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jueves, 4 de octubre de 2018

Justicia para el rugby español


Han pasado casi ocho meses desde el partido del pequeño Heysel de Bruselas. Se ha resuelto ya la clasificación para la próxima Copa del Mundo de Rugby, la del año que viene en Japón. Pasaron primero las semanas en las que se aclararó como se llegó a aquella situación. Y luego los meses de silencio de una World Rugby que tomaba cartas en el asunto para descifrar las redes clientelares de Rugby Europe. Cayeron las sanciones individuales a los jugadores españoles que se saltaron el código de honor del rugby y protestaron con violencia al árbitro.
Pues bien, ese árbitro, Iordaneschu, después de su arbitraje absolutamente parcial y repudiado por voces autorizadas del rugby mundial de cualquier pelaje, ha sido designado esta semana para un partido de la Challenge, tercer torneo continental de clubes y por lo tanto responsabilidad de la EPCR (European Professional Clubes Rugby) el otro estamento del rugby europeo.
Desde el Bélgica vs España del 18 de marzo en Bruselas que metía en el Mundial a Rumanía directamente (país de donde proviene el malaje de Iordaneschu) hasta esta semana lo que pasó realmente fue que los manda mases del rugby mundial y europeo conjuraron para que no cambiará nada a través del desempeño en el campo de juego. Y si cambiaba que fuera para su favorito, Rusia.
Aquél desapacible, por lo meteorológico y lo sucedido, día en el pequeño Heysel el rugby se convirtió en un deporte cualquiera, polémico, bronco, oscuro y cegado por los intereses económicos por encima de la pureza del juego y la fraternidad del enfrentamiento. En 80 minutos traicionó todo lo que llevaba defendiendo desde hacía casi 170 años, y durante todo este tiempo ha profundizado esa traición.
Cuando World Rugby a través de su presidente el argentino Agustín Pichot tomo el mando de la situación nos felicitábamos pensando en que se iba a reparar al principal perjudicado, el rugby. Y después al siguiente, el rugby español, que trata de crecer y de hacerlo con una participación mundialista que espoleé el profesionalismo en el país potenciando unas ligas medianamente profesionales. Hoy sabemos que es un hipócrita que ha vaciado de contenido sus pláticas para mantener un status quo que sólo beneficia a los mismos dinosaurios de siempre. Y en este caso no estamos hablando de países del entorno anglosajón, sino más bien de los parásitos que por interés personal han impedido de continuó una transmisión sana entre le rugby de primer nivel y el segundo.
No ha tenido ni autoridad, ni huevos, para tomar una sola medida disciplinaria, moral o ejecutiva que cambiará las cosas. Así tenemos impunes a quienes reventaron por dentro la filosofía del rugby. Iordaneschu sigue pitando. Moraviu, el presidente de la Federación rumana, sigue conchabando. Rugby Europe sigue igual. Las nacionalizaciones igual de confusas y la elegibilidad de equipos “B” o sub20 nada claras.
Se ha administrado una justicia tardía y cobarde, difusa y cómplice de las tropelías. No se ha castigado a Rumania que se clasificó tras nuestra derrota en Bélgica propiciada por un arbitraje parcial y delictivo perpetrado por un trabajador de la propia federación de los Robles. Descalificada por alineación indebida no tiene ninguna sanción más, ni sobre la federación, ni sobre su presidente o responsables. Tal conspiración no ha tenido ninguna consecuencia para los urdidores. Bélgica sale indemne pese a demostrarse que ha competido durante 3 años con jugadores que no podían ser seleccionados y con el que consiguió primero el ascenso desde el VI Naciones B. No desciende. No jugará eliminatoria de descenso. Nada.
Rusia clasificada para el Mundial y que jugará ese apetitoso partido inaugural (y ojo a su desempeño porque puede que también salga clasificado para el siguiente en 2023) sabía de la in elegibilidad del tongano de los rumanos (¿tráfico de influencias?) esperó acontecimientos para denunciar en el momento oportuno y pescar en el barrizal del rio revuelto que es Rugby Europe.
El rugby español demostró su obrar legal o cuando menos sin responsabilidad directa en descargo de la Federación Francesa por las alineaciones de Belie y Fuster, y sin embargo se queda sin el Mundial ganado sobre el verde y en una situación muy dramática que ha de empezar a revertir el próximo noviembre en las ventanas (partido más que vital contra Samoa, el rival en la repesca) si quiere luchar por estar en Francia 2023.
También queda sin castigo una Rugby Europe que ha montado una clasificación para un Mundial, torneo de World Rugby, llena de irregularidades en sus propias narices.
Y para colmo deciden que no se puede repetir el partido “para no crear precedente”, dejando el precedente de que un partido manipulado por un arbitraje mafioso y parcial no tiene ninguna consecuencia para los interesados.
La pregunta es, ¿debemos aceptar esto?
Y la respuesta es viendo la forma de ejecutar de la FER es que si, por más que escueza y por más que indigne que los verdaderos castigados por el establishment del rugby mundial sean los que sufrieron las tropelías en el pequeño Heysel.
Desconozco si la rendición actual es por respeto a un organismo que no lo merece, ya que World Rugby sólo funciona como un garante del orden establecido en el rugby mundial, o como requisito a futuras prebendas hacia el rugby español negociadas de espaldas a la luz y los taquígrafos (por ejemplo se me ocurre una plaza de privilegio en la posible y futura Liga Mundial). En cualquiera de los casos me parece un error porque aceptar chantajes de estos impresentables no augura nada bueno.

Además sería aceptar, como parece, una decisión que no sólo ha quitado la posibilidad de jugar el próximo Mundial, sino también de estar en condiciones de estar en los próximos. Me parece que no somos conscientes de la oportunidad pérdida. De que estando el año que viene en Japón se expondría el rugby español, del que necesitamos a los franceses para poder competir, pero que con los recursos y visibilidad adquirida valdría para sembrar el futuro. A los hispano-franceses les daría un impulso tremendo jugar el siguiente mundial, en Francia, con el XV del León. Pero sería la última generación. Mejoraríamos las escuelas y clubes patrios. Los jugadores podrían crecer becados en clubes y escuelas francesas. Habría un crecimiento. Pero todo esta teoría se va a refrendar en Rusia que ya estaba haciendo las cosas mejor a nivel de clubes y ahora a nivel de selección puede adquirir una distancia sideral, cerrándonos de facto junto con Georgia la puerta de los Mundiales y el asalto progresivo al tier 1 de World Rugby.

Nos han quitado todo, sobretodo el futuro del rugby español, y así somos lo suficientemente peligrosos porque no tenemos nada que perder. Es el momento de pasar por el TAS y si es necesario por la justicia ordinaria, sin miedo a represalias porque no puede haberlas y hacer valer nuestros derechos que además servirán para limpiar los organismos del rugby europeo y mundial.
Demostrar en los tribunales que el fallo de la norma no es nuestro. Que el fallo en las elegibilidades y por lo tanto en las alineaciones no es nuestro. Que el partido amañado no es cosa nuestra. Y sobretodo demostrar que no vamos a parar hasta reparar la cadena de injusticias cometidas para salvaguardar un orden establecido oligárquico y caciquil como es el de Rugby Europa y el tier 2.
El apoyo a esta estrategia de la FER a de ser total. De todo el rugby (escuelas, clubes, aficionados, periodistas). Con el COE y el CSD. Con el Gobierno. No sabemos que componendas dependen de las promesas y compromisos de World Rugby o Rugby Europe (Seven, femenino, clubes profesionales, etc.) pero todos quedan en entredicho con lo sucedido estos meses y con el mal infligido a un rugby que vivía el sueño de competir con los mejores.

Si estamos ya renunciando a la explosión del profesionalismo en el rugby es porque venimos y conocemos, otros mucho más que yo por supuesto y por desgracia, el rugby de antes. El de los valores, el respeto y el compañerismo. El del código de honor y el código de lucha. De sacrificarse y no rendirse. De ser caballeroso con el derrotado y agradecido con el vencedor. De asumir lo que venga y si en ese caso son sanciones o quita de subvenciones al menos habremos demostrado la verdadera cara de quienes mandan en el rugby mundial y su apego más profundo al dinero que al maravilloso juego que dicen representar.

jueves, 22 de marzo de 2018

Y esto no es rugby



En primer lugar tengo que confesar que desde luego no quería escribir sobre rugby en este tono y sobre este tema. No se me pasaba por la cabeza -ni a nadie moderadamente próximo a este deporte- que haya que hablar, escribir e informarse sobre lo acontecido en Bruselas el pasado domingo, en lo que podría haber sido una fiesta y lo que debía de haber sido: una competición deportiva, fraternal y justa, de rugby.
Pero tras lo visto y vivido en el “pequeño Heysel” necesito explicar con unas líneas como me siento y como viví y vivimos estos momentos los miles de rugbiers, profesionales o aficionados en distintos ámbitos (jugadores, técnicos, periodistas, federativos, árbitros, etc.) tras ver como se usurpaba la posibilidad de disputar en buena lid la clasificación para el próximo Mundial de Rugby 2019, en Japón.
Debo decir, lo primero de todo, que no era yo muy optimista con las posibilidades de España, del XV del León. Consideraba a Rusia y Rumanía con mayores opciones, pero gracias a una muy buena disposición táctica -sobretodo defensiva- de la selección nacional se conseguía primero batir a Rusia en Krasnodar y luego ganar a Rumanía -eso sí, la peor Rumanía que yo he visto- en la Central. Estos dos resultados, a parte de asegurar las repescas de clasificación, ponían en “nuestra” mano el billete a Japón, al partido inaugural frente a la anfitriona, lo que podía y debía ser el espaldarazo definitivo para el rugby en nuestro país, y para el rugby español en el concierto internacional.
Tras apabullar en el trámite de la semana pasada a una muy desdibujada Alemania (que ya nos hizo el favor de ganar a Rumanía el año pasado) y comprobar, una vez más, como el Rey, Felipe VI el preparao, no tiene ningún problema para empaparse de los éxitos de otros para salvar la supuesta necesidad y conveniencia de su arcaica institución, nos poníamos en disposición de celebrar la clasificación para un Mundial, la segunda en la historia, tras la del año 99 en Gales.
Según se acercaba el día todos estábamos expectantes, más ilusionados, más nerviosos. Se preparaban viajes a la capital belga y se organizaban comidas con familia, amigos y compañeros de empuje, para eso mismo, para empujar y para disfrutar de un hito histórico de nuestro rugby y del deporte patrio.
Pero toda esa ilusión se vino abajo un par de horas después, en las que tanto los que habían estado en el estadio, como los que lo vimos por televisión, nos encontrábamos furiosos y abatidos, no por la derrota sino por la perversión hacia el rugby: hacia ese sentimiento fraternal y de respeto que veneramos y defendemos en cada charla y tertulia de barra de bar.
Nos habían robado el alma de lo que amamos. Habían pervertido el espíritu reverencial del rugby.
A tener en cuenta:
  1. Hay que decir antes de entrar en profundidad, que España mereció la derrota. No jugamos bien. No entendimos bien los condicionantes, como el campo (sus dimensiones y su estado) ni el arbitraje y fallamos en la estrategia de partido. El XV del León entró nervioso, lo que puede ser normal, pero cayó en la desesperación, lo que también fue lógico, y así se hizo imposible ganar. Enfrente Bélgica, que son un buen equipo sin más, inferior por supuesto, pero que aprovechando lo que les permitió el árbitro y utilizando muy bien el pie, siempre llevo la iniciativa. Sin embargo España se convirtió en previsible jugando por posesión y no por ocupación, no utilizando el recurso del pie para ganar metros y poniéndoselo fácil al árbitro que ya venía predispuesto a ello. Mientras tanto Bélgica se sentía impune en el campo y reforzaba su idea de juego gracias a un arbitraje parcial y asimétrico que permitió todo a unos y nada a los otros.
  2. Me parece inconcebible y una chapuza a la vista del resultado interesada, que el partido decisivo que daba la plaza 2 Europa, de clasificación directa para un Mundial, se juegue en un recinto que no sólo no cumple unas mínimas condiciones en dimensiones y calidad del terreno de juego (lo que valió como excusa para que Bélgica negará la posibilidad de entrenar el día antes en el mismo a España, algo que en el mundo del rugby, sobretodo para los pateadores, puede ser decisivo) sino que además imposibilitaba una buena realización televisiva que hubiera favorecido la presencia del TMO, el video arbitraje, solicitud puesta por la Federación Española y denegada por Rugby Europa aduciendo las condiciones del estadio. No se nos puede olvidar decir que en Rugby Europa manda el Presidente de la Federación Rumana, Octavian Morariu. Baste comparar el estadio donde Uruguay consiguió su clasificación mundialista hace unas semanas.
  3. A Morariu le dieron igual las reclamaciones para cambiar la designación arbitral para este último partido, donde estaba un compatriota, el ya célebre Vlad Iordaneschu. Apeló a la pureza y el respeto al árbitro, ancestrales valores del rugby. Para este sujeto pisar y enfangar cualquier cosa valía para lograr la clasificación directa para Rumanía, y seguramente, cobrar los derechos de emisión en su país. Insisto, jugar el partido inaugural es muy importante. Y eso sin entrar en el juego de las apuestas donde la victoria belga se pagaba en torno a los 5 euros por euro apostado (España se pagaba a 1,18). Un rumano que pone a otro rumano para arbitrar un partido en el que Rumanía puede o no acabar clasificándose. Definición de sospechoso.
  4. Ya existen artículos y videos donde se analizan la cadena de errores flagrantes del árbitro Iordaneschu. Particularmente, y tras dos visionados del partido con toda la modestia que atesoró, puedo decir que ya desde los primeros minutos vi una clara intencionalidad: Mientras se sucedían las infracciones y los retenidos españoles a los pocos segundos de ser placado un jugador, Bélgica acumulaba rucks de hasta 10 segundos. No se frenaba la dureza del XV local que paraba como podía (placajes al cuello, lanzarse por encima del placado, entradas desde el lateral, etc.) a España.
  5. Muy dolorosa fue también la interpretación en las fases estáticas, donde Iordaneschu igualó fuerzas permitiendo el giro y el levantamiento de los belgas en las melés; la obstaculización irregular de los mauls, donde España era netamente superior y sin embargo vio como perdía balones por retenidos o inexistentes infracciones de pantalla. En definitiva, una interpretación de la norma al uso, castigando a unos y premiando a otros.
  6. También en los castigos fue díscolo Iordaneschu. Castigo con amarilla a un pilier español en una infracción que se invento, y dejo sin castigar con el sin bin preceptivo tanto varios placajes altos, como un palmeo intencionado cuando España luchaba por la remontada. Tampoco escapo la interpretación de la ley de la ventaja que le sirvió para oportunamente ir hacia atrás en una jugada hispana, cuando se lanzaban en franca posibilidad de ensayo inventando un adelantado totalmente inexistente.
  7. Para rematar su estelar actuación, Iordaneschu se invento dos infracciones hispanas con 15-10 en los minutos finales para dar aire a una agotada Bélgica que veía peligrar el resultado. Primero pitando un inexistente parcial en la touch y después para regalar un golpe de castigo centrado a los belgas que pasaron para dejar sin apuros el 18-10 final.
  8. 28 golpes de castigo pitó a España Iordaneschu, por 11 belgas, cuando la media del XV del León en el torneo era de 8, y cuando el reparto de la posesión del balón estuvo a casi el 50% y se jugo más en el medio campo belga.
  9. Al final, derrota española. Rumanía clasificada para el Mundial, y los jugadores españoles impotentes ante la rabia cercando, insultando y aplaudiendo con sarcasmo al trío arbitral que tuvieron que salir en un coche que les esperaba en marcha.
Unas imágenes muy dolorosas para el rugby, para el deporte. Para quienes defendemos este maravilloso juego, esta filosofía de vida, como es el rugby, como la más idónea y necesaria para acercar a nuestras vidas y a las de las nuevas generaciones. Adiós al respeto, a la imagen de los caballeros embarrados saludando con cortesía. Un dolor que va a traer consecuencias:
  1. Como deportista entiendo la reacción, la rabia, de los jugadores españoles a los que les habían robado en la cara la posibilidad de jugar un Mundial. El rugby es un deporte de caballeros, pero no de imbéciles que aceptan que les quiten un sueño hecho en base a trabajo e ilusión. Puede parecer que esa trifulca final estuviera fuera de lugar pero también tenemos que entender el daño tremendo hecho a un rugby en ciernes, como el español. No sólo a esta generación a la que cierran, de momento, el camino al Mundial, sino a un plan estratégico que valiéndose de este impulso quiere o al menos intenta articular un proyecto que haga del rugby una posibilidad más en la práctica deportiva en todo el territorio español. En el rugby, cada metro, cada centímetro ganado se defiende frente a todo y ante todos. Y el domingo cuando un árbitro nos robaba en la cara, aunque exista ese código reverencial y de respeto hacia su figura, yo no me hubiera quedado en aplaudirle irónicamente. Probablemente le hubiera partido la cara. Y esto no es rugby.
  2. Cada día que pasa más voces autorizadas del mundo del rugby se suman al hastag #JustificeForSpainRugby, y claman por la repetición del partido con un arbitraje justo e imparcial. De momento no voy a ir por ahí, pero lo que si que es fundamental es investigar lo sucedido y depurar responsabilidades para sacar de los órganos directivos del rugby europeo y mundial a personajes como Moriaru y compañía, que ensucian nuestro noble nombre por intereses económicos y por la perpetúa lucha de poder en la cúspide de la pirámide rugbística mundial. Y esto no es rugby.
  3. Doy por hecha que los jugadores españoles que participaron en la trifulca final tendrán sanciones duras y ejemplares de World Rugby con el ánimo de sentar precedente y salvaguardar el respeto al árbitro. También considero hecha la sanción a perpetuidad para el árbitro rumano Iordaneschu y el resto del trío arbitral, así como también para quienes permitieron tal designación. Pero World Rugby tiene que tomar muchas más cartas en el asunto: Investigación y echar a todos los corruptos. Estipular una normativa para que las federaciones que aspiran o al menos participan en las clasificaciones de la Copa del Mundo pongan y tengan los medios necesarios para una justa competición. Sobretodo entrando en la mafiosa Rugby Europa donde se toleran por interés campos de juego internacionales como el pequeño Heysel o en materia de designaciones de árbitros o delegados, dando transparencia y pulcritud y garantizando las mejores condiciones de desarrollo del juego de manera justa y segura.
    Y esto no es rugby.
  4. Después del partido del domingo y a expensas de lo que ocurra en los próximos días, España tiene ante sí dos repescas: La primera, ganando a Portugal y luego a Samoa; la segunda, si se pierde con los polinesios en un cuadrangular frente a Canada, y las selecciones que vengan de la competición africana y asiática. Hay que asumir, que World Rugby va a sancionar y duramente a los jugadores que participaron en la tangana final, y que habrá que construir un equipo prácticamente nuevo para esos partidos.
  5. Desde luego la única salida para salvaguardar el honor y el buen nombre del rugby es la repetición del partido. No hay otra. Que Rumanía se gane en el terreno de juego de una manera justa su clasificación -por qué no con una nueva victoria belga frente a España-. Evidentemente, insisto, en este caso España afrontaría frente a Bélgica un partido con bastantes e importantes jugadores sancionados (y algún nuevo lesionado). Pero es la única manera de hacer, que en este momento, de expansión del rugby, como práctica deportiva y sobretodo -y eso le hace tan jugoso y propicio a las corruptelas-, como afición y método de esparcimiento televisivo se puedan mantener los valores de respeto y caballerosidad que lo encumbran.
Hay mucho dinero en juego, si, pero sobretodo, por encima de todo, esta la reverencia ancestral al rugby. Unos valores y un legado con más de 150 años de historia que no pueden enturbiarse por los intereses particulares de personajes oscuros. No dejemos morir el rugby.

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