como una road movie, físico pero sobre todo existencial, de la familia. Desde el bosque, como lugar de partida, hasta una inevitable vuelta a la "sociedad", con los conflictos e interacciones que provoca en cada uno de los personajes. Todo ello producto de las respuestas y distintos estados emocionales que los miembros de la familia protagonista tienen ante una dolorosa tragedia.
El conductor del autobús y de la línea argumental de la película es el personaje de Viggo Mortensen que ha de enfrentarse a las interacciones sociales impuestas por la sociedad actual y sobre todo estadounidense y de las que huyo en el pasado, harto y extenuado. Ya sea en una autopista, un supermercado o en un funeral en una iglesia, su personaje, Ben Cash tiene que hacer de tripas corazón para soportar el estado de las cosas donde el extremo individualismo y el consumismo, como pilares de la fase ultra liberal del capitalismo, y la angustiosa hipocresía que el exceso de puritanismo exhibe en el catolicismo, han convertido el mundo y a las personas, sin importar la ética y la naturaleza, en un lugar detestable del que es imprescindible huir.

Y para colmo, el enfrentamiento ante el autoritarismo y el oficialismo, encarnados en el personaje de su suegro, con gran interpretación del veterano Frank Langella. Éste, un ex militar de alta graduación es la antítesis del personaje principal con una respuesta en valores y ética diametralmente opuesta, lo que provocará, como es lógico, el enfrentamiento.

Frente a la autarquía de la familia, sostenible y responsable con su entorno, donde lo más importante es el crecimiento filosófico y el entrenamiento físico de todos los integrantes, ya sean adultos, adolescentes o niños, sin ningún tipo de distinción tampoco en el género, aparece la voz altisonante del abuelo, machista y acaudalado que juega con su posición social para presionar e imponer su razón.


Con este planteamiento es importante observar los debates morales y éticos que Viggo Mortensen tiene para tratar de ser coherente con su forma de vida (decisión lógica ante el asqueo que le produce el "estado de las cosas") y su responsabilidad como padre.
Es un choque generacional, pero ante todo es un choque político entre el anarquismo y las posiciones más ultras del conservadurismo americano (religión, bandera, machismo, supremacía blanca y por encima de todo esto, el capitalismo y el estatus social que genera).


También es importante destacar el tratamiento que la película hace de dos temas que son tabú en nuestro día a día y que aquí funcionan como desencadenantes de la historia: Las enfermedades mentales y el suicidio.
Con el personaje latente, de la madre, y su trastorno bipolar y posterior suicidio se contrasta la naturalidad con la que la familia, desde su retiro y exilio, los abordan, frente a la respuesta plagada de vergüenza y estigmatización con la que su familia que sigue en el mundo convencional lo trata.
Impacta ver como se habla con naturalidad tanto la enfermedad mental que sufre la madre de la familia, como sobre todo, su suicidio, una lacra social absolutamente tapiada por los medios de comunicación de masas y la religión, incapaces quizás por interés, de tratar abiertamente este tema que está mostrándose como una respuesta, a la que se está abocando a cada vez más personas debido al extremo individualismo y soledad en el que nos movemos.
Encontrar en una película supuestamente comercial, un tratamiento tan abierto y natural del suicidio, nos debe servir a todos para hacer nuestra composición mental ante el hecho, y así exigir un cambio en nuestra respuesta como individuos y como sociedad, fundamentalmente para evitar que alguien cercano a nosotros, tome ese camino, pero también si se produce finalmente para analizarlo y tratarlo con respeto, solidaridad y veracidad.


El guionista y director, Mark Ross compone una fábula moral que critica el mundo occidental actual y que expone una alternativa, quizás la más subversiva posible: Abandonar la sociedad, refugiarse en el bosque como vuelta física y espiritual a la naturaleza y crear una familia, criar a tus hijos al margen de la ciudadanía, fuera de espacios y comodidades urbanas así como de relaciones con semejantes, aislándolos; enseñarles por ti mismo, cultura, filosofía e historia, ciencias y matemáticas; supervivencia física e intelectual y recuperando el libro como elemento físico de empoderamiento. Una renuncia al capitalismo y una llamada al otro gran pensador de izquierdas americano, siempre presente con su Desobediencia civil y su Walden, Henry David Thoreau.

Así con recursos estéticos como el autobús en el que inician el viaje a la ciudad, o la estética hippie con la que entran en el funeral; con una maravillosa fotografía que sobresale, especialmente en las escenas en el vivo y salvaje bosque de Oregón; y también narrativos, como los entrenos físicos y el aprendizaje, el rito iniciático del hijo mayor, o el relato de la aventura sexual de éste (que sobraba a mi juicio del metraje) Ross plantea en tu cabeza la reflexión y el análisis sobre la sociedad actual (occidental), su sistema de valores y prioridades, y sobre todo nos invita a imaginar y por qué no, a abordar nuestra propia emancipación.
Mención especial a las interpretaciones con un solvente Viggo Mortensen que dota de dureza y fragilidad a todos sus personajes, pero que aquí es capaz de trasladar el conflicto moral entre su coherencia y su responsabilidad. También, como decía más arriba, Frank Langella. Y por supuesto los niños, la prole de Ben Cash, donde a mi juicio destacan George Mackay interpretando al mayor y las dos hijas adolescentes, Annalise Basso en un papel con mucha exigencia física, y Samantha Isler, que expone una prodigiosa voz en el climax narrativo de la cinta: la versión "a capella" del Sweet Child O'Mine con el que despiden a la madre.

Y es que la música, es otro personaje más con una banda sonora primorosa que funciona como un sutil repaso a alguno de los himnos del rock americano de los 60, 70 y 80 y también a temas de la música barroca de Bach y que dejó aquí para vuestro disfrute.



Todo este retrato genera una joya que inexorablemente se va a convertir en una película de culto; una obra de referencia del cine social, reivindicativo y alternativo: Captain Fantastic. Una película dura por el impacto emocional que propone que termina inevitablemente por la reflexión del espectador ante su propio mundo, su concepción de la libertad y el libre albedrío, así como el abandono de la naturaleza más intrínseca del hombre que la sociedad capitalista nos ha impuesto.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Habéis oido hablar de nosotros mil veces…


Habéis oido hablar de nosotros mil veces…

…casi todas sin fundamento. Habéis visto nuestras frases en los muros y esa A dentro de un círculo que tan poco os dice a vosotros y tanto nos dice a nosotros. Nos habéis visto incluso en la tele, pero lo que no termináis de entender es que nos véis a diario, en la calle, en el metro, en clase, e incluso en el trabajo. Que somos gente corriente con carne y huesos. Que somos vuestros hijos, vuestros vecinos, que os conocemos.

Y sabemos que también a vosotros os jode cuando suena el despertador. Y no nos creemos que seáis felices así, entre el trabajo y el centro comercial, siempre haciendo cola y pensando en la próxima compra, viendo pasar la vida entre mercancías que en el fondo -reconocedlo- no saben a nada.

Lo que no entendemos es que viváis como si nada, como si todo fuese bien, sin demasiadas preocupaciones más allá de lo puramente económico. Como si os contentárais con esa basura que nos han vendido, como si no fuéseis capaces de concebir algo mejor, como si os sintiéseis agusto entre le plástico y el hormigón. En eso somos diferentes, nosotros odiamos todo esto, no nos atraen lo más mínimo las múltiples referencias del catálogo en que han convertido las ciudades.

Nos sabe a mierda, es imposible que la vida sea esto, porque esto no es vida. Esto es pasar el tiempo sin pena ni gloria. Nosotros asumimos las penas que pueda traernos la búsqueda de la gloria, a lo que no estamos dispuestos es a envejecer en fila de uno frente a una caja registradora que nos administre un pedacito de muerte con cada ticket.

Nosotros tenemos sangre en las venas, algo inusual en nuestros días, y por eso reventamos y reaccionamos de formas extrañas para vosotros: lloramos, gritamos, corremos, rompemos. Y seríamos capaces de disimular y hacer como si nada y no meternos en líos, pero nos daría vergüenza. El que diga que el mundo va bien, o es tonto o es un mal nacido; así de sencillo.

El que diga que no puede hacer nada al respecto, o no tiene imaginación o no tiene interés, y lo demás son excusas. Nosotros ya estamos hartos, así que nos encontraréis por ahí, haciendo lo posible para joder este macabro decorado que solo esconde miseria y devastación.

Salud y anarquía…

jueves, 17 de diciembre de 2009

Antihéroe


Todos desde niños hasta mayores y por supuesto siendo adolescentes tenemos el deseo de convertirnos en super-héroes, en librar a la Tierra del mal, salvar la humanidad, quedarnos con la chica y machacar al enemigo. Mientras vamos creciendo ajustamos ese infantil sueño a las realidades más plausibles y el eterno deseo de cambiar el mundo poco va haciéndose más pequeño hasta que nos damos cuenta que jamás podremos ser capaces de cambiar nuestro propio universo.

Pero yo ahora he descubierto el anti-héroe. Si el psicópata capaz de poner en jaque a la ciudad de Gotham; el del truco de magia del lápiz y el del mordaz plan para poner en las manos de los ciudadanos honrados y presos condenados el destino de sus vecinos. Los atributos del joker, los usaría para doblegar la dictadura del capital. La hipocresía moral y la venta de fes. El conservadurismo, el económico y social. La intransigencia religiosa en todos los credos. La apatía cultural y su desmedido interés industrial. Mi objetivo sería la Anarquía, como herramienta para lograr un mundo más justo, igualitario; o un mejor hogar, como culmen de mi obra.

Angustia, venganza, ira, redención, amor y desolación, indivisibles y dominados por la absoluta, pura y morbosamente encantadora locura de un Joker convertido en la personificación del Mal definitivo, una perversión sin motivaciones que respondan a una lógica concreta, por retorcida que fuese. Es la Némesis de todo héroe, un enemigo decisivo y categórico, pero que tan sólo este vigilante nocturno, que quiere dejar de serlo, que desea ser innecesario, puede afrontar. Porque en el negro abismo de su alma, es consciente de que también él está condenado al rechazo y la censura pública.

Heath Ledger compone un Joker de nuestro tiempo, un fiel reflejo de una sociedad que parece haber asumido que no existe ninguna justificación tras ningún acto violento, que en el fondo de cada ciudadano de bien se esconde un anarquista en potencia que despertará si se dan las condiciones necesarias. Quizás sea con esa arista del personaje con la que me quedo e identifico. Como un presunto anti-héroe que en realidad es el héroe capaz de borrar la esclavitud capitalista, consumidora y publicitaria en la que vive el ser humano actual. Un "malvado" personaje con las dotes necesarias para re-equilibrar la igualdad, solidaridad y el valor de la moral. El Joker inmiscuido en la sociedad actual podrá borrar todos los actos de las oligarquías y las corruptelas con las que nos invaden ante nuestros ojos cegados por la mezquindad propagandística de emporios iguales que disfrazan vociferos según conveniencia.

Caracterizado como el jocker mi propia desviación psíquica abrazará la violencia y el miedo, no contra el pueblo que sigue sufriendo sino contra las fuerzas opresoras instaladas en el capitalismo depredador. Con sus artes, mezquindad y genialidad lograré que TODOS seamos felices.

Del Joker interpretado por Ledger me han impresionado muchas cosas. El look, sus modales, la gesticulad de sus facciones, la mirada... Pero es su genialidad, aunque en el caso de El Caballero Oscuro, destinada a la consecución del mal, o por lo menos de sus misteriosos objetivos. Los intrínsecos caminos de la moralidad "perversa" capaces de encontrar su destino o el de miles de seres. Confiar en la crueldad o la benevolencia del hombre, tanto como especie, como catalogada por clases sociales para lograr la victoria. En definitiva poder ser, un ser perverso y amoral capaz de rescatar la presunta moralidad y dignidad humanas, que como colectivo y en grandes dosis individuales están destrozadas.

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...