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lunes, 27 de septiembre de 2010

No salgas


Ha comenzado el otoño y se nota en la calle. Hace ya tiempo que lo hizo en mi corazón y se nota en mi ánimo. El frio penetra en la piel y de izquierda a derecha, el abrigo recobra su protagonismo. Las calles y los parques se tapizan de ocre y dorado. Melancolía es la hermosa experiencia que alimenta mi espiritú; es el constante decorado que se presenta ante mis ojos al cruzar el umbral de la puerta. Anhelo vivir esta experiencia junto a mi hermosa amada, pero no se deja caer en mi rutina. Tapar en las noches mi fria espalda con ese interminable y vigoroso abrazo que tanto añoro. Recobrar en la normalidad de una rutina que mientras acorta las horas de luz y aumenta el nivel de estrés todos y cada uno de tus besos es la base de mi vida.

El decorado pierde y gana luz en el avanzar de un reloj. La rutina sobrevive en tu ausencia para matarme por dentro. Noches eternas, inacabables en el sollozo de una almohada vacía, de una cabeza llena de recuerdos, sueños por cumplir. Alimentado por un corazón que sólo responde a un deseo: Recuperarte. Esas horas de soledad no me impiden darme cuenta de que la ciudad está más gris. Caminando, conduciendo, tras la ventana... ¿es el otoño o tu ausencia la que marca este tono? Las calles se mojan, los coches pasan, y las hojas de los árboles siguen cayendo El tedio plomizo de querer vivir algo y no poder es una tortura infernal, una pesadilla continúa que me ahoga entre las sabanas, que me impide encontrar ganas de seguir adelante porque todas mis ganas están conducidas a amarte a recobrar tu felicidad.


Hace un tiempo leí que el cerebro puede estar enamorado durante años. Es un experimento, un falacia de química y fisica que me convence en el fondo, pero no en la forma. El amor es algo más que reacciones psico-somáticas. Es ver su foto una y otra vez, enjuagarse las incipientes lágrimas con disimulo, llorar en las noches una ausencia, un error... Pienso en ti y en mi, y me doy cuenta de que nuestra motivación es más fuerte que todo. Es amor puro; incorrompible a la vejez, a los encadenamientos. Necesidades emotivas, sexuales, culturales o sociales por propina saciadas, porque lo importante y sustancial lo tenemos, está logrado. No sé hasta cuando llegaré; dónde acabará mi rio de lágrimas. No sé si me costará tanto no soñar en ti como me ha costado quitar tu ranita de goma, de mis llaves. La pobre ya esta un poco machacada. No puedo imaginarme que a nosotros nos pase lo mismo.

A veces en el trabajo el té se me queda frío. O el café. Negro, como el decorado de mi corazón sin ti. A veces me paro en pensar en ti y me doy cuenta que mi mundo también se ha parado. Ha pateao mi culo, huérfano de tus caricias, y me ha bajado con un escobazo de un tren que sigue su marcha impertérrito al dolor. Sólo grito, corro sin sentido contra el aire y al anochecer me sigo dando cuenta que te quiero, que eres mi vida, cuando sólo y acurrucado bajo unas sabanas, víctimas antaño de pasión tiemblo y sufro por no estar junto a ti. Es el dolor del día a día, la sensación de vivir en el error, sin razón ni pasión, pero con todo el amor... No quiero hundirme, quiero escapar. Quiero volver atrás, convertir los errores pasados, en un amor más fuerte, porque más fuerte que ayer te quiero.

Estas junto a la verja. Pero no tienes ganas de salir. Te giras timidamente buscándome. Te niegas a salir. Me encuentras arrodillado, sin ganas de perderte. Quiero convertir mis lágrimas en fuerza para hacerte sonreir. Vivo por ti gracias a la más poderosa de las emociones. Quiero verte una y mil veces más, sentir cada pulsación de tu corazón, como cuando nos agarrábamos de la mano, y que nunca jamás nos soltemos. No salgas del jardín, mantente junto a mi; corre y abrazame, dejame enamorarte y besémonos mientras se pone el sol. No podemos perder porque tenemos lo más fuerte para la victoria. Nos sigue sobrando amor...

Tengo miedo porque siento que sólo me quedas tú. Tengo miedo de sentir que todo ha terminado, miedo de creer o hacerme creer que ya no piensas en mi. Mucho miedo de no tenerte a mi lado, de manternos lejos, no por distancia, sino ya en los corazones. Tengo miedo de pensar que ninguna noche más estaré a tu lado. No fluctúa, no decae. Vive máximo apogeo, de noche en noche, pese a que el maldito teléfono no suene. El miedo solo muere en el recuerdo de tu sonrisa, y sólo quiero cobrarme esa última oportunidad y volverte amar, sentir una vez más, y desde ese momento para siempre, como te derrites en mis brazos, te haces pkña, te amo y me amas... Estoy agotado de no tenerte, y ahora de mirar al cielo, buscar la luna y no encontrarla y aunque supongo que sigue ahí, no tiene sentido que se burle de mí sino me amas. Las fuerzas de amarte no me fallan y aunque las ilusiones con fecha en el calendario caen una a una, sigo guardando en un cajón los sueños que un día nos confesamos desnudos. Los cierra un candado sobre un puente.

martes, 22 de septiembre de 2009

Tres otoños

Los largos sollozos

De los violines

Del otoño

Hieren mi corazón

Con monótona

Languidez

Todo sofocante

Y pálido, cuando

Suena la hora,

Yo me acuerdo

De los días de antes

Y lloro;

Y me voy

Con el viento malvado

Que me lleva

De acá para allá,

Igual que a la

Hoja muerta.


Hemos visto, ¡alegría!, dar el viento

gloria final a las hojas doradas.

Arder, fundirse el monte en llamaradas

crepusculares, trágico y sangriento.

Gira, asciende, enloquece, pensamiento.

Hoy da el otoño suelta a sus manadas.

¿No sientes a lo lejos sus pisadas?

Pasan, dejando el campo amarillento.

Por esto, por sentirnos todavía

música y viento y hojas, ¡alegría!

Por el dolor que nos tiene cautivos,

por la sangre que mana de la herida

¡alegría en el nombre de la vida!

Somos alegres porque estamos vivos.

Señor: es hora. Largo fue el verano.

Pon tu sombra en los relojes solares,

y suelta los vientos por las llanuras.

Haz que sazonen los últimos frutos;

concédeles dos días más del sur,

úrgeles a su madurez y mete

en el vino espeso el postrer dulzor.

No hará casa el que ahora no la tiene,

el que ahora está solo lo estará siempre,

velará, leerá, escribirá largas cartas,

y deambulará por las avenidas, inquieto como el rodar de las hojas...

domingo, 2 de noviembre de 2008

Otoño


Hoy he paseado por un parque y me he dado cuenta que ya es otoño, la estación en que los árboles presentan esa imagen dorada y de embrujo que me inspira a soñar.

Miro caer las hojas y pienso que, ese árbol de hoja caduca, a cumplido su ciclo anual de frondosidad. Ahora ya no es necesaria su sombra y, discreto y silencioso, se desnuda y duerme hasta que de nuevo nos sea necesario; no sé si es un reflejo de mi ser o una divagación espontánea. La naturaleza es tan sumamente bella que en todo momento nos ofrece sus encantos, y sin perder un ápice de su hermosura nos regala aquello que en cada momento necesitamos.

En mi paseo, me he sentado a descansar junto a un tronco de corteza desquebrajada y reseca, pero sé que en la próxima primavera, este tronco aparentemente muerto, volverá a brotar y volveremos a buscar su sombra y admirar la frondosidad de sus ramas, es ese corazón de madre naturaleza que nunca nos abandona, en sus raíces llevará la sabia y otros árboles le tomarán el testigo y nos darán el oxígeno necesario, la sombra, la humedad, y el aliento para vivir, ese aliento que hoy me faltaba. Y digo me faltaba porque en este descanso, en que me detengo para descansar el cuerpo, simultáneamente entro en reflexión y ordeno ideas y situaciones, por tanto, recobro ese ritmo tan necesario en cuerpo y mente. Mientras la música retumba en mis oídos, proviniente de la tecnología de concentración, en llamas, in flames siento el calor de mi pecho resoplar, de mi corazón luchador, para no ahogarme en mi cansancio y olvidar lo pasajero para seguir la marca de batir mis miedos.

En esta reflexión, el corazón se ensancha, la sensibilidad aflora y nos inunda de pasajes de nuestra vida guardados en los pliegues del tiempo, todos hermosos, todos únicos, todos de esa pureza exenta de rencores, para poder formar con todos los retazos de nuestras vivencias, nuestra historia, y como queremos que sea la más humana y la más bella, nos inclina a mejorarnos, a humanizarnos, a sensibilizarnos, en definitiva, a colaborar en un mundo mejor.

Nada es más triste que llegar al último tramo de nuestra existencia y mirar nuestras manos vacías, sin nada que ofrecer y sin nada por recibir a la hora de entregar el testigo. Este es el principal de los miedos que afloran mi alma, y por el que realmente creo, que mis lágrimas tienen la osadía de caer al vacío rajando mi rostro, y llevándose parte de mi agua.

Creo que a la vida llegamos para algo más que para vegetar, creo que estamos obligados a hacer camino, adornarlo y disfrutar en la andadura… El premio es, pasar a nuestra vejez con la tranquilidad del deber cumplido. Nada más hermoso que contarle a nuestros nietos que fuimos jóvenes, que maduramos y envejecimos llenos de vida, que llenamos las páginas de nuestro libro sin dejar espacios en blanco ni borrones para encubrir aquello que queramos ocultar, si tenemos que pedir perdón que sea con humildad, si tenemos que perdonar, que sea desde el corazón.

Recostado en el banco de madera, con mi sudadera gris empapada de mi sudor, los recuerdos me llevan a escenarios dibujados con sonrisas y lágrimas, todo tiene algo de hermoso y de triste, es el Yin Yang de nuestra existencia, pero al llegar al final todo se unifica en ese equilibrio llamémosle, natural de vida, donde, ni todo son flores ni todo son espinas. Lo importante es saber aceptar lo que en cada momento la vida nos ofrece.

Hecho una última mirada a este hermoso parque, hoy, de hojas amarillas y marrones y un suelo poblado con todas ellas. Tal vez no regrese hasta la primavera, en que este será otro escenario, las hojas brillaran los pájaros ocuparan sus copas y sus trinos borraran el silencio.

Con los muertos aún calientes en el recuerdo, las rosas negras robando luz al día y los besos no dados volando olvidados más allá de las montañas. La melancolía, la lenta agonía de morir sin pena ni gloria, con odio hacia un mundo cruel e inhumano, en el que ser bueno es ir en contra en todas las apuestas, ir desarmado a combates plenos de fiereza y nulos de cordialidad. Pero he descubierto un arma, de doble filo, que atañe riesgos y pliega voluntades como es valor, y ante este paisaje tan bello, solo permito que el sudor resbale por mi rostro y mi espalda, cojo el impulso necesario, me incorporo e inició la carrera, una metáfora de lo que necesito en realidad y por lo que no paro de luchar.

Camareros: Necesarios, degradados y precarios. Una experiencia personal

Ahora que ya está aquí el veranito con su calor plomizo, pegajoso y hasta criminal, se llenan las terracitas para tomar unas...