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lunes, 12 de marzo de 2007

¿Cuánto vale disfrutar?

Como me gusta Fito Y Fitipaldis. Quizás para quien me conozca algo, le extrañe, pues no acuerdan plenamente con mis gustos, porque no entraron el dvd que le regale a una amiga, o quizás porque nunca suenan en mi reproductor mp3.

Pero su música no es para tenerla enfrascada en la lata, encerrada veintitrés horas diarias y sólo sacarla durante un momento, cuando caminamos solos, salimos a correr, o cogemos el transporte público. De la misma manera pienso que leer a Miguel Hernández, Becquer, Baudelaire, Antonio Gala o tantos otros en un momento tan efímero y en un espacio de tan desasosiego, es como un insulto a su trabajo. Con Fito, me ocurre lo mismo. Hay quien dice que pensar es solo propio del cerebro. Pero yo creo que no. Creo que si a la materia gris de nuestra cabeza le acompañamos el impulso de nuestro corazón y la limpieza de nuestra alma, es justo en ese momento cuando podemos decir que pensamos y sentimos como seres humanos.

¡Qué placer más grande es estar en casa y poder poner al genial músico y poeta bilbaíno!

Me encanta. Es lo único que puedo decir. Canciones como Para toda la vida, Abrazando la tristeza, Soldadito marinero, Trozos de Cristal o Whiskey Barato son himnos de una vida. Palabras hermosas bien juntadas, y arropadas por buena música. Ese buen blues de Fito, puro y propio a la vez, que es el grito de su alma, pero que también lo es de muchas generaciones perdidas.

El sábado 10, después de 3 años de espera, pudimos oírle en Salamanca. Que gustazo. Que manera de sentir. No era un concierto para vibrar, saltar, pero también se puede y también se hace porque tuvo momentos de euforia, como cualquier vida los tiene. Pero escucharlo, su voz, los llantos de la guitarra, el saxo y los teclados agarra el alma y sale del cuerpo por los ojos en forma de lagrimas. Gracias Fito Y Fitipaldis por hacer música para unos pocos que llega a todos.

Y la mejor forma de aplacar el alma es regarla con cerveza, y para eso que mejor que hacerlo con los amigos y en la Imprenta. Más que llena que nunca, siempre es el decorado de toda la gente "guapa" de Salamanca. Porque siempre nos hace disfrutar, y es el mejor sitio para conocer a las chicas más simpáticas y bellas de la ciudad. Y también porque es un sitio único donde la alegría y el katxondeo, son las señas de identidad.

Creo firmemente que las cosas más bellas de la vida y las que mejor nos lo hacen disfrutar siempre son las más baratas, por la sencilla razón de que no podemos poner precio a la felicidad.

Y qué precio le pondríamos a nuestros amigos, hermanos y toda esa gente que nos hace más felices por el simple hecho de estar ahí. Y es que sin ellos, sin nadie con quien vivirlo, sentirlo todo lo material pierde su valor.

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...