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lunes, 5 de junio de 2017

No a las patentes en la cerveza ni la cebada

La cebada, la cerveza y su proceso de elaboración son viejas tradiciones al alcance de todos. Sin embargo, la Oficina Europea de Patentes (EPO, por sus siglas en inglés), ha concedido una patente a Heineken y Carlsberg de la cebada cultivada de manera tradicional. Con la patente, estas multinacionales pasan a ser dueñas de la cebada, desde la semilla hasta la jarra de cerveza. No solo quieren adueñarse de una tradición que existe desde hace miles de años, sino que con la patente, la EPO está violando la legislación europea. Es más, cada vez que aprueba una patente, la EPO gana dinero.
Tenemos la oportunidad de detener la patente de la cebada y la concesión de este tipo de patentes. El año pasado, la UE ya cedió ante la presión popular, cuando más de 570.000 europeos firmaron una petición en internet, y dictaminó que no pueden concederse patentes de plantas ni animales, a menos que estén modificados genéticamente. Ahora son los Estados miembros de la Organización Europea de Patentes quienes tienen el poder de exigir a su Oficina que actúe de acuerdo con la legislación vigente.
El próximo miércoles, junto a más de 30 organizaciones medioambientales, habrá una protesta que presentará una objeción legal contra las patentes de la cebada concedidas a Carlsberg y Heineken. Y de paso se aprovechará para pedir que se impida que la EPO se salte la legislación europea.
Así el próximo miércoles se harán entrega de estas objeciones a la Oficina Europea de Patentes en Múnich, conduciendo un carro cervecero típico de Bavaria tirado por seis caballos, al son de instrumentos de viento. Firma la petición pinchando en el botón azul al final del artículo, para que los dirigentes políticos sepan que somos miles, que venimos de todos los rincones de Europa y que no pararemos hasta que la EPO desestime la patente.

Por qué es importante

En los últimos años, la Oficina Europea de Patentes ha seguido concediendo patentes a plantas alimenticias como los tomates, el brócoli, el melón y, más recientemente, la cebada. El alcance de dichas patentes es enorme: en este caso, incluye la cebada, el proceso de elaboración de la cerveza y la propia cerveza. Además, la patente abarca todos los tipos de cebada con las mismas características, independientemente de cómo haya sido cultivada. Esto significa que las fábricas de cerveza obtienen beneficios por partida doble: venden las semillas de cebada a los agricultores, les compran la cebada cultivada y después venden la cerveza al consumidor. Controlarían todo el proceso, del campo al bar. Al mismo tiempo, la patente les da derecho a impedir que otros agricultores cultiven cebada de mejor calidad y les permite ampliar su dominio en el mercado, en detrimento de los agricultores, cultivadores, consumidores y otros fabricantes de cerveza.
Las patentes concedidas a Carlsberg y Heineken nos demuestran cómo la industria y la EPO pueden aprovecharse de las zonas grises en la legislación para sortear las prohibiciones. La EPO tiene unos ingresos anuales de mil millones de euros, procedentes de las tasas, y obtiene dinero por la concesión de cada patente, permitiendo a las multinacionales ganar terreno en el mercado.
Con nuestras objeciones nos enfrentamos directamente a dos multinacionales cerveceras en un único caso. La EPO debe responder a nuestras objeciones legales con una argumentación detallada justificando su decisión.

lunes, 28 de enero de 2008

Elecciones

No sé si a vosotros os ocurre lo mismo, pero yo tengo la sensación de que vivo en un continuo estado de elecciones. Se diría que la política española se esta convirtiendo casi exclusivamente en sucesivas y encadenadas carreras hacia las urnas, y que dichas carreras se realizan y se promocionan con tal desparrame y frenesí que sobrepasan con mucho sus estrictos límites temporales. O sea: además de ese momento de ínfima calidad intelectual y política que es la campaña en sí y que dura tres semanas, tenemos el tormento de la precampaña, que empieza incontables meses antes (ahora ya estamos metidos en ella hasta las cejas), y después, sufrimos el estrambote de la poscampaña electoral, que incluye mentirosos análisis de conciencias, iracundas rabietas contra el enemigo, y por último, el inicio de la pre-precampaña próxima. Y así todo el rato, dale que te pego.

No todos los países han convertido la cosa electoral en circo permanente. En la Europa tranquila de burguesía vieja, como Holanda o Bélgica, el ejercicio electoral es un derecho y un deber más del edificio democrático, una rutina social semejante al pago de impuestos. Las campañas son pequeñas, baratas poco ruidosas y duran lo que tienen que durar: lo menos posible, para bien de las neuronas de la ciudadanía. En cambio nosotros derrochamos el dinero público y la energía de nuestros políticos. Porque en vez de dedicarse a pensar y gestionar buenas soluciones para los problemas cotidianos, y en vez de descansar los fines de semana para poder trabajar con eficacia los demás días, nuestros políticos dedican la semana a reuniones y conspiraciones de precampaña, campaña, poscampaña y pre-precampaña, los sábados y domingos se engolfan en derrengantes e innecesarios viajes electoralistas, soltando tontas y repetitivas consignas ante audiencias de militantes que ya están previamente convencidos. Y, para terminar de redondear la tontería, un perverso contubernio entre periodistas y políticos hace que los medios de comunicación dediquen la mitad de su espacio, día tras día, a trompetear y publicitar toda esta desmesura electoral que no interesa a nadie salvo a los involucrados, teniendo constantemente en papel, ondas o TV las vociferas de cada bando y la sempiterna bronca. Qué habremos hecho los votantes para merecer todo esto.

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...